RESUMEN DE LA AGENCIA INFORMATIVA PELOTA DE TRAPO


Apostando al 82
13/10/10
Por Oscar Taffetani

(APe).- En la memoria de cada uno de nosotros, de acuerdo a la edad, hay un registro y un folklore precisos, en lo que atañe a los jubilados. Cuando este cronista intenta recuperar sus primeros recuerdos, aparece el abuelo Pietro (también llamado Pedro), que le decía a su hijo Federico que cuando viajara a Mar del Plata y visitara el casino le jugara al 82. Era un chiste que tenía que ver con el 82% móvil para los jubilados, una música que ya sonaba allá por los ’60. Seres entrañables éstos, los jubilados. Siempre queridos. Vividos. Transidos. Con mucho país atravesado en la memoria y muy poca gratitud de los otros en el bolsillo.

Otra imagen muy fuerte que este cronista tiene registrada es la de Norma Plá, en la pantalla de Crónica TV, llorando, implorando, expresando toda la impotencia de los viejos a la hora de reclamar lo que les correspondía: una jubilación digna, sin conmiseración ni lástima. Un reconocimiento legítimo y necesario, por parte de esa abstracción llamada Estado, como contraparte de una vida de trabajo enajenado (ésta es una acotación marxista) entregada a los dueños del capital, de la cosa privada y la cosa pública, por treinta años o más.

El gobierno menemista de los ‘90 (esto no se puede olvidar) le mandó una patota a Norma Plá. Golpearon a una pobre vieja, porque reclamaba lo justo. Ésa es otra imagen imborrable.

La tercera de las imágenes -para no abundar- es la de un país bicentenario que empieza a regresar de a poco de la impúdica fiesta, ferozmente capitalista y ferozmente liberal, de los ’90, cuando un Estado suicida entregó los fondos jubilatorios (constituídos con los aportes de millones de trabajadores) a esas entelequias de inversión llamadas AFJP, que invertían sólo para su beneficio y que lo único que enviaban prolijamente, cada mes, a sus afiliados, era una factura con sus comisiones descontadas. Aquélla fue, realmente, una vergüenza. De haber habido una CGT conciente y combativa, jamás debería haberse permitido la privatización de los fondos previsionales.

Pero este país que regresa de aquella impúdica fiesta, ya no es el mismo. Las cajas jubilatorias se han ido reduciendo, a la par que se redujo el número de aportantes. Y la economía negra domina la escena, como si esos derechos y obligaciones conquistados (y construidos) por décadas nunca hubieran sido una realidad, nunca hubieran tenido vigencia. Es en este contexto en el que debemos hablar de un proyecto de ley de 82% móvil para los jubilados argentinos que ya cuenta con la media sanción de la Cámara de Diputados y que espera ser aprobado en la llamada cámara alta, esta semana.

Jubilación es justicia

En noviembre de 2008 un inevitable testigo y protagonista del peronismo, Antonio Cafiero, publicó en el matutino Página/12 un sucinto racconto de los logros y conquistas justicialistas en materia de jubilaciones. Ya es casi un lugar común de la historiografía consignar que los grandes proyectos legislativos socialistas, del amanecer del siglo XX, recién encontraron quórum -más un Ejecutivo dispuesto a apoyarlos- a fines de los ’40. Ley del voto femenino; ley de las ocho horas; ley del sábado inglés; estatuto del peón rural; jubilaciones...

Dice Cafiero en relación con las jubilaciones: “En 1944 sólo el 7 por ciento de la población económicamente activa estaba afiliada a las distintas cajas. Con el impulso de Juan Perón, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión y luego desde la presidencia de la Nación, ese porcentaje aumentó rápidamente con la creación de la Caja para Empleados de Comercio y la del Personal de la Industria, a las que más tarde seguirían las de trabajadores rurales, personal doméstico, autónomos, profesionales y empresarios. En menos de una década, la totalidad de la población activa había quedado cubierta”.

“Las cajas creadas -sigue Cafiero- funcionaron en forma independiente y dieron un superávit muy elevado. En 1953, una ley nacional confirmó su autarquía. Al año siguiente, el haber jubilatorio empezó a calcularse mediante una escala independiente de los aportes acumulados por cada beneficiario. Se abandonó la idea de capitalización individual y se pasó explícitamente a un sistema de reparto entre ingresos y egresos corrientes (…) A partir de 1955, la jubilación media se redujo en un tercio en moneda constante, a una tasa de descenso aún mayor que la de los salarios”.

“Recién en 1968 -dice Cafiero- el gobierno de facto centralizó la administración de las cajas (…) Los recursos se desviaron a otros fines diferentes a las jubilaciones y pensiones. Los resultados negativos eran visibles al punto tal de que, hacia el final de la década de 1980, el haber jubilatorio valía menos de la mitad que en 1975”.

