Sobre corrección fraterna, perdón y arrepentimiento, habló Mons. Frassia

Sobre corrección fraterna, perdón y arrepentimiento, habló Mons. Frassia
Miercoles 5 Oct 2016 | 10:28 am
Avellaneda (Buenos Aires) (AICA): “Compartiendo el Evangelio” es el título de un programa que se emite semanalmente por radios de la capital federal y el Gran Buenos Aires, en el que el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, reflexiona sobre diversas cuestiones a la luz del Evangelio. Esta semana el prelado se refirió a varias situaciones de la vida del cristiano. En primer lugar a la relación sobre el pecado y sobre la ofensa, basado en el consejo que da Jesús a sus apóstoles: “si tu hermano peca, repréndelo”.
 “Compartiendo el Evangelio” es el título de un programa que se emite semanalmente por radios de la capital federal y el Gran Buenos Aires, en el que el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, reflexiona sobre diversas cuestiones a la luz del Evangelio.
 Esta semana el prelado se refirió a varias situaciones de la vida del cristiano. En primer lugar a la relación sobre el pecado y sobre la ofensa, basado en el consejo que da Jesús a sus apóstoles: “si tu hermano peca, repréndelo”. “Hoy -comenta monseñor Frassia- nos metemos poco en la vida de nuestros hermanos, tenemos poco interés en los demás. La corrección fraterna es muy importante porque uno tiene que lograr que el otro también viva en la verdad y en el bien. A veces, para no tener problemas, ni complicaciones, ni dificultades, ni recibir enojos o respuestas indebidas, uno no se interesa y no corrige al otro con amor o con ternura. Esto es lo primero: uno tiene que ser responsable en la corrección fraterna con los demás”.
 “En segundo lugar, si éste se arrepiente hay que perdonarlo. Recordemos aquí la pregunta de Pedro “¿hasta siete veces tengo que perdonarlo?”, y la respuesta del Señor “¡no siete veces sino setenta veces siete!”, es decir: siempre, cuando el otro muestra la actitud de arrepentimiento. Esta actitud lleva a reconocer que uno ha fallado, que siente un dolor por la ofensa cometida y que se dispone a la reparación; porque si no hay reparación no hay verdadero arrepentimiento; no son las palabras materiales que uno puede decir sino la actitud y la motivación que tiene que expresar con su propia vida”.
 “Finalmente -concluye el pastor de Avellaneda y de Lanús-, somos servidores simples, que hacemos lo que tenemos que hacer; no lo hacemos para un premio, un reconocimiento, para que nos aplaudan o nos retribuyan. Servimos porque servimos y no servimos a otros por conveniencia, ni para que nos tengan más en cuenta, sino que fundamentalmente servimos porque hacemos lo que el Señor nos manda. Si nos diéramos cuenta de esta gran verdad ¡qué libres seríamos! Hacer las cosas por Dios y por el bien a nuestros hermanos, sin esperar una retribución o una recompensa”.+

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