RESUMEN DE LA AGENCIA INFORMATIVA PELOTA DE TRAPO




La infancia esclava
07/06/10

Por Silvana Melo
(APe).- Las cadenas del siglo XXI acechan a los niños como un monstruo intocable que recauda millones de dólares en todo el mundo con la complicidad de los estados en la mayoría de sus estamentos. Es la esclavitud de los tiempos: es una boca voraz que chupa a los chicos y a las chicas como una aspiradora brutal y los somete a su negocio en las redes impiadosas de la trata de personas.

El mercado de seres humanos está abonado principalmente por la infancia, usada en compra-venta para la filmografía pornográfica, para las estaciones de cosecha, para la caza ilegal de hijos, para la prostitución en manos de los proxenetas.
Miles de niños son víctimas de un delito de lesa humanidad que los mata, los destruye o los marca de por vida cuando en el más feliz de los finales, se los rescata. Con un merchandising que maneja su costo, con un packaging que los pone más o menos en valor -ser rubio, de piel blanca cotiza más- la infancia reducida a objeto en manos de las redes nacionales e internacionales de trata esfuma a trece chicos por día sólo en el área metropolitana. Aunque el horror se extiende a distintas zonas del país para convertirlos en engranajes oscuros de un negocio que mueve 32 millones de dólares anuales. El turismo sexual infantil aumentó en un 60 por ciento en los últimos años en territorio argentino, con el impulso de las visitas europeas y asiáticas, clientelas sedientas con abultado e indigno manejo de dineros. “Todos ellos eligen a la Argentina porque arman circuitos turísticos maravillosos, por poca plata en relación a sus ingresos y con el agregado de tener acceso a chicos sin restricciones", señaló Raquel Holway, de la Asociación Alerta Vida. Llegan a la bella tierra de la impunidad. Una bella tierra donde se desprotege a la infancia hasta la misma muerte. "La Argentina pasó de recibir 1,5 millones de turistas extranjeros en 2003 a 2,5 millones que llegaron el año pasado. Entonces como piso, se puede decir que el turismo sexual aumentó estos años un 60 por ciento", dijo Holway.
Los niños son robados, reclutados con máxima crueldad, se los transforma en migrantes de país a país -las redes desplegaron su voracidad a principios de este año ante la indefensión catastrófica de la Haití pos terremoto- y se los utiliza en las narices de las autoridades que, lejos de perseguir a la delincuencia organizada, suele distraerse mirando hacia la vereda contraria, en el mejor de los casos. En ciudades determinadas existe una red lateral que vincula a remiseros, hoteleros y tratantes para satisfacer a los pedófilos internacionales. La policía y la justicia suelen ser permeables a las presiones de los que manejan los hilos del comercio de infancias.
No es extraño que el poder institucional se relaje ante una de las alas de la delincuencia internacional que más recauda en los últimos tiempos. La venalidad se logra con tentaciones fuertes y las redes de trata parecen tener los recursos suficientes como para conseguirla.
Las zonas de frontera son clave y las cifras que se manejan producen escalofríos. En las zonas fronterizas de Yacuiba, Desaguadero, Pocitos, Bermejo y Villazón desaparecen y se buscan con desesperación miles de niños. Unos 11.400 durante 2009. Más de 5.000 son separados de sus familias y su medio a través de la frontera de Villazón. No están más, desaparecen, se vuelven un humo azul que penetra las puertas del martirio y tantas veces no regresa. Son chicos entre un año y seis meses a dos años, que ya no usan pañales. Pibas de 13 a 14, y varones de 15 a 16. Los chicos son explotados y sometidos a esclavitud en trabajos sórdidos que los lastiman y los quiebran. Los más chiquitos son vendidos para adopción ilegal o utilizados en pornografía infantil.
Las nenas son prostituidas brutalmente.
En julio de 2009, el Departamento de Estado de los Estados Unidos presentó el Informe sobre Trata de Personas. De su letra surge que Argentina es "fuente, tránsito y destino para hombres, mujeres y niños que son traficados para la explotación comercial sexual y el trabajo forzoso". La complicidad de sectores de las fuerzas de seguridad es manifiesta: “no sólo permiten el tráfico de personas a cambio de coimas, sino que, además, en algunos casos poseen sus propios burdeles".
El 11 de mayo murió María Inés Cabrol. Tenía apenas 45 años y hacía seis que buscaba a su chiquita, Fernanda Aguirre. Se la arrebataron de su falda el 25 de julio de 2004. Movió cielo y tierra para rescatar a su hija, segura de que había caído en una red de trata y prostitución. No pudo encontrarla. Se esfumó como tantos. Se volvió humo azul, como se vuelven las niñas y los niños desangelados atrapados por las cadenas del siglo XXI. Dejados a la buena de dios por instituciones cómplices y vulnerables a un poder delictivo que rebana transversalmente todas las dignidades del mundo.
Fuentes de datos:
Diarios La Voz, Cambio, AIM Digital y El Siglo Web de Tucumán.

