La diócesis de Avellaneda-Lanús peregrinó a Luján


La diócesis de Avellaneda-Lanús peregrinó a Luján 
 Martes 11 Sep 2012 | 11:38 am 
 Peregrinación de la diócesis de Avellaneda-Lanús a Luján 
 Luján (Buenos Aires) 
(AICA): El sábado 8 de septiembre, la diócesis de Avellaneda-Lanús realizó su peregrinación a la basílica de Nuestra Señora de Luján. El obispo, monseñor Rubén Oscar Frassia, presidió la misa en el Santuario y en su homilía señaló, enre otros conceptos, que los que quieren reformar el Código Civil “quieren recortar tantas cosas y vivir cosas muy chiquitas, impositivas porque se hacen, pero que no hacen recurso al significado de la verdad moral, al derecho natural” y resaltó que “tenemos que hablar porque la verdad tiene que ser transmitida y comunicada. No queremos molestar a nadie, pero queremos que se nos permita decir lo que pensamos y lo que creemos”. 

 El sábado 8 de septiembre, la diócesis de Avellaneda-Lanús realizó su peregrinación a la basílica de Nuestra Señora de Luján, donde el obispo, monseñor Rubén Oscar Frassia, presidió la misa y en su homilía señaló, entre otros cosas, que “es un momento muy especial porque, como diócesis, venimos a la Casa de Dios, a la Casa de la Virgen, para reconocer la importancia de lo que Dios ha hecho en María. Dios la ha elegido para que fuera la Madre del Señor”.
 “La fe no puede separarse de la historia, y la historia, si se la quiere vivir, no puede separarse de la fe, porque ambas realidades son entrañables para nuestro pueblo”, manifestó y agregó que “hoy venimos a agradecerle a la Virgen. Ella tiene que estar muy presente en la vida de todo cristiano, en la vida de toda persona, en la vida de todo ciudadano, en la vida del mundo, en la Iglesia y en la sociedad”.
 “Hoy-dijo el prelado- queremos pedirle sinceramente que nos ayude a vivir la coherencia de la fe ¡porque la fe no es solamente conocimientos! ¡La fe no es solamente una presencia en la misa dominical! ¡La fe no es solamente un rezo y nada más! ¡La fe tiene que ser vivida, creída, profesada y celebrada pero también internalizada!”.
 El pastor aseguró que “es cierto que estamos traspasados de problemas, de dolores, de sufrimientos, de fragilidades, pero no podemos perder jamás la razón de la esperanza, ¡no podemos hacer fracasar el plan de Dios en la vida, en la Iglesia y en cada uno de nosotros!”.
 Monseñor Frassia advirtió que los que quieren reformar el Código Civil “quieren recortar tantas cosas y vivir cosas muy chiquitas, impositivas porque se hacen, pero que no hacen recurso al significado de la verdad moral, al derecho natural” y resaltó que “tenemos que hablar porque la verdad tiene que ser transmitida y comunicada. No queremos molestar a nadie, pero queremos que se nos permita decir lo que pensamos y lo que creemos. Respetamos a los demás, pero también la Iglesia exige que se le respete porque la Iglesia tiene cosas que decir de parte de los hombres y de parte de Dios”.
 “Tenemos que pedirle hoy al Señor que ilumine a nuestros gobernantes, que ilumine a aquellos que tienen capacidad y poder de decisión, para que se ocupen de las cosas reales e importantes; que se ocupen de los jóvenes, de su educación; que estén atentos a las verdaderas necesidades y que no busquen soluciones parciales o mediáticas”, aclaró.
 El prelado de Avellaneda-Lanús dijo: “Pidamos hoy a la Virgen, nuestra Estrella, que nos siga iluminan el reflejo claro del Espíritu Santo; que nos ilumine para que nuestra Iglesia diocesana sea una Iglesia madura, responsable en todos los ámbitos y en todas sus consecuencias.” +

 Texto completo de la homilía 
Peregrinación diocesana a la basílica de Nuestra Señora de Luján 
Homilia de monseñor Ruben Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en la peregrinación diocesana a la basílica de Nuestra Señora de Lujan (Sábado 8 de septiembre de 2012 

