Mons. Frassia: “Se necesitan docentes auténticos que sepan transmitir valores”

Mons. Frassia: “Se necesitan docentes auténticos que sepan transmitir valores”
 Jueves 10 Sep 2015 | 10:55 am
Buenos Aires (AICA): El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Frassia, presidió una misa por el Día del Maestro en la catedral Nuestra Señora de la Asunción, donde advirtió que “más que nunca, nuestra sociedad y nuestros niños, necesitan auténticos docentes que sepan transmitir los valores y un proyecto de vida”, por lo que recordó a los educadores católicos que “uno no podrá dar lo que no tiene, no podrá comunicar ni transmitir lo que no vive, por eso es importante que todos nosotros sepamos que, para ser maestros, tenemos que seguir siendo discípulos”.

 El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Frassia, presidió una misa por el Día del Maestro en la catedral Nuestra Señora de la Asunción, donde advirtió que “más que nunca, nuestra sociedad y nuestros niños, necesitan auténticos docentes que sepan transmitir los valores y un proyecto de vida”.
 “Hoy pareciera que no hay proyectos, que no hay horizontes, que no hay finalidad, que no hay valores; ciertamente necesitamos volver a las raíces de la escucha, de nuestra pertenencia, de nuestra participación, de nuestra integración, de nuestra convergencia, de nuestra responsabilidad y saber que educar es una de las cosas más nobles que tiene el ser humano. Educar es una de las cosas más nobles que tienen los padres, los maestros, los docentes”, recordó.
 “La Iglesia educa y evangeliza; la Iglesia evangeliza y educa. Pero uno no podrá dar lo que no tiene; no podrá comunicar ni transmitir lo que no vive; por eso es importante que todos nosotros sepamos que, para ser maestros, tenemos que seguir siendo discípulos”, agregó.
 Tras reconocer que “hay límites, fragilidades, cansancios, deterioros”, exhortó a no tener miedo de afirmar que “contamos con la gracia de Dios que viene a educarnos y, no tengamos miedo en afirmarlo”.
 “¡Dios viene a humanizarnos! La presencia de Dios en su primacía y en su absoluto es el equilibrio del mundo, de la sociedad; Dios no está de más, no es sólo para algunas personas con cierta tendencia espiritual, no. Dios tiene que ser el centro de nuestra vida, de nuestros colegios, de nuestras familias y de nuestros corazones”, sostuvo.
 El obispo invitó a los docentes a pedirle a la Virgen “María que, como Madre que es, nos ayude a volar, nos ayude a confiar. Dios, desde siempre, ha querido plantar su morada en medio de nosotros, ha querido quedarse con nosotros. La eligió a Ella para que nos diera al Salvador”.
 “Cristo viene a iluminarnos con la luz de la fe, con la fuerza de la esperanza y con lo caliente de la caridad, no vivamos como insípidos, como tibios, ni más ni menos, el ni, el ni sí ni no. Tenemos que vivir como personas liberadas de las esclavitudes. Un verdadero docente ayuda por medio de su vida, de la formación y de la educación, a liberar a nuestros pequeños de todos esos males que no son tan lejanos, sino que golpean en la puerta de nuestras familias y de nuestros establecimientos”, aseveró.
 “Que la Virgen nos consuele, nos acompañe y nos ayude a seguir viviendo como vive la Iglesia. La Iglesia está llamada a educar, llamada a evangelizar, que no dejemos de hacerlo jamás”, concluyó.+

 Texto completo de la homilía
Misa del Día del Maestro 
Homilía de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús en la Misa por el Dia del Maestro (Iglesia catedral, 8 de septiembre de 2015) 

 Queridos hermanos: 

