Avellaneda honró a su patrona, Nuestra Señora de la Asunción

Avellaneda honró a su patrona, Nuestra Señora de la Asunción 
Viernes 16 Ago 2013 | 11:39 am
 La ciudad acudió a las fiestas patronales.

Avellaneda (Buenos Aires) (AICA): Avellaneda homenajeó este jueves 15 de agosto a su patrona, la Virgen María en su Asunción a los cielos con homenajes cívicos, una procesión y una solemne celebración eucarística en la que se rogó la intercesión de la Madre de Dios por la Iglesia diocesana, la ciudad y sus habitantes. El obispo, monseñor Rubén Oscar Frassia, pidió ¨transformar la realidad sin miedo¨ para legar un mejor futuro a las generaciones venideras.
La ciudad de Avellaneda homenajeó este jueves 15 de agosto a su patrona, la Virgen María en su Asunción a los cielos, con una serie de actividades que comenzaron con homenajes cívicos y concluyeron con la solemne celebración eucarística en la que se rogó la intercesión de la Madre de Dios por la Iglesia diocesana, la ciudad y sus habitantes.
 Como ya es tradición en la ciudad, se desarrolló una sesión especial del Honorable Concejo Deliberante, una nutrida procesión por las calles céntricas y la santa misa presidida por el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, y concelebrada por el clero diocesano. Al final de la celebración, hubo un recital de los músicos populares Jaime Torres y Zamba Quipildor, quienes interpretaron la Misa Criolla.
 Temprano en este día de fiesta, a las 8.30, se sintió en la Plaza Alsina el repique de campanas, que venían de la catedral diocesana, ubicada en frente al pulmón verde del partido. A las 10, en homenaje a la Virgen María, se celebró la primera misa del día, fiesta de precepto.
 Al mediodía, el obispo pronunció un discurso en la sesión extraordinaria convocada por el Honorable Concejo Deliberante, en la que participaron el intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, y numerosos representantes de las fuerzas vivas e instituciones de la ciudad.
 Allí, monseñor Frassia dio a la comunidad. "Pidamos hoy por nuestra patria, por nuestra diócesis, por Avellaneda y por Lanús, para que vivamos y transformemos la realidad sin miedo. Que pensemos en nuestros jóvenes y niños y les leguemos un futuro más humano, más solidario, más honesto, más responsable", sostuvo. "Construyamos los puentes de la paz social, que tiene que gestarse en la paz de cada uno", añadió el obispo.
 Por la tarde, tuvo lugar la procesión por las calles céntricas de la ciudad y la Santa Misa en la Plaza Alsina, presidida por el Obispo y concelebrada por el clero de Avellaneda-Lanús. En esta oportunidad, y ante cientos de fieles, el obispo explicó de forma didáctica el dogma que la Iglesia celebró en este día y resaltó la fidelidad con la que obró María, la cual llamó a imitar y plasmar en la vida pública personal y de la sociedad.   "Esta es la celebración de la fidelidad de Dios, y Dios nos pone a su Madre como Madre nuestra para que también tomemos el ejemplo de Ella y podamos vivir de una manera redimida, íntegra, para que podamos hacer, como Ella, síntesis", explicó el prelado, a la vez que insistió en ver a María como la vía de acceso a Cristo, Camino, Verdad y Vida.
 Monseñor Frassia convocó a los vecinos a entrelazar la vida de fe con la cotidianidad, al afirmar que Dios quiere estar en las familias, en los comportamientos, en los vínculos y en las responsabilidades de cada uno. "Todos sabemos que el mal está presente, que hay muchas fragilidades, muchas mentiras, muchas cosas que no deberían existir. Por eso no podemos desterrar a Dios de nuestras ciudades, porque si lo hacemos caemos en un tremendo debilitamiento. Nosotros tenemos otro lenguaje: el de la verdad, el del respeto, el del amor, el de la justicia, el de la libertad y el de la solidaridad", sentenció.
 "La Virgen siempre nos va a decir «¡Vean, Cristo es el camino; yo no soy el camino, el camino es Cristo!». A través de la aceptación de esa afirmación, tenemos que trabajar para edificar, para construir con toda la potencia de nuestra vida. Lo humano y lo cristiano, la historia, nuestra formación, nuestro trabajo, nuestra vocación, nuestra misión, nuestro discipulado, todo tiene que concurrir y ser vivido en la síntesis y en una unidad", exclamó el obispo, quien recordó: "La cruz no es derrota, sino victoria".
 Tras la misa, los artistas Jaime Torres y Zamba Quipildor interpretaron la Misa Criolla, acompañados por la Orquesta Sinfónica Municipal de Avellaneda.+

