RESUMEN DE LA AGENCIA INFORMATIVA PELOTA DE TRAPO


Walter y el país goleado
08/02/10

Por Carlos del Frade
(APe).- -Vivió y murió por Ñuls– dijo Carlos Cáceres, el papá de Walter, de solamente catorce años, asesinado de tres balazos en su cabeza como consecuencia de un ajuste de cuentas entre los integrantes del grupo de tareas que se hace llamar barra brava del club del Parque Independencia de la ciudad de Rosario.

Algunos medios de comunicación suman cadáveres y amontonan a Walter en una cifra, el muerto número 244 en la historia del fútbol argentino. En realidad es una coartada para los matadores. La cancha chica del fútbol es consecuencia de la cancha grande de la historia, de la realidad. Son los mismos factores de poder los que hacen posible que los ganadores siempre sean los menos y que los perdedores, como siempre, sean los que son más en estos arrabales del mundo. Mientras tanto, en la cancha chica del fútbol y en la cancha grande de la historia, las mayorías son meros espectadores del negocio que reduce la felicidad a ser la propiedad privada de unos pocos. Walter es algo más que la víctima 244 del fútbol argentino.
En la madrugada del jueves, cuando el colectivo que transportaba las banderas de la hinchada rojinegra estaba por ingresar a Rosario, fue emboscado desde uno de los costados de la autopista que conduce a Buenos Aires.
-Llovía plomo– fue la declaración de un sobreviviente. Era la consecuencia de las peleas entre los que se quedaron afuera del club con la derrota del ex presidente Eduardo López y los que ahora dicen gobernar los destinos del renovado grupo de tareas.
Walter le encontró sentido a la vida a través de los colores de la camiseta del club del que era hincha. No pudo, no lo dejaron descubrir otros sentidos a esta aventura cósmica que es la existencia humana. Y el que vive sin sentido termina muriendo sin sentido. Más allá del fatalismo implícito en la feroz síntesis que hizo su padre ante los medios de comunicación de la ciudad de Rosario.
Hace rato que la violencia es un negocio además de una de las principales herramientas del sistema capitalista. Y eso se ve con claridad en el territorio del fútbol.
Porque los grupos de tareas llamados barrabravas no son más que la mano sucia de los delincuentes de guante blanco.
Los que hacen posible que ex jefe de la barra esté libre y que sus sucesores hayan exhibido una indiscutible zona liberada para concretar la emboscada y la cacería que terminó con la vida de Walter.
Pero del lado de los micros de la actual conducción de la barra, hubo una respuesta que no tuvo nada que envidiarle a la agresión inicial. Los pobladores de las casillas de latas que intentan todos los días inventarle un sentido a la palabra vivir, a la vera de la autopista, mostraron decenas de cápsulas de proyectiles que salieron desde los vientres de los colectivos.
A Walter lo mató toda una estructura impune e invicta que viene desde los años noventa, donde la violencia y la droga terminan dándole sentido a la vida de miles de adolescentes que no lo encuentran en otro lado.
La Santafesina SA –es decir la policía de la ciudad de Rosario-, algunos jueces, algunos dirigentes políticos, gremiales y empresariales, son corresponsables de este asesinato.
Aunque las víctimas estén siempre del mismo lado, alguna vez habrá que buscar entre los delincuentes de guante blanco el por qué el país que ama el fútbol, hace rato, se ha convertido en un país goleado. Walter Cáceres lo confirma.
Fuente de datos:
Diarios La Nación y La Capital – 06-02-10

Prostituyente oligarquia
10/02/10
Por Alfredo Grande
“Se durmió en los hoteles de Chapadmalal y se despertó en un hotel en Calafate. Milagros inesperados”
(aforismo implicado)

