NO PODEMOS ACOSTUMBRARNOS A PENSAR Y VIVIR COMO DERROTADOS


No podemos acostumbrarnos a pensar y vivir como derrotados
Lanús (Buenos Aires), 19 Oct. 10 (AICA)
Santa Teresa de Ávila

Estamos entre luces y sombras como ‘dolores de parto’:¡Mucha alegría por un lado y por el otro miedo, tristeza y dificultad! ¿Cuál es el camino como sociedad? ¿Cuál es el camino como Iglesia?”, se preguntó el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, durante la misa en honor de Santa Teresa de Jesús, patrona secundaria de la diócesis y patrona del partido de Lanús, celebrada el viernes 15 de octubre en la parroquia San Judas Tadeo, de Lanús.

El prelado sostuvo que “tenemos que estar unidos y de alguna manera comenzar de nuevo”, pero aclaró que se debe “comenzar de nuevo descubriendo a Jesucristo” y “a Jesucristo Resucitado, no crucificado solamente”. En ese sentido advirtió que “no podemos acostumbrarnos a pensar y vivir como derrotados”.
“Hay que volver a decirle: ‘Señor, yo quiero ser tu discípulo, por lo tanto y por lo mismo, yo voy a ser tu testigo’”, dijo el obispo, y agregó: “En segundo lugar, hay algo que el discípulo y testigo tiene que vivir en serio: mostrando la fuerza de la caridad. ¡Y la caridad tiene que estar presente!, la caridad no es mero asistencialismo, la caridad no es “salir en la foto”, ni hacer propagandas. La caridad es amor”.
Por otro lado, consideró que “tenemos que volver a llamar las cosas por su nombre” y a modo de ejemplo hizo una referencia a lo ocurrido con los mineros chilenos: “¡Qué bien que estuvo el pueblo chileno con todo lo que nos mostraron, altura, profundidad y muchas cosas más, además de la técnica y el milagro de Dios, que sacó a los 33 mineros de las profundidades de la tierra, y cómo la gente supo agradecerle; con qué altura trataron el problema! Creo que tenemos que volver a tratar las cosas, los problemas, con altura; porque si no los tratamos con altura nos hace mal, nos enferma, nos debilita y nos quita dignidad”.
“Por eso -indicó-, creo que hay que pedirle hoy a Dios, por medio de Santa Teresa, que volvamos a tener pasión por Cristo y pasión por la Iglesia; que obremos convencidos como personas y como cristianos; y si nos va mal, pero Él está, bendito sea Dios; ¡Que triste que nos vaya bien pero que el Señor no esté!, ¡Qué tristeza, ganó el mundo y a Dios lo dejamos a un costado!”.+

Texto completo de la homilía
SANTA TERESA DE JESÚS
Homilía de Monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, con motivo de la Fiesta de la Patrona del partido de Lanús y Patrona secundaria de la diócesis de Avellaneda Lanús (15 de octubre, parroquia San Judas Tadeo)

