SIGUE LA CAMPAÑA "EL HAMBRE ES UN CRIMEN"





Lanzamiento de la Campaña en Olavarría
Provincia de Buenos Aires

18 de Abril de 2008

“Hambre significa no tener trabajo”, dijo un pibe. Y otro rebatió “la tenemos que parar”. Pero “¿cómo?”, respondieron dos o tres nenas, entre los trece, con los ojos avellana y la mirada cuestionadora. “Hagamos una pared. Al hambre la paramos con una pared grande”, le contestó un chiquito de flequillo revuelto. Uno tras otro, entre todos fuimos armando ladrillos verdes, rojos, amarillos con crayones y tizas mientras una nena con un lapiz azabache escribía sus sueños. Algo así como que el hambre no va a poder con nosotros porque esa suerte de muro arcoiris, hecho mano sobre mano, nos va a dar fuerzas para seguir peleando.
Todo empezó el viernes 18 de abril en Necochea 1389, la casa de las utopías de Macondo Creativa, en Olavarría, tierra de cementos y campos ricos, de cosechas y ganado. Pudiente corazón de la provincia más poderosa del país en donde los pibes sufren y juegan con sus patitas descalzas y su morochez al viento.
Hambre. Que quiere decir que no hay ricos manjares sobre el plato de casa todos los días o en donde los pozos ciegos se hermanan peligrosamente con los del agua que enferma los cuerpos y torna vulnerables las vidas en la infancia.
La Raquel, madre del barrio, comenzó a mezclar la harina, con la levadura y luego la grasa derretida que entregó a los pibes sobre el amplio mesón cubierto de nylon en inmensos bollos que permitían intercambiar entre los juegos y las palabras qué significan esas seis letras con que se escribe el hambre, que es crimen porque es evitable y porque se nos lleva a nuestros pibes o no los deja pensar.
Siete horas de compartir la mesa. Los dibujos. El preparado de los sobres en que escribimos e ilustramos la vida en nuestros barrios de abandono para salir a gritarle a la vida que aquí estamos. Que salimos a la calle, como salimos el viernes a compartir el pan y la palabra, casa por casa. Que empapelamos la ciudad. Que no hay quien detenga nuestro paso. Porque algún día, así como ahora amasamos el pan, el mundo –escribió Jorge Carrera Andrade- será de las fuentes y las espigas que impondrán su imperio de abundancia y frescura sin fronteras.

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