LA SOCIEDAD NO PUEDE IGNORAR LA RELIGION O SEPARARLA DE ELLA

La sociedad no puede ignorar la religión o separarla de ella
Avellaneda (Buenos Aires), 16 Ago. 11 (AICA)
El Obispo de la Diócesis Avellaneda-Lanús durante la sesión del Concejo Deliberante

Al intervenir en una sesión extraordinaria del Concejo Deliberante, celebrada, como es tradición del Municipio de Avellaneda, en homenaje a la Patrona del distrito, Nuestra Señora de la Asunción, el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Frassia, aseguró este lunes que "la presencia de la Santísima Virgen, para nuestra fe cristiana, refleja un ámbito que nos trasciende, pero que incide no sólo en nuestra vida personal y privada, sino fundamentalmente en el accionar de la vida pública".

"La sociedad no puede ignorar a la religión y mucho menos puede separarla de la sociedad, sino que es un componente suyo natural", advirtió en el marco de las fiestas en honor de la Asunción de la Virgen María, patrona también de la diócesis que ese día cumplió 50 años desde su erección canónica por Juan XXIII.
El prelado fue recibido en el palacio legislativo comunal por el intendente Jorge Ferraresi y el titular del cuerpo, Armando Bertolotto, quien tras comprobar que había quórum, declaró abierta la sesión y cedió la palabra al obispo.
"Hay que poner el acento al reconocimiento y la garantía de la libertad de conciencia, de los derechos humanos, a la libertad política base de una sociedad libre, atendiendo, sin embargo, a la racionalidad y a la libertad en su fundamento trascendente, para evitar que dichas conquistas se autodestruyan", indicó en su discurso, tras aclarar que fue escrito antes de las elecciones primarias de este domingo.
Monseñor Frassia insistió en afirmar que "la calidad de la vida social y civil, la calidad de la democracia, dependen en buena parte de este punto 'crítico' que es la conciencia, de cómo es comprendida y de cuánto se invierte en su formación".
"Si la conciencia, según el pensamiento moderno más en boga, se reduce al ámbito de lo subjetivo, al que se relegan la religión y la eticidad, la crisis de nuestra Sociedad no tiene solución, y estamos frente a una tremenda involución", alertó.
En cambio, destacó que "si la conciencia vuelve a descubrirse como lugar de escucha de la verdad y del bien, lugar de la responsabilidad ante Dios y los hermanos en humanidad, que es la fuerza contra el deterioro de la democracia, entonces hay esperanza de futuro".
El obispo se refirió luego a la preocupación de la Iglesia por las leyes que promueve el aborto o atacan la institución familiar, al recordar que ésta "anima y colabora, siempre en una sana autonomía, a que las legislaciones civiles promuevan y tutelen siempre la vida humana, desde la concepción hasta su fin natural".
"Además pide para la familia el debido reconocimiento y un apoyo efectivo. De hecho, sabemos bien, que en el contexto actual se pone en tela de juicio la institución familiar, casi en un intento de ignorar su irrenunciable valor", indicó ante ediles y funcionarios municipales.
Por último, monseñor Frassia pidió a la Virgen que “en estas celebraciones cívicas, patronales y jubilares, que nos ayude a levantar la mirada, el espíritu, el trabajo, las motivaciones y la vida. Que bendiga nuestras familias, nuestra Ciudad de Avellaneda, que bendiga a todos y que el motivo de esta fiesta nos haga experimentar que todos pertenecemos a la misma familia humana”.
Las fiestas patronales siguieron por la tarde con una procesión con la imagen de Nuestra Señora de la Asunción por las calles de la ciudad y una misa presidida por el cardenal argentino Leonardo Sandri, quien viajó especialmente del Vaticano para estas celebraciones.
La jornada finalizó en la Plaza Alsina con la interpretación de la Misa Criolla, con la participación de Jaime Torres y Zamba Quipildor.+

Texto completo del discurso
AL HONORABLE CONCEJO DELIBERANTE EN LA FESTIVIDAD DE LA ASUNCIÓN DE MARÍA VIRGEN
Palabras de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, al Honorable Concejo Deliberante en la Fiesta de la Asunción de María Virgen (15 de agosto de 2011)

