Mons. Frassia: “La Pascua debe repercutir de manera única y original”

Mons. Frassia: “La Pascua debe repercutir de manera única y original”
Jueves 9 Abr 2015 | 08:36 am
Avellaneda (Buenos Aires) (AICA): El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Frassia, aseguró que “la Pascua del Señor es nuestra Pascua. Debe repercutir de una manera única y original” y destacó que “el triunfo de Cristo es definitivo. Él derrotó y disolvió dos terribles flagelos: el pecado y la muerte. El pecado ha sido quitado, para vivir con dignidad toda nuestra existencia humana y cristiana. Y la muerte tiene un sabor irreductible e implacable, y la misma ciencia, tan desarrollada hoy día, puede postergarla pero no destruirla. Pero ésta, la muerte, ha sido vencida por Cristo. Él ha sido constituido Señor. Y nuestra fe objetiva en el Señor Resucitado debe constituirse en nuestro primer anuncio: ‘¡Cristo ha Resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!’”.

 El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Frassia, aseguró que “la Pascua del Señor es nuestra Pascua. Debe repercutir de una manera única y original. Debemos saber que esta Pascua es para nosotros la vida nueva. La Pascua es la liberación definitiva. Su alegría, su amor y su triunfo nos lo comparte definitivamente. Él lo significa y lo realiza”.
 En su mensaje de Pascua, el prelado señaló que” es imposible celebrar la resurrección sin recordar el sacrificio en el calvario. En su sangre nos ha sido dada una nueva alianza. Nos llama a vivir como pueblo cristiano: es decir sufrir con Cristo, a morir con Él y a resucitar con Él. Esta acción se debe repetir como pueblo de Dios en nosotros”.
 “Renovar el bautismo es hacer presente el señorío de Cristo en cada uno de nosotros. El bautismo no es un rito anacrónico y algo que debe quedar en el pasado y allá a lo lejos. Debe actualizar esta alianza y ‘a partir de este momento tú serás mi pueblo y yo seré tu Dios’”, recordó.
 El obispo indicó que “en el corazón de la resurrección universal está el hombre. No solo el espíritu sino también el cuerpo. El cuerpo ya no es una tumba, es una morada. El espíritu deber venir a barrer todos los demonios, barrerlos y limpiarlos hasta el último de los rincones”.
 “Antes se decía que existía la ‘patología del remordimiento’: todo era pecado. Después apareció la ‘patología de la inocencia’, nadie se hace cargo de sus responsabilidades personales. Y en estos últimos tiempos, hay un cierto pesimismo que se trata de disimular, yo lo llamaría la ‘patología de lo inevitable’: las cosas son así, para que me voy a preocupar, ya nada se puede cambiar. Esto es así y no hay otra salida”, graficó.
 Monseñor Frassia afirmó que “la historia de la salvación se vuelve a repetir, hay que ‘salir’, ‘pasar el Mar Rojo’; asumir el desafío de una cultura superficial y vacía y debemos, como cristianos, afrontar la marcha a través del desierto de la soledad, de la incomprensión, de la banalidad, de la envidia, del desinterés y de la falta de responsabilidad, volviendo a comer nuestro pan recibido de la mano misma de Dios”.
 “El triunfo de Cristo es definitivo. Él derrotó y disolvió dos terribles flagelos: el pecado y la muerte. El pecado ha sido quitado, para vivir con dignidad toda nuestra existencia humana y cristiana. Y la muerte tiene un sabor irreductible e implacable, y la misma ciencia, tan desarrollada hoy día, puede postergarla pero no destruirla. Pero ésta, la muerte, ha sido vencida por Cristo. Él ha sido constituido Señor. Y nuestra fe objetiva en el Señor Resucitado debe constituirse en nuestro primer anuncio: ‘¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!’ Como responde en la liturgia la Iglesia en Oriente. De aquí, de esta Pascua, si la experimentamos debemos tener y testimoniar una vida diferente a la que tenemos ahora”, concluyó.+

 Texto completo del mensaje
Verdaderamente ha Resucitado 
Mensaje de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, para la Pascua (1 de abril de 2015) 

