SER LIBRE NO TIENE PRECIO

SER LIBRE NO TIENE PRECIO 
¨ Mi libertad vale más que unos cuantos granos de alpiste que me puedan dar dentro de esta jaula¨, pensó con seguridad el pájaro, que, por largo tiempo mantuvo en cautiverio el naturalista y escritor Guillermo Enrique Hudson, al momento de salir de su jaula. El cariño que le profesaba a ese hermoso cardenal era enorme y lo volcó en uno de sus escritos titulado ¨Aventura Entre Pájaros¨. Este escritor, de padres ingleses, pero nacido en la estancia ¨Los Veinticinco Ombúes¨, en el antiguo partido de Quilmes cuenta al, respecto que ¨ como era costumbre por entonces su cardenal había sido capturado de pichón en su nido y criado a mano ¨para luego enviarlos a las pajarerías de Buenos Aires ¨anotaba Hudson ¨. Por ese motivo apunta que ¨mi pájaro solo había conocido, prácticamente, una vida de ciudad ¨. 

 Sin embargo cuando lo llevó consigo a Quilmes destaca que ¨ahora estaba por primera vez en el mundo de los verdes pastos y follajes, de amplió cielos azules, y de los más brillantes resplandores del sol ¨. En esa ambiente aseguraba el escritor cantaba mucho más que en la ciudad y, a pesar de los cuidados que le dispensaba era evidente que extrañaba su libertad. Tantas eran las ansias de volar que, finalmente pudo salir de su encierro a los saltos y solamente revoloteando de rama en rama. Ocurrió que pesa a que la jaula en la en que estaba encerrado era grande y cómoda, el pequeño animalito de copeta rojo un día, con su pico, logro aflojar uno de sus alambres y escapó.
 Al notar la falta, Hudson salió al monte dispuesto a encontrarlo. Guiado por sus trinos, finalmente dio con él. Con paciencia montó una trampa y, cuando anochecía se sintió atraído por unos grados que había dispuesto el naturista, el cardenal volvió a la jaula. Pero no sería por mucho tiempo. En efecto, luego del prolongado cautiverio finalmente había podido, por primera vez desplegar sus alas en completa libertad. Vuelto a su prisión, el animalito no dejaba de pensar en escapar de ella. Así lo hizo poco tiempo después y esta vez, para siempre.
 El hombre, de algún modo, también se encuentra privado de su libertad, cuando no tiene trabajo digno y sólo recibe migajas. No es libre. Vive encerrado en un sistema que lo vuelve sumiso y dependiente del mandatario de turno. Sin embargo, si como el pájaro de Hudson decide romper los alambres de su jaula imaginaria y escapar de ese círculo podrá serlo. Entonces, ya no ha de esperar que la mano del amo le arroje unos cuantos granos, él elegirá lo mejor para sí. Libre de ataduras reclamará sus derechos a trabajar a cambio de un salario digno y, a partir de ello, le crecerán las alas que le permitirán, como al cardenal, volar en libertad y dispuesto, a cumplir sus propios sueños. 

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