Los niños de Avellaneda y Lanús, invitados a ser siempre amigos de Jesús

Los niños de Avellaneda y Lanús, invitados a ser siempre amigos de Jesús
 Martes 27 May 2014 | 12:24 pm
Gerli (Buenos Aires) (AICA): Miles de personas se congregaron el sábado 24 de mayo en el estadio del club El Porvenir, en Gerli, para asistir al encuentro de la catequesis especial y de niños de la diócesis de Avellaneda-Lanús y allí participar de la misa concelebrada por varios sacerdotes y presidida por el obispo diocesano, monseñor Rubén Frassia. En un clima de alegría, con cantos, juegos y animación por parte de voluntarios, se vivió una jornada en la que se insistió en vivir la alegría de la Pascua, saberse amados por Dios y vivir la amistad con Jesús.

 Miles de personas se congregaron el sábado 24 de mayo en el estadio del club El Porvenir, en Gerli, para asistir al encuentro de la catequesis especial y de niños de la diócesis de Avellaneda-Lanús y allí participar de la misa concelebrada por varios sacerdotes y presidida por el obispo diocesano, monseñor Rubén Frassia.
 En un clima de alegría, con cantos, juegos y animación por parte de voluntarios, se vivió una jornada en la que se insistió en vivir la alegría de la Pascua como un triunfo de la vida sobre el pecado y la muerte.
 En su homilía, monseñor Frassia se dirigió a los niños en un lenguaje simple y abundante en ejemplos y figuras. Destacó que Jesús fue enviado por el Padre para quitar el pecado, que “esclaviza, debilita, ata, asfixia y quita la paz”; y para librar de la muerte, ya que Jesucristo, resucitado, “comunica su vida y nos dice que todos nosotros podemos beberlo, recibirlo y alimentarnos de Él para ser sus amigos”.
 El obispo insistió en la amistad con Jesús, en ser “amigos entrañables”. Afirmó que “Él es el primero, el principal, y que nosotros lo podemos conocer, amar y contarle todas nuestras cosas”.
 “¿Los escucha a ustedes? –les preguntó-. Sí, los escucha. ¿Escucha a un chiquito de tres años? Sí, lo escucha ¿Escucha a un bebé que está por nacer? Sí, lo escucha. Porque Dios tiene una mirada y un amor total, universal grande. No tiene un amor pequeño ya que nos ama a todos. Pero Jesús quiere que nosotros le respondamos”.
 “¿Cómo tenemos que responderle? –volvió a preguntar-.Escuchándolo bien. Por eso es bueno, desde pequeños, cuando balbuceamos las primeras palabras, que nos enseñen el Padre Nuestro, rezar el Ave María a la Virgen, rezar por papá y mamá, rezar por otros chicos. ¡Qué hermoso es que los padres enseñen a rezar a sus hijos, rezando con ellos! Y si leen la Palabra de Dios, que los chicos escuchen”.
 Monseñor Frassia agradeció la presencia de tantos jóvenes y les reiteró que “es muy importante" que se sepan amados por Dios: “Es muy importante que sepan que no están solos y que Él es el Gran Amigo, en las horas buenas y en los momentos tristes o amargos, pero Jesús no te falla jamás. Sepan también que lo tienen y pueden contar con Él siempre, desde pequeños”.
 Finalmente, el obispo los alentó a no tener vergüenza de decir que son amigos de Jesús y serle siempre fiel. Los animó a transmitir entusiasmo y alegría a un mundo que vive sin estos dones que el Señor da a quienes se acercan a Él.+

 Texto completo de la homilía 
 Encuentro de niños 
 Homilía de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús en el Encuentro de niños (Estadio El Porvenir, Gerli, 24 de mayo de 2014) 

