ALGUNOS VECINOS DE LANÚS QUE LLEGARON A LOS CIEN AÑOS

ALGUNOS VECINOS DE LANÚS QUE LLEGARON A LOS CIEN AÑOS 
La historia de Lanús recoge a Pedro Boncompagni, como uno de los vecinos de más edad que vivió por estos lugares, dado que alcanzó los 105 años. No hay datos de otra persona, al menos en nuestro partido que viviera tantos años. 

Sin embargo, como colaborador permanente del suplemento zonal ¨El Sureño¨ de ¨Diario Popular¨ tarea que desarrollo desde hace más veinte años, tuve oportunidad de conocer a varias personas centenarias, con las que incluso pude conversar para luego volcar esas vivencias en el Suplemento mencionado. Cuatro de ellas nacieron en Europa, otro en Uruguay, en cambio el lugar de nacimiento de otros cuatro entrevistados fueron la provincia de Santiago del Estero, Capital y las localidades de Berisso y Gerli respectivamente.
 En realidad, quienes alcanzaron esa edad eran en su mayoría mujeres y las entreviste entre los años 2002/2011. Si bien en ese periodo también conocí otras personas que superaban los 90 años, y que se mantenían lúcidos, como Carlos Jonsson, hijo de un sobreviviente del Titanic y autor de numerosos tangos que falleció en un hogar de ancianos de Remedios de Escalada Oeste cuando superaba los 92 años, por lo que también merecieron un espacio en la referida publicación.
En otro caso estuve con María Propato de Caruso, que si bien no había alcanzado los tres dígitos en su edad, ella a los 95 años todavía deleitaba a sus compañeras del Hogar donde se encontraba internada tocando el piano y cantando. En cambio, otra con sus flamantes 100 años a cuesta era capaz de continuar cebándoles mate a sus familiares. Para alcanzar tantos años de vida según contaron, no hay un formula mágica; cada uno de ellos tenía la propia, asegurando que esa era la mas efectiva. Unos dijeron que tomaban un te con ciertas hiervas cultivadas en su propio jardín para sentirse bien, otros ingerían diariamente una copita de vino. En cambio la mayoría coincidió en que lo mejor es ¨la comida sana, contacto con la naturaleza y mucho trabajo¨. La realidad es que cada uno con su teoría, llegó a los cien años con un grado de lucidez admirable. Incluso algunos superaron esa cifra.
 UN ITALIANO DE 105 AÑOS 
Pero retomando la historia de Boncompagni, agregamos que había nacido en el pueblo italiano de Pavia el 12 de octubre de 1882 y cuatro años más tarde llega con sus padres a Lanús, entonces denominada Barracas al Sud. Aquí se casó con Rosa Rearte, con quien tuvo cinco hijos, dos varones y tres mujeres. Ellos fueron Pedro, Miguel, María Dolores, Ángela Clotilde y Celia Ester. Entre las múltiples actividades que desarrolló a lo largo de su extensa vida, Bonconpagni ocupó el cargo de gerente en Avellaneda de la antigua Compañía de Gas.
La política local también lo tuvo como referente. Fue alcalde de Lanús y entre 1930 a 1943 fue elegido en varios períodos concejal por el partido Provincial y después Demócrata Nacional que lideraba Alberto Barceló. Este inmigrante italiano que pronto asimiló los usos y costumbres del país que lo cobijara, también se desempeño como Juez de Menores para finalmente jubilarse como Síndico Fiscal. Su vejez la transitó en su domicilio de la calle Sitio de Montevideo 43 de Lanús Oste donde vivió, hasta que en 1987 lo sorprendió la muerte, cuando ya se acercaba a los 105 años.
