LA EFECTUACION DEL CAMBIO

La efectuación del cambio
Por Silvano Zapiràn
El engaño del sentido de cambio que ha procurado la consigna “progresista” , vieja consigna de mediados del 2007, en las masas lanusenses apunta a la deslegitimación del gobierno, por un lado, y a la movilización popular, por el otro. Y está bien mencionado el término deslegitimación, ya que la representación política, al desvirtuar las soluciones a los verdaderos propósitos que el pueblo afirma (en el caso de la legalidad de representación política desde su voto esperanzador de “cambio”), se desliza a la ruptura del interés entre representante y representado. El alegato marketinero para posarse por cuatro años en la administración comunal y disfrutar de los negocios que ella rinde ha dado sus frutos. Para ello sigue siendo necesario que todo cargo no sea revocable, está claro -democracia… sí, pero no tanto. Esto demuestra que el legalismo formal kelnesiano se desmorona ante los hechos de injusticia y de imposibilidad de desarrollo de la creación humana. En este caso, Radbruch acertó positivamente al describir al Derecho como un “fenómeno cultural”. La ley está situada. Se crea, emerge, desde una determinada situación y en un contexto social determinado. Se desarrolla y se veta en otro contexto, bajo la imposición del pueblo, único garante de su legislación para el funcionamiento progresivo de sus condiciones de vida. Ante ejemplos de funcionariado como estos, que se repiten permanentemente, no es ilógico legalizar el carácter revocable de todo funcionario político.

El “cambio” al caudillo ha sido más de lo mismo, con las medidas pertinentes en su gestión para satisfacer la verdadera representación a la que estos partidos políticos nos tienen acostumbrados, tanto en el ámbito legislativo como en el ejecutivo: al capital. Ante una crisis de caja, en el comienzo de la crisis capitalista mundial, aumento de impuestos; ante la falta de vivienda, especulación inmobiliaria en descomunal construcción edilicia; hospitales vecinales en estado de emergencia; obras públicas realizadas con sospechados valores presupuestarios; y lo último: “frente a un invierno polar, escuelas sin gas”. Qué diría Díaz Pérez si los niños del jardín maternal N° 1, en Villa Jardín, tomaran el establecimiento educativo en protesta por el incumplimiento del municipio de solucionar la falta de abastecimiento de gas. Seguramente que son militantes políticos de izquierda. Diciéndolo o no, el hecho, de todas formas, lo aunaría con el macrismo, del cual tanto quieren separarse los “nac & pop” pero que inevitablemente siguen a la rastra. De todas formas, en jardín, como en varios colegios tomados de la capital, la comunidad educativa entera (alumnos, docentes, auxiliares y padres) salió a manifestarse en contra de esta inhumana situación, denunciando el destino incierto de $500.000 que el Municipio había destinado para esa institución. Una tensión que hace poco se avivó en Wilde cuando a Ferraresi le reclamaron, cortando las vías, la falta de calefacción en un colegio de la zona, y que a Macri en lo que va del último año le ocurrió en forma bianual con tomas de las instituciones de por medio. También le cabiò a Cristina Fernández de Kirchner cuando fueron tomadas varias sedes de la UBA por el mismo motivo. Un sarpullido que no afecta a un gobierno en particular, con el color preciso de su bandera partidaria, sino al conjunto de los gobiernos que anteponen, a su poder y representación popular, la gerencia para el usufructo de sus capitales amigos. Es decir, al conjunto de los representantes políticos de la clase capitalista, ya sean del Frente Para la Victoria o del PRO.
La distancia que todos estos sectores mantienen de los reclamos sociales hace perder cualquier legitimidad para representar la salida de esta crisis al pueblo trabajador. La savia de las protestas sociales que hoy vivenciamos, invoca a una materialización del verdadero cambio en un luchador bestiario. La bestia es la barbarie capitalista.

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