Mons. Frassia: "Todos somos llamados a una misión"

Mons. Frassia: "Todos somos llamados a una misión"
Martes 2 Feb 2016 | 09:13 am
Buenos Aires (AICA): El sábado 30 de enero, el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Frassia, puso en posesión al nuevo párroco de la Santa Faz, en Villa Industriales, un populoso barrio de Lanús, al presbítero Fernando Lecitra. En la misa que presidió con ese motivo, el obispo dijo que ¨todos somos llamados y enviados a una misión¨.

 El sábado 30 de enero, el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Frassia, puso en posesión al nuevo párroco de la Santa Faz, en Villa Industriales, un populoso barrio de Lanús, al presbítero Fernando Lecitra. En la misa que presidió con ese motivo, el obispo dijo que "todos somos llamados y enviados a una misión".
 El padre Lecitra, quien estuvo doce años a cargo de la parroquia Nuestra Señora de Fátima, de Wilde, reemplazó al padre Alejandro Zelaya, que asumió como párroco de San José de Pompeo, en otro barrio de Lanús.
 Durante la homilía, monseñor Frassia agradeció al padre Fernando Lecitra por aceptar la propuesta y a todas las comunidades por el costo afectivo que estas cosas conllevan, y afirmó: “Todos tenemos que obedecer. Obedece aquel que es mandado y también tiene que obedecer aquel que debe mandar. En este caso, la tarea más pesada es del obispo porque tiene que mandar y tiene que tomar decisiones que no siempre son del agrado, ni de la sensibilidad de nuestro pueblo, de nuestra gente”.
 Agregó que todos somos llamados y enviados a una misión: “En este envío podrá haber noches oscuras, miedo, dolor, sufrimiento, temor; podrá haber muchas cosas pero Dios nos desinstala, nos saca para enviarnos a cumplir con su misión. Y las parroquias, las comunidades, la iglesia diocesana, lo que tiene que hacer es buscar siempre la voluntad de Dios”.
 “Todos nosotros, como Iglesia, no buscamos a las personas, buscamos a Dios, buscamos a Cristo, buscamos a la Iglesia; por eso tenemos que darnos cuenta que en las distintas actividades, en las distintas experiencias, en las distintas participaciones, nunca debemos olvidar nuestra representatividad, que es decir ‘nosotros trabajamos y hacemos por el Señor’; Él es quien nos paga, nos ve, nos ama, nos envía, porque es el único que comprende todas las cosas que podamos sufrir por la presencia y el mandato del Señor”.
 Monseñor Frassia señaló algunas tentaciones: “‘no voy a trabajar más por los sacerdotes porque después viene el obispo los cambia y me quedo vacío’; ‘me voy porque di todo y así me fue’, etc. Es falso o equívoco porque nosotros trabajamos para el Señor. Hoy trabajamos con este sacerdote, mañana por otro; hoy trabajamos por el Papa Francisco, ayer por Pablo VI, por Juan Pablo II y más adelante por otros; pero siempre debemos tener en cuenta que Cristo está presente en aquél que nos representa”. También agregó que “aquel que nos representa hoy es Pedro, mañana es Pablo, pasado Juan, pero siempre es el Señor. Por lo tanto, no seamos precipitados ni egoístas, no trabajamos para los hombres, lo hacemos para el Señor y para nuestra amada Iglesia”.
 “La Iglesia es la esposa de Cristo; la Iglesia es que Cristo derramó su sangre por todos nosotros y nos llamó a participar del pueblo de Dios y no nos podemos callar la boca por nuestras situaciones personales o particulares; no podemos ahogar el espíritu porque nos sentimos mal y no podemos dejar de decir que Jesucristo es el Señor. Es a Él que tenemos que anunciar y llevarlo a todos lados”.
 El prelado dijo que hay que pedirle al Señor que nos siga dando fuerzas: “Damos gracias a Dios por todo lo que hemos vivido pero que no nos haga vivir en un pasado; la persona que se queda en el pasado se detiene; hay que vivir en la memoria. ¿Qué significa la memoria? Aquello que vivimos en el pasado y hacemos presente: es un capital que está en nuestro corazón, en nuestra alma, y éste presente nos lanza hacia el futuro”.
 “Nuestras Iglesias, parroquias, capillas y familias tienen que volver a tener criterio de Cristo y del Evangelio. No nos damos cuenta que la cultura que estamos viviendo es superficial, individualista, egoísta, consumista, virtual; todas esas cosas que -en lugar de darnos fuerza por las cosas esenciales- nos van apagando el misterio; el misterio de cada persona, de cada hombre, de cada mujer; el misterio de Cristo y de la Iglesia. ¡No nos dejemos robar la esperanza ni el espíritu!”.
 El obispo de Avellaneda-Lanús dijo que en estos días estuvo en Roma: “El 21 de enero me recibió el Santo Padre a quien le pedí una bendición para todas las comunidades y el Papa, muy concentrado, se las envía a cada uno de ustedes y por supuesto a sus familias”.
 “He visto en Europa que la gente tiene miedo y muchos están muy tristes, porque van detrás del euro, van detrás de las cosas, detrás del consumismo. Y hablando con varias familias les decía ‘les están robando el misterio’ y me decían ‘es cierto, lo estamos perdiendo; estamos perdiendo nuestras raíces’. Es verdad, están perdiendo sus pertenencias y es como cuando a un árbol frondoso, alto, fuerte, se le debilitan las raíces, cualquier viento lo tira. ¿Por qué? Porque no tiene raíces profundas”.
 A su vez, agregó que “nuestras comunidades tienen que basarse en las raíces profundas de la fe, del espíritu de Dios, del espíritu sobrenatural, de Cristo y de la Iglesia. Ofrecemos todas estas cosas, todo lo que nos pasa porque el Señor no ignora nada. Pero el Señor no quiere que uno se quede en la congoja, en la tristeza o en el pasado”.
 Monseñor Frassia concluyó diciendo: “¡Hacia adelante! Dios nos manda hacia adelante. Levantar la mirada. Seguir teniendo criterios no subjetivos, no personales; criterios objetivos y sobrenaturales. Dejemos que Dios siga obrando. Que el libro no se pierda por un capítulo. Es un capítulo pero hay otros capítulos por los que el Libro de la Vida continúa”.+