 Queridos sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosas, religiosos, querido pueblo fiel: 
 Hoy es un momento muy especial porque, como diócesis, venimos a la Casa de Dios, a la Casa de la Virgen, para reconocer la importancia de lo que Dios ha hecho en María. Dios la ha elegido para que fuera la Madre del Señor. 
 Este acontecimiento de fe es histórico porque la fe no puede separarse de la historia, y la historia, si se la quiere vivir, no puede separarse de la fe, porque ambas realidades son entrañables para nuestro pueblo. Y son una verdad irrefutable e irrenunciable. El reconocimiento de la presencia de la Virgen, que no es la luz, porque la luz es Jesucristo, el sol es Jesucristo, Ella en todo caso es la luna o la estrella que es el reflejo de la fuerza, de la potencia, del sol: Jesucristo. 
 La Virgen es la primera iluminada y por eso hoy nos alegramos, en esta celebración litúrgica, del Nacimiento de María pues en Ella, la primera iluminada, se nos da el inicio de la salvación porque María nos da al verdadero Dios y al verdadero Hombre. 
 Hoy venimos a agradecerle saber que no somos huérfanos, que tenemos a una Madre, Madre de Dios, Madre y Señora nuestra. Ella tiene que estar muy presente en la vida de todo cristiano, en la vida de toda persona, en la vida de todo ciudadano, en la vida del mundo, en la Iglesia y en la sociedad. 
 Hoy queremos pedirle sinceramente que nos ayude a vivir la coherencia de la fe ¡porque la fe no es solamente conocimientos! ¡La fe no es solamente una presencia en la misa dominical! ¡La fe no es solamente un rezo y nada más! ¡La fe tiene que ser vivida, creída, profesada y celebrada pero también internalizada! 
 Como Iglesia diocesana, hoy venimos a recibir la gracia de Dios -por medio de la Virgen- ¡para que nos haga vivir esta plenitud, esta belleza, esta gracia, este misterio que nos da a todos y que nosotros tenemos que recibirlo, abrir el corazón de nuevo, abrir la mente, dar espacio a Dios, dar espacio a los demás para que la fe incida en la historia, en la cultura, en los comportamientos, en las actitudes, en las cosas cotidianas! 
 ¡No puede haber esquizofrenia! 
 ¡No puede haber separación! 
 ¡No puede ser fe por un lado y vida por el otro! 
 ¡Tiene que haber unión! 
 Nosotros somos los discípulos que tenemos que vivir este regalo que Dios nos hace por medio dela Virgen. Es un regalo extraordinario, estupendo, ¡no lo perdamos!, ¡no seamos ingratos!, ¡no seamos negligentes!, ¡no seamos distraídos!, ¡no seamos obtusos! 
 Cuando voy a un santuario, cuando vengo a Luján, voy al lugar del encuentro con Dios, es el lugar del encuentro con el alma de uno, es el lugar del encuentro con los hermanos. Y cuando nos encontramos con Dios y la Virgen en el Santuario ¡es una verdadera revolución!, ¡es un verdadero cambio! ¡Nada puede quedar igual que antes! Nuestra vida tiene que transformarse porque tenemos que vivir de un modo iluminado y no opaco; de un modo integral y no parcial. Por eso estamos aquí, para que la Virgen nos de ánimo, nos de consuelo, nos de fuerza; pero también para que nos de entusiasmo para poder dar razones de nuestra fe. ¡La esperanza no hay que perderla jamás! 
 Es cierto que estamos traspasados de problemas, de dolores, de sufrimientos, de dificultades, de conflictos, de fracasos, de yerros, de fragilidades, pero ciertamente no podemos perder jamás la razón de la esperanza, ¡no podemos hacer fracasar el plan de Dios en la vida, en la Iglesia y en cada uno de nosotros! 
 Pedirle hoy a la Virgen que nos de entusiasmo, que renueve nuestra entrega, para poder dar razones de nuestra fe, pero ¿dónde vamos a mostrarlo?, ¿dónde vamos a comunicarlo? En las cosas cotidianas de la vida, en la familia, en la Iglesia, en la sociedad, en el comportamiento de todas las cosas. 
 ¡Queremos vivir en serio lo que significa el mensaje de Dios a través de la Iglesia, y por medio del Espíritu Santo! ¡Queremos vivir ese diálogo de Dios con nosotros! ¡Ese diálogo que Dios hace con toda cultura! ¡Queremos dialogar pero no queremos que se nos impongan otros criterios, otras ideologías! ¡Queremos vivir en serio lo que Dios nos ha confiado! ¡Y no sólo tenemos que conservarlo, vivirlo, sino que también tenemos que comunicarlo y transmitirlo! 
