DIOS NOS LLAMA A CONFIAR EN EL Y A ENMENDAR NUESTRA VIDA


Dios nos llama a confiar en Él y a enmendar nuestra vida
Avellaneda (Buenos Aires), 15 Set. 10 (AICA)
El hijo pródigo

“Es más importante la misericordia de Dios que nuestras propias miserias”, dijo el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, en su mensaje radial del fin de semana.

Sin embargo, explicó que “la misericordia de Dios actúa sobre la debilidad humana, pero no actúa sobre la obstinación o rechazo de la voluntad”, porque Dios “respeta nuestra libertad y nos va a invitar, nos va a persuadir y nos va a convocar, pero nunca nos va a imponer”.
En ese sentido, además de recordar que “somos débiles, que somos pecadores” y que “tenemos que rezar, pedir perdón y arrepentirnos”, se refirió a “la voluntad de restitución” como “algo que hemos olvidado muchas veces en la Iglesia”.
Indicó que “las faltas ofenden a Dios indirectamente porque ofenden al hombre y también ofenden a nuestros hermanos. Nosotros tenemos que restituir esa integralidad que también es parte de la justicia, que a su vez es parte de la misericordia; pero lo propio de la misericordia es que supera a la justicia”. Y precisó: “Dios nos llama a confiar en Él y en su misericordia. Pero también nos llama a restituir, a tener propósitos de corrección, a enmendar nuestra vida, a producir el bien y a evitar todo mal que aqueje a nosotros o que aqueje y lastime a los demás, en lo personal y en lo públido”.+

Texto completo de la alocución
PARÁBOLAS DE LA MISERICORDIA DE DIOS
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús para el programa radial "Compartiendo el Evangelio", para el 24º domingo durante el año (12 de septiembre de 2010)

Para recordar: este domingo se realiza la Colecta “Más por Menos”; seamos generosos con nuestra contribución para que podamos ayudar a nuestros hermanos más pobres. Esta colecta nacional es muy importante ya que sabemos que lo que recauda llega directamente a las comunidades más necesitadas de todo el país. ¡Seamos generosos y Dios lo será mucho más con cada uno de nosotros!
Evangelio según San Lucas 15, 1-10 (ciclo C)
Estamos hablando de la ternura de Dios, la Misericordia de Dios, la piedad que Dios nos tiene a cada uno de nosotros.
Yo quiero dejar asentado que sólo hay dos personas que no tienen pecado: Cristo, por ser el Hijo de Dios, y la Virgen María, la Inmaculada, por ser la Madre de Cristo. Ellos dos no tienen pecados, después todos los demás hombres somos pecadores; hemos tenido y tenemos pecados y siempre necesitamos el perdón, la misericordia, la benevolencia y la ternura de Dios.
Ahora bien, frente a una realidad, frente a la fragilidad humana, tenemos dos elementos que no podemos olvidar: miseria nuestra y Misericordia de Dios. Y es más importante la Misericordia de Dios que nuestras propias miserias, que tenemos que reconocerlas, entregarlas, ofrecerlas para recibir a cambio la Misericordia de Dios y que desaparezcan nuestras miserias.
Es importante que uno reconozca esto y se de cuenta lo que significa haber pecado, haber cometido faltas y luego haber cambiado, tener rectitud de conciencia de no quedar en el pecado o en la fragilidad humana.
La Misericordia de Dios actúa sobre la debilidad humana, pero no actúa sobre la obstinación o rechazo de la voluntad. En la debilidad humana Dios como que se conmueve, en la obstinación uno opone resistencia. Es así que Dios respeta nuestra libertad y nos va a invitar, nos va a persuadir, nos va a convocar, pero nunca nos va a imponer. ¡Dios no impone sino propone y nos deja en nuestra libertad, que también está sostenida por la Gracia, para poder aceptar y seguir en el bien produciendo el bien!
Por lo tanto, tenemos que reconocer que somos débiles, que somos pecadores, pero que también tenemos que rezar, pedir perdón y arrepentirnos.
Hay algo que nos hemos olvidado muchas veces en la Iglesia: la voluntad de la restitución.
Las faltas ofenden a Dios indirectamente porque ofenden al hombre y también ofenden a nuestros hermanos. Nosotros tenemos que restituir esa integralidad que también es parte de la justicia, que a su vez es parte de la misericordia; pero lo propio de la misericordia es que supera a la justicia. Pero es evidente que la misericordia no agravia jamás la justicia. La misericordia siempre tiene algo superior.
Queridos hermanos, Dios nos llama a confiar en Él y en su Misericordia. Pero también nos llama a restituir, a tener propósitos de corrección, a enmendar nuestra vida, a producir el bien y a evitar todo mal que aqueje a nosotros o que aqueje y lastime a los demás, en lo personal y en lo público. Por lo tanto la Gracia de Dios, en su Misericordia, crea en nosotros una respuesta y una debida responsabilidad.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús


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