 Texto completo de la homilía
Pbro. Fernando Lecitra, nuevo párroco de Santa Faz 
Homilía de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en la misa de asunción del Pbro. Fernando Lecitra como párroco de Santa Faz (30 de enero de 2016) 

 Queridos hermanos de las distintas comunidades 
 Queridos sacerdotes presentes 
 Querido P. Alejandro Zelaya 
 Queridos diáconos permanentes 

 Querido Padre Fernando: Quiero agradecer tu disponibilidad al aceptar la propuesta que tu obispo te hizo. Agradecer a todas las comunidades porque se perfectamente los costos emocionales y afectivos que estas cosas conllevan. Agradezco a Mons. Bazan todo este tiempo que estuvo a cargo como Administrador Parroquial y a todas las comunidades: Fátima de Wilde; Jesús Misericordioso; Nuestra Señora de Itatí; también a Santa Faz, Sagrado Corazón y a todas la realidades. 
 Quiero decir algo que tengo muy dentro de mi corazón. En primer lugar quiero que sepamos que todos tenemos que obedecer. Obedece aquel que es mandado y también tiene que obedecer aquel que debe mandar. En este caso, la tarea más pesada es del obispo porque tiene que mandar y tiene que tomar decisiones que no siempre son del agrado, ni de la sensibilidad de nuestro pueblo, de nuestra gente. 
 Pero hay algo que –traspasando estas realidades que el Señor no las deja de lado– a mí, como Obispo, me alegra enormemente es que los fieles ¡quieran a mis sacerdotes! ¡Me alegra en serio y les agradezco que quieran mucho a sus sacerdotes! Estos son sus pastores, los que caminan con ustedes para buscar la voluntad de Dios y hacer que el Reino esté más presente, cada día, en el seno de la comunidad y de las familias. 
 Todos somos llamados y enviados a una misión. En este envío podrá haber noches oscuras, miedo, dolor, sufrimiento, temor; podrá haber muchas cosas pero Dios nos desinstala, nos saca para enviarnos a cumplir con su misión. Y las parroquias, las comunidades, la iglesia diocesana, lo que tiene que hacer es buscar siempre la voluntad de Dios.
 “¿Qué quieres?” “¿Qué pides?” ¡Pide lo que quieras y manda lo que quieras! Porque si Tú lo pides y lo mandas, Tú lo darás; darás la respuesta y la gracia para poder serte fiel. Siempre tenemos que hacer un camino hacia arriba y hacia adelante para buscar la voluntad de Dios. Si Dios nos envía, nos dice: “no temas, yo estoy contigo, estoy en ti, camino contigo, estoy a tu lado para seguir caminando”
 Todos nosotros, como Iglesia, no buscamos a las personas, buscamos a Dios, buscamos a Cristo, buscamos a la Iglesia; por eso tenemos que darnos cuenta que en las distintas actividades, en las distintas experiencias, en las distintas participaciones, nunca debemos olvidar nuestra representatividad, que es decir “nosotros trabajamos y hacemos por el Señor”; Él es quien nos paga, nos ve, nos ama, nos envía, porque es el Único que comprende todas las cosas que podamos sufrir por la presencia y el mandato del Señor. 
 A nuestras comunidades: no negando todas las anteriores situaciones (dolores, sufrimientos) tenemos que saber que estamos para hacer la misión, para cumplir con la voluntad de Dios. Y Dios muchas veces nos cambia la presencia y lo hace para que podamos vivir, tal vez más, en el Señor. 
