Mons. Frassia pidió fe y coherencia en las bodas de oro de la parroquia Santa Catalina

Mons. Frassia pidió fe y coherencia en las bodas de oro de la parroquia Santa Catalina 
 Martes 7 May 2013 | 11:58 am 
 Parroquia Santa Catalina de Siena, en Dock Sud 
Dock Sud (Buenos Aires) 
(AICA): El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, acompañó los festejos de la parroquia Santa Catalina de Siena, en Dock Sud, que cumplió 50 años llevando el Evangelio a los vecinos de esta zona de Avellaneda. Recordó que esta doctora de la Iglesia “amó a Cristo porque creyó en Dios”, y si el cristiano pretende realizar algo en la Iglesia y en el mundo debe ser fiel a la verdad. Hizo notar que la fe y la coherencia llevan al testimonio de vida cristiana e invitó a preguntar a Dios qué debe hacer cada uno desde el lugar que le ha tocado.

 El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, acompañó los festejos de la parroquia Santa Catalina de Siena, en Dock Sud, que cumplió 50 años llevando el Evangelio a los vecinos de esta zona de Avellaneda.
 La celebración de las bodas de oro de la colocación de la piedra fundamental se inició con una procesión náutica llamado a la imagen de la santa patrona, que partió a las 10 desde el puerto de Dock Sud, con dos lanchas de la Prefectura Naval y varios botes del Club de Regatas Almirante Brown. De allí, la comunidad parroquial se dirigió a la intersección de las calles Huergo y la avenida Juan Díaz de Solís, donde desembarcaron a la imagen y continuaron a pie por el barrio en compañía de los Bomberos Voluntarios.
 A las 11, los fieles recibieron en el templo parroquial a la Doctora de la Iglesia, para luego compartir la celebración de la solemne Eucaristía que presidió monseñor Frassia, en compañía del párroco, presbítero Hugo Almirón. Tras la misa, se realizó un desfile cívico-militar por la avenida Debenedetti y una kermesse familiar con espectáculos artísticos y musicales.
 El mensaje del obispo a la comunidad 
 Luego de agradecer a todos los que participaron para hacer posible los festejos, monseñor Frassia destacó que santa Catalina de Siena “enseña un amor muy fuerte por Cristo, por el Papa y por la Iglesia”, a la vez que insistió en que el recuerdo y homenaje de los santos interpela al hombre de hoy: “Esa santidad que estos hombres y estas mujeres vivieron, ¿podemos vivirla nosotros santamente?; ¿podemos vivirla nosotros de acuerdo al bautismo que hemos recibido?; ¿podemos vivirla nosotros de acuerdo a nuestra pertenencia a la Iglesia Católica? ¿O solamente ellos? Si pensamos que solamente ellos, en el fondo, es una comodidad y es una cobardía”.
 El prelado destacó que existen mediaciones, caminos, maneras y formas distintas de perseguir la santidad, pero todas tienen como fundamento el “reconstruir la relación con Dios, con su bautismo, y con la comunidad, que es la Iglesia”.
 Recordó que santa Catalina “amó a Cristo porque creyó en Dios”, y si el cristiano pretende realizar algo en la Iglesia y en el mundo debe ser fiel a la verdad: “¿Cómo tiene que vivir? No se puede mentir; hay que vivir en la verdad. Miren que el mundo nos enseña a vivir de esa manera cuando dice ‘bueno, no es para tanto’ o ‘si todos lo hacen ¿por qué no lo hacés vos también?’. ¡Y así nos va!”.
 “Tenemos que tomar la convicción que también nosotros, como cristianos, podemos vivir de un modo coherente, de un modo creyente. ¡Creyente y coherente, donde cada uno se haga cargo de su vida y de su respuesta! No usemos a los demás para justificar nuestras fragilidades”, explicó.
 El obispo hizo notar que la fe y la coherencia llevan al testimonio de vida cristiana y a que una comunidad salga, busque a los demás, dé lugar a otros y “no se sienta invadida porque viene más gente que sea capaz de ir a buscar a otros que no vienen”.
 “¡La Iglesia tiene que estar donde está la gente! Si la gente no está en la Iglesia, la Iglesia tiene que ir a buscarlos. Pero no solamente el cura: ¡somos pocos!, ¡no damos abasto! Nuestras familias no son tan generosas para la vocación sacerdotal o religiosa, como eran antes. Pero ciertamente, como Iglesia, tenemos que tomar responsabilidades, dicho de otra manera, “ponernos los pantalones largos”, madurar y no seguir siendo infantiles.
 “Que Dios nos bendiga a todos en serio, pero que cada uno sea capaz de preguntarse qué tiene que hacer. Que cada uno tenga la capacidad de poder dar una respuesta”, deseó monseñor Frassia.+

