Mons. Frassia instó a trasformar la realidad sin miedo y construir puentes de paz social

Mons. Frassia instó a trasformar la realidad sin miedo y construir puentes de paz social 
 Jueves 15 Ago 2013 | 14:53 pm
Avellaneda (Buenos Aires) (AICA): Al hablar en una sesión especial del Concejo Deliberante, con motivo de la fiesta de la Asunción de María Virgen, patrona de la ciudad y la diócesis de Avellaneda-Lanús, el obispo local, monseñor Rubén Frassia instó a pedir “por nuestra Patria, por nuestra diócesis, por Avellaneda y por Lanús para que vivamos y transformemos la realidad sin miedo. Que pensemos en nuestros jóvenes y niños y les leguemos un futuro más humano, más solidario, más honesto, más responsable”. “Construyamos los puentes de la paz social, que tiene que gestarse en la paz de cada uno. La Virgen María, asunta al Cielo, en estas celebraciones cívicas y patronales, nos fortalezca, nos ilumine y nos entusiasme a seguir trabajando y buscando infatigablemente el bien común”, subrayó ante autoridades municipales y del cuerpo deliberativo.

“María, ayudanos a vivir la fe”, fue el lema de la fiesta patronal de la diócesis de Avellaneda-Lanús, que coincide con la solemnidad de la Asunción de María Virgen a los cielos.
 La jornada contó con una sesión especial en honor de la Virgen, patrona de la ciudad, en el Concejo Deliberante de Avellaneda, donde monseñor Rubén Frassia agradeció la presencia del intendente municipal, ingeniero Jorge Ferraresi, sus colaboradores y los concejales de todas las fracciones políticas.
 En ese marco, el pastor diocesano dijo que “la vida de María fue plena y por eso continuó en el cielo, se conformó más plenamente a la de Cristo, el verdadero hombre, por eso la fiesta de nuestra diócesis en el horizonte de la asunción, de la vida plena para María, nuestra Madre, debe ser una luz que ilumine nuestro presente y le dé sentido realidad y realización”.
 Tras desestimar la idea de que “la religión es el opio del pueblo, porque pierde a la persona en razonamientos y elucubraciones teológicas y la distrae del mundo real”, consideró que “la religión no es teoría, no es ideología, principalmente, es una manera de vivir. Cristo, María, en relación a Cristo, son el hombre nuevo, el varón y la mujer en su realización según el proyecto creador de Dios”.
 “La solemnidad de la Asunción que hoy celebramos, nos dice que es posible vivir una vida real y que esa vida si la vivimos en la verdad y la objetividad no sólo deja huellas que transforman nuestra sociedad sino que se proyecta a la eternidad de Dios. La vida real de nuestro mundo, alma y cuerpo, tienen su asiento existencial en la verdad de Dios”, sostuvo.
 El prelado reconoció que “es cierto que en nuestra sociedad contemporánea no todos tienen fe, no todos tienen los mismos valores y preocupaciones”, pero, opinó: “si no enfrentamos la realidad y procuramos transformarla para bien no nos realizamos y corremos el riesgo de frustrar nuestro sueño”.
 “Todos creyentes y no creyentes tenemos un compromiso cierto con el otro. Decía el papa Francisco en una de las misas que celebra en Santa Marta que podemos pensar distinto pero tenemos un lugar de encuentro en el que necesita, en la construcción del bien, en la honestidad, en la búsqueda de la verdad”, subrayó.
 El obispo recordó que el misterio de la asunción de María al Cielo es “un misterio de amor, que desde el silencio y la oración nos tiene que ayudar a hacer más real nuestra vida, decía el papa emérito Benedicto XVI en 2008” e indicó que “la asunción de María nos trae la certeza que Dios nos está soñando, pero con un sueño que es realidad y que crea realidad”.
 “Esto que parece tan teórico se concretaría si viviésemos más un compromiso social inspirado en el amor redentor de Jesús, ese amor que se dio por completo a nosotros hasta el olvido de sí. Tenemos que trabajar para que nuestra sociedad aprenda el valor del amor desinteresado, de la solidaridad, de la educación integral, de la vida digna”, abogó.
 Por último, monseñor Frassia instó a pedir “por nuestra Patria, por nuestra diócesis, por Avellaneda y por Lanús para que vivamos y transformemos la realidad sin miedo. Que pensemos en nuestros jóvenes y niños y le leguemos un futuro más humano, más solidario, más honesto, más responsable. Construyamos los puentes de la paz social, que tiene que gestarse en la paz de cada uno. La Virgen María, asunta al Cielo, en estas celebraciones cívicas y patronales, nos fortalezca, nos ilumine y nos entusiasme a seguir trabajando y buscando infatigablemente el bien común. Que bendiga nuestras familias, nuestra Ciudad de Avellaneda, este Honorable Concejo y cada uno de los presentes”.+