 Queridos hermanos, queridos chicos: 
 Todavía estamos en Pascua y venimos aquí a dar un grito de alegría porque sabemos que la Pascua es triunfo, es victoria, es vida, es paz, es alegría. Jesús enviado por el Padre, se entregó por nosotros para quitarnos de nuestra alma y de nuestra vida dos cosas fundamentales: el pecado y la muerte. 
 Primero el pecado, que nos esclaviza de cualquier manera, porque nos debilita, ata, asfixia y nos quita la paz. También, al morir en la cruz y resucitar, Cristo venció el poder de la muerte y ésta ya no tiene un dominio absoluto porque ha sido vencida. Jesucristo, resucitado, nos comunica esa vida, ese espíritu y nos dice que todos nosotros podemos beberlo, recibirlo y alimentarnos de Él para ser sus amigos. 
 ¡Amigos entrañables de Jesús!, donde Él es el primero, el principal, y que nosotros lo podemos conocer, amar y contarle todas nuestras cosas: “mirá lo que me pasa”, “mirá qué dificultad tengo”, “mirá qué problema, qué angustia”; y Jesús nos escucha a todos. 
 ¿Los escucha a ustedes? Sí, los escucha. ¿Escucha a un chiquito de tres años? Sí, lo escucha ¿Escucha a un bebé que está por nacer? Sí, lo escucha. Porque Dios tiene una mirada y un amor total, universal grande. No tiene un amor pequeño ya que nos ama a todos. Pero Jesús quiere que nosotros le respondamos. 
 ¿Cómo tenemos que responderle? Escuchándolo bien. Por eso es bueno, desde pequeños, cuando balbuceamos las primeras palabras, que nos enseñen el Padre Nuestro, rezar el Ave María a la Virgen, rezar por papá y mamá, rezar por otros chicos. ¡Qué hermoso es que los padres enseñen a rezar a sus hijos, rezando con ellos! Y si leen la Palabra de Dios, que los chicos escuchen. 
 Pero también los grandes tenemos que escuchar. También los sacerdotes y el obispo tenemos que escuchar, porque ninguno de nosotros es dueño de la Palabra de Dios. La Palabra de Dios está por encima pero está cerca de nosotros, en nuestro corazón y en nuestra vida. 
 Jesús resucitado nos dice algo muy importante: ustedes no son simples servidores, son amigos; pero los amigos se ven en la cancha, se ven en la realidad; guarden los mandamientos; vívanlos; obedezcan y ámense “los unos a los otros, como Yo los amo”. 
 Es el mandato más grande que Jesús nos dejó y tenemos que recibirlo. No tenemos que oírlo simplemente porque, cuando uno oye, ¡después se olvida!; pero cuando uno escucha ¡entiende!; y si entiende ¡se compromete!, ¡lo hace carne!, ¡lo mete en su corazón, en su vida!, y lo muestra en las actitudes y en el trato con todos los demás. 
 Una vez alguien me dijo: si yo digo que amo pero le pego a mi perro, posiblemente después el perro me muerda; no lo estoy amando. Porque el amor no es sólo una palabra, “te amo”, y después te insulto, te traiciono, te robo, te critico, te pego, te desprecio, te humillo, te olvido. ¡Dicho así son palabras que se lleva el viento! ¡No queremos palabras, queremos obras! ¡Que las obras respalden la fuerza de la palabra!
 Sabemos que, si queremos ser buenos cristianos, desde chiquito hay que amar ¿a quién? Primero a Dios, a la Virgen, a la Iglesia; hay que amar a nuestros padres, ser agradecidos porque recibimos la vida, de Dios y de ellos. Amar a mamá, a papá y respetarlos aunque a veces no entendamos algunas cosas de mamá o papá. Pero tenemos que amar igual porque el amor no tiene excusas para dejar de amar. El amor ama siempre. 
 Jesús resucitado, con el Padre nos envía al Espíritu, ¡que estará siempre con nosotros!, ¡va a estar al lado nuestro, dentro de nosotros, caminando con nosotros! ¡El Espíritu de Dios nos va a dar fuerzas y por eso tenemos que vivir como resucitados!, ¡por eso hay que vivir con alegría, con entusiasmo!, ¡por eso hay que dar la vida por los demás! Pero si no está la fuerza del Espíritu y de la resurrección de Cristo, tenemos “cara de vinagre”, como dice el Papa Francisco, amargados, tristes, opacados, cerrados, aislados, alejados, fríos.
 El Espíritu de Dios nos promete que va a estar en la Iglesia y en nosotros siempre. El Espíritu de Vida y de Verdad, el Espíritu que nos santifica, que nos bautizó y nos hizo hijos de Dios en el bautismo, en la confirmación que nos santificó, la comunión que nos da el Cuerpo y la Sangre de Cristo para que tomemos un alimento sólido, con fuerza, poderoso ¡con vitaminas que robustecen nuestra vida! Si Dios está ¿cómo vamos a estar tristes?, ¿qué le debemos al mundo?, ¿qué le pedimos al mundo?, ¿por qué le robamos al mundo y vivimos como el mundo quiere vivir? 
 “Me van a reconocer, porque yo soy visible”, dice Jesús. ¿Cómo lo puedo ver a Jesús? Lo puedo ver con los ojos de la fe. Si tengo fe, veo a Jesús. Si tengo fe, escucho la Palabra. Si tengo fe, me alimento de la Eucaristía. Si tengo fe, pido perdón a Dios a través del sacramento de la reconciliación. Si tengo fe, soy capaz de empezar de nuevo. 
 Chicos, es muy importante que hoy ustedes estén acá. Es muy importante que se sepan amados por Dios. Es muy importante que sepan que no están solos y que Él es el Gran Amigo, en las horas buenas y en los momentos tristes o amargos, pero Jesús no te falla jamás. Sepan también que lo tienen y pueden contar con Él siempre, desde pequeños. 
 Que Dios nos bendiga a todos. Que bendiga nuestra Iglesia, nuestras comunidades, que tengamos la fuerza del Espíritu para vivir intensamente el amor de Dios, para salir a todas partes; para no callarnos nunca, para no tener vergüenza de decir “¿soy amigo de Jesús?”, “¿lo amo?”, “¿siempre me fue fiel?”, “¡cómo lo voy a vender, traicionar, abandonar!”. Si realmente Jesús está siempre conmigo. Al Mundo, que le falta alegría, nosotros tenemos que dar con entusiasmo y con alegría. 
 Que la Virgen, Nuestra Señora de la Asunción -la inmaculada y redimida por Dios- nos ayude siempre a estar muy cerquita de Jesús. Que nos ayude siempre a escuchar y que nos ayude siempre a vivir una hermosa vida; una vida humana, íntegra. Y una vida cristiana, llena del amor de Dios, llena del Evangelio, llena de confianza, de espíritu, de fuerza y de vigor. 
 Que sea así y que cada uno de nosotros, nuestras familias y nuestras comunidades lo podamos vivir. 
 Que así sea. 

 Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús

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