Mons. Frassia destacó la sencillez, austeridad y sacrificio de San Juan María Vianney

Mons. Frassia destacó la sencillez, austeridad y sacrificio de San Juan María Vianney
Martes 4 Ago 2015 | 09:51 am
Monte Chingolo (Buenos Aires) (AICA): El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Frassia, presidió las fiestas patronales en la parroquia San Juan María Vianney, el templo de Monte Chingolo dedicado al patrono de los párrocos, en la que impartió el sacramento de la Confirmación a jóvenes y adolescentes de la zona y destacó que la santidad del Cura de Ars, quien “hizo lo que tenía que hacer y lo vivió entrañablemente, en la sencillez, en la oración, en la austeridad y en el sacrificio, que cambió un largo trecho de la historia y su influencia nos sigue llegando hoy, a pesar de tanta distancia en el tiempo”.

 El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Frassia, presidió las fiestas patronales en la parroquia San Juan María Vianney, el templo de Monte Chingolo dedicado al patrono de los párrocos, en la que impartió el sacramento de la Confirmación a jóvenes y adolescentes de la zona.
 “Vivir las fiestas patronales de una parroquia como ésta conmueve y compromete a todos los fieles; las capillas, el barrio, la historia, muchas cosas, porque mucha agua corrió bajo el puente. Por eso, ponernos de fiesta, reconocer a Dios en la santidad de los hombres, en especial de este hombre sacerdote -San Juan María Vianney- que hizo lo que tenía que hacer y lo vivió entrañablemente, en la sencillez, en la oración, en la austeridad y en el sacrificio, que cambió un largo trecho de la historia y su influencia nos sigue llegando hoy, a pesar de tanta distancia en el tiempo”, destacó.
 El prelado definió al sacramento de la Confirmación como “el beso del Espíritu Santo en el alma de ustedes. Y como es tan importante será dado una sola vez en la vida, como el bautismo. Tanto uno como otro sacramento se dan una vez para siempre, no se los pueden borrar jamás” y sostuvo: “La bendición de Dios no se la pueden quitar jamás. Por eso la Confirmación no la pueden borrar jamás”.
 En otro momento de la homilía, el obispo recordó que “el Santo Cura, cuando fue por primera vez a Ars, le pidió a un niño que le enseñe el camino a la ciudad a lo que el niño dijo: ‘Sí, voy a enseñarte ese camino’, y el santo dijo: ‘tú me enseñas el camino para ir a Ars y yo te enseño el camino para ir al cielo’”.
 “Ustedes, que reciben la Confirmación, no es para sentirse simplemente bien sino que es para transmitirlo a los demás, para ser un buen cristiano, ¡no se escondan!, ¡no tengan vergüenza!, ¡no lo pasen así nomás! ¡No! Tienen el gusto de ser cristianos, de ser católicos, hijos de Dios e hijos de la Iglesia y de la Virgen. ¡Tengan el gusto y llévenlo a los demás! ¡Que se note que pasó algo, que se note que están confirmados, que se note que están contentos, que han recibido la bendición de Dios!”, les pidió a los confirmandos.
 Por último, monseñor Frassia dijo que cuando confirma le pide a Dios que los que reciben este sacramento den “frutos para la Iglesia, para la familia, para la comunidad, para las capillas, para las parroquias, para la sociedad y para nuestro país” y rogó a la Virgen que interceda y a San Juan María Vianney que “los proteja siempre”.+

 Texto completo de la homilía 
Fiestas patronales y confirmaciones en la parroquia San Juan M. Vianney 
Homilía de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en las fiestas patronales de la parroquia San Juan M. Vianney (2 de agosto de 2015) 

 Queridos hermanos: 

