Mons. Frassia llamó a volver la mirada a Cristo para hallar en Él sentido


Mons. Frassia llamó a volver la mirada a Cristo para hallar en Él sentido 
 Miercoles 17 Oct 2012 | 11:52 am 
 Monseñor Frassia 
 Lanús (Buenos Aires) 
(AICA): La diócesis de Avellaneda-Lanús comenzó el Año de la Fe convocado por el Papa con una procesión que encabezó monseñor Rubén Oscar Frassia desde la capilla de Santa Teresa, patrona del partido de Lanús y patrona secundaria de la diócesis, hasta la parroquia de San Judas Tadeo, donde celebró la misa de apertura. “Debemos volver a mirar a Cristo para que nos demos cuenta de que sólo en Él nuestra vida tiene sentido”, enfatizó en la homilía. 

 La diócesis de Avellaneda-Lanús comenzó el Año de la Fe convocado por el Papa con una procesión que encabezó el obispo, monseñor Rubén Oscar Frassia, desde la capilla de Santa Teresa hasta la parroquia de San Judas Tadeo, donde celebró la santa misa de apertura. “Debemos volver a mirar a Cristo para que nos demos cuenta de que sólo en Él nuestra vida tiene sentido”, enfatizó en la homilía.
 “Al ser invitados al Año de la Fe, tenemos que concentrarnos y volver a mirarlo a Él, para que nos demos cuenta, realmente, que sólo en Él nuestra vida tiene sentido; y que sólo en Él nosotros podemos vivir en comunión; sólo por Él podemos aceptar los sufrimientos, las ignominias y las cruces. Y sólo por Él nosotros podemos saber lo que significa el amor”, destacó el obispo.
 La diócesis preparó el acontecimiento con un triduo que se extendió del viernes 12 al domingo 14, y en el cual se observó la figura de Santa Teresa, patrona del partido de Lanús y patrona secundaria de la diócesis. En la tarde del lunes 15, fiesta de Santa Teresa, los fieles acompañaron al obispo y el clero diocesano desde la capilla que honra a la santa patrona hasta San Judas Tadeo, donde por la noche escucharon la prédica del obispo y compartieron la Eucaristía.
 El obispo insistió en un aspecto de la carta apostólica Porta Fidei, en la que el Papa destaca que la fe supone un encuentro personal con la persona de Cristo. “¡No hay otro camino! –expresó el prelado-. Si uno quiere buscar otro camino no llegará a destino. ¡Jesucristo es la puerta de la fe! Convencido de esta realidad y esta profesión, uno se pone en marcha”.
 “Jesucristo, el Amigo entrañable de las horas dulces y de los momentos amargos, está siempre. El Señor es el primero y principal que tiene que ocupar nuestra vida y suscitar nuestra adhesión incondicional. Si no vivimos la fuerza de la fe, del espíritu sobrenatural, no vamos a convencer a nadie y vamos a ser tragados por la máquina de lo mediático, del consumo, de lo entretenido y de lo superficial”, insistió monseñor Frassia.
 “No hay otro nombre ni hay otro camino sino Jesucristo, el Señor –agregó el obispo-. Desde allí nos va iluminando en todas las cosas. Sin Él, todo lo humano que se está desdibujando: es necesario retomar el sentido y dar una nueva significación a todo lo humano que la sociedad está perdiendo y que en a nosotros se está debilitando”.
 Al igual que el Santo Padre, monseñor Frassia renovó la necesidad vivir con coherencia el compromiso eclesial: “Muchas veces queremos privatizar nuestra presencia en la Iglesia: buscamos sentirnos en nuestros ‘argumentos’, permanecemos quietos, engordamos y hacemos las cosas ‘para cumplir’. Pero el que vive de la fe no vive ‘para cumplir’, sino que es capaz de seguir la suerte del Maestro, Jesucristo”.
 Por último, el obispo dedicó palabras de aliento a la feligresía: “Querida Iglesia de Avellaneda-Lanús, entremos por la Puerta de la Fe y sigamos a Jesucristo con la decisión inclaudicable de saber que el Señor es lo mejor que nos ha podido pasar en nuestra vida. Sigámoslo hasta dar la vida por el gran amor del Amigo entrañable, Jesucristo, el Señor. ¡Así sí vale la pena vivir en la Iglesia y para este mundo!”. +

