COSAS DE UN VERANO EXTRAÑO

Gerardo Scioscia 

COSAS DE UN VERANO EXTRAÑO 

Uno huye de la jungla de cemento en busca de cierta tranquilidad, y también cierta distancia social por esto de "la pandemia" aunque no siempre la encuentra. Es verdad que me gusta el mar y la playa, pero me di cuenta que suele haber mucha gente y cada centímetro de arena es disputada por los veraneantes. De todos modos la mejor manera que encontré para disfrutarla, es llegar temprano, (y con barbijo) a pasar el día. 

 

Entonces cargo una sombrilla, la conservadora, algo para comer a medio día y un lona para luego tomar una siesta, cosa que me da mucho placer. De ese ritual nada cambio ni siquiera en este tiempo, donde hay que tomar recaudos por la salud para no contagiarse de covid-19.. 

Luego de unos beneficiosos baños en el mar, llega el almuerzo y la siesta, pero a esa hora la playa ya se encuentra llena de bañistas. 

Como hombre previsor, siempre reservo al llegar, el lugar donde dormir. Con un puñado de arena en cada punta habia sujetado como siempre mi lona, y luego del almuerzo, en ella, me heche a dormir. Acostado mire para un lado y para otro, vi unos perros de los que no faltan en la playa jugando y bañistas yendo y viniendo del agua, luego cerré los ojos y me dormí. 

En realidad no se los motivos, pero en la playa suelo dormir profundamente, por lo que el bullicio no perturba mi sueño. Dormía "como un tronco" cuando sentí que un líquido caía sobre mi pie izquierdo y como pense que me estaba orinando algún perro me levanté insultando al can y a su dueño, pero luego vi a una criatura sosteniendo un balde cuyo contenido vació en mi extremidad inferior. No pude más que sonreír al ver que su carita me decía "vi sus pieces con arena y los quice lavar", entonces me heche a reír.

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