Mons. Frassia invitó a tener un corazón y una mirada universal

Mons. Frassia invitó a tener un corazón y una mirada universal
 Jueves 27 Nov 2014 | 09:25 am
 Mons. Rubén Frassia.

Avellaneda (Buenos Aires) (AICA): El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, invitó a tener un corazón y una mirada universal para proyectar la bondad de Dios, de la que todo hombre es partícipe. El prelado pidió comprometer la existencia en el tejido del bien común.

 El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, comentó el evangelio de la fiesta de Jesucristo Rey del Universo, en el que Jesús anuncia que, al final de los tiempos, vendrá a juzgar a todos los hombres según la caridad con la que haya actuado.
 Monseñor Frassia observó que el hombre participa de la bondad de Dios por ser creado a su imagen y semejanza. Observó que todo hombre está llamado a proyectar este amor con una perspectiva universal; no obstante, por la condición limitante del tiempo, la historia, la cultura y el espacio, la atención debe estar en aquellos que son más cercanos, los prójimos.
 "Pidamos al Señor tener mucha fe, mucho amor, pero también responder con obras", aseveró el prelado, para quien, a veces, "las palabras se las lleva el viento" y las promesas no se cumplen.
 "La vida y la existencia tienen que estar comprometidas en el tejido social, en el tejido del bien común y concretamente en cómo tratamos a nuestros hermanos", afirmó el obispo.
 "Que cada uno de nosotros sea capaz de responder al Señor, respondiendo a las necesidades de nuestros hermanos", concluyó.+

 Texto completo de la reflexión
Un corazón y una mirada universal 
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en el programa radial Compartiendo el Evangelio (Domingo 23 de noviembre de 2014 - Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo) 

 "Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'. Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'. Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'. Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'. Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'. Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'. Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna". (San Juan 25, 31-46) 

 Dios, siendo Dios, siendo totalmente trascendente, se identifica, se une y está presente en cada uno de nuestros hermanos. Sabemos que la persona ha sido creada a imagen y semejanza de Dios, y que todos tenemos ese sello inconfundible, inolvidable e intransferible. Sabemos también que la vida la hemos recibido por el amor de Dios y por el amor de nuestros padres. Y sabemos que, por identificación y participación, cada uno participa de la bondad de Dios, de lo inconmensurable que es Dios. Por eso aquella afirmación del Beato Pablo VI -“todo hombre es mi hermano”- nos lleva a saber relacionarnos con todos nuestros hermanos. 
 Claro que de una manera física sería imposible, no podemos abarcar a todos, nuestra condición humana nos limita en el tiempo, en la historia, en la cultura y en el espacio, pero debemos tener un corazón y una mirada universal, atendiendo a los que están más cercanos a nosotros, aquellos próximos, nuestros prójimos. Así, cada uno tendrá que hacer su obra y reconocerla. 
 Pidamos al Señor tener mucha fe, mucho amor, pero también responder con obras porque, a veces, a las palabras se las lleva el viento, las promesas no se cumplen, pero la vida y la existencia tienen que estar comprometidas en el tejido social, en el tejido del bien común y concretamente en cómo tratamos a nuestros hermanos. “¡Vengan, benditos de mi Padre, porque estuve enfermo, tuve hambre, esture preso, y me atendieron!” Que cada uno de nosotros sea capaz de responder al Señor, respondiendo a las necesidades de nuestros hermanos. 
 Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén 

 Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús

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