 Ver texto completo de la homilía 
 Apertura del Año de la Fe 
Homilía de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús en la Fiesta de Santa Teresa de Jesús, Patrona de Lanús y Patrona secundaria diocesana y apertura del Año de la Fe (Parroquia San Judas Tadeo, Lanús, 15 de octubre de 2012) 
 Queridos hermanos: 
 Hoy, siguiendo el mandato del querido Papa Benedicto XVI, todos nosotros somos invitados a iniciar el Año de la Fe. Es importante considerarnos destinatarios de esta invitación porque cuando uno se siente invitado, uno se alegra, pero también responde a la invitación. Y todos somos invitados por el Señor en la Iglesia, donde cada uno de nosotros es llamado a ser parte del Pueblo de Dios en las distintas vocaciones, en las distintas maneras de dar la vida. Pero ciertamente todos somos invitados. La iniciativa no es nuestra, la iniciativa la tiene el Señor y es Él quien nos invita. 
 Curiosamente el Papa, con esa intuición de Pastor universal de la Iglesia, ha tocado un tema vital y central para la Iglesia y para el mundo: la fe. La fe que significa Jesucristo. Esa divinidad y esa humanidad que, en ese misterio del verdadero Dios y verdadero Hombre, nos ha visitado y definido el sentido de la historia de la humanidad. No hay otro nombre, no hay otra persona, no hay otra ideología, no hay otra filosofía que pueda ocupar el nombre de Jesucristo. 
 Por eso, al ser invitados, todos nosotros tenemos que concentrarnos y volver a mirarlo a Él, para que nos demos cuenta, realmente, que sólo en Él nuestra vida tiene sentido; y que sólo en Él nosotros podemos vivir en comunión; y sólo por Él podemos aceptar los sufrimientos, las ignominias y las cruces. Y sólo por Él nosotros podemos saber lo que significa el amor a Jesucristo. 
 Dije que es vital y central porque no es una “cosita” más, no es una celebración “más o menos”; no son cosas que nosotros aprendemos del Señor, ni son cosas que hacemos para el Señor, ni son cosas que podamos hacer para nuestros hermanos, ¡sino que el centro de atención es Él!, ¡Jesucristo! ¡El Dios hecho Hombre! Y es allí donde vamos a encontrar la fuerza y el sentido de nuestra pertenencia a la Iglesia. 
 Por lo tanto es necesario remarcar su carácter sobrenatural; no se vive en la Iglesia sobrenaturalmente se vive en la Iglesia haciendo cosas; no se vive en la Iglesia haciendo obras de proselitismo y de bien, sino que tenemos que vivir el espíritu sobrenatural que es el misterio de Dios en el misterio de Jesucristo; misterio que se nos ha comunicado, se nos ha revelado, nos ha sido dado. 
 ¡No hay otro camino! Y si uno quiere buscar otro camino, no llegará a destino. ¡Jesucristo es la puerta de la fe: “Yo soy el camino, soy la verdad y soy la vida”! Yes allí, convencido de esta realidad y esta profesión, donde uno se pone en marcha. Juntos en comunión para responder y seguir al Divino Maestro, a Jesús, al Hijo de Dios, Hijo de María Virgen. 
 Fortaleza desde la fe en todo lo humano. Fortaleza de Su presencia en todas las tribulaciones que atravesemos. Los límites, las fragilidades, los pecados, los fracasos, las crisis, todas las cosas que nosotros podemos pasar, Él las pasó primero. Dice Santa Teresa que el Señor nos adelanta en el ejemplo de ser el primero en ofrecer su vida, dar su vida, y sufrir por nosotros.
 Jesucristo, el Amigo entrañable de las horas dulces y de los momentos amargos, está siempre. Por eso no se lo puede comparar con nada; no se lo puede comparar con ninguna creatura o con ninguna otra cosa. El Señor es el primero y principal que tiene que ocupar nuestra vida y suscitar nuestra adhesión incondicional. Porque si no vivimos la fuerza de la fe, del espíritu sobrenatural, no vamos a convencer a nadie y vamos a ser tragados por la máquina de lo mediático, del consumo, de lo entretenido y de lo superficial. 
 La Iglesia necesita volver a vivir del misterio de Dios y es allí donde uno tiene que moverse, es allí donde uno tiene que quedarse. No hay otro nombre ni hay otro camino sino Jesucristo, el Señor. Desde allí nos va iluminando en todas las cosas. Fijémonos en el deterioro de lo humano, en la sociedad; en cómo todo lo humano que se está desdibujando. Es necesario retomar el sentido y dar una nueva significación a todo lo humano que muchas veces la sociedad está perdiendo y que también a nosotros, con ella, nos está debilitando. 
