RESUMEN DE LA AGENCIA INFORMATIVA PELOTA DE TRAPO




A sangre tibia
06/11/09

Por Alfredo Grande
“la derecha es un delirio eterno”
(aforismo implicado)

Inseguridad: Scioli pide leyes más duras
Movilizado tras el ataque sufrido por el ex futbolista Fernando Cáceres, el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, advirtió ayer que, tras los últimos hechos violentos, ha llegado el momento de que haya "más dureza y rigor" en la legislación para optimizar la lucha contra el delito, cambios que, sostuvo, "muchos sectores han resistido".
"Muchas veces algunos sectores han resistido, pero creo que en estos momentos, ante un clamor popular de más firmeza, dureza, rigor y orden en este sentido, tenemos que hacer todo lo que está al alcance del Estado de Derecho, como ir adaptando la legislación vigente", dijo el mandatario provincial, en un reportaje concedido a Radio 10. "Si la policía tiene que abatir a los delincuentes en un enfrentamiento, lo hará. Yo a mi policía la respaldo", afirmó. Esta propuesta tiene un antecedente. Durante la gestión de Carlos Ruckauf, entre 1999 y 2001, el criterio fue similar. "Hay que meter bala a los delincuentes", había dicho el entonces gobernador. En ese sentido, el gobernador bonaerense puso como ejemplo el ataque que sufrió el futbolista Fernando Cáceres cuando un grupo de jóvenes intentó asaltarlo en Ciudadela y lo baleó en la cabeza.
(Diario Crítica de la Argentina 02/11/09)
(APe).- Truman Capote escribió su obra maestra “A sangre fría”, sobre los asesinatos que Richard Hickok y Perry Smith cometieron en el invierno de 1959 en la zona rural de Kansas. La muerte fue la pena impuesta a los asesinos. La novela enmarca una dualidad entre el mundo frío de los asesinos y el mundo cálido de la familia rural asesinada. Frío de la muerte, calidez de la vida. Dos mundos que solo se encuentran, mejor dicho, se chocan en la sordidez de una masacre o en la pulcritud pueril de un juzgado. Muchos años después, los asesinatos continúan, aunque solo reciben este nombre los que son cometidos por los “feos sucios y malos”. Los que son cometidos por alguno de los poderes del Estado, tienen la denominación más benigna de “mano dura”, “tolerancia cero” o incluso “gatillo fácil”. La tragedia que encarna Fernando Cáceres es la de ser una de las tantas víctimas que nunca sabrá, aún en el caso que se recupere, quiénes son sus reales victimarios. O sea: quiénes son los asesinos no por naturaleza, sino por los mecanismos de producción de la cultura represora. Pero hay un tránsito desde la fría sangre de los asesinos a la tibia sangre de los funcionarios. Porque el gobernador de la provincia de buenos aires pide leyes más duras. O sea: que la extrema dureza, que es una forma tibia de hablar de brutalidad del escarmiento, tenga la forma de una ley. Si bien los escuadrones de la muerte existen, y los escuadrones del terror también (en la reina del plata se llaman UCEP) toda decisión de castigar, castigar, castigar, escarmentar, con el cinto, con la pluma y con la picana, debe tener el formato de una ley. O de varias. En estos tiempos del Estado de Malestar, con venas abiertas que derraman sangre, y con arterias cerradas que cocinan barro, la ley no pasa de ser la coartada jurídica de la represión. El presunto asesino nació hace 15 años, y ahora toca la maldita frontera de la imputabilidad. La condición de imputable pasa a ser para las sangres tibias, la esencia del ser. Ser o no ser... imputable. El resto de la vida de ese, o esos muchachos que nacieron hace 15 años no tiene la menor importancia. Lo importante es que más temprano que tarde se los pueda imputar. Nada más que eso importa. Suponerlos que por su naturaleza son asesinos, tranquiliza a la sangre tibia del gerenciador de la gobernabilidad. La cultura que supimos conseguir nada tiene que ver con los