 Vivir las Fiestas Patronales de una parroquia como ésta conmueve y compromete a todos los fieles; las capillas, el barrio, la historia, muchas cosas, porque mucha agua corrió bajo el puente. Por eso, ponernos de fiesta, reconocer a Dios en la santidad de los hombres, en especial de este hombre sacerdote -San Juan María Vianney- que hizo lo que tenía que hacer y lo vivió entrañablemente, en la sencillez, en la oración, en la austeridad y en el sacrificio, que cambió un largo trecho de la historia y su influencia nos sigue llegando hoy, a pesar de tanta distancia en el tiempo. 
 Ustedes van a recibir el Sacramento de la Confirmación hoy, cuando Jesús se nos presenta como el Pan de Vida que viene a alimentarnos. Vemos en la historia del pueblo de Israel, que fue liberado de la esclavitud de los egipcios, sacado de ese lugar y caminando, caminando, pasaron por muchas dificultades; que también vieron y experimentaron el favor de Dios al liberarlos, al pasar por el Mar Rojo no siendo atacados por los opresores. Después, ese mismo pueblo se olvida de las cosas que Dios hizo y eso se llama ingratitud, poca memoria. Ese pueblo no reconoce las cosas de Dios. 
 A nosotros nos puede pasar lo mismo cuando decimos “sí, Dios estuvo acá, estuvo allá”, “estuvo en este momento, ante mi hijo enfermo”, “me atendió acá, me escuchó allá”, “me bendijo, me consoló”, “me dio fortaleza, me perdonó” y después uno se olvida de las cosas que Dios hizo, pero es algo peor cuando uno se olvida de las cosas que Dios hace y sigue haciendo; porque Dios está siempre: ayer, hoy y siempre. Y no tenemos que ser ingratos, tenemos que ser agradecidos. Esto significa tenerle confianza a Dios, tenerle fe, porque Dios no nos va a abandonar jamás. Por más que uno esté “en las últimas” Dios no nos abandona. ¿Por qué razón? Porque es Dios y es verdadero Padre. 
 Van a recibir el Sacramento de la Confirmación que es el beso del Espíritu Santo en el alma de ustedes. Y como es tan importante será dado una sola vez en la vida, como el bautismo. Tanto uno como otro sacramento se dan una vez para siempre, no se los pueden borrar jamás. La bendición de Dios no se la pueden quitar jamás. Por eso la Confirmación no la pueden borrar jamás. 
 ¿Qué significa esto? Que Dios los eligió. Ustedes también eligen a Dios o responden que sí, pero hay un pacto, una alianza: “a partir de este momento yo seré para ti tu Dios, y tú para mí serás mi Pueblo”; es una alianza de confianza, de intimidad, de oración, de respeto y de obediencia. Hay que saber que Dios hace una alianza con ustedes. 
 En esa alianza Dios los va a defender siempre, los va a reconocer siempre; ahora bien, queda de nuestro lado pero, ¿vamos a reconocer a Dios?, Él nos reconoce ¿y nosotros?, ¿no lo vamos a abandonar?, ¿no lo vamos a cambiar por figuritas?, ¿o por cualquier cosa?, ¿no vamos a transar en cualquier otra negociación para alejarlo de mi vida, qué no me moleste, que no me diga nada, que me deje tranquilo? ¡Dios siempre va a estar al lado de ustedes! 
 Hoy reciben una bendición especial de Dios, pero no se la olviden nunca. Recuerden que tienen una dignidad superior y lo que tienen que hacer es dejar que Cristo entre en sus vidas, que lo conozcan mucho, que conozcan su Palabra, que conozcan el Evangelio, ¡que sepan de qué estamos hablando cuando hablamos de Cristo, del Evangelio o de Dios! Tenemos que conocerlo y amarlo. 
 Hay cosas que uno puede hacer y hay cosas que no puede hacer, si es cristiano. Hay cosas que uno no puede hacer si es buena persona y hay cosas que no debe hacer si quiere seguir siendo una buena persona. 
 En la vida, la fe nos compromete más, por eso tenemos que saber que Dios nos ama, pero que también es exigente. Uno tiene que andar en buen camino como buena persona y como buen cristiano. Tenemos que distinguirnos, ayudarnos, acompañarnos, respetarnos y ser honestos unos con otros. 
 Este Dios, presente en nuestra vida, nos pide que le creamos y lo recibamos. Pero alguno puede decir “si, pero soy débil, soy frágil, tengo miedo, me pasaron tantas cosas, tuve tantos problemas, mi papé me abandonó, mi mamá me dejó, ¡tantas cosas!”, pero Dios nunca te dejó o te abandonó. 
 Tenemos que alimentarnos pero ¿cómo?: escuchando la Palabra de Dios, recibiendo la Eucaristía que es la fuerza que Dios nos da; cuando entra Cristo en mi vida se aleja toda oscuridad, toda cosa de muerte, de “mala onda” como dicen los chicos. Todo se va porque está Cristo, y si uno tiene a Cristo ¿qué nos puede pasar?, ¿qué miedo vamos a tener?, pero hay que recibirlo. 
 Así en cada Sacramento: cuando el sacerdote, en nombre de Cristo, nos perdona los pecados y así nos da fuerzas, nos levanta, nos da entusiasmo, tenemos ganas de trabajar, tenemos voluntad de amor.  
Recibir a Dios es contar con Él siempre y esto significa que Dios está presente siempre, en mi vida cotidiana, desde que me levanto hasta que me acuesto. Porque en todo lo que hago Dios está presente. Pero no está presente para fastidiarme, para pegarme palos; está presente para amarme más, fortalecerme más. Y algo que no se puede comprar en otro lado: ¡está presente para que vos tengas paz! Esa paz que Dios te da y que tenés que compartirla con los demás. 
 El Santo Cura, cuando fue por primera vez a Ars, le pidió a un niño que le enseñe el camino a la ciudad a lo que el niño dijo “SI, voy a enseñarte ese camino”, y el Santo dijo: “tú me enseñas el camino para ir a Ars y yo te enseño el camino para ir al cielo” 
 Ustedes, que reciben la Confirmación, no es para sentirse simplemente bien sino que es para transmitirlo a los demás, para ser un buen cristiano, ¡no se escondan!, ¡no tengan vergüenza!, ¡no lo pasen así nomás! ¡No! Tienen el gusto de ser cristianos, de ser católicos, hijos de Dios e hijos de la Iglesia y de la Virgen. ¡Tengan el gusto y llévenlo a los demás! ¡Que se note que pasó algo, que se note que están confirmados, que se note que están contentos, que han recibido la bendición de Dios!
 Cuando confirmo le pido a Dios -de todos los que reciben la confirmación- frutos para la Iglesia, para la familia, para la comunidad, para las capillas, para las parroquias, para la sociedad y para nuestro país. Que Dios los bendiga, la Virgen interceda y San Juan María Vianney los proteja siempre. 
 Que así sea. 

 Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús

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