NACÏDOS ANTES Y DEPUÉS DEL PRIMER CENTENARIO PATRIO 
 LOS CIEN AÑOS DE ELVIRA 
A la abuela Elvira Lalín la conocí en julio del 2002, y a pocas horas que familiares y vecinos le celebraran el cumpleaños cien. El homenaje a la abuela se realizó el dos de agosto en la Sociedad de Fomento Manuel Belgrano, ubicada en la Villa general José Inocencio Arias de Lanús Oeste, barriada que desde 1940 la tuvo como vecina...Cuando la visité en su casa, ella estaba rodeada de hijos, nietos y bisnietos de quienes dijo que ¨no me dejan hacer nada y me cuidan ¨
 En el trascurso del dialogo sostenido, los recuerdos de la abuela afloran rápidamente precisando fecha y lugares y si bien, para llegar a esa edad dijo que ¨no hay que hacerse malasangre¨ en los tiempos que corren esa fórmula parece inaplicable. Elvira nació el dos de agosto de 1902 en un pueblo español de Pontevedra llamado Lalín, al igual que su apellido, pero a los 27 años decidió embarcarse en el buque cap Polonio y luego de 14 días de navegación llegó a la Argentina para no irse nunca más. Aquí la esperaban tres hermanos junto a quines lloró apenas pisó el suelo de su nuevo lugar en el mundo.
Ya en Buenos Aires como tantas veces había soñado, se instalo en la localidad de Bernal, pero el 14 de diciembre de 1940 llega a Lanús Oeste, donde celebró su centenario. Por aquel entonces ¨era todo campo y también había vecinos que criaban animales¨ recordó. Asimismo señaló los difíciles momentos que le tocó en suerte vivir, cuando pasaba hors removiendo los montículos de basura que su esposo acarreaba al lugar, desde la empresa en que trabajaba, buscando trapos u otros elementos reciclables que luego vendía ayudando así a la economía familiar.
En cambio de sus años jóvenes pasados en su pueblito de España recordó que le gustaba mucho bailar, reconociendo que ¨no se si era buena bailarina, pero los muchachos siempre me sacaban a bailar". El porque es simple, ella era muy bonita y eso se nota a pesar de los años que tiene. En su larga vida, la abuela muy pocas veces visitó un médico. Una de ellas fue cundo tenía 95 años, según recordó su nieta Gabriela. Fue por un problema lumbar que padecía, pero al traumatólogo que la atendió le costó convencerse que se encontraba atendiendo a una paciente de esa edad porque ¨la placa radiográfica que le tomaron parecía de una mujer de 65 o 70 años¨. En ese sentido su nieta apuntó que ¨ella siempre fue muy metódica. Cuando ingería algo que le hacia mal, dejaba de comerlo¨.
 De acuerdo a los testimonios de sus familiares, muy pocas veces tomaba medicamentos. Cuando se sentía mal recurría a distintos yuyos que cultivaba en su jardín y con ellos se preparaba un te. De tos modos, esa metódica vida que no le impidió tomar diariamente un aperitivo argumentando que ¨era digestivo¨, un ritual que repitió hasta pocos años antes de cumplir los cien años.
 UNA SANTIAGEÑA QUE PASÓ LOS CIEN 
Elena del Carmen Melián nació en un pueblito de Santiago del Estero llamado ¨Chauchilla¨ en 1904, pero celebró sus cien años en su casa de la calle Osorio al 2800 de Lanús Oeste donde llegó en el año 1943. Ese día la abuela Elena compartió una enorme torta con sus familiares y amigos.
 Entre quienes se reunieron para celebrar el centenario de la abuela, se encontraban sus ¨26 nietos, 86 bisnietos y 13 tataranietos, quienes con su presencia pusieron un brillo especial en la homenajeada, a quien no se le escapaba detalle alguno, interesándose personalmente de que todo en la casa esté bien¨. Elena había quedado huérfana muy joven y por eso dijo que no pudo estudiar, porque la familia que la crió, le pidió entonces encargarse de los quehaceres domésticos, mientras que los hijos de la familia que la albergó, continuaban estudiando.
¨El horizonte de la abuela siempre fue el mismo: su hogar y los quehaceres domésticos. Por eso cuando a los 22 años se casó en Tucumán con Segundo Gómez, con quien tuvo ocho hijos, la crianza de los mismos le insumió parte de su vida, según contó en oportunidad de su cumpleaños numero cien. Dos de ellos fallecieron en Lanús, al igual que su esposo, cuando ella apenas llegaba a los 60 años.
Su vida en la provincia de Tucumán no fue fácil. Por entonces todos los días preparaba la comida para su esposo que trabajaba en un ingenio azucarero cortando caña, y como quedaba lejos, tenía que llevársela hasta allí. ¨La vida en el ingenio era muy dura, pero ahora casi no hay trabajo, porque las máquinas hacen todo, reemplazando a la gente¨ se lamentó la abuela al recordar esos momentos de su vida. Con eso años encima, todavía se movilizaba con agilidad por toda la casa, aunque con el apoyo de en un bastón y derrochando buen humor entre sus familiares.
