RESUMEN DE LA AGENCIA INFORMATIVA PELOTA DE TRAPO


Balvanera
13/06/08

Por Miguel A. Semán

(APe).- Yo pensaba que de un momento a otro la iban a echar. Que iban a decirle que no molestara a los clientes y se fuera. Pero el dueño del cyber, cómplice o distraído, la dejaba revolotear como una mariposa o como una pulga saltarina entre las computadoras. Pronto me di cuenta que sólo se arrimaba a los hombres. Los miraba un poco y después se iba. Al rato volvía a rozarlos y volvía a mirarlos para volver a irse. Tendría once años, cuando mucho. Al fin llegó mi turno. Se me paró al lado, casi íntima, y me tocó el brazo con la yema de unos dedos donde ya se había gastado la inocencia. Me pidió cinco pesos. Se los di. Me quedé con los ojos fijos en la pantalla. No quería mirarla. No quería preguntarle el nombre ni los años. Lucía, escuché. ¿Qué? Me llamo Lucía, dijo como si me leyera el alma. Me pregunté quién habría fabricado eso. Esa infancia disfrazada de mujer que estaba intentando seducirme. La miré. Al fin la miré a los ojos. Era dulce y más. Tenía ternura y otro poco de algo que no alcanzaba a ser lo que parecía. Pensé que si hubiese tenido diez años me habría enamorado locamente de ella. Pero era muy tarde o demasiado pronto. Rápida. Cortante, así como había dicho su nombre, me clavó las palabras: Lo que podía llegar a hacerme por otros cinco pesos. No tengo armas para responder a esos ataques. No supe qué decirle. Le di unos billetes y me fui. Pagué y salí a la calle. La dejé sola. Revoloteando. Saltando de un hombre a otro. Caminé unos metros. En la esquina una mujer de menos de treinta que parecía de cincuenta ofrecía lo mismo por un precio más bajo. Era la cara de Lucía pero con arrugas y sin dientes. Si seguía alejándome de Rivadavia iba a encontrar, seguro, mojones de mujeres, con los mismos rasgos, cada vez más viejas y baratas. Lucía salió a la vereda, se paró sobre el cordón y miró como si buscara a alguien. De las sombras se desprendió un patrullero. Sigiloso, temible, se deslizó sobre la calle como un yacaré en busca de su presa. Ella lo miró y en sus ojos inmensos se metió la noche. Me fui. Caminé por Solís hacia Belgrano. Quería entrar en un bar, pedir asilo y agarrarme a una mesa hasta que saliera el sol.

El error de tener frío

17/06/08

Por Rodolfo Braceli


(APe).- El viernes 5 de mayo del año 2006 después de Cristo fue un día de mierda. Con perdón de la mierda, porque ella, aparte de abonar la rueda del vivir es la síntesis de lo que pasó por nuestro cuerpo, para que vivamos. Que para eso nacimos. Digo que ese día fue de mierda porque en Mendoza, Argentina, pasó algo que no tiene nombre. Pasó, una vez más. La noticia se supo en todo el país. Pero su estela duró menos que la que deja una cañita voladora. Sí, ese día pasó algo que no tiene nombre, en Luján de Cuyo. El hecho fue noticia fugaz en los grandes diarios y radios y agencias de Buenos Aires. La noticia nos dijo que un tren que trasladaba carbón se detuvo en Perdriel, muy cerca del barrio Cuadro Estación. Ya habían empezado a morder los primeros fríos. Vecinos del barrio, varios chicos entre ellos, treparon a los vagones para sacar carbón para sus precarias viviendas. Un aviso, y enseguida llegó la policía a hacer su “trabajo pericial”. Persuadieron con balas de goma, y de plomo. Una bala de plomo, sin orificio de salida, fue para el pecho de un chico de 14 (o 13) años. Morán, Mauricio Morán se llamaba. Pero ya ni nombre precisa porque murió víctima del celo de una de las policías más inhumanas de Latinoamérica. Otros dos chicos, de 13 y de un año y medio resultaron heridos. Claro, “por algo será”. Claro, “en algo andarían”. Yo, tú, él, nosotros, vosotros y ellos, ¿qué pensamos de las declaraciones del semi-ingeniero sobre esta asesinación de ese chico que antes había sido secuestrado por la marginalidad y la analfabetización? Cómo, ¿no sabemos lo que declaró Blumberg, el cruzado de la mano dura? Bueno, es natural que no sepamos, porque Blumberg, el mediático, no dijo ni una sílaba: él sólo reclama justicia cuando las víctimas son de la clase media para arriba. Para él la Vida sólo empieza a ser sagrada cuando pertenece a nosotros, es decir: los bien abrigados bien comidos bien leídos y bien educados. Nosotros, los que no tenemos la piel tirando para marrón... Señor Blumberg, ¿sabe una cosa? Así no vale. Eso no se hace. Morán, Mauricio Morán, había nacido para vivir, como nosotros, vosotros y ellos. Como Blumberg y el hijo de Blumberg. Mauricio Morán era un pibe. Que fue borrado del mapa por tener frío.

Posdata: Miro su foto: sonríe Mauricio Morán. Tiene una camisa granate y se parece bastante al pibe Sebastián Bordón. Miro y miro su foto. De pronto me escucho hablándole en voz alta: –Pibe, ni siquiera podrás perdonar a tus asesinos. Porque para perdonar hay que estar vivo… Pero pibe, ¡cómo se te ocurre! ¿Viste lo que ganaste por tener tanto frío?

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