 Pero nombro algunas tentaciones: “no voy a trabajar más por los sacerdotes porque después viene el obispo los cambia y me quedo vacío”; “me voy porque di todo y así me fue”, etc. Es falso o equívoco porque nosotros trabajamos para el Señor. Hoy trabajamos con este sacerdote, mañana por otro; hoy trabajamos por el Papa Francisco, ayer por Pablo VI, por Juan Pablo II y más adelante por otros; pero siempre debemos tener en cuenta que Cristo está presente en aquél que nos representa. Y aquel que nos representa hoy es Pedro, mañana es Pablo, pasado Juan, pero siempre es el Señor. Por lo tanto, no seamos precipitados ni egoístas, no trabajamos para los hombres, lo hacemos para el Señor y para nuestra amada Iglesia. 
 La Iglesia es la Esposa de Cristo; la Iglesia es que Cristo derramó su sangre por todos nosotros y nos llamó a participar del Pueblo de Dios y no nos podemos callar la boca por nuestras situaciones personales o particulares; no podemos ahogar el espíritu porque nos sentimos mal y no podemos dejar de decir que Jesucristo es el Señor. Es a Él que tenemos que anunciar y llevarlo a todos lados.
 Queridos hermanos, pidamos al Señor que nos siga dando fuerzas; damos gracias a Dios por todo lo que hemos vivido pero que no nos haga vivir en un pasado; la persona que se queda en el pasado se detiene; hay que vivir en la memoria. ¿Qué significa la memoria? Aquello que vivimos en el pasado y hacemos presente: es un capital que está en nuestro corazón, en nuestra alma, y éste presente nos lanza hacia el futuro. 
 Nuestras Iglesias, parroquias, capillas y familias tienen que volver a tener criterio de Cristo y del Evangelio. No nos damos cuenta que la cultura que estamos viviendo es superficial, individualista, egoísta, consumista, virtual; todas esas cosas que -en lugar de darnos fuerza por las cosas esenciales- nos van apagando el misterio; el misterio de cada persona, de cada hombre, de cada mujer; el misterio de Cristo y de la Iglesia. ¡No nos dejemos robar la esperanza ni el espíritu! 
 En estos días estuve en Roma; el 21 de enero me recibió el Santo Padre a quien le pedí una bendición para todas las comunidades y el Papa, muy concentrado, se las envía a cada uno de ustedes y por supuesto a sus familias. 
 He visto en Europa que la gente tiene miedo y muchos están muy tristes, porque van detrás del euro, van detrás de las cosas, detrás del consumismo. Y hablando con varias familias les decía “les están robando el misterio” y me decían “es cierto, lo estamos perdiendo; estamos perdiendo nuestras raíces.” Es verdad, están perdiendo sus pertenencias y es como cuando a un árbol frondoso, alto, fuerte, se le debilitan las raíces, cualquier viento lo tira. ¿Por qué? Porque no tiene raíces profundas.
 Nuestras comunidades tienen que basarse en las raíces profundas de la fe, del espíritu de Dios, del espíritu sobrenatural, de Cristo y de la Iglesia. Ofrecemos todas estas cosas, todo lo que nos pasa porque el Señor no ignora nada. Pero el Señor no quiere que uno se quede en la congoja, en la tristeza o en el pasado. 
 ¡Hacia adelante! Dios nos manda hacia adelante. Levantar la mirada. Seguir teniendo criterios no subjetivos, no personales; criterios objetivos y sobrenaturales. Dejemos que Dios siga obrando. Que el libro no se pierda por un capítulo. Es un capítulo pero hay otros capítulos por los que el Libro de la Vida continúa. 
 Que la Virgen nos ayude. Que enjuague las lágrimas, si las tenemos, eternamente de nuestro corazón, pero que nunca se nos debilite la confianza, la esperanza, el entusiasmo y la caridad. 
 Que así sea. 

 Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús

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