Si el valor no pagado a cada trabajador -en la jerga marxista- se denomina plusvalía, podríamos decir que la jubilación es una plusvalía postergada, con la que se encuentra (o debería encontrarse) el trabajador en el último tramo de su vida. Esto es justicia, maldición. Ni más ni menos que eso.

Lo que va a ser y será

La CTA (Central de los Trabajadores Argentinos) ha instalado junto a organizaciones de jubilados y pensionados una carpa blanca frente al Congreso de la Nación, en Buenos Aires. Será un acto de presencia y un estímulo, durante el tratamiento en el Senado de la ley del 82% móvil.

¿Qué va a pasar? Desde este humilde puesto de observación, decimos que va a pasar lo mejor. La ley del 82% ganará la votación en el Senado y el Poder Ejecutívo se abstendrá de vetarla. Y eso se llamará -aunque intenten disfrazarla de cualquier manera- ¡una conquista! Sí, una conquista histórica de los trabajadores jóvenes y de los viejos trabajadores argentinos.

El expediente (porque siempre hay un expediente) seguirá por los vericuetos capitalistas: a ver “de dónde salen los fondos”. O también: “cómo evitaremos la quiebra del sistema previsional”. Lágrimas de cocodrilo. Capitalismo puro.

Si un hallazgo importante en esta época de trabajo en negro y de exclusión hemos tenido, éste es el de la Asignación Universal, que intenta (aunque no siempre lo logre) proteger a la niñez más allá del contexto. Y otro hallazgo importante, relacionado con la justicia y con la redistribución de las ganancias y la renta, es lo que provisoriamente llamamos Jubilación Universal.

Aquellos que aportaron, a lo largo de una vida, deben tener esa mínima recompensa, en el tramo final. Y aquellos que no aportaron nunca, por el sólo hecho de ser viejos y venerables (y haber soportado décadas de malditos gobiernos argentinos) también merecen una jubilación digna, que los libre de privaciones y humillaciones. Eso sería humanidad. Eso sería demostrar que hemos aprendido algo.

Diputados del Proyecto Sur dicen que bastaría con restaurar los aportes patronales -eliminados por un ministro caballo- para cubrir la demada de la ley. Los amigos de las patronales, dicen que eso no es posible y que hay que buscar otro modo. Por su parte, el Gobierno, estudia las mil y una estrategias para evitar el veto (que sería catastrófico a nivel electoral) y hacer que la ley sea cumplible. El escenario -perdón por el optimismo- no podría ser mejor. La ley va a ser ley y los trabajadores argentinos habrán hecho realidad un sueño de varias generaciones.

¡Viva la ley! decimos. ¡Todos a jugarle -como quería el abuelo- al 82!

Cámaras
12/10/10

Por Silvana Melo

(APe). Lejos, muy lejos, bajo la bruma del primer mundo, Scotland Yard comenzó a cuestionar la eficacia del sistema de cámaras de vigilancia en comparación brutal con el gasto que le genera al Estado. Simultáneamente, mientras a los míticos hombres de pipa les entran las ganas de empezar a apagar el Gran Hermano londinense, los vecinos de Vicente López se aprestan a encender la televisión para tener acceso a un show mucho más atractivo que el de Marcelo Tinelli. Observar, con ojo de espía, la vida de los demás en tiempo real. Eso es lo que prometió Enrique “Japonés” García para cuando termine de instalar la última cámara y convierta al municipio en un tenebroso estudio televisivo. Con el objetivo de bajar, al fin, el delito real en la calle. Una preocupación tardía para dirigentes que concedieron durante décadas, con acción o silencio, la destrucción individual y social de vastos sectores de la población.

En el fondo, en la base del Gran Espía que va ganando las calles de la Provincia y de los centros urbanos más importantes del país, hay un formidable negocio para el que muchos hacen cola con ojos babeantes. Cuando se fundó la Cámara Argentina de Seguridad Electrónica (CASEL), hace ocho años, estaba integrada por 30 empresas. Ahora son 110. “Se dedican a vender y operar cámaras de vigilancia, alarmas y sistemas electrónicos de control de accesos. Es un rubro que viene creciendo a un ritmo de entre un 20 y un 30 % por año”, dice su presidente, Marcelo Colanero.

¿Podrán las cámaras amedrentar a la criminalidad organizada? ¿Podrán delatar como un reflector terrible y oportuno a los tratantes de niñas para la prostitución? ¿Podrán atrapar a los poderosos narcotraficantes que se deshilan en punteros para que en todos los barrios marginales haya sustancias suficientes, de la peor calidad posible, para destruir a los pibes y quitar de la escena aquello socialmente descartable?

Por supuesto que no. Las cámaras escupieron sus primeros resultados en Tucumán, en Olavarría -Buenos Aires- y en Mendoza. Por dar tres ejemplos lejanos y concretos.