efectos producidos. Hacinamiento, promiscuidad, hambres crónica y de la otra, maltrato, abuso, humillaciones, vejámenes, tratos degradantes, etc, van construyendo con prisa y sin pausa, la subjetividad de lo que podría denominar “sobrevivientes furiosos”. Furia alimentada desde dos usinas poderosas: la inacción estatal y la acción “destituyente” de la subjetividad que son las drogas. Que también son efectos letales de las formas del consumo degradado que la sociedad de las necesidades básicas insatisfechas permite a sus consumidores más desgraciados. Cientos de miles de jóvenes que nada tienen que hacer, más que cultivar rencor y amargura. Cientos de miles de niños que transitan añorando lo que hace unas décadas nomás era ser un chiquilín de bachín. La piadosa denominación “en situación de calle” no aminora, más bien acentúa, que la calle queda instituida como la situación cotidiana que niñas y niños deben transitar. ¿Acaso un violado en el mercado central tendrá oportunidad de desarrollar aquello que Freud denominara “complejo del semejante” y que permitía los mecanismos de identificación con otra persona? La degradación de la infancia, la barbarie de la adolescencia nada saben de esos mecanismos, con la excepción de aquellos que permiten las diversas estrategias de supervivencia entre pares. Pero nada de esto interesa, conmueve, inquieta, molesta, perturba a los demócratas de sangre tibia. No tan congelada como la de los fascistas, no tan caliente como la de los honestos reformadores sociales. Tibia. Apta para ser vomitada por Dios. No apta para el consumo humano. Porque suponer que la cuestión de los “sobrevivientes furiosos” se arregla con el código penal, ya pasa a ser otro crimen de lesa humanidad. Crimen contra el pensamiento, crimen contra las ciencias sociales, crimen contra las ciencias psicológicas. Crimen contra las culturas de la justicia, de la abundancia, de la felicidad, de la alegría. Y siempre enfocar a los últimos orejones del putrefacto tarro, que en la siniestra fama de la crónica policial, adquieren el protagonismo que esta cultura en realidad les arrebató para siempre. No han podido, nunca, nunca, nunca, estos sobrevivientes furiosos protagonizar la vida propia, y, consuelo diabólico, protagonizan la muerte ajena. La misericordia es la jactancia de los débiles, dirá el demócrata de sangre tibia. Débiles, que como sanciona el título de una película, no tienen ya lugar. Y mucho menos cuando se está en posición de gobernar, mucho menos cuando el pueblo, el clamor popular, lo está pidiendo. Dentro de poco legalizarán linchamientos, azotes públicos, lapidaciones, hogueras. Se está poniendo en marcha una máquina inquisitorial, que lamentablemente ya hizo su largo período de ablande. La inquisición legal. La perla de occidente. Incluso podríamos pedirle a los historiadores de sangre tibia, que los hay, consistentes documentos que prueben que la asamblea del año XIII fue una conspiración ateo masónica. Una asamblea que deberá ser revisada a la luz de la nueva legislación que contempla interrogatorios intensos, y cárceles nómades a 10.000 mts del suelo. Creo que el gobernador de sangre tibia encarna lo que denomino el síndrome del demócrata contrariado. Nació y creció en democracia, pero algunas cosas de la misma lo contrarían. Como el zurdo que lo obligan a escribir con la derecha, al derecho que lo obligan a pensar con la izquierda, aunque sea tibia izquierda socialdemócrata republicana... le sale mal la letra. Ese clamor popular nada tiene de aquella música maravillosa de un pueblo anhelando justicia social. Cada cual tiene el clamor que se merece. Y ante la sordera, ceguera y autismo de muchos, prefiero la sangre caliente del poeta, del revolucionario, del intelectual implicado, aunque a veces esa sangre, de tanta tristeza, bronca, e indignación, hierva.