 Lo humano, lo personal, lo justo, lo verdadero, lo honesto, lo que es fiel, lo que es lúcido, lo que es transparente; lo que no es bizarro, lo que no es opaco, lo que no es “NI”, es sí o no pero no es NI, más o menos. Veamos cómo estamos de locos: por un problema muy serio hoy se ha pedido y se justifica el aborto; se justifica eliminar una vida ¡que ya existe! Nos quieren dar argumentos compensatorios con todo el dolor que ha sufrido la víctima en la situación anterior, que es cierto y lamentable el sufrimiento. Pero un sufrimiento no justifica un sufrimiento mayor. 
 ¡Lo humano jamás se atrevería a matar a nadie! 
 ¡Lo humano jamás se atrevería a llamar a las cosas por otro nombre! 
 ¡Ni la casuística, ni los artilugios, ni los famosos lobbies legales pueden constituir una verdad! 
 ¡La vida humana debe ser respetada desde la concepción! Y esto no sólo por fe sino también por humano. 
 Así también en las cosas eclesiales, porque muchas veces queremos privatizar nuestra presencia en la Iglesia. Queremos buscarnos a nosotros mismos, queremos sentirnos en nuestros “argumentos”, queremos buscar nuestras cosas, y así nos acomodamos, engordamos y nos quedamos quietos, y hacemos las cosas “para cumplir”. Pero el que vive de la fe no vive “para cumplir”, el que vive de la fe es capaz de seguir la suerte del Maestro, Jesucristo. 
 Muchas veces se oye decir “bueno, pero Jesucristo es Dios, yo no soy esto, yo hago”. Pero no nos acostumbremos a hacer las cosas más o menos. Tenemos que vivir las cosas en verdad, en entusiasmo, en generosidad, en entrega, en sacrificio; pero un sacrificio que no solamente hace cosas sino que un sacrificio que significa priorizar su vida en aquello que cree, y porque tiene prioridad y optimiza su vida ¡vive lo fundamental desde la fe y desde la fe, y por la fe, trabaja, proyecta y sirve en la Iglesia! 
 Ustedes pueden decir “el Obispo viene hoy con muchas cosas”, pero son ciertas y creo que tenemos que pensarlas. Lo que digo es un aporte que trata de ser una iluminación, pero fundamentalmente quiero que sea una invitación a un Año de la Fe, a un Año Santo. No soy yo quien llama, es el Señor que nos llama a nosotros. Nos llama a lo grande. A no vivir mediocremente, ni de memoria, de un pasado, de un antes, porque la presencia de Dios tiene que actualizarnos. Es Dios presente en el tiempo presente: ayer, hoy y siempre. 
 Pero Dios hoy nos habla. Hace veinte años nos habló, hace treinta también. Pero hoy Dios nos sigue hablando al Obispo, a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas, a las familias, a los jóvenes, a los niños ¡a todos nos está llamando! ¡Por supuesto que Dios tiene una propuesta estupenda y extraordinaria! Pero ciertamente hay que vivir en la calidad de vida y la calidad de vida es la grandeza de la fe. Quien pierde la fe, pierde el sentido de su vida. 
 Por eso la fe es esencial, no es “más o menos”; y mucho menos “son cosas”. Es lo que Dios nos llama a meternos en la inmensidad y en la profundidad del océano. No nos quedemos en la orilla porque si nos quedamos en la orilla, es porque buscamos seguridad y tenemos miedo. Hay que ir mar adentro porque sabemos que tenemos puesta nuestra confianza en el Señor. Y quien tiene puesta la confianza en el Señor no repite, no copia, sino que es original; pero a la vez también quien sigue al Señor no quedará defraudado. 
 Que Santa Teresa nos ayude a seguir fundamentalmente a Jesucristo, en lo divino y en lo humano, haciendo síntesis no viviendo partes; viviendo el misterio no haciendo cosas; siendo fuertes, convencidos, creativos, creyentes, audaces y saliendo a los demás. 
 Quien vive su vocación es porque pasó por el encuentro; y el que vive el encuentro cumple con la misión. A veces no hacemos la misión porque no estamos en el encuentro con el señor. 
 Que este Año de la Fe sea para nuestras comunidades diocesanas, en todos los ámbitos, una renovación y que no respondamos de una manera “vieja”, es decir sin esperanza y sin ánimo. 
 Que Dios nos renueve en el espíritu, porque el espíritu hace todas las cosas nuevas, aunque seamos mayores, pero nunca matar el espíritu que el Señor nos consiguió en la cruz. 
 Querida Iglesia de Avellaneda Lanús, entremos por la Puerta de la Fe, entremos siguiendo a Jesucristo con la decisión inclaudicable de saber que el Señor es lo mejor que nos ha podido pasar en nuestra vida, como cristianos, como consagrados, como pertenecientes al Pueblo de Dios. Y sigámoslo hasta dar la vida por el gran amor del Amigo entrañable, Jesucristo, el Señor. ¡Así sí vale la pena vivir en la Iglesia y para este mundo! 
 Que así sea. 

 Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús

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