Fiestas patronales Santa Catalina de Siena 
Homilía de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús en las fiestas patronales de Santa Catalina de Siena (Dock Sud, 5 de mayo de 2013) 

 Querido Padre Hugo, 
 Queridos sacerdotes que han pasado por esta comunidad: 
 Sinceramente agradezco la presencia de ellos para manifestar, una vez más, la comunión fraterna entre los mismos sacerdotes, con el Obispo y con su pueblo fiel. Agradezco a Prefectura porque están presentes y han tenido la bondad y el servicio de hacer este viaje por el agua, acompañando lo que muchas veces -en aquél entonces- Santa Catalina también trataba de unir puentes y acercar a la Iglesia, al Papa y a Cristo, con todos los hermanos. 
 Agradezco a los Bomberos que, como siempre, están disponibles para ayudar a nuestra comunidad y a nuestras necesidades; son parte de nuestra cultura y siempre están sirviendo a quienes más lo necesitan. 
 La presencia de las religiosas no pasa desapercibida; es importante porque estas mujeres han dado y dan la vida al Señor en la Iglesia. Es una alegría poder contar con ellas, pero sobre todo algo que me interesa mucho destacar: nosotros no reconocemos a las religiosas por lo que hacen sino, fundamentalmente, por lo que son; porque si las reconocemos por lo que hacen, es un reconocimiento un poco interesado y creo que ya estamos cansados de vivir de manera interesada; queremos vivir aquello que es fundamental: la entrega, la vida, el consumirse en el Señor por los demás, por la Iglesia; realmente es muy bueno y ¡muchas gracias! 
 Al querido Pueblo de Dios, de esta parroquia, de la capilla, del barrio, de esta zona compleja, histórica, con todos los pioneros que mencionamos y cómo nosotros fuimos recibiendo lo que nos fueron dejando, con sacrificios, con esfuerzo, con entrega, con generosidad. Y Dios, que no se deja vencer en generosidad, sea muy generoso con todos aquellos pioneros que hicieron posible hoy Santa Catalina y las capillas. 
 Algo que tenemos que tomar en consideración: la santidad de Catalina nos enseña un amor muy fuerte por Cristo, por el Papa y por la Iglesia. Y cuando veneramos a los santos, no nos quedamos en el pasado diciendo “¡ah, qué hermoso, qué bien, qué bueno!” Sí, todo muy bien pero ¿y nosotros qué? Esa santidad que estos hombres y estas mujeres vivieron, ¿podemos vivirla nosotros santamente?; ¿podemos vivirla nosotros de acuerdo al bautismo que hemos recibido?; ¿Podemos vivirla nosotros de acuerdo a nuestra pertenencia a la Iglesia Católica? ¿O solamente ellos? Si pensamos que “solamente ellos”, en el fondo, es una comodidad y es una cobardía. 
 Que sean ellos, está muy bien; pero nos toca ahora a nosotros; ¿y nosotros qué? 
 ¿Cómo tenemos que vivir? Como cristianos 
 ¿Cómo tenemos que vivir? Santamente. 
 ¿Qué significa ser cristiano hoy, aquí y ahora? 
 Sabemos que hay mediaciones, caminos, maneras y formas, pero cada tiene que volver a reconocerlas y reconstruir su relación con Dios, con su bautismo, con la comunidad, con la Iglesia. 
