Por Silvano Zapiràn
La reducción de la realidad a un yo constitutivo de mundo implica la negación imprescindible del otro para la subsistencia agónica de un yo ciego e inseguro. Su añoranza sempiterna aduce un bluff de poder que concentra la dependencia del sometimiento del otro, la cual intenta ilustrar a partir de una sobredeterminación constante de lo existente. Su conciencia infeliz expuesta, y la suposición de este carácter deteriorado, permiten consagrar cierta docta ignorancia. Esto promueve la improvisación y el blandir una espada de madera para intentar asegurarse la continuidad de la construcción de mitos.
Radulescu-Motru planteaba que en la personalidad humana desembocaba la energía del cosmos. Algunos atroces oradores de tribuna intentan personificarse de la misma manera, no como conclusiones de semejante fuerza vivaz universal sino, más humildemente (pero no menos trágico), como paladines del progresismo social-humano. Las probabilidades de efectivizacion de dicho progresismo se mantendrán en tanto y cuanto las creencias del imaginario social las conserven en coherencia dentro de su aparato de convicciones fundadas. La estrepitosa caída de su proyecto social en bancarrota, soportado en senario grupo de agrupaciones partidarias para estas elecciones presidenciales, colabora a la quita de solvencia de ciertas opiniones que en el inconsciente colectivo aun se mantenían faliblemente sostenidas y que permiten la aseveración de estos posicionamientos políticos. Señeramente puede advertirse que en extremo opuesto a esta tendencia séptica que durante décadas (tanto por dictadores como por demócratas) apabullo la sincronización para el desarrollo social, constituyéndose a su vez en un polo de poder, los luchadores sociales se agrupan para operar como fuerza popular bajo rojas listas de independencia y cambio.
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