Jolanta y los niños de Gaza
09/06/10
Por Oscar Taffetani
(APe).- Hablemos de Irena Sendlerowa, de Irena Sendler, de Jolanta -como la conocían los niños del ghetto de Varsovia, en tiempos de hipocresía y exterminio. Los nazis habían dicho “es provisorio”, “lo hacemos por su propia seguridad”, “lo hacemos por razones de higiene”… y mientras tanto iban dejando que a los niños del ghetto los matara el hambre y la peste, y que las familias se fueran desgranando cual mustios racimos, en silencio, obreros de su propia muerte, cómplices de su propia desaparición.

Contra esa ignominia, contra esa barbarie consumada en nombre de una falsa moral y un falso dios (porque no puede haber ciencia ni creencia que consienta el exterminio) fue que reaccionó Irena. Ella sola. Ella y su tocaya Irena Schultz, también polaca y también enfermera. Ellas y otras tantas -y otros tantos-, cuyos nombres ni siquiera quedaron anotados en un papel o una pizarra.
Entre 1939 y 1942, Irena Slender actuó como enfermera de la Asistencia Pública, llevando alimentos y ropa a los comedores comunitarios. Pero al crearse el ghetto de Varsovia, decidió unirse a la Zegota, una organización que ayudaba a la poblacion sitiada. Así consiguió un permiso para efectuar el control del agua potable y prevenir las enfermedades contagiosas (los nazis temían que un brote de cólera o tifus se propagara por toda la ciudad).
Más de 1.500 niños -reveló después una investigación- fueron evacuados secretamente del ghetto gracias a la astucia y al valor de Irena Sendler. En la caja de su camioneta, la enfermera llevaba un perro entrenado para ladrar a los uniformados. Al momento de pasar los controles, cada día, los ladridos del perro y el miedo de los soldados a contagiarse alguna peste, facilitaban las cosas. Niños en cajas de herramientas; niños vivos en ataúdes para niños muertos; niños metidos en bolsas de arpillera; niños que salían por las cloacas y alcantarillas del ghetto, con los mapas y rutas que les había marcado Irena. Así era el plan, el pequeño y sistemático plan de la enfermera.
Antes del histórico alzamiento del ghetto, en 1943, Irena alcanzó a esconder en dos frascos de vidrio, bajo un árbol, las listas de los chicos que había salvado. Lo hizo con la esperanza de que algún día sus familiares pudieran encontrarlos. Poco tiempo después fue apresada, torturada, sometida a un consejo de guerra y condenada a muerte. Pero el oficial encargado de la ejecución (presuntamente, sobornado por la Zegota) la dejó escapar y la dio por muerta en los registros. Al fin de la guerra, aquella enfermera invencible desenterró los dos frascos con sus anotaciones y le brindó la información al doctor Adolf Berman, presidente del primer comité de víctimas sobrevivientes de la Shoa (holocausto del pueblo judío).
Alguna vez hablamos, en estas mismas páginas, del maestro Korczak, héroe y mártir del ghetto de Varsovia, alguien que rechazó privilegios y que decidió ir a la muerte cantando, abrazado a sus niños. Hoy toca hablar de Irena Sendler, sencilla y heroica mujer que alcanzó a salvar a muchos niños en la Polonia ocupada por los nazis. Algunos de esos niños sobrevivientes pudieron reconocerla y agradecerle recién entrados los ’60, cuando la Yad Vashem de Israel le otorgó el título de “Justa entre las Naciones”. En 2003, ya nonagenaria, recibió en su propio país la Orden del Águila Blanca, la más alta condecoración civil. Irena Slender murió el 12 de mayo de 2008, a los 98 años. Fue nominada para el Premio Nobel de la Paz, dos o tres veces. Pero en la agenda del Nobel, en estos últimos años, hubo otras prioridades (Al Gore, Barack Obama, etcétera).
Aunque los premios y las recompensas, a decir verdad, a ella le importaban poco. “La razón por la cual rescaté a los niños -dijo una vez- tiene su origen en mi hogar, en mi propia infancia. Fui educada en la creencia de que una persona que necesita debe ser ayudada de corazón, sin mirar su religión o su nacionalidad”.
Otro ghetto. Otra masacre.
