RESUMEN DE LA AGENCIA INFORMATIVA PELOTA DE TRAPO

Crimen de crímenes

16/11/10
 
Por Silvana Melo
 
(APe).- Si existe una revelación fría y certera del fracaso inapelable de la humanidad, ésa es el hambre. Un mundo que tolera la muerte de un niño cada seis segundos por enfermedades socias del hambre es una calamidad. Un desastre muy alejado de los brotes de ira de la naturaleza. El naufragio de los sueños de todas las revoluciones, la muerte a cuchillo de cualquier utopía. El hambre mata en complicidad con el hombre. El hombre sigue siendo su propio lobo; se devora a sí mismo, famélico y amoral.

La disminución de los hambrientos de 1023 a 925 millones entre 2009 y 2010, anunciada por la FAO, depende exclusivamente del precio de los alimentos y puede tener evoluciones elípticas el próximo año o en los meses venideros. No responde a una toma de conciencia brutal de los países ricos. A un repliegue repentino de los colmillos del hombre lobo del hombre. Sino a una parada ocasional de la rueda de la fortuna.

El Africa no produce alimentos y fabrica indigentes cada vez con más eficacia mientras los países privilegiados generan sofisticaciones tecnológicas, banquetes y opulencia. No se puede dar vuelta la página ligeramente a la cruda verdad de haber vivido los primeros diez años del milenio en un planeta desangrado por la in-justicia. No se puede naturalizar el hambre inexorable de millones de personas mientras la riqueza se concentra en la siesta palaciega capitalista que tiene una discapacidad temible: la ceguera ante cualquier otra cosa que no sea el avistaje hedonista de su propio ombligo.

El pobre país que primereó las luchas contra la esclavitud y empujó a la negritud a irrumpir en la historia sólo aparece cíclicamente en la globalizada pantalla mediática cuando sube al cielo su aguja de catástrofes. Antes del terremoto de enero el 80 por ciento de la población de Haití sobrevivía con dos dolares diarios. Y los niños comían galletas de barro para engañar la panza. La movida de la tierra se tragó al dos por ciento de la gente, al gobierno, a las instituciones y a todo atisbo de estructura social que intentara erigirse en una de las tierras más pobres del planeta. Gran parte de las ayudas alimentarias durmieron meses en los hangares de la ONU. Y del auxilio económico prometido por el primer mundo con panderetas de traje y luces apenas llegó el 15 por ciento hasta noviembre.

Haití volvió, dramáticamente -al menos por un rato- a la cúspide noticiosa. Es que una epidemia de cólera se lleva a la gente como el humo venenoso a las hormigas. Todos los análisis convergen en que el brote habría sido traído por una delegación nepalesa de ayuda humanitaria de la ONU que dejó sus excretas en el río donde los haitianos van a buscar el agua. El mundo que convergió en Haití desde enero para oler su tragedia no hizo más que profundizarla. Lejos de salvar vidas, terminó de derrumbar el último techo de la esperanza, si es que alguna vez tuvo uno.

El G-20 -el grupo de países industrializados y emergentes que celebró su reunión hace pocos días- ni siquiera mencionó la tragedia de Haití. El hambre no parece ser tema de discusión en el mundo. Aunque se mueran un niño cada seis segundos en el planeta y 25 niños por día en la Argentina por enfermedades parientes de la falta de alimentos.

No hubo menciones de las autoridades nacionales ni de los líderes de la oposición, muy entrampados en la discusiones alejadas de los mal nutridos del Impenetrable y de los niños muertos de los tareferos.

La pelea políticamente sangrienta por el presupuesto 2011, ¿es por el hambre? ¿Es la médula de la discusión los dos bebés indígenas salteños que se murieron en junio en el departamento de Rivadavia mientras el joven y bello gobernador Urtubey celebraba con fastos a Guemes? ¿O la nena de 15 que cerró los ojos en Cafayate, cuando medía un metro y pesaba ocho kilos y no pudo más?

Hace pocos días no más murió una chiquita de dos años en Colonia Santa Rosa, a 250 kilómetros del corazón de Salta la linda. Era morenita, de ojos profundos. Nacida en una comunidad originaria. El certificado de defunción que firmó el médico dijo que había sufrido de “deshidratación y desnutrición grave”. Se llamaba Tatiana Tapia y todo el mundo desmintió después que estuviera desnutrida. Menos su familia, 16 que viven una una casita del barrio Las Palmeras, pobre y alejado.