El rostro marcado por los años pareció iluminarse, cuando llegó el momento de brindar con sus familiares y compartir la torta de tres pisos coronada con el número cien. Su alegría no era para menos. Es que pensó que nadie recordaba su cumpleaños y andaba triste por la casa. Sin embargo la sorprendieron con ese agasajo que no sería el último que compartiría con sus seres más queridos.
RUMBO A LOS 101 AÑOS 
En efecto, durante los primeros días de enero del año siguiente la abuela Elena parecía más inquieta que otras veces. Es que estaba próxima a cumplir 101 años y como ocurriera con su anterior cumpleaños, ella creía que nadie se acordaba de ese detalle. Ningún preparativo a la vista. Nada fuera de la rutina diaria en el seno de la familia que denotara que habría un festejo. Pero ella, no preguntaba nada. Sin embargo a ninguno de sus seres más queridos se le había escapado esa fecha tan particular. El silencio era simplemente porque querían sorprenderla y así lo hicieron.
 El día de su cumpleaños, a la abuela la llevaron de paseo. Sin embargo esa fue una apenas una excusa porque el destino final del corto viaje, fue el salón del Centro de Jubilados y Pensionados de Villa Diamante, donde una larga mesa servida recibió a la longeva mujer y a todos sus familiares. Esa no sería la última fiesta que la tendría como protagonista a Elena. En efecto ese ritual se repetiría al año siguiente, en ocasión de sus 102 años.
Apenas terminado el años 2005, la abuela contaba uno por uno los días que faltaban para su nuevo cumpleaños, rogando además que "hubiese buen tiempo para que la fiesta no perdiera brillo¨. "Es que para ella reunirse con toda la familia es de mucha importancia¨ comento una de sus nietas. Ese día la abuela Elena quiso estar bien y elegante por eso una de sus mayores preocupaciones por la mañana, fue una pequeña molestia que le impedía movilizarse correctamente.
De todos modos su buen ánimo no decayó, y compartió ese día hablando con todo aquel que se acercaba a saludarla. No obstante, su reclamo, al momento del almuerzo no se hizo esperar; pidió algunas empanadas, como buena santiagueña que es, pero le sirvieron asado y lo disfrutó mucho. En efecto, ese día dijo que ¨me siento bien porque está toda la familia reunida hoy que cumplo 102 años y además porque a la mañana desayuné con una de mis hijas¨
Elena del Carmen Melián de Gómez estaba feliz porque cruzaba la barrera de los cien, pero lo estaba aún más porque contaba con el cariño de todos los suyos. Entre los numerosos momentos felices que tuvo a los largo de su dilatada vida, ese fue sin dudas uno de los mejores que guardo en su corazón. Ese instante de alegría lo acompañó hasta el día en que cerró los ojos para siempre, cosa que ocurrió poco tiempo después.
LA ABUELA JOSEFA Y SUS CIEN AÑOS 
En febrero de 2005 otra vecina de Piñeiro alcanzaba los cien años. Se llamaba Josefa Lacare de Santa María que había nacido en una isla al norte de Sicilia, cercana al volcán Estrómboli. Allí, junto con una hermana y su padre, para ganarse el sustento diario pescaban langostas en el Mediterráneo, las que luego entregaban a un acopiador.
Josefa, luego de contraer matrimonio llego a la Argentina en 1930, pero seis años más tarde resolvió regresar a Italia debido a la crisis por la que atravesaba nuestro país. Allí sorprendida por la guerra, perdió contacto con su esposo, con quien se reencontró finalmente en 1946, luego de estar prisionero en Etiopía, por entonces colonia italiana.
