ENAMORADOS DE CRISTO PARA QUE LA IGLESIA SEA CADA VEZ MAS CREIBLE

Enamorados de Cristo para que la Iglesia sea cada vez más creíble
Avellaneda (Buenos Aires), 23 Nov. 10 (AICA)
Leonardo Chimento y Sebastián Calabrese, cuando desempeñaban su ministerio diaconal
 
El sábado 20 de noviembre en la catedral Nuestra Señora de la Asunción, el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, ordenó sacerdotes a los diáconos Sebastián Calabrese y Leonardo Chimento.
En la homilía, el prelado recordó que el sacerdote “está llamado por Dios para vivir en la Iglesia. Y lo llama el obispo y lo llama el presbiterio; por eso no se concibe un sacerdote individualista y separado”, por eso aclaró que “no son simplemente sacerdotes y después pueden hacer lo que quieran, sino que están metidos, llamados, al orden del presbiterado”, por lo que deben “estar unidos en comunión”.
Entre otras cosas, el pastor diocesano dijo a los ordenados que “la Palabra de Dios los tendrá que alimentar siempre, iluminar siempre para iluminar y acompañar a los hermanos. El protagonismo no será de ustedes, el protagonismo es de Jesucristo, es de su Palabra y es del Espíritu Santo. Por lo tanto ustedes sean verdaderos oyentes de la Palabra de Dios, para que puedan alimentar a los hermanos”.
“Ustedes también tendrán la dicha y la gracia de participar del ministerio eucarístico -añadió-; y en el nombre de Cristo podrán perdonar y absolver los pecados”. En ese sentido les recomendó: “Si quieren que la vida de ustedes tenga sentido, ¡fusiónense al misterio de Cristo!, ¡suban al altar y quédense allí para vivir sagradamente el sacrificio! El sacrificio del cual ustedes son revestidos de Jesucristo, unidos e identificados con Él; y Él no sólo los alimentará a ustedes sino que también alimentará al Pueblo de Dios, por medio de ustedes”.
Al recordar que Dios “también les da otra misión: el pastoreo”, precisó que “de alguna manera, el sacerdote de Cristo es sacerdote para Cristo para su pueblo y para la Iglesia”. Por otro lado, afirmó que “el sacerdote tendrá que ser un hombre de Dios y si no es un hombre de Dios no va a saber decírselo a la gente. El sacerdote tendrá que estar enamorado de un modo indiviso para que Dios siga siendo el centro de su vida, y que ustedes, desde ese centro, lo puedan comunicar a los demás. La gente necesita eso, la gente pide eso, la gente quiere eso. No quiere otra cosa”.
“Dios no pide y después defrauda. Lo que Dios pide, lo da y lo da en abundancia. Confíen y sean siempre los que están enamorados de Dios. ¡Enamorados de Dios para no buscar en otro charco!, ¡enamorados de Cristo para servir a la Iglesia!, ¡enamorados de Cristo para dar la vida con Él!, ¡enamorados de Cristo para que nuestra Iglesia sea cada vez más creíble, más entendida, más amada y más respetada! A eso están llamados”, aseguró.+
 
Texto completo de la homilía
ORDENACIONES SACERDOTALES
Homilía de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en la misa de ordenaciones sacerdotales de Sebastián Calabrese y Leonardo Chimento (Catedral de Avellaneda-Lanús, 20 de noviembre 2010)