Queridos sacerdotes, seminaristas, diáconos, religiosas, religiosos;
Querido pueblo fiel:
Estamos celebrando hoy a la Patrona secundaria de nuestra diócesis, y civilmente patrona del partido de Lanús, Santa Teresa de Jesús. Por lo tanto que nuestra oración vaya para todos los habitantes de este municipio.
Estamos iniciando un año jubilar, cincuenta años de diócesis, de Avellaneda y Lanús, esta realidad que todos vivimos y se nos ha concedido, se nos ha regalado. Cuando uno hace una celebración empieza a recordar, a hacer memoria, a darse cuenta que hubo un antes y un después; y empieza a dar gracias a Dios por todo lo que nos ha ido regalando a lo largo de los esfuerzos, a lo largo de las cosas que Dios nos fue pidiendo, a través de la Iglesia, pero que tenemos que serle fiel al Señor y celebrar, agradecer, tantos regalos que nos hace.
Ahora bien: estamos en un mundo que se desdibuja, que está mal, que está viviendo mal, está entre luces y sombras. Y en la Iglesia, en nuestras comunidades pasa un poco lo mismo: luces y sombras. Como que nuestra realidad es así. Uno percibe, se da cuenta, sufre, padece, uno ve que las cosas están siendo pesadas. Hay gente que está cansada. El mal realmente incide mucho. ¡Los lenguajes, las palabras, las actitudes!
Yo siempre digo que cuando alguien se cae, uno lo levanta y el mismo caído ayuda a levantarse; por lo tanto también hace fuerza para levantarse. Pero levantar un “peso muerto” pesa tres veces más.
Muchas veces estas cosas en la sociedad, en la familia, van existiendo; en la Iglesia también y pesa mucho. Estamos entre luces y sombras como “dolores de parto”:¡mucha alegría por un lado y por el otro miedo, tristeza y dificultad!
¿Cuál es el camino como sociedad?
¿Cuál es el camino como Iglesia?
¿Qué tenemos que hacer el Obispo, los sacerdotes, los diáconos, el pueblo fiel?
¿Cómo tenemos que vivir?
¿Qué tenemos que pensar?
¡No podemos negar lo que nos está pasando!
¿Cómo vamos a responder?
Hay algo importante, como nos hablaba recién San Pablo, estamos contenidos pero es el Espíritu que viene a nosotros para darnos fuerzas y no vamos a hacer nada si no estamos unidos a Jesucristo, lo dice el Evangelio, como la vid y el sarmiento.
¡Tenemos que estar unidos y de alguna manera comenzar de nuevo!
¡Tenemos que comenzar de nuevo descubriendo a Jesucristo!
¡A Jesucristo vivo, no muerto!, ¡a Jesucristo Resucitado, no crucificado solamente!, ¡a Él, que venció el pecado y la muerte, y porque venció, el pecado y la muerte no tienen que tener cabida en nosotros!
¡No podemos acostumbrarnos a pensar y vivir como derrotados! ¿Qué significa? Que está todo perdido, que nada va a cambiar, que todo es negativo, que prácticamente no hay salida. Sin embargo hay salido y no está todo perdido, porque Jesucristo nos trae la esperanza y nosotros tenemos que volver a descubrirlo.
Muchas veces hacemos “gala” de conocerlo, hacemos demostración que sabemos de Él, pero muchas veces Jesucristo, y el Evangelio, no pasa por nuestra vida, no entra en nuestra vida. ¿Saben por qué?, porque quedamos igual, porque vivimos como derrotados o vencidos. Por eso nuestras comunidades, nuestras familias, a pesar de todo, tenemos que vivir con entusiasmo, con fuerza, con ímpetu, con amor, con entrega, como hacía muy bien Santa Teresa. Esta mujer fuerte, a pesar de todas las vicisitudes de esa época, ella fue fiel al Espíritu y vivió intensamente su vocación de mujer cristiana y religiosa.
¿No será que nos falta convicción?
¿No será que todavía consumimos las cosas mediáticamente?
¿No será que mezclamos “la Biblia y el calefón” como si todo fuera igual?
¿No será que, de alguna manera, nos dejamos tomar por los criterios subjetivos, relativistas, imperantes en el mundo y en la Iglesia?
Tenemos que volver a seguir a Cristo, y si estamos unidos a Él vamos a dar frutos. No estoy diciendo “vamos a ser exitosos”, o “todo nos va a salir lindo”; simplemente con la unión a Jesucristo vamos a dar frutos ¡y frutos en abundancia! Y si no nos damos, no le podemos decir a Jesucristo que no tiene fuerza, digamos más bien que somos nosotros los que no tenemos convicción. Porque Él la tiene, Él es el poder, es la gracia, es la fuerza.