En Montecarlo y en Apóstoles murieron Milagros y Héctor. En Oberá hay dos nenes “en estado desesperante por la desnutrición”. Nacieron hace varios años pero sus cuerpitos son mínimos. La sala común del Hospital Samic no es mejor que las casillas donde nacieron. En Misiones ya han muerto cerca de 250 en el año. Hay otros mil en situación crítica. ¿Es ésta la pelea enardecida por el presupuesto 2011? ¿Están discutiendo por el hambre?

En Formosa, en octubre, se denunció la “dramática situación de los niños de dos colonias aborígenes de Ibarreta”. Hay 28 chicos desnutridos y, ante la ausencia del Estado, médicos y pobladores piden que manden alimentos. De cualquier lado, de cualquier manera.

Mientras se discute con uñas afiladas el presupuesto nacional 2011. ¿Alguien habla del hambre? En el país de los alimentos para 400 millones, de la soja precio y cosecha record, de la macroeconomía envidiable, del crecimiento a tasas chinas, ¿alguien discute el hambre?.

En Ibarreta hay un bebé de un año que pesa 5,5 kilos. Debería pesar diez. “Es una desnutrición del 46%”. Es que en el país donde brota alimento de la tierra y se puede pinchar una nube para tomarle toda el agua, los niños se mueren de hambre.

Es el más crimen de los crímenes. El fracaso más atronador de la humanidad. Buitre de sí misma. Ciega. Sorda. Muda.

Coctel fatal

15/11/10

Por Claudia Rafael
 
(APe).- Amoríos, negocios y amantazgos célebres. Historias de dinero o de sexo en donde dioses paganos señalan y bajan luego su pulgar como en una escena de la arena romana. La muerte enraizada en una historia personal de odio suele demasiadas veces tener a sus pies los servicios y pleitesía de las instituciones. Allí donde la vida privada y la pública se transforman macabramente en una.
 
Emilio Eduardo Massera fue amo y señor en tierra arrasada. Y mostró al mundo entero cómo era posible abrir cada una de las herramientas del despotismo del Estado y ponerlas a trabajar aceitadamente a su beneficio. Sea cual fuere ese beneficio. Massera ofreció un compendio perfecto de ese cóctel fatal cuando en Semana Santa del 77 hizo llamar al empresario Fernando Branca, segundo marido de su amante, para que fuera a las islas del Tigre para mostrarle luego cómo le bajaba su pulgar después de haber compartido incontables negocios millonarios. Con los poderosos no se juega, pensó mientras marcaba con una línea roja el límite que jamás debería ser atravesado sin la venia oficial y suya personal.
Durante los últimos años, la Correpi (Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional) contabilizó que “el 8 por ciento de los casos corresponde a situaciones intrafuerza o intrafamiliares, en los que el policía, gendarme, prefecto o servicio penitenciario actúa como tal, y convierte un hecho de violencia privada en uno estatal”.
Cuando hace apenas unos días se conoció la macabra historia que terminó con la vida de Fabián Gorosito se desnudó esa mezcla a la perfección. Su muerte habla de una carrera fatal, de tormentos típicos de los manipuladores de la violencia pero también de cómo puede armarse una causa penal para tapar todo o para excusar su actuación.
Siete policías y varios más bajo sospecha quedaron imputados por secuestrar, torturar y asesinar a Fabián, con sus 22 años arrasadores de vida y de sueño. Intentaron cargarle sobre su mochila un robo y una violación. Después hablaron de una intoxicación. Nadie imaginaba aún cuánta perversidad puede esconder el poder que se traviste de entera comisaría, en este caso, la sexta de Merlo.
Fabián trabajaba en el frigorífico cercano a la estación Agustín Ferrari, la anterior a Mariano Acosta. Su papá, Carlos, reconstruiría luego que “el 14 de agosto Fabián salió a bailar con unos amigos. Iban a un boliche nuevo que creo que se estrenaba esa noche, en Marcos Paz. El lugar de reunión fue la puerta de la iglesia José Obrero. Es en el barrio Paraíso, es un barrio tranquilo”.
Pero esa vez llegó la policía y los pibes -contó Carlos Gorosito- “les tienen miedo. Siempre detienen pibes y les pegan porque sí y entonces si ven policías corren. Lo que hizo mal mi hijo fue correr al descampado”.
Bastarían unas cuantas horas para que los vecinos que viven cerca de la estación avisaran a los padres que había un cuerpo en un descampado. Que podía ser su muchacho. Que fueran a ver. Que la vida se acaba en un instante. Que los sueños se suelen romper, demasiadas veces, en un chasquido del terror. Que quién puede imaginar (¿cómo es posible?) que los vio venir. Que lo corrieron. Que quiso escapar. Que lo atormentaron. Que le presionaron la cabeza y le aplastaron el rostro contra la tierra hasta la asfixia. Que no hubo un mínimo vientecito que le llevara aire a sus pulmones porque como Massera, le habían bajado el pulgar cuando supieron que Fabián tenía una historia de amores ocultos con la pareja de uno de ellos. Y hay líneas demarcadas con el rojo intenso de la sangre que no deberán ser traspasadas jamás.
Durante todo 2009 hubo -según la Correpi- 252 homicidios por integrantes de diferentes fuerzas de seguridad del país. El mayor número desde los últimos catorce años. El 42 por ciento, es decir, 105, ocurrieron en la provincia de Buenos Aires. Y hubo puntualmente 20, teniendo en cuenta el 8 por ciento habitual, de muertes ocurridas en ese coctel de violencia nacida para la resolución de pugnas privadas. Esas a los que ya 41 años atrás, Rodolfo Walsh definía como “conflictos personales y pequeños incidentes cotidianos que los policías suelen resolver por la vía del arma reglamentaria”.
Se llamaba Fabián Gorosito. Tenía 22 años. Era obrero. Tal vez estaba enamorado o quizás simplemente jugaba al juego del amor prohibido. Y apostó su vida entera a los labios encendidos y al fuego fatal que los manejadores de los hilos no perdonan y condenan con los latigazos de la muerte.
 