La semana pasada, comandos israelíes tomaron por asalto el buque de bandera turca Mavi Mármara, parte de una flotilla con ayuda humanitaria que intentaba romper el bloqueo a la Franja de Gaza, causando la muerte de nueve civiles. El estupor y la indignación que causó ese ataque, en todo el mundo, comenzó a mover otra vez las fichas en el (mentiroso) tablero de la diplomacia internacional.
La reacción de Turquía (hasta ese momento, en buenas relaciones con Israel), la protesta activa de los países del Islam y los movimientos en el disperso y contradictorio “bloque árabe”, llevaron al G-7 y a su líder, Estados Unidos, a exigir que Israel investigue los hechos y sancione a los culpables. Como se estila en estos casos, el gobierno de Netanyahu creó una comisión investigadora, si bien aclarando, por boca de su ministro Benny Begin, que la comisión examinará únicamente dos cuestiones, “si el bloqueo marítimo es conforme al derecho internacional y si la operación que lanzamos contra la flotilla fue también conforme al derecho internacional" (AFP, 8/6/10).
En la estrecha Franja de Gaza, aislada y cercada como alguna vez lo estuvo el ghetto de Varsovia, sobrevive hoy un millón y medio de personas. Su promedio de edad oscila entre los 15 y los 17 años. El 45% no tiene empleo, y el 86% depende de la ayuda externa para subsistir. La mayor parte de las viviendas destruidas durante los bombardeos de 2008 no ha podido ser reconstruida (puesto que el bloqueo impide la entrada de camiones con cemento, hierro o materiales de construcción). La infraestructura eléctrica y sanitaria tampoco se recuperó desde los bombardeos. Actualmente, hay en Gaza 40 mil personas sin electricidad, y 10 mil carecen de agua corriente.
No tiene sentido enumerar las carencias ni seguir consignando los altos índices de mortalidad de madres y niños, ni los daños irreversibles que se producen en el cuerpo y el alma de cualquier ser humano expuesto a tamaño castigo. ¿Esperan los verdugos de Gaza -nos preguntamos- que haya en los corazones de los niños que salgan de ese infierno, otra cosa que odio y deseo de venganza?
Sin embargo, las noticias de toda esta barbarie vienen acompañadas, esta vez, por otras noticias más alentadoras, que nos dicen que en la misma Tel Aviv, el pasado domingo, decenas de miles de manifestantes salieron a la calle desafiando al Estado fascista y militarista y exigiendo el cese de “la fuerza, la altanería y la idiotez”.
Hubo gases, hubo represión y violencia contra esa protesta. Era de prever. Pero hubo también la auspiciosa señal de que alguna “Jolanta”, alguna Irena Sendler, o varias, o varios, están trabajando en la sombra, en los resquicios que deja esa maquinaria de muerte, para poner una semilla distinta: la semilla de donde crecerá algún día el árbol, el magnífico árbol de una sola e indivisible raza humana.

Yellow and nuclear submarine
10/06/10
Por Alfredo Grande
(APe).- Como resaca del Bicentenario, quizá para escapar de esa incómoda confusión entre fantasía y realidad, aparece una noticia que me deja inundado. Más allá de las bondades tecnológicas del Nautilus, y de la indudable ventaja comparativa que podríamos obtener de nuestros amigovios brasileros, todo aquello que asome como profesionalismo, modernización, institucionalización, adecuación de las fuerzas armadas, me desarma. O sea: el análisis institucional muestra que lo fundante de una organización no se cambia por la buena voluntad de las partes, aunque las partes sean los poderes del estado de Derecho. Te acordás, hermano, que tiempos aquellos, cuando inventaron, el operativo Dorrego? O la inmortal frase de Esteban Righi a la plana mayor de la Federal, conocida como la vergüenza nacional: ¿Cómo van a reprimir al pueblo si éste es su gobierno?, en los lejanos tiempos de 1973. ¿O habrá que esperar 127 años para que en el Bicentenario del Camporismo Triunfante, con el tío en el Gobierno y el Tata en el poder, recordemos que “se van, se van, y nunca volverán”, anticipo del más reciente “que se vayan todos”.

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