Quiero agradecer en primer lugar a este Honorable Concejo Deliberante a su presidente Don Armando Bertolotto y a todos sus integrantes, que representan a la Comunidad de Avellaneda, la cordial recepción como Obispo Diocesano para esta Sesión que cada año nos reúne para ofrecer nuestro homenaje a María de la Asunción, Patrona de nuestra Ciudad y de nuestra Diócesis. Saludo en particular y agradezco la presencia del Sr. Intendente Municipal, Ing. Jorge Ferraresi y a todo su equipo de conducción.
Quiero expresar que estas palabras mías dirigidas a esta honorable Asamblea, han sido preparadas con anterioridad, sin tener en cuenta los resultados del día de ayer, después de las “elecciones primarias” en nuestro País.
La presencia de la Santísima Virgen, para nuestra fe cristiana, refleja un ámbito que nos trasciende, pero que incide no solo en nuestra vida personal y privada, sino fundamentalmente en el accionar de la vida pública. La sociedad no puede ignorar a la religión y mucho menos puede separarla de la sociedad, sino que es un componente suyo natural (el hombre es un ser religioso y societario). La escucha de la Palabra de Dios sirve de condición para la búsqueda del bien común, de la justicia, y de la reconciliación en la verdad. Dicho de otra manera, la presencia y el reconocimiento de Dios es garantía del respeto a la persona humana. (Cfr. Discurso del Santo Padre, Benedicto XVI, a la Sociedad Civil de Croacia, 4 de junio de 2011). El Santo Padre Benedicto XVI, decía en la solemnidad de la Asunción del año pasado: “Entonces podemos preguntarnos: ¿Cuáles son las raíces de esta victoria sobre la muerte anticipada prodigiosamente en María? Las raíces están en la fe de la Virgen de Nazaret, como atestigua el pasaje del Evangelio que hemos escuchado (cf. Lc 1, 39-56): una fe que es obediencia a la Palabra de Dios y abandono total a la iniciativa y a la acción divina, según lo que le anuncia el arcángel. La fe, por tanto, es la grandeza de María, como proclama gozosamente Isabel: María es «bendita entre las mujeres», «bendito es el fruto de su vientre» porque es «la madre del Señor», porque cree y vive de forma única la «primera» de las bienaventuranzas, la bienaventuranza de la fe.”
Quiero hacer objeto de mi reflexión del día de hoy, si me permiten, un tema central: el de la conciencia. Este tema atraviesa los diferentes campos en los que ustedes están comprometidos y es fundamental para una sociedad libre y justa, tanto en el plano nacional, como internacional. Hay que poner el acento al reconocimiento y la garantía de la libertad de conciencia, de los derechos humanos, a la libertad política base de una sociedad libre, atendiendo, sin embargo, a la racionalidad y a la libertad en su fundamento trascendente, para evitar que dichas conquistas se autodestruyan. La calidad de la vida social y civil, la calidad de la democracia, dependen en buena parte de este punto “crítico” que es la conciencia, de cómo es comprendida y de cuánto se invierte en su formación. Si la conciencia, según el pensamiento moderno más en boga, se reduce al ámbito de lo subjetivo, al que se relegan la religión y la eticidad, la crisis de nuestra Sociedad no tiene solución, y estamos frente a una tremenda involución. En cambio, si la conciencia vuelve a descubrirse como lugar de escucha de la verdad y del bien, lugar de la responsabilidad ante Dios y los hermanos en humanidad, que es la fuerza contra el deterioro de la democracia, entonces hay esperanza de futuro. No puedo dejar de citar al Concilio Vaticano II en el famoso número 16 de la Gaudium et spes: “En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer, y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita aquello. Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla.”
Siguiendo el tema de la conciencia considerada como clave para el desarrollo cultural y la construcción del bien común. En la formación de la conciencia la Iglesia ofrece a la Sociedad su contribución más singular y valiosa. Una contribución que comienza en la familia, que esté atenta al verdadero bien de la persona humana, a su dignidad y libertad, y capaz de salvaguardar el derecho de toda persona que pueda vivir en paz. La Iglesia anima y colabora, siempre en una sana autonomía, a que las legislaciones civiles promuevan y tutelen siempre la vida humana, desde la concepción hasta su fin natural. Además pide para la familia el debido reconocimiento y un apoyo efectivo. De hecho, sabemos bien, que en el contexto actual se pone en tela de juicio la institución familiar, casi en un intento de ignorar su irrenunciable valor. Los que sufren las consecuencias son los grupos sociales más débiles, especialmente las generaciones jóvenes, más vulnerables y por eso más fácilmente inclinados a la desorientación. A veces, a las realidades educativas les resulta difícil dar respuestas adecuadas a los jóvenes, y faltando el apoyo familiar, a menudo estos no pueden insertarse normalmente en el tejido social, por eso es importante reconocer que la familia, es el principal sujeto que puede favorecer un crecimiento armonioso y hacer que maduren personas libres y responsables, formadas en los valores profundos y perennes.
Recordemos, con el Papa Benedicto “que el amor, es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad” (Caritas in veritate, 1). Esta lógica de la gratuidad, aprendida en la infancia y la adolescencia, se vive después en otros ámbitos, en el juego, y el deporte, en las relaciones interpersonales, en el arte, en el servicio voluntario a los pobres y los que sufren, y una vez asimilada se puede manifestar en los ámbitos más complejos de la política y la economía, trabajando por una “polis” que sea acogedora y hospitalaria, y al mismo tiempo no vacía, no falsamente neutra, sino rica de contenidos humanos, con una fuerte dimensión ética.
Aquí es donde los fieles laicos están llamados a aprovechar generosamente su formación, guiados por los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, a favor de una laicidad auténtica, de la justicia social, la defensa de la vida y la familia, la libertad religiosa y de educación.
Queridos hermanos, pensemos seriamente y asumamos lo que nos toca vivir hoy. Quién asume este presente, sabrá responsablemente preparar lo venidero para las generaciones futuras. Pero, para esto, hay que pensar, reflexionar, tener capacidad de escucha, humildad y valentía para seguir incidiendo en la Historia de nuestra querida Nación.
Le pido hoy, a la Santísima Virgen María, asunta al cielo, en estas celebraciones cívicas, patronales y jubilares, que nos ayude a levantar la mirada, el espíritu, el trabajo, las motivaciones y la vida. Que bendiga nuestras familias, nuestra Ciudad de Avellaneda, que bendiga a todos y que el motivo de esta Fiesta nos haga experimentar que todos pertenecemos a la misma familia humana.
Dios los bendiga y la Virgen los proteja. Muchas gracias.


Mons. Rubén O. Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús
Avellaneda, 15 de agosto de 2011
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