ALEJARSE DEL INDIVIDUALISMO, EL RELATIVISMO Y EL CINISMO


Alejarse del individualismo, el relativismo y el cinismo
Avellaneda (Buenos Aires), 18 Ago. 10 (AICA)
Con el lema: “María, peregrina de nuestra historia y servidora de la Patria”, la diócesis de Avellaneda-Lanús celebró el domingo 15 de agosto su fiesta patronal, y dio inicio al Año Jubilar por los cincuentra años de su creación, que se extenderá hasta el 15 de octubre de 2011.

Además de la tradicional procesión y misa, la jornada contó con una sesión especial en el Concejo Deliberante y un desfile cívico-militar, entre otras actividades.
Homenaje a la Virgen
Durante la sesión en el Concejo Deliberante, que se llevó a cabo por la mañana, se le rindió homenaje a Nuestra Señora de la Asunción, Patrona de la ciudad. El encuentro contó con la presencia del intendente municipal, ingeniero Jorge Ferraresi, y del obispo diocesano, monseñor Rubén Oscar Frassia.
En esa oportunidad, el pastor diocesano llamó a reunir esfuerzos con el fin de “subsistir en el presente y permanecer en el futuro, profundizando el rico patrimonio de valores espirituales y culturales que dan forma a la identidad de nuestra Nación”. De esa manera, “con el trabajo mancomunado de todos los sectores de la comunidad, se podrá promover el desarrollo integral de los hombres”.
Frente al relativismo, vivir responsablemente la fe y los valores
Por la tarde se realizó una procesión por las calles de la ciudad, luego de la cual se celebró la misa en la plaza Alsina, presidida por el obispo y concelebrada por el clero de la diócesis.
En la homilía, monseñor Frassia subrayó que la fe no aleja “de los compromisos responsables e interpersonales de nosotros, entre las familias, entre las instituciones, en la sociedad, en la educación, en la economía, en el trabajo, en la política, ni en todo ámbito, porque nada es extraño”, pero es necesario “saber ver, y ver más allá”. Y “cuando uno tiene fe, ve más allá”, por eso “se compromete más, se mete más en las cosas, se integra más, se hace más responsable; pero también se va humanizando cada vez más”.
Advirtió por otro lado sobre “la hipersensibilidad de la gente”, que “está como exacerbada”; sostuvo que “eso significa que la gente está fuera de sí” y subrayó la necesidad de “volver a ponernos en caja”, es decir, de “ser más profundos” y no ser “superficiales ni consumidores de turno de lo que el mundo nos quiera vender”. En ese sentido pidió tener “una actitud crítica” para que “la realidad no nos trague” y “para que tengamos una actitud clara”, “porque si somos claros no nos vamos a confundir y no vamos a confundir a los demás”.
Se refirió asimismo a la “pérdida de objetividad” como algo “terrible”, que como contrapartida implica “lo relativo”: “Todo es relativo ¡Todo es lo mismo! ¡Una cosa, la otra, la otra y la otra! ¡Total no hay cosas ‘objetivas’! Total no hay cosas ‘para siempre’, total no hay familia para siempre, total no hay matrimonio para siempre, ya ni siquiera hay matrimonio, y ya saben bien a qué me estoy refiriendo. Realmente todo es relativo”, advirtió.
En este contexto recordó la obligación y la responsabilidad de los cristianos de “vivir responsablemente nuestra fe y los valores” y pidió a la Virgen que “nos aleje del relativismo, que nos aleje del individualismo” y también del “cinismo”. ¡El cinismo de pensar que las cosas no van a cambiar! ¡El cinismo de pensar que no hay que pensar en las cosas grandes! ¡El cinismo de que no hay que pensar en las cosas importantes y esenciales! ¡El cinismo de vivir derrotados!”+

Texto completo de la homilía
NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN
Homilía de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en las Fiestas patronales de Avellaneda-Lanús (Catedral diocesana, 15 de agosto)