 Lo primero que tenemos que afirmar -en nuestra mentalidad consumista, pequeña, de la experiencia de lo que uno toca, lo que uno ve- es saber que todos nosotros estamos contenidos y sostenidos por la luz. Desde el alba, al comienzo de los tiempos, se dió una LUZ NUEVA. Esa LUZ NUEVA es Cristo, el Señor, que viene a iluminarnos. Muchas veces perdemos la noción de tiempos, de décadas, de generaciones, de siglos, pero Dios fue preparando la encarnación de Jesucristo, que es la Luz, por mucho tiempo y preparó a esta Mujer, la Virgen, para que misteriosamente hubiera un diálogo y un intercambio de comunicación. 
 Cristo, que es LA LUZ, ilumina; y la Virgen, que es iluminada, contiene y da LA LUZ. En este misterioso intercambio entre lo divino y lo humano, nosotros entramos a participar de este misterio de Dios en Jesucristo. Así como Él es Dios y es LUZ, también humanamente es la maravilla primera de Dios, porque es la humanidad. Y la Virgen es la primera que nos da el inicio de la salvación: Jesucristo. 
 Este misterioso intercambio, de gracia, de amistad, de conocimiento, de seguimiento, de enseñanza, de transmisión, de educación, es algo que nos toca, como Iglesia, esencialmente. Tenemos que aprender cada vez más a ser discípulos; y los discípulos escuchan atentamente al maestro. Sabemos que todo lo que se refiere a Dios es el Misterio de la Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Toda la cercanía que tenemos con la Virgen, Ella nos acerca al misterio de Dios. 
 María nunca le va a hacer sombra a Dios. María no va a entorpecer la obra de la salvación. Ella es más ligera, más liviana, más práctica y nos conduce para que hagamos lo que Cristo Jesús nos diga. Es la Mujer “llena de gracia”, es la sabia, la que sabe ver, escuchar y responder. 
 Vemos cómo la enseñanza, hoy en día, es tan vital, neurálgica, central, que cuesta mucho ver, ser sabio y cuesta mucho responder porque ni se escucha bien, por ahí uno se equivoca en la respuesta, ni se mira bien, por eso uno es precipitado, subjetivo, arrebatado, atropellado y de ahí que es torpe y en lugar de ser más ligeros y presto a caminar, es más pesado, más cansino en el andar. 
 Más que nunca, nuestra sociedad y nuestros niños, necesitan auténticos docentes que sepan transmitir los valores y un proyecto de vida. Hoy pareciera que no hay proyectos, que no hay horizontes, que no hay finalidad, que no hay valores; ciertamente necesitamos volver a las raíces de la escucha, de nuestra pertenencia, de nuestra participación, de nuestra integración, de nuestra convergencia, de nuestra responsabilidad y saber que educar es una de las cosas más nobles que tiene el ser humano. Educar es una de las cosas más nobles que tienen los padres, los maestros, los docentes. 
 La Iglesia educa y evangeliza; la Iglesia evangeliza y educa. Pero uno no podrá dar lo que no tiene; no podrá comunicar ni transmitir lo que no vive; por eso es importante que todos nosotros sepamos que, para ser maestros, tenemos que seguir siendo discípulos. Aquél que está atento, que sabe por dónde va la cultura, por dónde van los valores, qué se está haciendo con la vida, con las familias, con nuestras comunidades educativas católicas, cuáles son nuestras responsabilidades y cuál es el proceso de crecimiento y de maduración que tenemos que saber escuchar y responder. 
 Hay límites, fragilidades, cansancios, deterioros, pero tenemos que contar con la gracia de Dios que viene a educarnos y, no tengamos miedo en afirmarlo, ¡Dios viene a humanizarnos! La presencia de Dios en su primacía y en su absoluto es el equilibrio del mundo, de la sociedad; Dios no está de más, no es sólo para algunas personas con cierta tendencia espiritual, no. Dios tiene que ser el centro de nuestra vida, de nuestros colegios, de nuestras familias y de nuestros corazones. 
 En este mundo que está tan fragmentado, tan cansado, tan exacerbado por los demás y también de parte nuestra, que ha ido perdiendo valores, criterios, objetividad y verdades, pidamos a la Virgen, -esta mujer pequeña que supo escuchar y responder totalmente, Ella por gracia y nosotros por nuestros pecados-, que renueve en nosotros el entusiasmo de seguir educando en valores, de seguir formando personas y ayudar a descubrir cuáles son los falsos ídolos, las idolatrías, que ellos pueden consumir.
 ¡Pero cuidado, no solo ellos están en peligro, también nosotros, los adultos podemos estar en peligro! Porque podemos beber esa agua a veces putrefacta y que muchas veces nos da el néctar del desencanto, de la desilusión, de los miedos, de las mentiras, de las injusticias y de las corrupciones.
 Pidamos a María que, como Madre que es, nos ayude a volar, nos ayude a confiar. Dios, desde siempre, ha querido plantar su morada en medio de nosotros, ha querido quedarse con nosotros. La eligió a Ella para que nos diera al Salvador. 
 Cristo quiere reinar en nuestra vida, no vivamos como derrotados. Cristo quiere que vivamos con entusiasmo, no vivamos amargados. Cristo viene a iluminarnos con la luz de la fe, con la fuerza de la esperanza y con lo caliente de la caridad, no vivamos como insípidos, como tibios, ni más ni menos, el NI, ni sí ni no. Tenemos que vivir como personas liberadas de las esclavitudes. Un verdadero docente ayuda por medio de su vida, de la formación y de la educación, a liberar a nuestros pequeños de todos esos males que no son tan lejanos, sino que golpean en la puerta de nuestras familias y de nuestros establecimientos. 
 Que el Espíritu Santo, en esta hora que nos toca vivir tan desafiante y tan llena de aventuras, nos impulse a que sigamos cantando, alabando, soñando, teniendo poesía, apostando por las cosas buenas, que otrora hemos recibido pero que también tenemos que transmitir y comunicar. Así es el alma de un buen docente. 
 Que la Virgen nos consuele, nos acompañe y nos ayude a seguir viviendo como vive la Iglesia. La Iglesia está llamada a educar, llamada a evangelizar, que no dejemos de hacerlo jamás. 
 Que así sea 

 Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús

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