Mons. Frassia: “El no condenar, no significa una indiferencia moral”

Mons. Frassia: “El no condenar, no significa una indiferencia moral”
Jueves 17 Mar 2016 | 09:09 am
Lanús (Buenos Aires) (AICA): El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Frassia, reflexionó sobre el Evangelio de este quinto domingo de Cuaresma en el que se narra el episodio de la mujer adúltera, y señaló que “en contraposición a la Ley Mosaica –que indicaba apedrear a la mujer sorprendida en adulterio- la misericordia de Cristo traspasa ese acto para llevarlo a la plenitud de la misericordia”, y afirmó que “el no condenar, que es muy importante, no significa una indiferencia moral”.

 Monseñor Rubén Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en su reflexión del quinto domingo de Cuaresma, al comentar el episodio de la mujer adúltera aseguró que “la misericordia de Cristo traspasa el acto de apedrear a la mujer sorprendida en adulterio para llevarlo a la plenitud de la misericordia”. Sin embargo “el no condenar, que es muy importante, no significa una indiferencia moral”, pues el perdón está “condicionado a la actitud de la conversión y del arrepentimiento”.
 “El perdón nos lleva a una responsabilidad mayor. No nos libera simplemente del peso sicológico o moral, sino que nos lleva a pasar de la inmadurez a la madurez, de la irresponsabilidad a la responsabilidad, de una vida superficial a una vida más plena, de una vida desgastada y deteriorada por la esclavitud del pecado a una soltura y disponibilidad en el servicio para los demás”, afirmó y destacó que “este Evangelio nos lleva a una conversión profunda y permanente. Dios, Cristo, hace todas las cosas nuevas”.
 Finalmente, el obispo de Avellaneda-Lanús sostuvo que “la conversión, y la conversión permanente, es como decir: ‘No estoy cansado de luchar, no estoy cansado de pecar, sino que estoy preparándome para una vida nueva y por eso tengo que seguir reconstruyendo, retomando, caminando con una nueva decisión’”.+

 El perdón nos lleva a una responsabilidad mayor 
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en el programa radial Compartiendo el Evangelio (Quinto domingo de Cuaresma, 13 de marzo de 2016) 

" Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?". Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: "aquel de ustedes que no tenga pecado, que arroje la primera piedra". E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?". Ella le respondió: "Nadie, Señor". "Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante". (San Juan 8,1-11) 

 Este Evangelio de San Juan es muy significativo donde, una vez más y con claridad, Cristo afirma que no Él viene porque no quiere la muerte del pecador, sino que quiere que se convierta y viva; es el perdón que Dios nos quiere dar. 
 En contraposición a la Ley Mosaica -que era apedrear a la mujer adúltera- la Misericordia de Cristo traspasa ese acto para llevarlo a la plenitud de la Misericordia. El no condenar, que es muy importante, no significa una indiferencia moral. Jesús no condena porque quiere que el pecador viva; pero dice algo muy importante: “no te condeno, vete pero no peques más”. 
 Es decir, el perdón está como condicionado a la actitud de la conversión y del arrepentimiento. El perdón nos lleva a una responsabilidad mayor. No nos libera simplemente del peso sicológico o moral, sino que nos lleva a pasar de la inmadurez a la madurez, de la irresponsabilidad a la responsabilidad, de una vida superficial a una vida más plena, de una vida desgastada y deteriorada por la esclavitud del pecado llevarnos de una soltura y una disponibilidad en el servicio para los demás. Este Evangelio nos lleva a una conversión profunda y permanente. Dios, Cristo, hace todas las cosas nuevas. 
 Dice San Agustín: “si dices basta, es decir que no sigues luchando, estás perdido; el objetivo está siempre más allá de una realización parcial, se trata de seguir caminando hacia una verdadera comunión, más plena con Cristo que es el único verdadero y verdadero valor”. 
 La conversión, y la conversión permanente, es como decir “no estoy cansado de luchar, no estoy cansado de pecar, sino que estoy preparándome para una vida nueva y por eso tengo que seguir reconstruyendo, retomando, caminando con una nueva decisión” 
 Que en este tiempo -del Año de la Misericordia- tomemos muy en serio las palabras de Jesús: “Yo tampoco te condeno, vete pero no peques más” 
 Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén 

 Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús.

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