 Texto Completo de la Homilía.
Fiesta Patronal Nuestra Señora de la Asunción 
Homilía de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús en la fiesta patronal de Nuestra Señora de la Asunción (15 de agosto de 2013) 

 Queridos hermanos: 
 Este es un día muy especial para todos nosotros, no sólo para nuestra diócesis sino para todos los cristianos y todos los creyentes: hoy celebramos la Asunción de la Santísima Virgen María. 
 Pero ¿qué estamos celebrando? Estamos celebrando la fidelidad de Dios en María, porque Dios ha elegido a María para que fuera concebida sin mancha de pecado original; por eso María, al ser Inmaculada, luego tiene el premio de la Maternidad Divina y por ello es Madre y es Virgen. Son cosas que, humanamente, no tendrían explicación y son imposibles desde lo humano, pero las cosas que son imposibles para los hombres son posibles para Dios. 
 Dios ha hecho en María una obra estupenda: María es concebida sin mancha de pecado original y es la Madre de Dios y es Madre nuestra. Es en atención a esta fidelidad, a esa confianza increíble que María tiene puesta en Dios, que le cree, le creyó, aceptó y vivió todo lo que Dios le pidió, y por su maternidad y fidelidad, su cuerpo no sufre corrupción y es subida al cielo en cuerpo y alma. ¡Imposible para nosotros, los hombres! Pero es posible con la gracia de Dios, por la intervención directa de Dios. 
 Por eso empecé diciendo que ésta es la celebración de la fidelidad de Dios y que Dios nos pone a su Madre como Madre nuestra para que también tomemos el ejemplo de Ella y podamos vivir de una manera redimida, íntegra, para que podamos hacer, como Ella, síntesis. 
 Estas cosas no son afirmaciones meramente gratuitas. Tienen mucho que ver y tienen mucho sentido. Lo mismo en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre. En Él no hay confusión donde las dos realidades forman parte de la unidad del Señor: verdadero Dios y verdadero Hombre. Estas dos realidades, tanto Cristo como la Virgen, son conferidas como regalos para nosotros. 
 Siempre, la Virgen nos va a decir: “¡vean, Cristo es el camino, yo no soy el camino, el camino es Cristo!” Pero a través de la aceptación de esa afirmación, nosotros tenemos que trabajar para edificar, para construir, con toda la potencia de nuestra vida. Lo humano y lo cristiano, la historia, nuestra formación, nuestro trabajo, nuestra vocación, nuestra misión, nuestro discipulado, todo tiene que concurrir y ser vivido en la síntesis y en una unidad. La Virgen nos ayuda a vencer el pecado y la muerte; con Cristo la muerte ha sido absorbida y derrotado el pecado. Cristo, en la Pasión y en la Resurrección, nos compartió su victoria. La cruz no es derrota, sino victoria. 
 Dios quiere tener que ver con nosotros; quiere estar en nosotros, en nuestras cosas, en nuestra ciudad; quiere estar presente en nuestras familias, en nuestros comportamientos, en las cosas cotidianas, en los vínculos, en las responsabilidades. Por eso, siempre la fe y la vida tienen que estar entrelazadas e integradas armoniosamente; no puede haber una especie de divorcio entre una cosa y la otra; no se puede decir una cosa y hacer otra. 
 Todos sabemos que el mal está presente, que hay muchas fragilidades, muchas mentiras, muchas cosas que no deberían existir; pero la fe nos mueve a vivir de acuerdo a la convicción de que la verdad y el amor pueden superar todo mal. La Verdad y el Amor son bienes originarios y tenemos que estar convencidos de vivirlos y que los podemos alcanzar. Pero ¿cómo se vence el mal?, con el bien, con la verdad y con el amor. No hay otras armas, otros elementos, sino estos que son fundamentales: la Verdad y el Amor. Con ellos venceremos todo mal en lo personal, en lo familiar, en lo social, en lo eclesial, en lo político, ¡en todos los ámbitos! De allí que la fe no nos es extraña porque tiene que ver con todos nosotros. 
