No se puede concebir un cristiano que no rece

No se puede concebir un cristiano que no rece 
 Miercoles 27 Feb 2013 | 10:37 am 
 Oración frente al Santísimo 
Avellaneda (Buenos Aires) 
(AICA): “No se puede concebir un cristiano que no rece. Tiene que rezar para entender, para tomar fuerza, para convertirse, para permanecer como un verdadero discípulo en el Señor. El que no reza, se seca”, advirtió el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Frassia, explicó el pasaje evangélico de la transfiguración del Señor y demostrar cómo Jesús estaba en oración en los momentos importantes de su vida. “La oración para nosotros es algo esencial, pero que a veces la pasamos así nomás, como si fuera algo para algunos piadosos y nada más. Hay que tomarse en serio la vida. Hay que hacerse responsable. Hay que pensar. Hay que rezar y tomar decisiones. Recordemos: quien escucha bien, responde bien”, subrayó. 

El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Frassia, explicó el pasaje evangélico de la transfiguración del Señor y recordó que a partir de ese momento Jesús comienza el segundo éxodo, comienza su Pascua, el paso definitivo.
 “Cristo se hace aliado de los hombres y así como el primer éxodo es liberación, este segundo éxodo es una liberación definitiva del pecado y de la muerte. ¿quiénes lo consuelan? Moisés y Elías. Cristo tiene esa disponibilidad, esa obediencia al Padre, porque ha sido enviado para cumplir con la voluntad del Padre”, precisó en su reflexión semanal por radio.
 El prelado sostuvo que “también nosotros tenemos un éxodo, una peregrinación, un paso; también vivimos nuestra Pascua. Pero la vamos a entender, inteligentemente con los oídos y las luces de la fe, en la medida que sepamos rezar con nuestra propia vida: los acontecimientos, los avatares, los problemas, las dificultades, los sufrimientos, los conflictos, los desafíos, tenemos que vivirlos en oración”.
 “No se puede concebir un cristiano que no rece. Tiene que rezar para entender, para tomar fuerza, para convertirse, para permanecer como un verdadero discípulo en el Señor. El que no reza, se seca”, advirtió.
 Monseñor Frassia destacó que “en los momentos más importantes, Jesús estaba en oración: en el momento de su bautismo, ante la elección de los doce apóstoles, ante la confesión de Pedro, en la misma transfiguración, en el Getsemaní, en la cruz…”
 “La oración para nosotros es algo esencial, pero que a veces la pasamos así nomás, como si fuera algo para algunos piadosos y nada más. Hay que tomarse en serio la vida. Hay que hacerse responsable. Hay que pensar. Hay que rezar y tomar decisiones. Recordemos: quien escucha bien, responde bien”, concluyó.+

 Texto completo de la alocución
Segundo Domingo de Cuaresma 
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en el programa radial Compartiendo el Evangelio (2º domingo de Cuaresma, 24 de febrero de 2013) 

" Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén. Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". El no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: "Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo". Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto. (San Lucas 9, 28-36) 

 ¡No se puede concebir un cristiano que no rece! 
 Es el hermoso relato de la transfiguración del Señor, de Moisés y Elías; están allí los Apóstoles, Pedro, Santiago y Juan, que escuchan la voz del Padre quien apoya y bendice a Jesús, “este es mi Hijo, el elegido, ¡escúchenlo!” A partir de este momento Jesús comienza el segundo éxodo, comienza su Pascua, el paso definitivo. 
 Cristo se hace aliado de los hombres y así como el primer éxodo es una liberación, este segundo éxodo es una liberación definitiva del pecado y de la muerte. ¿Quiénes lo consuelan? Moisés y Elías. Cristo tiene esa disponibilidad, esa obediencia al Padre, porque ha sido enviado para cumplir con la voluntad del Padre.
 También nosotros tenemos un éxodo, una peregrinación, un paso; también vivimos nuestra Pascua. Pero la vamos a entender, inteligentemente con los oídos y las luces de la fe, en la medida que sepamos rezar con nuestra propia vida: los acontecimientos, los avatares, los problemas, las dificultades, los sufrimientos, los conflictos, los desafíos ¡tenemos que vivirlos en oración! 
 ¡No se puede concebir un cristiano que no rece! ¡Tiene que rezar para entender, para tomar fuerza, para convertirse, para permanecer como un verdadero discípulo en el Señor! ¡El que no reza, se seca! 
 Vemos como, en sus momentos más importantes, Jesús estaba en oración: en el momento de su bautismo, ante la elección de los doce Apóstoles, ante la confesión de Pedro, en la misma Transfiguración, en el Getsemaní -“¡Padre, si es posible aparta de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya!”- en la cruz. 
 La oración para nosotros es algo esencial, pero que a veces la pasamos así nomás, como si fuera una cosa para algunos piadosos y nada más. Hay que tomarse en serio la vida. Hay que hacerse responsable. Hay que pensar. Hay que rezar y tomar decisiones. Recordemos: quien escucha bien, responde bien. 
 Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén 

 Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús

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