Mons. Frassia: “El Buen Pastor nos ama”

Mons. Frassia: “El Buen Pastor nos ama”
Miercoles 29 Abr 2015 | 08:38 am
Avellaneda (Buenos Aires) (AICA): El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Frassia, ofreció una reflexión sobre el Domingo del Buen Pastor en su tradicional columna radial en la que aseguró que Jesucristo “es el Buen Pastor que ama al hombre entrañablemente, en serio y como tal” y establece una relación personal con ellos.

 El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Frassia, ofreció una reflexión sobre el Domingo del Buen Pastor en su tradicional columna radial en la que aseguró que Jesucristo “es el Buen Pastor que ama al hombre entrañablemente, en serio y como tal” y establece una relación personal con ellos.
“Nos ama así como somos: como un verdadero pastor ama a una oveja, así sea flaca, gorda, buena, mala, con o sin defectos, enferma o sana”, dijo el prelado. “Nos ama porque nos ama y el motivo no es porque tengamos alguna condición especial o particular, sino que el motivo es el amor. Nos ama porque nos ama, con un amor de misericordia y predilección. Nos ama tiernamente a cada uno de nosotros y no nos discrimina, ni censura, ni juzga”, agregó.
 Monseñor Frassia consideró que ese amor del Señor lo lleva hasta las últimas consecuencias, y lo diferenció de un asalariado que no está comprometido, que “no está metido en la cosa” y que a la primera dificultad huye y se escapa, porque en el fondo “suelta la mano”, no se compromete y no corre el riesgo con los demás.
 “En la vida, muchas veces nos puede pasar algo similar: cerramos la mano, cerramos el corazón, no nos metemos en nada, no nos complicamos la vida, somos indiferentes a todo, no nos sentimos parte de la humanidad, no cambiamos las cosas ni las modificamos, no hacemos lo que tenemos que hacer y también soltamos la mano y obramos no como el buen pastor sino como el asalariado”, consideró el prelado.
 Para el obispo, Cristo es consciente que viene no solo para algunos, o para muchos, sino que viene para todos; y de alguna manera ennoblece la condición humana. Afirmó que todos deben ser beneficiados de la presencia de Jesucristo, el Buen Pastor, y por eso dice en las escrituras: «Tengo otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz y así habrá un solo rebaño y un solo Pastor».
 Recordando que en el pasaje leído en las misas del domingo elSeñor dice «nadie me quita la vida, sino que libremente la doy», monseñor Frassia insistió en que el amor del Señor “es gratuito, no es una imposición, un decretazo, algo coercitivo”.
 “El amor es gratuito e implica libertad y verdad. Si hay libertad y verdad, hay amor. Pero si no hay libertad ni verdad, no hay amor. Que Jesús, el Buen Pastor, nos enseñe a amar responsablemente nuestra vida, la de los demás y que nos ayude a vivir en plenitud”, concluyó el obispo.+

 Texto completo de la reflexión
El buen pastor nos ama… porque nos ama 
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en el programa radial Compartiendo el Evangelio (4º Domingo de Pascua – Del Buen Pastor, 26 de abril de 2015) 

" Jesús dijo: “Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí –como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor. El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre". (San Juan 10,11-18) 

 Jesucristo es el Buen Pastor que nos ama en serio y como tal, establece un diálogo, una comunicación, una relación profunda con sus ovejas, es decir con cada uno de nosotros ya que nos ama entrañablemente. Y nos ama así como somos; como un verdadero pastor ama a una oveja, así sea flaca, gorda, buena, mala, con o sin defectos, enferma, sana. 
 Así Jesús nos ama a cada uno de nosotros; con defectos, con enfermedades, con fragilidades, con límites o con pecados. Nos ama porque nos ama y el motivo no es porque tengamos alguna condición especial o particular, sino que el motivo es el amor. Nos ama porque nos ama, con un amor de misericordia y predilección. Nos ama tiernamente a cada uno de nosotros y no nos discrimina, ni censura, ni juzga. 
 Ese amor lo lleva hasta las últimas consecuencias; corre la suerte de, no huye. El asalariado, el que no está comprometido, el que “no está metido en la cosa” y que a la primera dificultad huye, se escapa porque en el fondo “suelta la mano”, no se comprometió y no corrió el riesgo con los demás.
 En la vida, muchas veces nos puede pasar algo similar: cerramos la mano, cerramos el corazón, no nos metemos en nada, no nos complicamos la vida, somos indiferentes a todo, no nos sentimos parte de la humanidad, no cambiamos las cosas ni las modificamos, no hacemos lo que tenemos que hacer y también soltamos la mano y obramos no como el buen pastor sino como el asalariado. 
 Cristo es consciente que viene no solo para algunos, o para muchos, sino que viene para todos; y de alguna manera ennoblece la condición humana. Todos deben ser beneficiados, con conocimientos o sin ellos, de la presencia de Jesucristo, el Buen Pastor, por eso nos dice: “Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor.” 
 Finalmente dice “nadie me la quita, sino que libremente la doy”, porque el amor es gratuito, no es una imposición, un decretazo, algo coercitivo, el amor es gratuito e implica libertad y verdad. Si hay libertad y verdad, hay amor. Pero si no hay libertad ni verdad, no hay amor. 
 Que Jesús, el Buen Pastor, nos enseñe a amar responsablemente nuestra vida, la de los demás y que nos ayude a vivir en plenitud. 
 Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén 

 Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús

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