 Palabras de monseñor Frassia 
Al Honorable Concejo Deliberante en la Festividad de de la Asunción de María Virgen. 
Discurso de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, al Concejo Deliberante de la Ciudad de Avellaneda, en la festividad de la Asunción de la Virgen María (15 de agosto de 2013) 

 Quiero agradecer a este Honorable Concejo Deliberante, a su presidente Don Alfredo Marchesi y a todos sus integrantes que representan a la Comunidad de Avellaneda, la cordial recepción como Obispo Diocesano para esta Sesión que cada año nos reúne para ofrecer nuestro homenaje a María de la Asunción, Patrona de nuestra Ciudad y de nuestra Diócesis. Saludo en particular y agradezco la presencia del Sr. Intendente Municipal, Ing. Jorge Ferraresi y a todos sus colaboradores. Agradezco las intervenciones de los Sres. Concejales que como cada año soy muy sentidas y edificantes. 
 En María elevada al cielo contemplamos a Aquella que, por singular privilegio, ha sido hecha partícipe con alma y cuerpo de la victoria definitiva de Cristo sobre la muerte. "Terminado el curso de su vida en la tierra —dice el concilio Vaticano II—, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo y elevada al trono por el Señor como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores (cf. Ap 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte" (Lumen gentium 59). En la Virgen elevada al cielo contemplamos la coronación de su fe, del camino de fe que ella indica a la Iglesia y a cada uno de nosotros: Aquella que en todo momento acogió la Palabra de Dios, fue elevada al cielo, es decir, fue acogida ella misma por el Hijo, en la "morada" que nos ha preparado con su muerte y resurrección (cf. Jn 14, 2-3). 
 La vida de María fue plena y por eso continuó en el cielo, se conformó más plenamente a la de Cristo, el verdadero hombre, por eso la fiesta de nuestra Diócesis en el horizonte de la asunción, de la vida plena para María, Nuestra Madre, debe ser una luz que ilumine nuestro presente y le dé sentido realidad y realización. Les decía el año pasado en este mismo lugar: “Mi pensamiento va hoy hacia los jóvenes y los niños. ¿Cómo los preparamos, qué le dejamos, cómo los acompañamos, cómo ellos con nosotros y nosotros con ellos construimos una nueva civilización? Debemos salir de la trampa de lo mediático. No le tengo miedo al juicio de hoy, sino a la verdad que me juzgará mañana. Por la misma fuerza de la verdad, se verá en todos los ordenes, personales, familiares, sociales y políticos si hemos caminado en la verdad, en la justicia, en la libertad y en el amor, procurando así sostener y construir el hermoso puente de la paz”. 
 Alguna vez se insinuó que la religión es el opio del pueblo, porque pierde a la persona en razonamientos y elucubraciones teológicas y la distrae del mundo real. Esto puede ser así solo si la religión es una cosa del pensamiento, de la idea y no llega a impregnar la totalidad del ser y obrar, la verdad, la justicia, libertad y el amor deben estar iluminados por la religión. La religión no es teoría, no es ideología, principalmente, es una manera de vivir. Cristo, María, en relación a Cristo, son el hombre nuevo, el varón y la mujer en su realización según el proyecto creador de Dios. 
 Jorge Luis Borges en su cuento Las ruinas circulares (Ficciones 1944) trata de un hombre “gris” y “taciturno” que quiere crear un ser a partir de sus sueños. Después de varios fracasos por pensarse a sí mismo llega con mucho esfuerzo a crear un hijo que con la ayuda del fuego logre vivir: el fuego y el soñador sabían que ese hombre no era real, cuando peligra la identidad de su creación, el soñador se dirige a evitarlo y descubre lo que tal vez ya sabía: “En un alba sin pájaros el mago vio cernirse contra los muros el incendio concéntrico, [...] comprendió que la muerte venía a coronar su vejez y a absolverlo de sus trabajos. Caminó contra los jirones de fuego. Éstos no mordieron su carne, éstos lo acariciaron y lo inundaron sin calor y sin combustión. Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo”. Resultó que el soñador era el soñado. No pretendo hacer un análisis literario de Borges y esta obra suya, sólo poner un ejemplo de cómo la realidad puede parecernos resbaladiza, tal vez irreal, cómo lo inmediato puede ir opacando y aislándonos de una pregunta más seria por el bien, la verdad, nuestro lugar en el mundo, en la sociedad y en la Iglesia. Tal vez Borges aquí se pregunta a sí mismo si lo que nosotros llamamos realidad, no es más que el producto de la imaginación de alguien más, el producto de un ser cuya identidad quizá no lleguemos a conocer. 
