Mons. Frassia: “Reencontrarse con Dios es reencontrarse con uno mismo”

Mons. Frassia: “Reencontrarse con Dios es reencontrarse con uno mismo”
Jueves 10 Mar 2016 | 08:06 am
Lanús (Buenos Aires) (AICA): El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Frassia, reflexionó sobre la parábola del hijo pródigo y aseguró que “reencontrarse con Dios es reencontrarse con uno mismo”, e hizo un llamado a tomar con seriedad “la actitud de la conversión”.

 Monseñor Rubén Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en su reflexión del cuarto domingo de Cuaresma, aseguró que la parábola del hijo pródigo es “una lectura muy vigente”, en la que el actor principal del relato es el padre y afirmó que “reencontrarse con Dios es reencontrarse con uno mismo”.
 “El actor principal de este relato es el padre. El padre que tiene misericordia, que no tiene en cuenta los egoísmos, la miseria, la soberbia, el orgullo ni el pecado”, dijo el obispo y agregó que “el padre esperaba al hijo menor”.
 Luego de afirmar que “reencontrarse con Dios es reencontrarse con uno mismo”, expresó que “todos tenemos que volver a la propia verdad. Dejarse reconciliar y dejarse amar quitando los obstáculos del egoísmo y de la desconfianza”.
 Asimismo, hizo un llamado a tener en cuenta la iniciativa divina y la respuesta del hombre, especialmente en este tiempo de Cuaresma y del Año de la Misericordia.
 “Misericordia de Dios y nuestras miserias: hay que quedarse en la misericordia y no en nuestras miserias. Tomemos en serio la actitud de la conversión porque en algún momento somos el hijo pródigo y en otros momentos somos el hermano mayor. Cada uno con sus consecuencias”, señaló.
 Finalmente, monseñor Frassia pidió: “Quiera Dios darnos la gracia de entender la actitud misericordiosa del padre: que te abraza, que te recibe y que te renueva para un proyecto de vida mejor”, y envió su bendición.+

 Texto completo de la reflexión
“Reencontrarse con Dios es reencontrarse con uno mismo” 
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en el programa radial Compartiendo el Evangelio (Cuarto domingo de Cuaresma, 6 de marzo de 2016) 

"Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos". Jesús les dijo entonces esta parábola: Jesús dijo también: "Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de herencia que me corresponde'. Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros'. Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: 'Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo'. Pero el padre dijo a sus servidores: 'Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado'. Y comenzó la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso. Él le respondió: 'Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo'. Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: 'Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!'. Pero el padre le dijo: 'Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado'. (San Lucas 15,1-3.11-32) 

 Es la parábola del Padre Misericordioso, del hijo menor que se aparta de los caminos del padre, que va hacia una ilusoria libertad, que rechaza ser amado y que pierde si dignidad. Luego tenemos al hijo mayor que no entiende ni al hermano ni mucho menos la actitud del padre misericordioso. 
 Creo que es ante una lectura muy vigente, donde el actor principal de este relato es el padre. El padre que tiene misericordia, que no tiene en cuenta los egoísmos, la miseria, la soberbia, el orgullo ni el pecado. Lo que si tiene en cuenta es que “aquel que estaba perdido, ha sido recuperado”. El padre esperaba al hijo menor y éste, quizás por motivos egoístas o individuales, está empezando a madurar el retorno, está empezando a dejarse reconciliar. 
 Reencontrarse con Dios es reencontrarse con uno mismo. Todos tenemos que volver a la propia verdad. Dejarse reconciliar y dejarse amar quitando los obstáculos del egoísmo y de la desconfianza. En Cuaresma -y en este Año de la Misericordia- debemos tener muy en cuenta la iniciativa divina y nuestra respuesta humana. 
 Misericordia de Dios y nuestras miserias: hay que quedarse en la misericordia y no en nuestras las miserias. Tomemos en serio la actitud de la conversión porque en algún momento somos el hijo pródigo y en otros momentos somos el hermano mayor. Cada uno con sus consecuencias. 
 Quiera Dios darnos la gracia de entender la actitud misericordiosa del padre: que te abraza, que te recibe y que te renueva para un proyecto de vida mejor. 
 Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén 

 Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús

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