De todos modos estaba escrito, por lo que poco tiempo después volvería a ¨La América¨. Instalada nuevamente en Argentina trabajó en una salinera de Lanús ubicada en la calle Máximo Paz. Allí cosía bolsitas que luego eran rellenadas con sal gruesa o fina según el caso. Quien mejor retrató a la abuela el día de su cumpleaños, fue uno de sus nietos de nombre José ¨ella es una persona que supo criarnos a todos y junto con mi abuelo supieron trasmitirnos valores como la honradez y el amor a la vida¨. Asimismo recordó que su abuela había nacido en un pueblo de Italia donde dijo que ¨la pobreza era extrema. Allí no conoció el pan blando, los zapatos nuevos y el azúcar; sin embargo, logró una sabiduría difícil de explicar¨ concluyó diciendo.
Aunque de origen italiano, pasó los últimos años de su vida en el ¨Centro de Día Hijos de Boiro¨ ubicado en la calle Giribone al 800 de Piñeiro, una entidad regenteada por descendientes de esa localidad gallega. Allí cosechó nuevas amistades, celebro su centenario y hablo de su infancia, de sus nietos y bisnietos. De esos familiares, a los que nombro uno por uno dijo que ¨son muy buenos, educados y respetuosos. A ellos nunca tuve que retarlos y los quiero mucho¨ confesó la abuela. En ese lugar, ocupado mayoritariamente por descendientes de españoles no podía faltar la música gallega con la que se alegró el cumpleaños de la abuela Josefa. Si bien por ella corre sangre italiana, batiendo palmas acompañó el sonido de la gaita y la pandereta que se sumo al festejo.
 Luego del acostumbrado brindis por la salud de la agasajada, fue la abuela quien realizó el primer corte a la torta coronada con el número cien. Ese, fue su instante más emotivo. Es que en el pasado la vida la había puesto a prueba en más de una oportunidad y, quizás, por esa historia, fue que sus ojos se humedecieron por unos instantes durante la celebración de su centenario, rodeada del afecto de amigos y familiares.
¨ABUELA CENTENARIA REPARTE ALEGRIA ENTRE JUBILADOS¨
 Así tituló el suplemento ¨El Sureño¨ correspondiente al 13 de mayo de 2005, entrevista que le realicé a la abuela María Gallo con motivo de cumplir sus 101 años ya que entonces era la socia de mayor edad del Centro de Jubilados y Pensionados Barrio el Castillo.
Con una edad tan avanzada, no dejaba de concurrir a las reuniones que se realizaban en ese club de Villa Caraza en Lanús Oeste. Allí buscaba mantener su mente ocupada conversando con amigos, muchos de los cuales apenas tenían un poco más de la mitad de sus años. Mientras pudo, se dedicó a tejer con sus manos distintas prendas, para luego entregarlas desinteresadamente a distintas iglesias, entre ellas Nuestra Señora de Lujan y San Antonio, para que luego se repartieran entre los necesitados. También las carpetas que adornaban entonces las mesas de ese Centro de Jubilados, salieron de las manos de la abuela María Gallo. Esa habilidad manual la desarrolló hasta pasado los 98 años.
 Los jueves, sábados y domingos jugaba a la lotería familiar teniendo de compañera a Raquel, otra jubilada que compartía las horas con la centenaria vecina. ¨Cuando perdía, se enojaba y tiraba todo", recordó su compañera de juego, en oportunidad de la entrevista realizada a la abuela. Por otra parte sobre su compañera agregó que ¨ella es muy querida en el Centro y aunque mucho no le entendemos cuando habla italiano, igualmente nos contagia su alegría¨.
 DE CALABRIA A LA ARGENTINA 
Si bien en sus últimos años María Gallo buscaba llenar sus horas reuniéndose con amigas, su vida fue siempre de trabajo. Nació en un pueblito calabrés de Eboli en 1904 donde vivió con sus padres y tres hermanos, -dos ellas también mujeres-, cultivaban trigo y maíz y también criaba cerdos.
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, María tenía apenas 11 años y en los ratos libres que le dejaba el trabajo, jugaba con muñecas. Sobre ese tiempo recordó que ¨fue una cosa tremenda, la pasamos muy mal y sufrimos mucha miseria". Pero esa no sería la única confrontación bélica de la que sería testigo. También padeció múltiples sufrimientos durante la Segunda Guerra Mundial, aunque por entonces ya estaba casada, aunque su esposo estaba en la Argentina abriéndose camino como otros tantos italianos y con él, finalmente pudo reencontrase diez años más tarde.
