UNA REALIDAD QUE GOLPEA FUERTE

UNA REALIDAD QUE GOLPEA FUERTE 
 Aunque se niegue una y mil veces, el delito gano la calle y parece imparable. 

Secuestros, arrebatos y escruches se han convertido en algo cotidiano, por lo que las medidas para impedir ser victimas se alguna de esas formas de violencia, se multiplican, aunque no todas son efectivas.
 Favorecidos por jueces garantistas, los malvivientes, saben que sus acciones pocas veces serán castigadas con el rigor, por lo que esos individuos una y otra vez son atrapados y vueltos a poner en libertad. Así ganan la calle y entonces, todo se invierte.
Ahora ya no son quienes delinquen los que deben estar tras las rejas, los condenados a vivir en esas condiciones, son los honestos trabajadores y esa realidad duele.
 Es que debido a la creciente ola delictual, se los priva a la población de poder circular por las calles despreocupados como en otros tiempos. En realidad, un celular, una mochila o una simple cadenita colgada del cuello puede ser la tentación para los cacos.
Los ataques y arrebatos se producen tanto en calles desiertas, como en otras de gran circulación de personas e incluso, no dudan en golpear salvajemente a sus víctimas.
 Hay casos donde delincuentes armados bajan da vehículos y en segundos se quedan con pertenencias ajenas, o realizan secuestros exspress, muchos de los cuales no trascienden a los medios. Menos aún se denuncian los hechos cometidos por descuídistas, capaces de alzarse con una bicicleta o un bolso en segundos.
   El temor a ser víctima de la delincuencia se nota en la calle y también en los comercios, a los que ya no les alcanza con poner rejas para proteger a sus dependientes.
Las rejas usadas para separar el mostrador del resto del salón de ventas, ya no son tan efectivas, según comentó un comerciante que resolvió retirarlas para colocar vidrios blindados. Así se vive por estas horas. Uno de los primeros lugares donde se vio esta protección, se encuentra en pleno centro de Lanús y se dedica a cobrar distintas facturas e impuestos. Allí, protegidas por ese vidrio atienden las cajeras, que además, para comunicarse con el público utilizan un sistema de parlantes, que evita todo contacto con el exterior.
 Ocurre que frente a la realidad que se vive, un comerciante detrás de un mostrador es presa fácil para cualquier delincuente armado. Por ese pero en un principio se recurrió al enrejado de una parte del negocio, pero el tiempo demostró que era suficiente y entonces, ya son varios los que optaron por blindar una parte del comercio. Así, dentro de esa especie de bunker atienden a sus clientes ¨ con cierta seguridad ¨ según explicaron. Pero si el tomar conocimiento de que el delito no cesa genera temor, encontrarse con esa situación cuando uno realiza compra en esos lugares así preparados, advertimos que la inseguridad hace tiempo que dejó de ser una sensación.

 sciosciagerardo@gmail.com

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