RESUMEN DE LA AGENCIA INFORMATIVA PELOTA DE TRAPO


Elogio del enano 14/07/09
Por Alfredo Grande
“todo cambia, si pensamos el pasaje de la triple A a la gripe A”(aforismo implicado)
Uno de cada tres niños salteños está desnutrido

La jefa del sector de Recuperación los bautizó “enanos nutricionales”. Pero para las autoridades son “enanos raciales”. Historia de madres y nenes internados. El peligro de la privatización.Comparación. La médica explica el caso de dos mellizas. Una fue entregada en adopción y no tiene signos de desnutrición. La otra sí. Gladys Pernas, la jefa del Servicio de Recuperación Nutricional del Hospital de Niños Jesús de Praga de la ciudad de Salta. Junto a su equipo, relevó 2.000 casos durante los últimos 24 meses y comprobó que el 33% tenía peso y talla inferiores a los parámetros que les corresponden de acuerdo con la edad. "Son enanos nutricionales”, asegura la especialista. En el trabajo titulado “Valoración del estado nutricional (VEN) al ingreso hospitalario”, Pernas, junto a sus colegas Miguel Benegas, Cinthia Bastianelli y Adriana Spiess, plasmaron las conclusiones de un relevamiento realizado durante dos años en el servicio que dirige sobre 2.000 pacientes asistidos. Entre las conclusiones a las que arribaron, se destaca: “La desnutrición sufrida durante el embarazo y los primeros meses de vida produce daños irreparables como el retraso mental y físico, bajo peso y talla, y dificultades en el aprendizaje”.
“No son enanos nutricionales, son enanos raciales”, explicó Patricia García, jefa del programa materno infantil de la provincia de Salta. En una singular interpretación científica de la denuncia formulada por la doctora Pernas, la funcionaria aseguró a Crítica de la Argentina que “el tamaño de los chicos guarda relación con las características genéticas de los aborígenes que vivían en esta región y se origina en la hipoxia relativa que sufren los habitantes del noroeste argentino que los hace antropométricamente más pequeños”. (Critica de la Argentina 07/07/09)
(APe).- Si la fuerza es el derecho de las bestias, la mediocridad es el destino de los funcionarios. Creo que se trata de una forma de demencia por fuera del alzheimer, pero por dentro del despacho. Me lo han confirmado algunos amigos que lograron salir del placard de la burocracia estatal. El concepto de raza, tan cara a las diferentes formas de la represión, ha sido nuevamente utilizado. Como los sombreros de la abuela, o los ventiladores de techo, sólo esperan su oportunidad para tener la sombría notoriedad de canjear verdad por falsedad. La raza (supremacía, inferioridad, rasgos, tendencias, hábitos de consumo) es una forma neutral de dar cuenta de toda injusticia, de toda arbitrariedad, de todo crimen de lesa gobernabilidad. ¿Por qué hay una absurda proporción de población negra en las cárceles de la burbuja financiera del norte, que decuplica la proporción en la sociedad? La causalidad racial es el huevo de una serpiente que mata por estrangulación: el determinismo histórico político. Algo así como la inversión de la profecía del mayo francés, donde para ser realistas se pedía lo imposible. En la actualidad de nuestra cultura represora, para no ser idealistas se pide lo posible. Y con la descarnada lógica del mercado, se consigue apenas lo probable.