Por eso, en el momento se su cumpleaños, aún mantenía fresco en su mente la alegría que sintió la mañana del 21 de agosto de 1952, cuando embarcó para reencontrase con su esposo, dejando atrás las penurias vividas en su país natal, donde también quedaban para siempre sus dos hijos fallecidos prematuramente. Así, a los 49 años recomenzaba su vida en Lanús, su nuevo lugar en la soñada Argentina.
Recordó que ¨los primeros tiempos en Lanús las cosas no fueron fáciles porque alquilábamos una casa donde no estábamos cómodos por la cantidad de moscas y mosquitos¨. Sin embargo pronto cambiaría su vida. Fue cuando comenzó a trabajar en la casa de una paisana tejiendo a mano y la vista de la gente, oficio que continuó ejerciendo hasta poco tiempo antes de su fallecimiento.
 Al igual que muchos inmigrantes, su casa propia la fue levantando con su marido. En ella empleó los ahorros familiares y dinero proveniente de la venta de algunas propiedades en Italia, donde volvió solamente para realizar esa operación inmobiliaria. Por, último María Gallo que superó los cien años aseguró que para llegar a vivir tantos años la formula es muy simple: una alimentación frugal. En ese sentido manifestó que ¨por la mañana desayuno con unos mates amargos y unas galletitas. En el almuerzo nada me hace mal y la cena consiste solamente en una taza de mate cocido¨. Sin embargo, otros de los ingredientes para llegar a vivir tantos años dijo finalmente que ¨es mantener el corazón alegre¨, y con esa recomendación concluyó el reportaje realizado en el mes de mayo de 2005.
ELISA ROSA CASTRO OTRA MUJER CENTENERIA 
En enero de 2009 vecinos de la calle Giribone entre Rivero y Gorriti de Piñeiro se unieron para celebrar los cien años de Elisa Rosa Castro. Lo hicieron con pizzas, empanadas y una enorme torta. Ese día, una larga y bien servida mesa colocada a en la calle Giribone al 900 alteró por unas horas la fisonomía de esa zona de Piñeiro. Sentada en la cabecera, Elisa recibía los saludos de quienes llegaban para celebrar su cumpleaños numero cien. Si bien estuvo casada con un carnicero de la zona durante 70 años, no tuvo hijos, pero a lo largo de los años cosecho múltiples amigos.
Para la abuela, el comienzo de esa jornada fue distinto a las demás. Por la mañana recibió a sus sobrinos Rosa y Manuel y con ellos compartió algunos bocadillos y un poco de cerveza. En cambio por la tarde fue sorprendida por sus convecinos con pizzas y una torta coronada con el numero cien. Con su rostro sereno, pero surcado de arrugas por el paso del tiempo atendía a quines se acercaban a saludarla, aunque se quejaba que, por la edad se estaba quedando sorda, una frase que repetía cada vez que algo que le decían no lo alcanzaba a escuchar.
¨Son muchos años y hay que llevarlos¨ se justificaba Elisa, al tiempo que agradecía a Díos porque, fuera de esa dolencia, no tenía otra enfermedad. A su edad, para movilizarse no utilizaba más que sus manos para apoyarse sobre una mesa o un trípode, mientras que por recomendación médica tomaba dos pastillas, únicos medicamentos que ingería entonces. Para vivir muchos años aconsejó que ¨no hay que fumar ni beber alcohol¨ una indicación que viniendo de quien alcanzó a vivir un siglo, sin dudas, es para tomar en cuenta.
NACIDA EN PIÑEIRO
Como sucedía por los años 1900, Elisa Castro llegó a este mundo mediante un parto realizado en la casa de sus padres ubicada en la calle Fraga, distante tan solo tres cuadras de su actual domicilio. Luego de vivir unos años frente a las vías de la calle Martinica, finalmente se ubicó en la calle Giribone 956 donde la sorprendió su centenario. Es decir que esa localidad de Avellaneda fue su cuna y allí continuó viviendo hasta un tiempo después de la entrevista que le realicé.
 En su juventud, además de las tareas propias del hogar, que eran ¨muy duras porque no contábamos con los adelantos técnicos que las alivianaran¨ según dijo. Además de esas tareas hogareñas, también cosía pantalones para una empresa de Capital. Recordó que por entonces la zona donde vivía ¨era muy fea y por las noches pasaban las vacas que arriaban al matadero¨. Así fue la vida de la abuela Elisa de Piñeiro.