Hay que volver a decirle: “Señor, yo quiero ser tu discípulo, por lo tanto y por lo mismo, yo voy a ser tu testigo.” El testigo lo muestra, el testigo lo indica, el testigo lo da y lo comparte. ¿De qué manera?, viviendo más fraternalmente entre nosotros, sabiendo que nos necesitamos unos con otros, nos necesitamos y tenemos que vivir en serio como hermanos. Porque si no vivimos como hermanos, no estamos viviendo el espíritu del Evangelio.
En segundo lugar, hay algo que el discípulo y testigo tiene que vivir en serio: mostrando la fuerza de la caridad. ¡Y la caridad tiene que estar presente!, la caridad no es mero asistencialismo, la caridad no es “salir en la foto”, ni hacer propagandas. La caridad es amor. El Papa escribió una encíclica estupenda, que tenemos que releerla, “La caridad en la Verdad”; y la verdad en la caridad porque si falta verdad no hay caridad, y si la caridad no tiene verdad es sólo sentimentalismo, como dice el Papa.
Tenemos que volver a llamar las cosas por su nombre. También creo que tenemos que diferenciarnos: tenemos raíces, tenemos identidad; no voy a hacer una apología pero ¡qué bien que estuvo el pueblo chileno con todo lo que nos mostraron, altura, profundidad y muchas cosas más, además de la técnica y el milagro de Dios, que sacó a los 33 mineros de las profundidades de la tierra, y cómo la gente supo agradecerle; con qué altura trataron el problema! Creo que tenemos que volver a tratar las cosas, los problemas, con altura; porque si no los tratamos con altura nos hace mal, nos enferma, nos debilita y nos quita dignidad.
Por eso, creo que hay que pedirle hoy a Dios, por medio de Santa Teresa, que volvamos a tener pasión por Cristo y pasión por la Iglesia; que obremos convencidos como personas y como cristianos; y si nos va mal, pero Él está, bendito sea Dios; ¡que triste que nos vaya bien pero que el Señor no esté!, ¡qué tristeza, ganó el mundo y a Dios lo dejamos a un costado!
Le pedimos hoy, en esta fiesta, que nuestras comunidades parroquiales, de colegios, educativas, las capillas, nuestras familias, toda nuestra diócesis, puedan de verdad celebrar este acontecimiento jubilar, pero que Dios esté presente y que nosotros podamos vivir muy ceca de Él.
“El que permanece en mí y Yo en él, da muchos frutos; porque separado de mi nada pueden hacer; pero el que no permanece en mí es como el sarmiento que se tira y se seca. Si ustedes permanecen en mi y mis palabras permanece en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán”
Estamos entre luces y sombras, pero jamás podemos perder la fuerza de la esperanza; quiera el Señor que hoy recibamos su Espíritu, que él sí sabe lo que necesitamos pedir, pero por favor pidámoslo, porque si no lo pedimos no lo reconocemos, y si no lo reconocemos, jamás lo vamos a recibir.
Que Santa Teresa los bendiga a todos, interceda ante Dios por nosotros;
Que la Virgen, Nuestra Señora de la Asunción, nos ayude a vivir como hijos de Dios, libres, como hermanos, con respeto, con la caridad, con el amor y la disponibilidad.
Que nuestra Iglesia sea generosa, pero desde adentro, dé vocaciones para la Iglesia;
Que desde nuestras familias salgan hijos que sigan el sacerdocio ministerial;
Que desde nuestras familias salgan hijos, y no nos asustemos, para la vida religiosa;
Que desde nuestras familias salgan hijos que formen una verdadera familia: de un papá y una mamá, como Dios manda.
Que desde nuestras familias podamos vivir como luz del mundo y sal de la tierra, dando fuerzas y no encerrándonos en nuestros pequeños mundos o pequeños rincones.
¡Iglesia de Avellaneda Lanús, vive tu vocación; recíbela, encárnala, pero también ten la madurez de comunicarla a los demás!
Que así sea.

Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús

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