Más allá de los delirios sobre la hipoxia relativa y lo antropométricamente más pequeño (recordar que la derecha es un delirio eterno), lo que cabe preguntarle a cualquiera, menos a la funcionaria a la cual la pregunta no le cabe, es por qué está aliada a la miserable propuesta que salamanca no preste lo que natura no da. El Jefe Espiritual del Menemato podría decir: “siempre habrá enanos entre ustedes”. Esta forma de pensar al enano como racial es mucho más destituyente (para seguir la nomenclatura de Carta Abierta) que todos los discursos del fascio torito de angelis. La activa producción de enanismo es un crimen que lesiona varias humanidades porque tiene un alcance transgeneracional. La cultura represora, que no es solamente cultura de la represión, aunque también, elige mecanismos que están más acá de los medios masivos de comunicación, radio 10 o las 20 diferentes formas de ser tinelli. Denominamos a este mecanismo represión orgánica. No se trata de imponer un pensamiento único, como en los marrones 90. Más drásticamente: se trata que no haya pensamiento. Que el mecanismo del pensamiento esté definitivamente clausurado no por censura política sino por insuficiencia neuronal. Si las lobotomías más cruentas fueron escindidas del campo de la psiquiatría, estamos en presencia de lo que bien podemos denominar lobotomía social. Por sucesivos decretos de necesidad y pestilencia, funcionarios de varias degeneraciones, establecen quiénes se desarrollan y viven, y quiénes se atrofian y mueren. Por supuesto, como enseñó el ministro actual de salud pública, si manejamos estadísticas bajamos la mortalidad infantil en poco tiempo. Siguiendo las predicciones de George Orwell, el programa de salud materno infantil termina siendo un plan sistemático de enfermedad biopsicosocial. La cultura represora nos regala sin beneficio de inventario otra perla opaca construida por ostras mutantes: no es hambre, es hipoxia. O sea: ha hecho, seguro sin decidirlo concientemente, lo que es más grave, un elogio del enano. Eleva la condición de hipoxia (supongamos que exista porque es difícil medirla en estos tiempos de gripe A) a una causa primigenia y omniexplicativa. La historia, la política, la economía, retroceden espantadas frente a la determinación molecular del oxígeno. Propongo designar a esta funcionaria funcional a las políticas represivas como patrimonio cultural de la inmunidad. Inmune a toda elemental sensibilidad para entender, cuidar, comprender, contener, a los más pobres de toda pobreza. ¿Alguien está en condiciones de pedirle la renuncia, sin precipitar un efecto dominó que sepulte a todas las planas, mayores y menores, de la provincia de Salta, que no salta pero aplasta a los que debería proteger? Esta funcionaria inventa una macabra historia de principitos en desgracia, de mendiguitos que deberían sentirse culpables de los genes que los re mil parió, y acomodarse a las supuestas determinaciones de los ancestros aborígenes que los mandaron a estas tierras con defectos insalvables de fábrica. Es tan brutal la intervención de la funcionaria, tan opuesta a toda aspiración democrática aun la más light, que sólo necesitamos que la Chiquita Legrand, la entreviste en sus almuerzos culturales para preguntarle algo así como: “y no será doctora que por eso fueron conquistados, porque no podían pensar?” Vana respuesta porque la funcionaria tampoco puede pensar. En su caso, con toda seguridad, ni enana nutricional, ni enana racial. La peor de todas las enanas: enana mental. Otro crimen de lesa gobernabilidad.