Contra la puta oligarquía ¿La puta oligarquía nueva no es la que puede de un día para otro sacar dos palos verdes de su cuenta de trabajador del Estado y adueñarse de un hotel del que ya era dueño en el paraíso terrenal? ¡Ay! Si D’Elía sigue odiando a la puta oligarquía, ¿cuánto faltará para que le digan destituyente? El tipo fue, se hizo de dos palos verdes y se compró un hotel en el paraíso, vista directa a la maravilla, conexión sensorial inmediata con los mejores paisajes del mundo. El tipo es ahora amo de aquello que la sociedad capitalista contemporánea entiende como “excelencia”, “alta gama”, “gourmet”, “premium” o giladas así para cuatro o cinco gatos no tan locos y sus acompañantes. Los que se quedaron con todo(s), los que se estiran y ocupan casi todo el espacio en la mesa del banquete que tenía que ser para todos, son dueños o se hospedan en el hotel que encandila para demostrar, entre otras cosas, que la tienen más larga. O no, pero no importa, porque total pueden pagar la extensión que quieran. Y que a nadie se le ocurra poner en duda el asevero: si todos creemos que la tienen más larga, es evidente que la tienen más larga, así no la tengan, porque la tienen. (..) En el otro hotel de El Calafate del que también Néstor es dueño, Los Sauces, la habitación principal cuesta 1.500 dólares la noche. La decoró la presidenta Cristina en persona. Se llama Evita Perón, la suite. Contra la puta oligarquía, claro.
(Por Osvaldo Bazán 05-02-2010)