Queridos sacerdotes.
Queridos seminaristas.
Queridas religiosas y religiosos.
Querido pueblo fiel:
Como Obispo de esta diócesis de Avellaneda Lanús, hoy tengo el gozo de poder conferir a estos dos hermanos diáconos el orden de presbíteros, constituirlos sacerdotes. Un regalo muy grande, una gracia muy grande, donde Dios nos bendice enormemente. Estamos en este inicio de Año Jubilar, estos cincuenta año de nuestra querida diócesis y el Señor nos regala dos nuevos sacerdotes. También nosotros, los consagrados, hoy renovamos esa gracia que Dios nos regaló y que es para siempre.
Dios nos toma, y Dios los toma, de una manera muy especial llamándolos a identificarse a Jesucristo, cabeza pero siguiéndolo a Él, imitándolo a Él, escuchándolo a Él y para que cumplan con la misión que el Señor, a través de la Iglesia, les confiere.
Están llamados y es una gracia de Dios. No duden jamás de la exigencia, y mucho menos de la respuesta, para que no vacilen, para que no duden, para que no tiemblen, para que no tengan miedo, para que sí sepan y puedan confiar en el Señor. Si el Señor los llamó, si el Señor los miró, si el Señor los amó y el Señor les confió, ustedes tendrán que seguir confiando en esa ternura y en esa misericordia de haber sido asociados de cerca a Jesucristo en la cruz.
El sacerdote, el presbítero, está llamado por Dios para vivir en la Iglesia. Y lo llama el Obispo y lo llama el presbiterio; por eso no se concibe un sacerdote individualista y separado. El sacerdote tiene que estar unido al presbiterio, pues esa es su razón de ser y su caridad que tendrá que vivir unido al obispo y al presbiterio; unido al presbiterio con el Obispo. Y vivir en esa comunión, que no es secundaria, ni circunstancial, ni funcional, sino que es estructural.
La comunión de la cual ustedes participan, y no son simplemente sacerdotes y después pueden hacer lo que quieran, sino que están metidos, llamados, al orden del presbiterado y por eso ustedes tienen que estar unidos en comunión.
Queridos hermanos, es un regalo extraordinario; donde Dios los llama a ustedes, jóvenes en un mundo complejo y muy difícil, pero que el Señor a través de la Iglesia les dice algo y también nos quiere decir algo a nosotros y quiere decir algo al mundo: ¡que lo que es imposible para los hombres, es posible con la cercanía y la gracia de Dios!, ¡Dios hace posible vuestra entrega, vuestra fidelidad y vuestra perseverancia!
El Señor los llama para que crean y lean la Palabra de Dios; creyéndola, leyéndola, enseñándola y practicándola, esa palabra de Dios los tendrá que alimentar siempre, iluminar siempre para iluminar y acompañar a los hermanos. El protagonismo no será de ustedes, el protagonismo es de Jesucristo, es de su Palabra y es del Espíritu Santo. Por lo tanto ustedes sean verdaderos oyentes de la Palabra de Dios, para que puedan alimentar a los hermanos.
Ustedes también tendrán la dicha y la gracia de participar del ministerio eucarístico; y en el nombre de Cristo podrán perdonar y absolver los pecados; podrán bautizar, ungir al enfermo y sobre todo dar a Cristo en LA comunión. Se unirán a ese misterio y vuestra vida, si tiene sentido, y si quieren que la vida de ustedes tenga sentido, ¡fusiónense al misterio de Cristo!, ¡suban al altar y quédense allí para vivir sagradamente el sacrificio! El sacrificio del cual ustedes son revestidos de Jesucristo, unidos e identificados con Él; y Él no sólo los alimentará a ustedes sino que también alimentará al Pueblo de Dios, por medio de ustedes.
También les da otra misión: el pastoreo. “¿Me amas?, cuida a mi gente; ¿me amas?, cuida ami pueblo, ¿me amas?, cuida a la Iglesia”. No son palabras meramente retóricas, son sustanciales, son contundentes, son ontológicas. De alguna manera, el sacerdote de Cristo es sacerdote para Cristo para su pueblo y para la Iglesia. Ese pastoreo lo tendrán que desarrollar, cultivar, vivir y comunicar.
Son muchas las cosas a que un sacerdote está llamado pero, como decía la primera lectura de Jeremías, “no temas, tú vas donde yo te envío y no temas pues yo te voy a enseñar lo que te mande” El sacerdote tendrá que ser un hombre de Dios y si no es un hombre de Dios no va a saber decírselo a la gente. El sacerdote tendrá que estar enamorado de un modo indiviso para que Dios siga siendo el centro de su vida, y que ustedes, desde ese centro, lo puedan comunicar a los demás. La gente necesita eso, la gente pide eso, la gente quiere eso. No quiere otra cosa.
Vamos a pedir como Iglesia que Dios los bendiga y que ustedes siempre cuenten con Él. Dios no pide y después defrauda. Lo que Dios pide, lo da y lo da en abundancia. Confíen y sean siempre los que están enamorados de Dios. ¡Enamorados de Dios para no buscar en otro charco!, ¡enamorados de Cristo para servir a la Iglesia!, ¡enamorados de Cristo para dar la vida con Él!, ¡enamorados de Cristo para que nuestra Iglesia sea cada vez más creíble, más entendida, más amada y más respetada! A eso están llamados, queridos hijos; cuenten con la ayuda de Dios, con la gracia; que la gracia hace lo que Dios da. Y cuenten con la ayuda maternal de la Virgen; Ella los va a acompañar siempre; Ella despeja pero también acerca a Jesucristo el Señor.
Como Dios no se deja vencer en generosidad, ustedes tienen familias y sus familias nos han acompañado; sus amigos también y sus respectivas comunidades a lo largo de estos años de formación. Agradezco en especial a los padres de ustedes dos; sepan que al hijo no lo pierden y que el hijo sacerdote será sacerdote pero sigue siendo hijo, por lo tanto alguna vez tírenle la oreja al hijo aunque sea sacerdote. Porque Dios nunca rompe los vínculos anteriores, al contrario ¡los potencia, los enardece, los ilumina, los enriquece!
Como es generoso los bendice también a ustedes; no tengan dudas de que es una bendición. Ellos no tendrán hijos propios, pero tendrán muchos hijos espirituales y verán ustedes como el corazón les seguirá agrandando y ardiendo, porque Dios nos da familias nuevas, hermanos y hermanas nuevas. Ayúdenlos a ellos para que sigan siempre cumpliendo con la misión.
Que el Señor los bendiga a todos y que nos bendiga personalmente a cada uno en este día porque es una gracia muy grande. Está el obispo, están los sacerdotes, están las religiosas, están ustedes: si dos o tres personas se reúnen en su nombre, Él está. Y, ¡cómo el Señor no va a estar presente en esta celebración! Y si el Señor está presente en esta celebración es para que nos siga tocando, nos siga confirmando, nos siga cambiando y nos siga enviando, porque estamos en la Iglesia para hacer lo que Él quiere, lo que Él nos diga.
Que la Santísima Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción, les ayude a perseverar e interceda ante su Hijo para que ustedes hagan siempre su voluntad.
Que así sea.

Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús
 
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