Esta normalidad que mata 16/07/09
Por Oscar Taffetani
(APe).- Aquella crisis financiera que hasta hace muy poco amenazaba con cargarse el planeta, se ha vuelto manejable. Enormes despojos al soberano (léase pueblo) se consumaron a la luz del día con el único propósito de salvar a un puñado de empresas y cumplir con el viejo hábito capitalista de privatizar las ganancias y socializar las pérdidas.
El Plomo Fundido descargado sobre el pueblo de Gaza en enero de este año, ya ha comenzado a enfriarse. Los soldados israelíes que participaron de la masacre reconocen, en reportajes públicos, los crímenes cometidos. A la vez, los niños palestinos sobrevivientes a los bombardeos, convertidos en nuevos militantes de Hamas, intentan ganar un lugar en las noticias para mostrar que el horror no ha terminado y que la llamada crisis humanitaria no es otra cosa que la continuación -violatoria e inhumana- de la guerra por otros medios.
Un tercer ejemplo de esta (horrorosa) normalidad que padecemos, es la pandemia de la gripe A. Los mensajes apocalípticos lanzados desde respetables instituciones como la OMS surtieron efecto y un par de grandes laboratorios consiguieron vender al mundo millones de tratamientos de tamiflú y acumular pedidos para el lustro que viene.
Mientras tanto, a paso redoblado, científicos obedientes desarrollaron la patente -perdón, la vacuna- contra la gripe A, que empezará a comercializarse a partir de agosto. Eso sí, como adelantó la doctora Margaret Chan, directora de la Organización Mundial de la Salud, “los países pobres tendrán dificultad para obtener estas vacunas, debido a que la capacidad de producción mundial es limitada”.
Lo que muestran. Y lo que ocultan
En la Argentina, tras descubrirse las mentiras oficiales sobre la gripe porcina, el pueblo fue ganado por un sentimiento ambiguo, que oscila entre el escepticismo y el miedo.
Uno tiende a descreer, por hábito, del funcionario que pregona buenas noticias. Pero la manipulación de la información que se ha visto en los últimos tiempos ha logrado que ya ni siquiera las malas noticias, en boca de funcionarios argentinos, sean creíbles.
No obstante, para que tanto descrédito y tanta desinformación no conspiren contra el marketing de la enfermedad, allí tenemos los muertos: “La Argentina pasó a ser el segundo país con más muertes por la pandemia de la gripe A H1N1, después de Estados Unidos y por delante de México. El registro oficial del Ministerio de Salud de la Nación alcanzó ayer los 137 fallecidos. Pero los informes provinciales de ayer indican que el número de muertes en realidad ya llegó a 145...”
(Clarín, 15/7/09).
El súbito crecimiento de los muertos por gripe A (que no es tal, ya que sólo se trató de un blanqueo informativo) se ajusta a la presunción que había hecho la organización Médicos del Mundo dos días antes: “Según definió el ministro de Salud, hubo por lo menos 100 mil casos de gripe porcina. Si tenemos ese número, es imposible tener solamente 94 muertos, porque implicaría que la tasa de letalidad se encuentra por debajo de la media internacional”
(Gonzalo Basile a Crítica, 13/7/09).
Así, la discusión se extravía en un cotejo de muertos más o muertos menos que va alimentando el pánico y las fantasías colectivas y que oculta la verdadera enfermedad social de nuestra patria, que es la pobreza. Sí, la pobreza, con su implacable cuota de niños muertos por hambre, por enfermedades infecciosas y por enfermedades respiratorias.
La gripe estacional provocó el año pasado, en nuestro país, 3.200 muertes. La bronquiolitis infantil (más de 260 mil casos) y la neumonía infantil (más de 200 mil casos) aumentaron en 2008 un 28 por ciento.
¿Por qué no hubo emergencia sanitaria el año pasado -nos preguntamos- cuando aún no existía la gripe A, aunque sí el dengue, el Chagas y la tuberculosis? ¿Acaso fue porque los que morían eran los de siempre, los muy pobres, esos chiquitos escuálidos y silenciosos que ya no tienen fuerzas ni para subirse a una estadística?
Reencuentro con la verdad
“El sistema de salud -dijo el médico Gonzalo Basile en la entrevista con Crítica que ya citamos- está colapsado y hay que declarar la emergencia sanitaria por lo que ocurre también con el dengue, la tuberculosis y la desnutrición infantil. No escuché a nadie que dijera que en esta etapa invernal tendríamos que haber mejorado la alimentación y el soporte nutricional de los sectores más vulnerables, así como idear una política de abrigo que proteja sus viviendas precarias del frío”.
De eso se trata: de declarar la emergencia alimentaria aquí, en la Argentina, en un país que se jacta de ser exportador de alimentos.
Sería una paradoja más, entre tantas a las que estamos acostumbrados. Pero una paradoja estimulante. Un reencuentro con la verdad.

Bolsones de impunidad 13/07/09
Por Carlos del Frade
(APe).- El alerta sanitaria que llegó como consecuencia de la gripe A también trajo el cierre de los comedores escolares.

Allí se alimentan, casi todos los días, 2.056.307 chicas y chicos que intentan cumplir con los ciclos inicial, primario y secundario de la educación.
No pueden comer en sus casas, tienen que hacerlo en las escuelas.
De allí que el gobierno bonaerense haya decidido repartir canastas alimentarias cada quince días.
El problema es que hay poca comida en esos bolsones cuyo costo es de tres pesos por ración.
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