Queridos hermanos y hermanas:
En este día tan especial para todos nosotros, donde celebramos la solemnidad y la fiesta de la Virgen María en su Asunción, sean todos bienvenidos; señor intendente de Avellaneda –ya que hoy rezamos especialmente porque la Virgen de la Asunción es la patrona del partido de Avellaneda- y a los que representan a Lanús, dado que juntos formamos, como Iglesia, la diócesis de Avellaneda Lanús.
A los sacerdotes, a los diáconos, diáconos permanentes, a las religiosas, religiosos, a los seminaristas, al querido pueblo fiel, a cada uno de ustedes, que todos tengamos el gozo de poder participar plenamente del misterio que hoy estamos celebrando.
Hoy iniciamos también, públicamente, el Año Jubilar que finalizará el 15 de octubre del año que viene. Cincuenta años de la creación de nuestra diócesis, en aquel entonces Avellaneda y después Avellaneda Lanús. Damos gracias a Dios porque nos ha creído capaces, por medio de la Iglesia, de formar y conformar una Iglesia particular, una Iglesia que sepa vivir de su fe, que sepa escuchar la Palabra de Dios con atención, que sepa vivir con intensidad la caridad y el servicio y que pueda anunciar a los demás hermanos que Jesucristo es el Señor. Públicamente iniciamos este Año Jubilar que, a lo largo de este tiempo, se va comunicar a nuestras respectivas comunidades los distintos motivos de celebración.
Hoy la persona central es el misterio de Cristo Resucitado; todo concluye en Él y todo se dirige a Él. Cristo, el Verbo que se hizo carne en el seno virginal de María, que habitó en el seno de María, que se nutrió de María, se nos expresa, se nos da, a través de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre. El misterio central de nuestra fe es Jesucristo.
El Padre ha querido elegir para su Hijo a esta mujer de nuestra raza, dándole un privilegio particular y singular de la Inmaculada Concepción, donde Dios elige a María en atención a su Maternidad Divina, para que sea la Madre de su Hijo. María es elegida y acepta la propuesta de parte de Dios.
Y así como María está en el inicio, también María está en el final; Ella está en el inicio de la salvación porque “el Verbo se hace carne en el seno de María”, pero también María está al final que es la Resurrección, que es la Vida y la superación del pecado y de la muerte. Hemos sido extraídos del pecado y de la muerte para ser constituidos en Cristo como verdaderos hijos y vivir como resucitados.
María es la garantía, por sí decirlo, porque al privilegio que Dios le concedió, también le concede el segundo privilegio: vivir el estado de perfección, sin corrupción; y, como dice la liturgia oriental “la dormición de la Virgen”, María es asumida al cielo en cuerpo y alma. Ella es testigo de este misterio; Ella es testigo de este cielo, ¡y Ella como Madre nos muestra el camino para ir al cielo!
¡Quiero afirmar, rotundamente, que todos nosotros pensemos que nuestro destino no está acá sino que está allá! ¡Que no venimos de la nada y no terminamos en la nada, sino que venimos de Dios, caminamos con Dios y regresamos a Dios! Por lo tanto María es la garantía del cielo cuando nos dice “Hijito mío, te mostraré el camino para llegar al cielo” El cielo está allá, pero se gana acá. Y acá se amasa lo que allá se consume. Acá se vive lo que Dios nos regala; por eso tenemos que pedirle mucho a la Virgen para que vivamos como resucitados acá, que trabajemos laboriosamente acá, para poder vivir gozosamente allá.
Y la Virgen lo experimenta: donde está la Madre también nosotros, con esperanza, queremos estar porque somos sus hijos. Pero Ella, como poderosísima intercesora que es, tiene que ayudarnos a vivir como resucitados, a vivir como personas nuevas, llenas de esperanza, a vivir superando, reconciliándonos, fraternizando, viviendo libremente y no vivir derrotados, vencidos, amargados, aplastados, vencidos.
A veces uno puede pensar que las cosas humanas son tan pesadas, que son imposibles de revertir. Yo le pido a la Virgen que nos ayude a saber que, si nosotros confiamos, aquello que parece imposible se va a hacer posible. ¡Todo es posible con la gracia de Dios! ¡Todo es posible con la presencia de Dios! ¡Todo es posible con el auxilio y la intercesión de nuestra Madre!
La fe no nos aleja de las realidades de este mundo.
La fe no nos aleja de los compromisos de este mundo.
La fe no nos aleja, ni nos extraña, de los compromisos responsables e interpersonales de nosotros, entre las familias, entre las instituciones, en la sociedad, en la educación, en la economía, en el trabajo, en la política, ni en todo ámbito, porque nada es extraño.