Crítica de la razón K (tercera parte)

18/11/10
 
Por Alfredo Grande
 
(APe).- Hace muchos años, no creo que demasiados, escribí un trabajo que está publicado en mi primer libro 1. El título, aunque no sea lo mas importante, ilustra sobre el tema: “El idiota del pesebre: reflexiones sobre el inconsciente institucional de las organizaciones económico sociales hegemónicas”. Mis trabajos “Crítica de la Razón K” se sostienen en esa premisa. La historia oficial de toda cultura impedirá todo intento de cuestionar la hegemonía y además este intento será señalado como la obra de un “idiota”. Incluyendo en ese calificativo multiplicidad de sentidos. Algunos de los mas escuchados: resentido, gorila, inútil, reaccionario, izquierda necia, incapaz, mal entretenido, intelectual gaseoso (manera piadosa para decir al pedo), bueno para nada, andá a votar, nunca entendiste nada, y de la oposición no hablás, vos querés que la derecha gane, no existís, no vivís, siempre a contramano de la historia, ni yanquis ni marxistas, no tenés orgullo, escuchá lo que dice Evo, no pagamos deuda, imbécil. El listado agobia y como todo reproche, tiene siempre algo de razón.
 
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La Vigencia del viento de los 90

17/11/10
 
Por Carlos del Frade
 
(APe).- La historia de los puertos sobre las marrones aguas del Paraná es anterior al sueño colectivo inconcluso parido el 25 de mayo de 1810 y a la propia invención del virreynato del río de La Plata. Hacia 1527, donde hoy se levanta Puerto Gaboto, al norte de Rosario, surgieron los primeros rudimentos de muelles que hoy conforman la principal puerta de exportación de los cereales argentinos.
 
El complejo oleaginoso que va desde Timbúes, pasa por Puerto San Martín y San Lorenzo, ignora la cuna de la bandera y termina en Punta Alvear, ha desplazado al que fuera el segundo cordón industrial más importante de América latina después del de San Pablo.
Más allá de la crisis financiera del año 2009, Cargill, Dreyfus, Bunge, Nidera, Molinos Río de la Plata, Toepffer, Aceitera General Deheaza y Minera Bajo La Lumbrera, tuvieron una facturación total de de 52.104 millones de pesos, alrededor de 13 mil millones de dólares.
 
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