 Por eso no podemos desterrar a Dios de nuestras ciudades, porque si lo hacemos caemos en un tremendo debilitamiento. Y cuando esto sucede se van debilitando los vínculos llevando a respetarse unos a otros por miedo o por egoísmo y no por amor; no se trata a la gente por amor, se la trata por conveniencia o por utilidad. Nosotros tenemos otro lenguaje: el de la verdad, el del respeto, el del amor, el de la justicia, el de la libertad y el de la solidaridad. 
 Celebrar esta Fiesta de la Virgen es colmarnos de esperanza. ¡Nos da esperanza! ¡A los jóvenes les da esperanza! ¡A los niños les da esperanza! ¡A los adultos también! ¡A nosotros que ya somos grandes y mayores también! Porque la fuerza de Dios es capaz en nosotros, pero -ciertamente- Dios no tiene reparos de estar con nosotros; somos nosotros los que tenemos reparos para que Dios no esté en nuestras cosas.
 Como tenemos reparos y Dios no está en nuestras cosas, ¡no vivimos como resucitados, no vivimos como personas libres!, ¡no vivimos con la alegría profunda del Hijo de Dios!, ¡no nos tratamos entre nosotros como hermanos! Pues claro, nos falta la gracia, nos falta la libertad y nos falta Dios. Si falta Dios, se va apagando el entusiasmo en nuestra vida. 
 Como Obispo, Padre y Pastor de esta comunidad, de esta diócesis, quiero pedir a la Virgen que nos dé su luz para vivir iluminados, para poder vivir y tratarnos como hermanos, para que nunca nos podamos destruir como enemigos -podemos ser adversarios que pensamos distinto pero nunca enemigos- pedirle que siempre tengamos capacidad de una amistad social entre todos y que las diferencias que puedan existir no nos desunan sino que enriquezcan nuestras alteridades y diferencias. 
 Que la Virgen, por favor, haga el milagro para nuestra Iglesia diocesana, para que seamos lo que tenemos que ser, aquello para lo que Dios nos pensó, Cristo nos llamó y el Espíritu Santo nos confirmó, para que vivamos de acuerdo a ello; porque si vivimos así no nos vamos a equivocar jamás. ¿Por qué? Porque si Dios está hay paz, hay alegría, hay verdad, hay reconocimiento, hay perdón y reconciliación; si Dios está seguimos empezando de nuevo. 
 Es importante saber que Dios sigue confiando, misericordiosamente, en todos y cada uno de nosotros. No nos buscamos a nosotros mismos, pero sí queremos escuchar a Dios, queremos responderle, queremos ser discípulos, queremos ser testigos y queremos dar razones de nuestra vida para hacer más creíble a la Iglesia, más creíble a nuestra sociedad, más creíble el bien de nuestra patria y más creíble la posibilidad de vivir en valores; de vivir no derrotados sino edificando y trabajando por una nueva civilización del amor. 
 Que Nuestra Señora de la Asunción, estupenda obra del Espíritu Santo, Mujer llena de fe y Mujer libre, nos ayude a tener un poco de atisbo de fe ya que, cuando uno tiene esa intención de tener fe, la gracia de Dios nos transforma, nos potencia y nos ilumina. 
 Que la Virgen esté muy presente en nuestras familias, en nuestros hogares, en nuestra Iglesia y en nuestra ciudad. 
 Que así sea. 

 Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús

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