Mons. Frassia: “Toda persona tiene derecho de conocer a Jesucristo”

Mons. Frassia: “Toda persona tiene derecho de conocer a Jesucristo”
Miercoles 3 Jun 2015 | 09:19 am
 Mons. Rubén Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús.

Avellaneda (Buenos Aires) (AICA): El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Frassia, compartió una reflexión sobre la fiesta de la Santísima Trinidad, haciendo un especial hincapié en la tarea del Espíritu Santo en la vida del mundo y de la Iglesia. Consciente de esta realidad, el prelado convocó a anunciar, bautizar y llevar el nombre de Cristo a toda persona.

 El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Frassia, compartió una reflexión sobre la fiesta de la Santísima Trinidad, que la Iglesia celebró el domingo 31 de mayo. El prelado recordó que el conocimiento trinitario enseña que hay tres personas distintas y un solo Dios Verdadero: el Padre, que engendra; el Hijo, que es enviado por el Padre, y el Espíritu Santo, que es el amor entre el Padre y el Hijo que se quieren íntima y esencialmente.
 “El Padre es el que envía, el Hijo tiene una misión y el Espíritu Santo tiene otra misión. El Hijo se encarnó, nos salvó en la cruz, resucitó y ascendió al Padre a quien le presenta su Reino. El Espíritu Santo viene, enviado por el Padre y el Hijo, para santificarnos y estar presente en medio de su Pueblo, la Iglesia, hasta el final de los tiempos”, explicó el obispo.
 Monseñor Frassia detalló que el Espíritu Santo da vida al hombre y da la posibilidad de recibir gracia a través de los sacramentos. “La fuerza del Espíritu nos dice que este tiempo ya está definido, esta Historia de la Salvación ya está objetivamente concretada y realizada en Él que ya nos salvó”, añadió.
Como en otras ocasiones, el obispo volvió a insistir que todo cristiano debe vivir “como resucitado”, siendo misionero y discípulo. “Tenemos que ir, anunciar, bautizar y llevar el nombre de Cristo a toda persona, pues toda persona tiene derecho a conocer a Jesucristo y acceder a la salvación. Por eso la Iglesia es esencialmente misionera y evangelizadora”, especificó.
 El obispo de Avellaneda-Lanús afirmó que, al mirarnos a nosotros mismos, “nos encerramos y no estamos cumpliendo con el mandato del Señor”.
 “Que la fuerza de la Santísima Trinidad, ese Dios que no es solo sino que es comunión y comunidad, nos enseñe a vivir nuestra fe en comunión y en comunidad. Común Unión con Dios y Común Unión con nuestros hermanos, con el Pueblo de Dios, para no vivir nuestra fe de un modo aislado”, concluyó el prelado en su reflexión.+

 Texto completo de la alocución
No vivir la fe de un modo aislado 
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en el programa radial Compartiendo el Evangelio (Solemnidad de la Santísima Trinidad, 31 de mayo de 2015) 

 Después de la resurrección del Señor, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo". (San Mateo 28,16-20) 

 Es el conocimiento trinitario: tres personas distintas y un solo Dios Verdadero: el Padre, que engendra; el Hijo, que es enviado por El Padre y el Espíritu Santo, que es el amor entre el Padre y el Hijo que se quieren íntimamente, esencialmente. 
 El Padre es el que envía, el Hijo tiene una misión y el Espíritu Santo tiene otra misión. El Hijo se encarnó, nos salvó en la cruz, resucitó y ascendió al Padre a quien le presenta su Reino. El Espíritu Santo viene, enviado por el Padre y el Hijo, para santificarnos y estar presente en medio de su Pueblo, la Iglesia, hasta el final de los tiempos. 
 Es el Espíritu que nos da la vida; por Él leemos el Evangelio, que no es letra muerta; por Él nos acercamos a los Sacramentos y recibimos la gracia que cada uno de ellos produce y causa en nuestra vida: el Bautismo nos hace hijos de Dios; la Confirmación nos da el Espíritu Santo para ser verdaderos testigos; la Eucaristía nos da el Cuerpo y la Sangre de Cristo, alma y divinidad de Dios; la Reconciliación nos perdona y nos integra al Pueblo de Dios, la Iglesia. Habiendo herido a Dios, herido a la Iglesia, lastimado a nuestros hermanos, Cristo, en el sacerdote, nos sana y nos reincorpora como verdaderos hijos de Dios. Y así cada uno de los sacramentos. 
 La fuerza del Espíritu nos dice que este tiempo ya está definido, esta Historia de la Salvación ya está objetivamente concretada y realizada en Él que ya nos salvó. Ahora tenemos que vivir como resucitados, como misioneros y como discípulos. Tenemos que ir, anunciar, bautizar y llevar el nombre de Cristo a toda persona, pues toda persona tiene derecho a conocer a Jesucristo y acceder a la salvación. Por eso la Iglesia es esencialmente misionera y evangelizadora. 
 Cuando nos miramos a nosotros mismos nos encerramos y no estamos cumpliendo con el mandato del Señor. El Papa Francisco nos dice “yo quiero una Iglesia en salida y no una Iglesia que se queda adentro”; por eso la Iglesia tiene que salir a todo hombre, a todo hermano, a toda persona. 
 Que la fuerza de la Santísima Trinidad, ese Dios que no es solo sino que es comunión y comunidad, nos enseñe a vivir nuestra fe en comunión y en comunidad. Común Unión con Dios y Común Unión con nuestros hermanos, con el Pueblo de Dios, para no vivir nuestra fe de un modo aislado. 
 Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. 
Amén 

 Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús

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