“Las cámaras de seguridad ya atraparon a la primera sospechosa”, titula el diario tucumano. Era una mechera a punto de llevarse jabones y medias en los bolsillos de la campera.En Mendoza, los medios hacen un racconto de los cien primeros delitos captados por el panóptico que vigila las calles. “Tres mujeres y dos hombres, posibles punguistas, son aprehendidos por su accionar sospechoso”; “Dos jóvenes sentados en la Plaza Independencia son advertidos por personal policial y les encuentran un envoltorio con una sustancia blanca. Los sospechosos son trasladados a la Comisaría 1º”. “Tras un aviso a la policía del robo de una bicicleta, se logra detener a dos personas”.

El intendente de Vicente López prepara la escena para que los vecinos puedan acceder gratuitamente a las imágenes tomadas por las cámaras, llamar a la policía ante cualquier “movimiento sospechoso”, convertirse en delatores de cualquier desprevenido, en condenadores de la inocencia, en mirones de los pasos íntimos de toda la vecindad. Como reality, promete un rating espectacular.

En Olavarría el Municipio difundió el primer video tomado por un flamante sistema de cámaras: dos jóvenes que habían robado una cartera revisaban nerviosamente documentos, pañuelos y unas monedas.

Todos los atrapados son rateros comunes, se supone que muy fácilmente detectables para decenas de miles de policías desparramados por el territorio bonaerense. Sin haber sido juzgados, en algunos casos sus caras se muestran en los videos. Varios son pibes. Doblemente estigmatizados: primero por la sociedad y después por el reality show de la inseguridad.

Cuando la mechera, los pibes, los pungas, se enteren de dónde están las cámaras, irán a robar a otro lado. Sin tener idea de que la policía británica está reviendo la eficacia de su propio Gran Espía, que implica una cámara cada 14 habitantes. En el conurbano hay una cada 9.000.

Para apresarlos a todos y que los vecinos de Vicente López enloquecieran con miles de ojos buscando la sombra conocida que dobló la esquina, debería instalarse una cámara por ochava, con una legión de monitoreantes. La imagen arquetípica de la vecina con el ojo en la ventana se convertiría en la chusma tecnológica del tercer milenio oteando la casa de enfrente a través de un monitor.

El panóptico de la modernidad es poco más que un recurso de moral fluorescente para serenar el terror de la clase media que vota religiosamente y puede arruinar una elección. Y a las gentes se les pierde, en medio de la confusión generalizada, lo importante detrás del videoclip. ¿Es más trascendente atrapar en flagrancia a la mechera, al punguista o a los ladrones de carteras que propiciar una sociedad espía y delatora por el impulso ciego del miedo? El destino horrible de Matías Berardi, asesinado por una banda criminal y con el auxilio negado por la vecindad por creerlo un ratero, es una escena crucial de esta película que no puede inadvertirse.

¿Habrá cámaras en los desarmaderos y en los prostíbulos? ¿Habrá donde se cocina el negocio atroz del tráfico -de drogas y personas- con la anuencia imprescindible de varias patas del Estado? No hubo ni habrá cámaras para desnudar a las mecheras y los punguistas del país, que se cargaron y se cargan en sus cuentas y en sus lustrosos escritorios los trenes, el petróleo y el patrimonio del vientre de la tierra. Los iniciadores ilustres de este tiempo desgraciado. Los que se robaron, impunes y a salvo, el por venir que ya vino. El destino de tantos chicos que se liman el presente fumando paco bajo una cámara de vigilancia.

Fuentes de datos:
El siglo web - Tucumán, El sol online - Mendoza, Infoeme, Olavaria, Infoban y Online-911


Una, dos, tres, muchas policías
14/10/10


Por Alfredo Grande

(APe).- En la corriente teórica y política del análisis institucional se describe el “efecto Mülhman”. Consiste en la recuperación de lo instituyente por lo instituido. En términos más cercanos, lo nuevo, lo creativo, lo novedoso será siempre transformado en lo viejo, lo repetitivo, lo rutinario. O sea: toda pareja terminará en matrimonio. Mas o menos sacramental, según usos, costumbres y géneros en disputa. No son pocos los que de este análisis vieron un innegable pesimismo y que finalmente todo cántaro que pretende ir a una fuente, terminará rompiéndose. Sin embargo, creo que la profecía de Mülhman puede ser llevada a su extremo límite y en mi forma de pensarla sería: “La derecha fascista recuperará las profecías inconclusas de la izquierda revolucionaria”.

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Venenos
11/10/10

Por Claudia Rafael

(APe).- Año tras año el país que supo ser granero diversificado ante un mundo en crisis va entrando más y más de lleno en el modelo del monocultivo de la soja. Cuatro letras que significan ataduras y que -a contramano de los discursos- no se traducen en el fin del hambre. Soja hoy es veneno seguro. Es tierra arrasada. Destruida. Es -en palabras de Andrés Carrasco, investigador de la UBA- la puesta en marcha de un modelo de producción que después de 20 años demostró que no resuelve el drama del hambre y que lo único que genera es “un problema ambiental muy grande y riquezas concentradas en pocas manos”.

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