LA SOÑADA BUENOS AIRES 
En julio del 2010 conocí a una abuela de nombre Elizabeth Crisina de Mizka, nacida en 1909 en Polonia donde vivió hasta los 27 años, para luego vivir en Paraguay. En su país de origen fue maestra y luego a miles de kilómetros de distancia y junto a su esposo Vladimiro  – ya fallecido –,  trabajó duro para labrarse un porvenir que le permitiera vivir sin sobresaltos. Si bien su vida se desarrolló fuera de Lanús, su historia mereció un lugar en el Suplemento ¨El Sureño¨.
 Lejos de su patria y de las aulas ¨donde les enseñaba a estudiar y jugar a los chicos¨, como repite a cada momento cuando recuerda esos años, su vida continua en un hogar de Valentín Alsina, donde comparte sus horas con otras abuelas y su hija Gloria, con la que suele hablar en polaco. En Paraguay ayudaba a su esposo en el molino harinero al tiempo que se encargaba de la huerta y los quehaceres del hogar y la educación de sus hijos, uno de ellos fallecido. Además de su idioma nativo, la abuela también hablaba checo, ucraniano, ruso y por supuesto, también castellano, idioma que aprendió rápidamente.
Al país llegó en 1973 para afincarse en una quinta de Florencio Varela donde no dejó de trabajar. Como era su costumbre, allí también tenía un jardín cuyas flores cuidaba ella misma. Como taurina, la abuela siempre ¨fue muy recta y entendió a los más jóvenes de la familia¨ según recordó su hija gloria, también maestra como lo fue ella.
El esfuerzo puesto por la abuela Crisina en la educación de sus allegados tuvo su esfuerzo. Además de su hija, también cuatro de sus cinco nietos son docentes, mientras que sus 15 bisnietos la miman como el resto de sus familiares. En cuanto a la longevidad alcanzada por su madre, Gloria dijo que no hay secretos ¨mucha actividad física, comida sana y contacto con la naturaleza". En ese sentido recordó que cuando pasaba ya los 90 años, ella frecuentaba el Centro de Jubilados y Pensionados Mario Amaya de Valentín Alsina, y no se perdía ningún baile que se realizaba, como tampoco ninguno de los viajes. En ese club de abuelos aconsejaba al resto de las mujeres a realizar gimnasia para sentirse bien. De ese modo llegó a los 101 años de vida.
 ABUELA URUGUAYA Y SU INFALTABLE MATE 
Tomasa Celmira Lozano nació en la localidad uruguaya de Dolores el 29 de diciembre de 1910 y llegó a Buenos Aires cuando apenas tenía 12 años de la mano se un hermano mayor y aquí se quedó para siempre. A esta abuela la conocimos en su casa de Pichincha al 2600 de Monte Chingolo y su rostro, su forma de hablar no delataban los cien años recién cumplidos y menos cuando pudimos ver como le cebaba mate a sus nietos.
 Sobre esta centenaria abuela apuntamos en la nota aparecida el 18 de enero de 2011 que ¨A Uruguay volvió solamente para traer a sus padres y otros ocho hermanos de los cuales le sobrevive María Esther de 94 años. Aquí se casó y tuvo un hijo de nombre Roberto quien le dio dos nietos, Marcos y Diego, a quienes debió criar por circunstancias de la vida¨.
 La empresa FIALP tuvo a Tomasa entre sus primeras trabajadoras ya que estaba a unas dos cuadras de su casa, por lo que su trabajo en esa empresa textil y las tareas del hogar le ocupaban su tiempo. En ese sentido recordó que su ingreso a la hilandería se produjo al poco tiempo de instalarse la misma en esa zona, por lo que su tarjeta era la número 7. Allí, en sus años jóvenes hilaba lana en turnos rotativos, era la primera en llegar y nunca faltó por enfermedad. Por esa razón cuando al momento de jubilarse dijo que ¨pensé que se terminaba mi vida¨. Sin embargo eso apenas fue un punto y aparte en su historia.