 El misterio de Cristo se ha realizado una vez para siempre. Cristo que se encarnó en el seno de María Virgen, el verdadero Dios y verdadero hombre, vino para ofrecerse al Padre en su sacrificio redentor. Con este único sacrificio, Él nos redimió, nos salvó, quitó el pecado y derrotó a la muerte. Con su muerte nos dió la vida definitiva; con su resurrección nos hace entrar en el misterio de la vida que no tiene ocaso. 
 La liturgia no nos lleva a una simple conmemoración de la muerte y de la resurrección de Cristo, sino que nos lleva a vivir la eficacia del misterio salvador que se hace presente en el sacramento. Por lo tanto, lo propio de la liturgia, es actualizar para nosotros ésta su presencia. 
 Toda la Palabra de Dios nos lleva a una profundización de la realidad. Es la Biblia lo que la Iglesia pone de nuevo en manos de los creyentes, para que escuchando, viviendo y actualizando la fuerza de su Palabra obtengamos la Vida Nueva. 
 La Pascua del Señor es nuestra Pascua. Debe repercutir de una manera única y original. Debemos saber que esta Pascua es para nosotros la vida nueva. La Pascua es la liberación definitiva. Su alegría, su amor y su triunfo nos lo comparte definitivamente. Él lo significa y lo realiza. 
 Es imposible celebrar la resurrección sin recordar el sacrificio en el calvario. En su sangre nos ha sido dada una nueva alianza. Nos llama a vivir como pueblo cristiano: es decir sufrir con Cristo, a morir con Él y a resucitar con Él. Esta acción se debe repetir como pueblo de Dios en nosotros. Renovar el bautismo es hacer presente el Señorío de Cristo en cada uno de nosotros. El bautismo no es un rito anacrónico y algo que debe quedar en el pasado y allá a lo lejos. Debe actualizar esta alianza y “a partir de este momento tú serás mi Pueblo y yo seré tu Dios”(Ez.,37,27) 
 La liturgia pascual, tan próxima a la historia, anuncia y hace posible, al mismo tiempo, la transfiguración del cosmos. El hombre ya no es separable del universo; está ligado a él en su suerte. Todo le compete, todo lo relaciona, nada le puede ser indiferente. El universo entero se ha convertido en un compañero y en un amigo. Por eso San Francisco, designado por el Papa Francisco como Patrono de la ecología, habla del hermano sol y la hermana luna. Esta liberación ha comenzado ya los nuevos cielos y la nueva tierra en la medida que todo sea recapitulado en Cristo. Cristo es absolutamente, aunque de modos diversos, la cabeza de todo cuanto es redimido y esta liberación ya ha comenzado. 
 Todo es tocado por Cristo el Señor. La resurrección no queda solamente en el plano moral sino que repercute en el cosmos. “Todo es vuestro, ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios”.(1Cor. 3,22-23)
 En el corazón de la resurrección universal está el hombre. No solo el espíritu sino también el cuerpo. El cuerpo ya no es una tumba, es una morada. El espíritu deber venir a barrer todos los demonios, barrerlos y limpiarlos hasta el último de los rincones. 
 Antes se decía que existía la “patología del remordimiento”: todo era pecado. Después apareció la “patología de la inocencia”, nadie se hace cargo de sus responsabilidades personales. Y en estos últimos tiempos, hay un cierto pesimismo que se trata de disimular, yo lo llamaría la “patología de lo inevitable”: las cosas son así, para que me voy a preocupar, ya nada se puede cambiar. Esto es así y no hay otra salida. 
 Sin embargo, la historia de la salvación se vuelve a repetir, hay que “salir”, “pasar el “Mar Rojo”; asumir el desafío de una cultura superficial y vacía y debemos, como cristianos, afrontar la marcha a través del desierto de la soledad, de la incomprensión, de la banalidad, de la envidia, del desinterés y de la falta de responsabilidad, volviendo a comer nuestro pan recibido de la mano misma de Dios. 
 El triunfo de Cristo es definitivo. Él derrotó y disolvió dos terribles flagelos: el pecado y la muerte. El pecado ha sido quitado, para vivir con dignidad toda nuestra existencia humana y cristiana. Y la muerte tiene un sabor irreductible e implacable, y la misma ciencia, tan desarrollada hoy dia, puede postergarla pero no destruirla. Pero ésta, la muerte, ha sido vencida por Cristo. Él ha sido constituido Señor. Y nuestra fe objetiva en el Señor Resucitado debe constituirse en nuestro primer anuncio:
 ¡Cristo ha Resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado! Como responde en la liturgia la Iglesia en Oriente. 
 De aquí, de esta Pascua, si la experimentamos debemos tener y testimoniar una vida diferente a la que tenemos ahora. 
 Con mi bendición de Padre y Pastor, les deseo una Feliz Pascua de Resurrección, para cada uno de ustedes, sus familias y para toda la Comunidad Diocesana. 

 Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús 
 1 de abril de 2015

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