 La solemnidad de la Asunción que hoy celebramos, nos dice que es posible vivir una vida real y que esa vida si la vivimos en la verdad y la objetividad no sólo deja huellas que transforman nuestra sociedad sino que se proyecta a la eternidad de Dios. La vida real de nuestro mundo, alma y cuerpo, tienen su asiento existencial en la verdad de Dios. 
 Es cierto que en nuestra sociedad contemporánea no todos tienen fe, no todos tienen los mismos valores y preocupaciones. Pero me parece que si no enfrentamos la realidad y procuramos transformarla para bien no nos realizamos y corremos el riesgo de frustrar nuestro sueño. Todos creyentes y no creyentes tenemos un compromiso cierto con el otro. Decía el Papa Francisco en una de las Misas que celebra en santa Marta que podemos pensar distinto pero tenemos un lugar de encuentro en el que necesita, en la construcción del bien, en la honestidad, en la búsqueda de la verdad. 
 Hoy celebramos un misterio: La asunción de María al cielo. Pero es un Misterio de amor, que desde el silencio y la oración nos tiene que ayudar a hacer más real nuestra vida, decía el papa emérito Benedicto XVI en esta fiesta, el año 2008: “¡Qué gran misterio de amor se nos propone hoy a nuestra contemplación! Cristo venció la muerte con la omnipotencia de su amor. Sólo el amor es omnipotente. Ese amor impulsó a Cristo a morir por nosotros y así a vencer la muerte. Sí, ¡sólo el amor hace entrar en el reino de la vida! Y María entró detrás de su Hijo, asociada a su gloria, después de haber sido asociada a su pasión. Entró allí con ímpetu incontenible, manteniendo abierto detrás de sí el camino a todos nosotros. Por eso hoy la invocamos: "Puerta del cielo", "Reina de los ángeles" y "Refugio de los pecadores". Ciertamente, no son los razonamientos los que nos hacen comprender estas realidades tan sublimes, sino la fe sencilla, pura, y el silencio de la oración los que nos ponen en contacto con el misterio que nos supera infinitamente. La oración nos ayuda a hablar con Dios y a escuchar cómo el Señor habla a nuestro corazón”. 
 Sí, amigos, Borges en su cuento lo intuyó bien, la muerte no es el fin: el soñador se encontró con el fuego pero los jirones de fuego no mordieron su carne, éstos lo acariciaron y lo inundaron sin calor y sin combustión. Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo. La asunción de María nos trae la certeza que Dios nos está soñando, pero con un sueño que es realidad y que crea realidad. Esto que parece tan teórico se concretaría si viviésemos más un compromiso social inspirado en el amor redentor de Jesús, ese amor que se dio por completo a nosotros hasta el olvido de sí. Tenemos que trabajar para que nuestra sociedad aprenda el valor del amor desinteresado, de la solidaridad, de la educación integral, de la vida digna. 
 Pidamos hoy por nuestra Patria, por nuestra Diócesis, por Avellaneda y por Lanús para que vivamos y transformemos la realidad sin miedo. Que pensemos en nuestros jóvenes y niños y le leguemos un futuro más humano, más solidario, más honesto, más responsable. Construyamos los puentes de la paz social, que tiene que gestarse en la paz de cada uno. 
 La Virgen María, asunta al cielo, en estas celebraciones cívicas y patronales, nos fortalezca, nos ilumine y nos entusiasme a seguir trabajando y buscando infatigablemente el bien común. Que bendiga nuestras familias, nuestra Ciudad de Avellaneda, este Honorable Concejo y cada uno de los presentes. 
 Dios los bendiga y la Virgen los proteja. 
Muchas gracias. 

 Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús Avellaneda, 
15 de agosto de 2013.

Comentarios

Seguidores