En efecto, con la jubilación solamente terminaba el tiempo de cumplir un horario y salida de ese empleo. En su casa había otras tareas que la reclamaban; atender a sus seres queridos. Con tantos años a cuestas continuaba ocupándose de ellos, aunque de un modo distinto. Un pequeño problema de movilidad que le impide desplazarse, no es problema para cebarle un mate a cualquiera de sus familiares que se encuentran cerca de ella. Es que como buena uruguaya, siempre tiene a mano los elementos para prepararlo y servirlos espumosos.
En oportunidad de entrevistarla, aún mantenía fresco el recuerdo de su infancia en Uruguay. Se acordaba como era el barrio en el que nació y el avestruz que entonces tenia de mascota. Sobre ese animal, que andaba por toda la casa contó que ¨cuando bordaba me comía los botones, una vez se escapó y vino la policía para informarnos que estaba en la plaza del pueblo comiendo las flores de los canteros¨. En su voz clara y pausada se notaba que siempre fue así, por lo que no hay dudas que esa forma de vida le permitió llegar a tan avanzada edad.
HIJO DE SOBREVIVIENTE DEL TITANIC Y AUTOR DE TANGOS 
 Carlos Jonsson vivió sus últimos años en un Hogar de Remedios de Escalada. Allí llegó cuando por razones de salud ya no podía valerse por sus propios medios y entonces sus hijos resolvieron que ese era un lugar donde estaría mucho mejor. Allí lo entrevisté en octubre de 2009, cuando transitaba sus 92 años y poco antes que se fuera para siempre a reunirse con sus antepasados.
Autor de numerosas letras de tango, en sus últimos días también dedicó poesías a las enfermeras que lo asistían y mientras pudo, organizó reuniones donde presentaba amigos tangueros para deleitar a quienes se encontraban internados en el Hogar para ancianos. Por las venas de Carlos corría una mezcla de sangre vasca que aportó su madre Martina Zubiri y la sueca, aportada por su padre también de nombre Carlos, un sobreviviente del Titanic.
Sobre ese hecho recordaba que su padre se había embarcado en el Titanic el 10 de abril de 1912 en Copenhague con destino a Estados Unidos. Sin embargo ese viaje se interrumpiría abruptamente, al chocar el barco con un témpano de hielo.
Horas después del naufragio es rescatado por el buque Carpathia que se acercó al lugar. Ocho días después del penoso sucedo es desembarcado en Nueva York. De allí Carl Jonsson viajó a la Argentina para afincarse en Berisso donde contrajo matrimonio con Martina y de esa unión nació Carlos, el 30 de diciembre de 1917.
A los seis años su familia se traslada a Lanús, donde vivió hasta sus últimos días. En la década del 40 comenzó a escribir letras de tangos y algunos años después se incorpora a la Sociedad Argentina de Autores y Compositores, donde tiene varias obras registradas. Seis décadas más tarde decía ser el ¨ último autor de tangos de la década del 50¨. Temas suyos fueron grabados por Osvaldo Pugliese, Miguel Montero, Alberto Castillo, Roberto Rufino, Mario Bustos y Alberto Podestá entre otros. Su musa inspiradora lo llevó a dedicarle poemas a quienes lo cuidaron en sus últimos días.
Carlos Jonsson no solamente supo cosechar amigos a los largo de su vida, también ganó varios premios. En los Torneos Bonaerenses realizados en 1999 obtuvo el primer premio en poesía, mientras que en el 2004 el Concejo Deliberante de Lanús declaró de ¨Interés Cultural¨ su trayectoria y producción artística.
 La pasión por el tango y sus letras lo llevó a dar charlas sobre el tema a alumnos de sexto grado, al tiempo que coordinó el espectáculo ¨Que Te Pasa Buenos Aires¨ que dirigió Eduardo Corti, colaborando además, en varios programas radiales. En oportunidad de la charla con ese artista ya desaparecido dijo de su madre que ¨era una vasca bárbara¨, mientras que de la historia de su padres apuntó que nunca pudo escucharla de boca de su progenitor, porque dejó el hogar cundo era muy joven. Sin embargo recurrieron a Internet para conocer detalles de su vida anterior a contraer matrimonio. Uno de los hijos del poeta, es decir, un nieto del naufrago Carl Jonsson heredó los rasgos faciales de de éste último.