(APe).- Alguna vez leí que el poder corrompe, y que el poder absoluto corrompe absolutamente. De eso se trata. Del ejercicio del poder. Poder que, en su nivel fundante, es la permanente expropiación de otros poderes. El poder no se tiene: se ejerce, algo por el estilo planteaba Foucault. Y ese ejercicio es destituir a otros poderes, y en definitiva, otros saberes. La oligarquía es una de las formas que tiene la concentración de poder. En pocas manos, en pocos pies. La condición de oligarca no se adquiere por deseo, por decisión, por decretos de necesidad de urgencia. Sin ser una condición nobiliaria, que ya la asamblea del año XIII abolió con absoluta decisión, hay que aceptar que se le parece bastante. La oligarquía desmiente la lucha de clases, y entroniza la hegemonía de una casta. Hay oligarquías de diferentes tipo y pelaje, reconociendo sin dudas que en la absoluta mayoría el pelaje es similar a los grandes monos. Sin embargo, la oligarquía de todas las oligarquías, es la asociada a la propiedad de la tierra. La madre tierra, esa santa madre, es mía, mía, mía. La Ferrari del “turco de los llanos”, es una despreciable chatarra frente a la inmensidad medida en hectáreas o latitudes y longitudes. Por que la Tierra es lo primario, y ser dueño de lo primario se acerca demasiado a ser origen y causa de todo. Decir “el Estado soy Yo”, y además de decirlo, serlo, es una aspiración, podría decir un delirio, de los mejores exponentes de la raza politicus depredatoria. El cuerpo del Estado coincide con el cuerpo del rey, del monarca, del soberano, del zar. Los delitos de lesa majestad eran siempre castigados con la muerte, porque atentaban con la majestad de los cuerpos. Los delitos de lesa humanidad son premiados con la impunidad, y no hay mayor lesa humanidad que los crímenes de la democracia. La denominada “seguridad nacional”, “políticas de Estado”, y otros eufemismos del monoteísmo del poder, es sostener, contra viento, marea, legalidad, justicia, ética, el lugar del Oligarca Mayor. Algunos llaman a esto “presidencialismo”. La metáfora piadosa de los “gastos reservados”, encubre muy pobremente, que el Oligarca no da cuenta de sus actos que son reservados, casi diría, clandestinos. Pero para el oligarca, la única verdad es la “otra realidad”. Otra realidad de la que los mortales sufren y otra realidad de la que los semidioses empiezan a escapar, aceptando, claro está, que algunas valijas ayudan en este tránsito. No sé si sigue siendo cierto que la realidad es la única verdad, y supongo que James Cameron cuando filmó Avatar pensaba lo mismo, pero lo que pese al estado de derecho, quizá gracias al estado de derecho, que la única verdad es que hay realidades, demasiadas, que nada quieren saber de la verdad. Me refiero a esa verdad que alguna vez se denominó saber popular, cuando la voz del pueblo era la voz de dios. Claro, de un dios, no de un oligarca. Pero hay dioses y dioses. También el Cielo, y el Olimpo, están atravesados por la lucha de clases. Cada uno tiene el dios que se merece, y los oligarcas disponen de varios. La cruz, la espada, la picana, son las armas de los dioses de varias formas de la oligarquía. Las campañas a los desiertos, que no es lo mismo que “del desierto”, sigue siendo el “big bang”, y el “pum pum” que dieron nacimiento a otra de las razas malditas. En la actualidad, hay campañas a los mercados, a la conquista del agua, (vetos mediante) del turismo internacional (alguna vez escribí que el turismo es la antropología de los boludos) a todo lo que pueda generar la justa ganancia ya que ganar plata no es malo. El azar, aunque no la necesidad, ha engendrado una nueva oligarquía. Máquinas tragamonedas, nuevos becerros de oro que ahora hacen clinc clinc. Pero todas esas oligarquías, que también se llama la dinastía de los nuevos ricos, que algunos no son tan nuevos, empalidecen frente a la Oligarquía Originaria. Pero si a falta de pan, buenas son tortas, a falta de tierras buenos son hoteles. Un hotel es una especie de tierra verticalizada y loteada en miles de dólares por pocos metros cuadrados. Bueno, si es una suite no son tan pocos los metros cuadrados. Entonces, más allá del origen de esos recursos, mas acá de si el abuelo de Nestor Kirchner era odiado por el padre de Osvaldo Bayer (sin repetir, sin soplarse y en cinco segundos: ¿a quien odiaría usted?) los efectos culturales de la operación de la compra del 5 estrellas, es nefasta. Una cosa es ser el primer trabajador, otra cosa es ser el primer empresario hotelero. Nada tengo contra los hoteles, menos contra los albergues transitorios, pero no lo veo a Lisandro de La Torre en la recepción de un appart para los ingleses que venían a charlar con Roca. Por eso la oligarquía no es puta. La puta tiene la dignidad de sostener estrategias de supervivencia poniendo, dejando, exponiendo el cuerpo. Y por los mercaderes del templo, de otros templos, perdiendo el cuerpo en las manos de los esclavistas de la posmodernidad. La mujer es acusada de puta, incluso por otras mujeres, cuando ejerce una libertad sexual de la que nada saben las sacerdotisas del patriarcado. Si la oligarquía fuera puta, mi respeto tendría. Pero es algo opuesto: es prostituyente. Degrada, corrompe, aniquila, bastardea, prostituye. El cuerpo, el alma, la mente. Prostutye toda forma de cultura, mas allá que abra sus cartas o que cierre sus sobres. Hay una oligarquía cultural a la cual nunca pertenecí y mucho menos me permitirían entrar. Siempre pensé que de haber publicado en francés, desde paris, mis libros serían de culto en villa freud y en algunas otras villas. Las “Croniques de Trapé” serían ideales para oligarcas remixados como intelectualidad progre. Y en esa inmensa capacidad prostituyente de toda oligarquía, nació el menemismo, que en diez años pasó de la barbarie al primer mundo. O al menos al simulacro. El poder corrompe. La oligarquía corrompe. Prostituye. Pero se mantiene sin pecado concebida. En el más allá de todas las impunidades. Hace años, por efecto de esos sueños que siempre serán eternos, escuchaba la necesidad de la reforma agraria. Hoy, el debate se congela en la 125. Como prostituyente, la oligarquía es incorregible. Clase parásita, predadora, que todo lo corrompe. La prostituyente oligarquía no llora, aunque venga la cuarta tiranía. La oligarquía moquea, y mata. Incluso las ilusiones democráticas y populares.

Arquetipos de perversidad
09/02/10

Por Claudia Rafael
(APe).- Hacia 1986, la Organización Mundial de la Salud definió al desempleo como una de las catástrofes epidemiológicas de la sociedad contemporánea. En verdad, el desempleo -ese fenómeno social definido como epidemia- es atravesado individualmente desde la angustia y la desesperación propias del desamparo y la vulnerabilidad.

Leonardo P. es el nombre con que aparece el hombre en la crónica del diario La Nación. Dieciséis horas haciendo cola. Para nada, piensa seguramente pero continúa allí. Irse sería renunciar definitivamente a la utopía de lograr algún día tener qué llevar a casa para alimentar a los chicos y alguna vez, quien sabe, comprarles un juguete.

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