P (a) o (l) p (e) u (g) l (r) a (ì) r (a), Por Silvano Zapiràn

P (a) o (l) p (e) u (g) l (r) a (ì) r (a)
Por Silvano Zapiràn
El título responde al elàn vital de aquel concepto. A su impulso, ímpetu vital. La alegría tiene que ver con el talante, el temple de algo. Promueve un sentimiento y estado de seguridad y perfección que en armonía plena configuran la ilimitada brecha de posibilidades hacia futuros abiertos. Lo popular, su campo de significación, comienza a rumiar esta cuestión preguntándose sobre las probabilidades de existencia y manifestación de semejante pasión autentica. La crisis mundial, que afecta tanto al universo financiero como estatal, obliga a semejante buceo existencial frente a la pérdida de conquistas sociales que se intenta imponer en todo el globo. Rotular con cierto “blindaje” a la Argentina frente a la crisis, por parte del gobierno, solo representa el brujulear del kirchnerismo en un clima de impredecibles crisis económicas y sociales. Los despidos de Fiat y Alpargatas son un claro ejemplo para la ruborizaciòn de los funcionarios más adictos.

Desde ya que la preocupación es inminente. La fuga de capitales y el desfalco de la ANSES apuntan a un vaciamiento de la riqueza nacional para consagrarla a los grandes grupos capitalistas internacionales. Frente a este panorama, ¿qué situación próximamente venidera le cabe al pueblo trabajador cuando su producción actual y futura le es expropiada sistemáticamente, y con mayor propósito en estos últimos años? Continuar en-el-rular sobre determinado “viento de cola” impoluto; internar alguna bruma que invisualise la frescura de lo real, alimenta el carácter ruin de la intencionalidad: rubrica la tendencia rugosa de tal voluntariedad. El canto de la “buena onda” se ha convertido en un bucólico rumor. La realidad se presenta desde la enajenación y la desigualdad.
La lógica de la alegría popular debe estimularla a esta a replegarse hacia si misma. Pensar-se en situación real. Determinar sus necesidades y propósitos para que, en clara conciencia de si, materializar su sentimiento pleno. Diagramar su camino. Incorporar su sentido. Practicar la alegre decisión desde la palabra que surge de su conjunto: en su interrelación democrática. Promover la actividad que permita vializar su voz. Este último enunciado evoca la funcionalidad que le compete al pueblo dentro de este caos sistémico: accionar, en representación directamente organizada, para dirigir-se desde sus urgencias y hacia los nuevos propósitos que la sociedad se planteé alcanzar.

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