 Santa Catalina amó a Cristo porque creyó en Dios, y si nosotros queremos hacer algo en la Iglesia y en el mundo, tenemos que creer en Dios. Porque cuando uno cree en Dios, comienza de otra forma; cuando uno cree en Dios, vive de otra manera. ¿Cómo tiene que vivir de otra manera? Primero: no se puede mentir; hay que vivir en la verdad; “al pan, pan y al vino, vino”; tenemos que vivir en serio las cosas y llamarlas por su nombre. No se puede ser “NI”, “la mitad”, “más o menos”. Miren que el mundo nos enseña a vivir de esa manera cuando dice: “bueno, no es para tanto”, “no te lo tomes en serio”, “bueno che, tenes que vivir ¿no?”, “si todos lo hacen ¿por qué no lo hacés vos también?”, “si todo el mundo hace esto…¡hacelo vos también!” ¡Y así nos va! 
 Por eso, si hoy celebramos la Fiesta de Santa Catalina, tenemos que tomar la convicción que también nosotros, como cristianos, podemos vivir de un modo coherente, de un modo creyente. ¡Creyente y coherente, donde cada uno se haga cargo de su vida y de su respuesta! No usemos a los demás para justificar nuestras fragilidades. ¿Qué cómo digo esto? Porque todo el mundo lo hace, yo también lo hago: usamos a los demás para cubrir las propias falencias. 
 Hoy, en esta fiesta, es posible vivir el Evangelio; es posible creer en Dios; es posible amar a nuestros hermanos; es posible superar el mal a fuerza del bien. En la comunidad, en la parroquia, en la capilla, en el barrio, no estamos jugando nuestros protagonismos personales; estamos trabajando por el bien común. No para que uno se sienta mejor, se sienta reconocido, aplaudido, para tener más poder o para tener la llave de todo, no. El tema es trabajar por Dios y por el bien común. Sumar. Arrimar las cosas. Superar las dificultades y no quedarse ahí empastado en los problemitas que nos ayudan a empequeñecer nuestra mirada y achicar el corazón. 
 También, la fuerza de la fe y la coherencia de la vida cristiana, nos entusiasman para llevar el mensaje a los demás. Es así que la comunidad tiene que ser una comunidad que salga, que busque a los demás, que dé lugar a otros, que no se sienta invadida porque viene más gente y que sea capaz de ir a buscar a otros que no vienen. 
 ¡La Iglesia tiene que estar donde está la gente! Si la gente n o está en la Iglesia, la Iglesia tiene que ir a buscarlos. Pero no solamente el cura, ¡somos pocos!, ¡no damos abasto!, nuestras familias no son tan generosas para la vocación sacerdotal o religiosa, como eran antes. Pero ciertamente, como Iglesia, tenemos que tomar responsabilidades, dicho de otra manera, “ponernos los pantalones largos”, madurar y no seguir siendo infantiles. 
 Solemos escuchar: “¡vamos a ver qué hace el cura!”, “¡a ver qué hace el obispo!”, “¡qué hace fulano!” Así sucede que uno está mirando para ver qué hacen. ¡NO! ¡Hay que pensar! ¡Hay que trabajar! ¡Hay que poner manos a la obra! Hay que salir y hay que tener iniciativas. 
 ¡Arde la fuerza de Dios y del Espíritu! Por eso hablo así y hoy Santa Catalina tiene que ayudarnos a tomar las naves, a seguir remando mar adentro, a construir puentes de comunión entre las personas, entre los más lastimados, entre las familias, la Iglesia, Cristo, el Papa y la comunidad. 
 Que Dios nos bendiga a todos en serio, pero que cada uno sea capaz de preguntarse “¿qué tengo que hacer?” y que cada uno tenga la capacidad de poder dar una respuesta. Que Santa Catalina interceda por nosotros; que así sea. 

 Mons. Rubén Oscar Frassia 
obispo de Avellaneda-Lanús

Comentarios

Seguidores