Pero lo que uno tiene que aprender es la sabiduría de saber mirar, de saber ver, y ver más allá. Cuando uno tiene fe, ve más allá. No es que cuando uno tiene fe se desentiende. Al contrario, cuando uno tiene fe se compromete más, se mete más en las cosas, se integra más, se hace más responsable; pero también se va humanizando cada vez más.
Hoy quiero pedirle a la Virgen que Ella sea la garantía de nuestra vida; y que en nosotros, como Iglesia diocesana, vuelva a surgir del interior del corazón de nuestra Iglesia, la fuerza, el ímpetu y el entusiasmo para vivir con alegría el mensaje del cual no tenemos derecho a callar; ni siquiera a enmudecer, ni por las palabras ni por las obras; es más, que se exprese en las obras que por medio de las palabras; aunque las palabras siguen siendo muy importantes. Obras.
Que nuestras comunidades sean realmente vivas, abiertas, creativas; ¡que salgamos a buscar a nuestros hermanos donde ellos estén y donde ellos nos necesiten! ¡Que aprendamos a vivir en esta vida con mayor profundidad!
¡Que aprendamos a vivir en serio a través de lo que significa la recuperación del silencio!
¡Es necesario volver a hacer silencio para responder mejor, para escuchar más!
¿No advierten también la hipersensibilidad de la gente?
¡La gente está como exacerbada!
¡Por cualquier cosa salta! ¡Por cualquier cosa grita! ¡Por cualquier cosa pelea! ¡Por cualquier cosa dice que no! No sé, pero dice que no
Eso significa que la gente está fuera de sí y lo que necesitamos es ¡volver a ponernos en caja!, ¡a estar dentro, no fuera!, ¡a estar contenidos!, ¡a ser más profundos!, ¡y no ser superficiales ni consumidores de turno de lo que el mundo nos quiera vender! ¡Tenemos que tener una actitud crítica!, ¡no criticona, crítica!, ¡para que la realidad no nos trague!, ¡para que tengamos una actitud clara!, porque si somos claros no nos vamos a confundir y no vamos a confundir a los demás.
Hay algo que es terrible: la pérdida de la objetividad. Significa también, como contrapartida, lo relativo, ¡todo es relativo!, ¡todo es lo mismo!, una cosa, la otra, la otra y la otra, ¡total no hay cosas “objetivas”!, total no hay cosas “para siempre”, total no hay familia para siempre, total no hay matrimonio para siempre, ya ni siquiera hay matrimonio, y ya saben bien a qué me estoy refiriendo. Realmente todo es relativo.
Pero nosotros, en una visión cristiana, una visión sobrenatural, estamos mirando al cielo pero con los pies en la tierra, tenemos la obligación y la responsabilidad de vivir responsablemente nuestra fe y los valores. ¡Y tenemos que pedirle a la Virgen que los cuide!, ¡y pedirle que nos ayude a cuidarlos!, porque si no los cuidamos y no vivimos responsablemente los valores vamos a terminar pensando cómo vivimos.
Por lo tanto, le pido a la Virgen que nos aleje del relativismo, que nos aleje del individualismo y que nos aleje de algo que es muy grave pero que a veces se instala, voy a usar una palabra fuerte para que quede bien grabada, el cinismo.
¡El cinismo de pensar que las cosas no van a cambiar!
¡El cinismo de pensar que no hay que pensar en las cosas grandes!
¡El cinismo que no hay que pensar en las cosas importantes y esenciales!
¡El cinismo de vivir derrotados!
Yo digo ¡NO!, Dios dio todo; la Virgen dio todo, entonces ¿cómo nosotros no vamos a tener fuerza y entusiasmo para vivir en serio una vida de fe, una vida cristiana, una vida humana y comprometida?
Sabemos a dónde vamos, pero acá en la tierra lo amasamos. Hoy le pido a la Virgen que todos nosotros, Pueblo de Dios, conscientes del don que Dios nos regala, que lo vivamos en actitud de agradecimiento, ¡pero que también nos demos cuenta que la fe, la esperanza y el amor, son las cosas más importantes que nos pueden suceder en nuestra vida! ¡Y lo que amasamos acá lo vamos a vivir allá; y para vivir allá hay que amasarlo acá!
Que Nuestra Señora de la Asunción agrande nuestro corazón, agrande nuestra alma, que nos de fuerza y espíritu ¡para seguir enamorados de Dios!, ¡para seguir enamorados de Cristo!, ¡para seguir enamorados de la Virgen!, ¡para seguir enamorados de la Iglesia!, ¡para seguir enamorados de la familia! y para vivir respetando a todo hombre, ya que cada uno de ellos son nuestros hermanos. ¡Para nosotros será difícil, pero contando con Dios y la Virgen, todo es posible!
Que así sea.

Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús

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