MONS. FRASSIA LLAMO A VENCER LA SOLEDAD Y EL ANONIMATO


Mons. Frassia llamó a vencer la soledad y el anonimato
Avellaneda (Buenos Aires), 23 Jul. 10 (AICA)
Hay que vencer “la soledad y el anonimato” que se generan en la ciudad

“Con la hospitalidad, la acogida, la aceptación del otro, tenemos que darnos cuenta que uno tiene que ser cercano a los demás”, dijo el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, en su mensaje radial del fin de semana, en el que explicó que no se trata de recibir “solamente a aquellos que vienen a mi casa personal, sino también a los que llegan a nuestra ciudad, a nuestra patria”, para que de esta manera se beneficie “a los que están desposeídos de un lugar, a los extranjeros, a los emigrantes, a los migrantes”.

Señaló que “muchas veces se dará cuenta que hay gente viviendo en indigencia y es allí que uno tiene que atenderlos y recibirlos con bondad, con caridad” y destacó la necesidad de vencer “la soledad y el anonimato”, porque “la ciudad se presta mucho para el anonimato, y la soledad es parte de ese anonimato”.
En ese sentido, advirtió que “el espíritu evangélico nos lleva a quitar, a mitigar, la soledad de los demás y dar nombre a aquellos que son anónimos para reconocerlos”. Pero aclaró que “esta actitud de acogida, de hospitalidad, de aceptación” es posible porque, “fundamentalmente, uno tiene que ser discípulo” y “el discípulo tiene que tener una actitud de escucha”.
Al respecto, indicó que “muchas veces la gente se fatiga, se cansa o se quiebra y deja de ser discípulo porque anteriormente dejó de escuchar: ‘¡Dios ya no le decía nada!’, ‘¡el Evangelio ya no le decía nada!’, ‘¡la Iglesia ya no le decía nada!’; y como ‘no le decía nada’ se debilitan la calidad del seguimiento y la calidad del discipulado”.
Por ese motivo, pidió a Dios “ahondar esa capacidad de escucha: escuchar más en el silencio; escuchar más la Palabra de Dios, ponerla en práctica y poder vivir como auténticos discípulos. Ser testigos de lo que el Señor nos ha comunicado y ha compartido con toda la familia humana, con todas las personas de distintas razas, credos, nacionalidades, clases sociales, porque todos formamos parte de la misma sociedad y de la misma familia humana”.+

Texto completo de la alocución
LA HOSPITALIDAD DE MARTA Y MARÍA
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús para el programa radial "Compartiendo el Evangelio" para 16º domingo durante el año (18 de julio de 2010)

San Lucas 10, 38 - 42 (ciclo C)
El Evangelio nos presenta este diálogo, de Jesús con las hermanas Marta y María, que muchas veces se ha exagerado como contraponiendo la vida contemplativa con la vida activa, y creo que no es correcta esta comparación.
Lo más importante es darnos cuenta que en la vida, nuestro comportamiento es integral, dinámico, que sabe que tiene que vivir las cosas que son esenciales, que son más importantes, como los valores, pero que también tiene que tener el compromiso y la expresión concreta de lo que es, en este caso, la hospitalidad.
Cuando uno recibe un huésped, éste tiene que ser bienvenido y uno debe tener caridad, preparando el lugar, atendiendo a la persona que llega, dándole, de alguna manera, su corazón y se sienta cómoda. La buena hospitalidad no es de ahora; en el antiguo Israel tiene mucha importancia ya que es el mismo Dios que pasa. Con la hospitalidad, la acogida, la aceptación del otro, tenemos que darnos cuenta que uno tiene que ser cercano a los demás.
El que recibe puede decir “no solamente a aquellos que vienen a mi casa personal, sino también a los que llegan a nuestra ciudad, a nuestra patria.” Así beneficia a los que están desposeídos de un lugar, a los extranjeros, a los emigrantes, a los migrantes. Muchas veces se dará cuenta que hay gente viviendo en indigencia y es allí que uno tiene que atenderlos y recibirlos con bondad, con caridad.
¿Qué hay que vencer en esto? Dos cosas: la soledad y el anonimato. La ciudad se presta mucho para el anonimato, y la soledad es parte de ese anonimato. ¡Hay mucha gente sola! A veces no se sabe quién vive en el departamento de al lado, cuando es un edificio. En algunos barrios uno todavía sabe quiénes son sus vecinos, pero en las grandes ciudades el desconocimiento y el desinterés se hacen mucho más visibles.
Por lo tanto, el espíritu evangélico nos lleva a quitar, a mitigar, la soledad de los demás y dar nombre a aquellos que son anónimos para reconocerlos. Pero esta actitud de acogida, de hospitalidad, de aceptación, ¿por qué se tiene que producir? Porque, fundamentalmente, uno tiene que ser discípulo, uno tiene que ser cristiano.
El discípulo tiene que tener una actitud de escucha, porque si no escucha no será un buen discípulo. De allí que tenemos que escuchar a Dios, y cuando así lo hacemos, estaremos más atentos y seremos mejores discípulos.
Muchas veces la gente se fatiga, se cansa o se quiebra y deja de ser discípulo porque anteriormente dejó de escuchar: “¡Dios ya no le decía nada!”, “¡el Evangelio ya no le decía nada!”, “¡la Iglesia ya no le decía nada!”; y como “no le decía nada” se debilitan la calidad del seguimiento y la calidad del discipulado.
Pidamos, en este día, ahondar esa capacidad de escucha: escuchar más en el silencio; escuchar más la Palabra de Dios, ponerla en práctica y poder vivir como auténticos discípulos. Ser testigos de lo que el Señor nos ha comunicado y ha compartido con toda la familia humana, con todas las personas de distintas razas, credos, nacionalidades, clases sociales, porque todos formamos parte de la misma sociedad y de la misma familia humana.
Les dejo mi bendición, que Dios nos ilumine y nos ayude a escuchar mejor para responder bien: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén

Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús

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