 La familia, la vida; a través de la vida y no el aborto; a través de la familia matrimonial, el hombre y la mujer; a través de lo que significan las leyes; que quieren reformar el Código Civil, que de alguna manera quieren recortar tantas cosas y vivir cosas muy chiquitas, impositivas porque se hacen, pero que no hacen recurso al significado de la verdad moral, al derecho natural.
 En muchas cosas la Iglesia habla, no porque lo dice como creyente, sino también respetando el derecho natural. Y nosotros no podemos callarnos la boca. Tenemos que hablar porque la verdad tiene que ser transmitida y comunicada. No queremos molestar a nadie, pero queremos que se nos permita decir lo que pensamos y lo que creemos. Porque también es importante que nosotros no seamos discriminados. Respetamos a los demás, pero también la Iglesia exige que se le respete porque la Iglesia tiene cosas que decir de parte de los hombres y de parte de Dios. 
 En este día muy especial, venimos a pedirle a la Virgen que nos enseñe a guardar las cosas en nuestro corazón; pero también que nos de fuerzas para comunicarla y echar raíces. ¿Cuándo uno echa raíces? Echa raíces cuando da frutos, cuando la gracia de Dios se va transformando y comunicando. Pero si nosotros nos callamos la boca, si contemplamos la historia cruzados de brazos, sin decir palabra, quedándonos en la perplejidad o en “no saber qué hacer”, eso es algo peligroso. 
 El Papa Benedicto XVI decía que si sólo se quiere vivir de las cosas positivas, sin recurrir a las verdades morales objetivas, el mundo se convertiría en un lugar peligroso para vivir. Y nosotros tenemos que decirlo. Tenemos que pedirle hoy al Señor que ilumine a nuestros gobernantes, que ilumine a aquellos que tienen capacidad y poder de decisión, para que se ocupen de las cosas reales e importantes; que se ocupen de los jóvenes, de su educación; que estén atentos a las verdaderas necesidades y que no busquen soluciones parciales o mediáticas. 
 En un pensamiento anterior, yo decía que no le tengo miedo al juicio de hoy; le tengo miedo a la verdad del mañana que me va a juzgar. ¡A esa verdad yo le tengo miedo! Por lo tanto, la fe que tenemos en Dios y la confianza que tenemos en la Virgen, nos mueven a vivir responsablemente nuestra fe. ¡Con actitud de discernimiento! ¡Con actitud crítica, para saber que cosas tenemos que dejar entrar y que cosas no tenemos que dejar entrar ni consumir! 
 ¡El Pueblo de Dios es sabio y no es tonto! El Pueblo de Dios, si vive la fe, la transmite y la comunica, tendrá muchas cosas que decir a la Iglesia, al mundo y a nuestro país. Por lo tanto, jamás tiremos la toalla, jamás nos crucemos de brazos, sino que debemos seguir pensando, seguir creyendo y seguir viviendo nuestra fe, pues si nosotros confiamos en Dios ¡jamás vamos a ser defraudados! 
 Los sacerdotes han entregado su vida. El Obispo ha entregado su vida. ¡Jamás nosotros vamos a ser defraudados! Las religiosas han entregado su vida. ¡Jamás van a ser defraudadas! Los seminaristas han iniciado un camino de seguimiento al Señor, ¡jamás quedarán defraudados! Los matrimonios, los novios, los jóvenes, aquellos que quieran seguir más de cerca a Jesucristo en los niveles y vocaciones múltiples en la Iglesia, ¡jamás quedarán defraudados! 
 ¡Pero hay que ponerse en camino! 
 ¡Hay que tomar decisiones! 
 ¡Hay que convertirse! 
 ¡Y hay que decirle sí a Dios, sí a la Verdad y sí en la búsqueda de la libertad! Decía el Papa Juan Pablo II que si no se busca la verdad y no se respeta la libertad, ambas pueden perecer miserablemente. 
 Pidamos hoy a la Virgen, nuestra Estrella, que nos siga iluminan el reflejo claro del Espíritu Santo; que nos ilumine para que nuestra Iglesia diocesana sea una Iglesia madura, responsable en todos los ámbitos y en todas sus consecuencias. 
 Que Ella haga salir de nuestro corazón la luz del sol; que nos vuelva a iluminar; que nos vuelva a encandecer; que nos vuelva a dar el gozo de saber que somos hijos de Dios y hermanos entre nosotros. 
 Que así sea. 

 Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús

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