Con esos años a cuesta continuaba siendo un enamorado del tango sobre cuyas letras aseguró que ¨cada uno es un pedazo de vida y tiene frases de filosofía¨. En el Hogar donde pasó sus últimos días rodeado de libros, carpetas y recuerdos afirmó finalmente que muchas letras escritas en la década del 30 aún tienen vigencia, como el caso de Cambalache escrita por Enrique Santos Discepolo, o la de Enrique Cadicamo donde se afirma que ¨al mundo le falta un tornillo¨. Eso era lo que pensaba de las letras de tango este vecino que llegó a Lanús en 1923 y que dejó para siempre cuando transitaba sus 92 años de vida.
MARÍA Y SU PIANO PONEN ALEGRIA ENTRE SUS AMIGAS 
La abuela María Propato de Caruso no nació en Lanús, llego de capital para alojarse en el Hogar de Ancianos ubicado en Chubut al 2200 de Lanús Oeste cuando transitaba los 95 años de vida. A ese lugar llegó como muchos abuelos, con muy pocas cosas personales. Entre los objetos más preciados trajo su piano y varias partituras.
En efecto ¨Maruja¨ como la apodan, no quiso desprenderse del mismo ya que la acompaña desde sus años jóvenes. Es que en el tramo final de su vida, sus manos aun se mueven ágiles sobre ese teclado que tantas veces había acariciado. Es que de muy joven se recibió de profesora de piano y violín, al tiempo que aprendió canto. Sin embargo, a diferencia de su piano, el de cuerda, dejó de tocarlo hace muchos años porque ¨se inutilizó con el paso del tiempo¨ dijo, en cambio, el piano la continua acompañando.
Sobre sus maestros recordó con cariño que ¨eran unos divinos porque me enseñaron música desde muy chica¨. Maruja a los 18 años ya ejecutaba ambos instrumentos y cantaba tangos en la desaparecida radio de la calle Callao. Si bien la música fue su pasión, su vida laboral se completó como empleada en una perfumería, cuyos propietarios eran franceses. Allí se desempeñó como jefa de perfumería hasta jubilarse.
Hoy sobre el piano amontona letras de varias canciones que solía entonar en otros tiempos, y aunque, su voz aún suena armoniosa, no quiere volver a cantarlas argumentando que ¨tengo 95 años¨. A esa edad, se moviliza con un bastón y aunque toma pastillas para algunos dolores del cuerpo, el paso de los años no afectó su memoria musical. Prueba de ello es que ejecutó el vals ¨Desde el Alma¨ sin la partitura a la vista, mientras que sus compañeras del Hogar entonaban la letra del mismo.
Quienes la conocieron aseguraron que Maruja tuvo una vida normal, sin excesos y eso habrá sido su fórmula para llegar a vivir tantos años y con una lucidez envidiable. Al cierre de este trabajo, la abuela Maruja aún continuaba ejecutando su piano, del mismo modo que en su juventud.
En apenas un puñado de vecinos hemos visto que la vida no termina junto con las obligaciones laborales. En otros tiempos, cuando estas cesaban, los individuos pasaban a ser ¨la clase pasiva¨ de la sociedad y se arrinconaban en plazas u otros lugares para ver pasar la vida. Sin embargo, en este grupo de vecinos longevos que hemos conocido a través de estas líneas notamos que sus ganas de vivir los llevaron a mantenerse activos y en una intensidad siempre de acuerdo a sus posibilidades.

 Sin dudas, cuerpo y mente forman un todo en el hombre y ambos componentes de la compleja maquinaria humana se necesitan para sentirse bien. Resta apuntar finalmente que, evitando excesos de todo tipo y una medicina preventiva, se puede llegar a vivir cien años como los abuelos que presentamos en este trabajo.

BIBLIOGRAFÍA 
Lanús y su Historia ¨ de Roberto Herrera pagina 148. Entrevistas publicadas en los suplemento de Diario Popular el martes 23 de julio de 2002, el viernes 5 de marzo de 2004, el viernes 4 de febrero de 2005, el martes 14 de febrero de 2005, marzo de 2005, el viernes 13 de mayo 2005, el martes 27 de enero 2009, el martes 27 de octubre de 2009, el martes 3 de agosto de 2010, el martes 10 de enero de 2011y martes 26 de abril de 2011.

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