Ángeles fieramente humanos
10/11/09
Por Oscar Taffetani
(APe).- La remake del derribo del Muro de Berlín efectuada en la Puerta de Brandeburgo, este lunes, tuvo toda la inmoralidad que requiere el espectáculo político en nuestros días: un Sarkozy exultante, invitado a hablar entre los primeros, dijo que "los hombres y las mujeres que lucharon contra el Muro tenían un sueño para Europa, que hoy se ve plasmado en países como Francia y Alemania”. “Su desaparición (la del Muro) llevó al reencuentro de familias”, dijo muy creativo el ruso Medvedeb. “Los berlineses cambiaron el mundo con su valor”, deslizó demagógico el primer ministro inglés. Y la Merkel, ah, la Merkel, cumplió el sueño de todo pibe (o piba) alemana: “Está en nuestras manos derribar todos los muros del siglo XXI -dijo- igual que lo hicimos aquí en la ciudad dividida”.

A dos indiscutibles protagonistas de la debacle del socialismo real -el ruso Mihail Gorbachov y el polaco Lech Walesa- les tocó arrancar con el show de las fichas de dominó: debían tirar símil partes de un símil Muro para que el mundo televisado y televisivo terminara de comprar el fraude. Así volvió a caer el Muro de Berlín, veinte años después. Más detalles, en Wikipedia.
Pocos días antes de la remake, movido por las denuncias públicas, el alcalde porteño Mauricio Macri decidió neutralizar la UCEP (una patota antihomeless que había creado junto al ministro Piccardo) y poner a los agentes involucrados en la órbita del Ministerio de Desarrollo Social. Ahora, los muchachos de negro vestirán de gris y practicarán otra clase de violencia contra los pobres.
Semillas pasadas de horrores presentes
La organización internacional Human Rights Watch viene insistiendo desde 2004 en que la fábrica internacional de tractores Caterpillar debería abstenerse de vender sus bulldozers al ejército israelí, ya que éste los usa para demoler las escuelas, los hospitales y las casas de la población civil palestina, en tiempos de paz (porque en tiempos de guerra, los bombardea desde sus aviones). Sin embargo, Caterpillar aún no ha tomado una decisión (la Responsabilidad Social Empresaria, se sabe, no da para tanto).
Estudios recientes de una historia muy vieja ocurrida en Irlanda (1649-1653) nos revelan que la ocupación británica de la isla, ordenada por el Parlamento tory al sanguinario Oliver Cromwell, costó a los irlandeses la muerte de 618 mil personas. Casi la mitad de su población. Los que no morían en combate, morían ejecutados según la regla del diezmo, o la regla del pentium (uno de cada diez, uno de cada cinco). Las tierras cultivables se esterilizaban con sal (cientos de miles de irlandeses muertos por hambre). Del resto, se ocupaban la peste bubónica y el exilio.
La autonomía de los vascos, en tiempos de la breve República Española, duró nueve meses. Para acabar con ella, Francisco Franco buscó la ayuda de los nazis alemanes y de los fascistas italianos. Guernica fue el primer ensayo de bombardeo aéreo sobre población civil. Niños, mujeres, viejos, sin distinción, todos cayeron bajo las bombas. Después de la rendición de Santoña, en 1937, el mandamás de España dispuso que Vizcaya y Guipúzcoa eran “provincias traidoras” y “no merecían tener fueros”. Ni la lengua materna podía hablarse en las escuelas de esas provincias (y aún hay gente que se pregunta dónde nació la violencia en el País Vasco).
¿América? Qué podemos decir de América que no hayamos escrito o repetido con tristeza, todos estos años. A José Gabriel Condorcanqui, llamado Túpac Amaru, luego de cortársele la lengua, lo descuartizaron a la vista de su esposa y sus hijos. Cada una de las partes del Inca rebelde fue enviada a los cuatro puntos cardinales del Imperio, para escarmiento de los hijos del Sol. Así fue la dulzura española en América.
Néstor Segovia: intimidación a un obrero
Las Abuelas de Plaza de Mayo han recuperado no hace mucho al nieto número 98. Pero quedan cerca de 300 -dicen ellas- a los que falta restituir su identidad. Son las secuelas y la herencia del último genocidio. Aún la sociedad argentina (pese a sus grandes avances, que la destacan en toda América latina) no ha podido recuperarse de las heridas que le infligieron. Ni reencontrarse con la Justicia. Ni aprender de esa gran maestra que es la Historia.
En esas condiciones la encuentra la represión salvaje, artera, inhumana, descargada sobre un delegado de los trabajadores del Subterráneo. Para las mismas horas en que el sindicato obrero en donde revista Segovia (sugestivamente, no reconocido por el Estado) se hallaba impulsando el paro activo y otras medidas gremiales en reclamo de su derecho, una patota policial bonaerense, con la venia del poder político y el aval de un magistrado, cargó contra la humilde casita de Segovia, en Moreno.
Los atacantes arrancaron con violencia a Noemí -ex pareja de Segovia y madre de sus hijos-, que desde hacía una década sostenía en ese lugar un comedor infantil, como parte del Movimiento Teresa Vive; lastimaron a los pequeños hijos de Segovia (que quisieron oponer resistencia) y por último echaron abajo, a mazazos, la precaria casita, enviándole al delegado de subterráneos un mensaje mafioso difícil de desoír: “lo que hagas, le costará la salud o la vida a los tuyos”.
Fue inteligente la respuesta que los trabajadores del Subte, algunas agrupaciones de izquierda y la misma CTA dieron a esa agresión: conferencia de prensa, exigencia de garantías y paro activo del Subte, este martes 10 de noviembre, en denuncia y protesta por la intimidación.
A principios del año hubo un ensayo de copamiento y militarización de un pueblo en Corcovado, provincia de Chubut. Meses después, hubo un ensayo de militarización en la fábrica Kraft-Terrabusi. Ahora, prueban los efectos de demoler una casa ante los ojos impotentes de sus moradores.
Dijimos en una nota anterior que sería suicida pensar que la lucha de los trabajadores de Kraft no es nuestra lucha. Decimos ahora, sin temor a equivocarnos, que sería suicida pensar que la lucha de los trabajadores del Subte, y de ese delegado Segovia, no es nuestra lucha.
Vienen por más. Y no hay llanto ni suspiro ni derecho que los conmueva. Demostrémosles que de este lado de la frontera -así lo habría escrito Blas de Otero- hay ángeles fieramente humanos.

La excepción y la regla
09/11/09

(APe).- El fallo ofende y degrada -fue el punto de vista del presidente de la Corte Suprema de Justicia de la provincia de Santa Fe, doctor Roberto Falistoco, a la hora de dar a conocer la anulación de un fallo de la Cámara Civil de Rafaela -una de las ciudades más ricas del territorio- que estimó el costo de la vida de un muchacho de diecinueve años, Luis Álvarez, en solamente 8.180 pesos en el año 2006.

En aquel momento, los camaristas Lorenzo Macagno y Edgardo Loyola junto al juez de primera instancia, Juan Carlos Ramonda, sostuvieron que la indemnización a la familia del joven atropellado por un auto en la localidad de Frontera en el año 2001, no debía ser superior a ese monto porque “la humilde condición social del fallecido convertía en una utopía la chance de que él hubiera podido erigirse en sostén económico y afectivo de sus padres si hubiera sobrevivido”.

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