RESUMEN DE LA AGENCIA INFORMATIVA PELOTA DE TRAPO


Villa Azul
06/12/07
Por Alberto Morlachetti
(APe).- Lo que entra profundamente en crisis -dice Massimo Pavarini-es el mito del liberalismo económico: ahora parece imposible creer que a la riqueza de las naciones corresponda el bienestar generalizado de los ciudadanos. Precisamente la revolución industrial había enseñado que a una cada vez mayor acumulación de riquezas acompañaba una cada vez más amplia y generalizada acumulación de miseria. Quizás nunca, como entonces, el espectáculo de la pobreza propagada por las grandes ciudades industriales y las inevitables tensiones sociales que esta realidad conllevaba debieron preocupar tan profundamente a las conciencias vigilantes de la época. Hoy seguimos tropezando con cadáveres. En vano los poetas deshojan ruiseñores.
-I-
Quizás, sólo quería encontrar una promesa que nunca le habían hecho desde el primer recuerdo. Tal vez, un verbo que hiciera de su infancia una entidad imprescindible arrimada al vaivén de los trigales. Sin embargo, la muerte se derrumbó en su cuerpo donde anidaban -como palomas breves- 13 años de olvido.
Sucedió hace unos días, el jueves 20 de noviembre, cuando ya la noche había desplegado su pollera de luto, cuando la pequeña Aldana de 13 años -que vivía en Villa Azul, en la zona llamada el Triángulo de Bernal- salió junto a Iván de 9 años, para ir a comprar a un quiosco del barrio. Aldana para salvar a su hermano del alambre electrificado -que separa a los hambrientos de los saciados- recibió una fuerte descarga eléctrica. Murió días después.
La crónica no pone el apellido del propietario de la casa letal que con veleidades de verdugo hundió a Aldana en el pozo frío de la muerte. Así de cortas suelen ser las crónicas de los pibes de Villa Azul. De una muerte que siempre es maldita, pero a veces es más. Porque aprieta a una infancia marcada por un tiempo desangelado.
La exclusión es una cueva donde llueve el silencio. Es por eso que la muerte no hizo más que reintegrar a Aldana a la misma oscuridad que inauguró su desamparo. Seguramente, al fondo de la noche, ladraban unos perros, como sonidos vanos. No había país de ceniza que precisara de ninguna niña nacida en la pobreza. ¡Tengo un nudo en la garganta!

Muy lejos de Illia y de Hanna Arendt
04/12/07
Por Oscar Taffetani(APe).- Hace unos días, tras recibir un ataque de las “espadas” más conocidas del oficialismo, a raíz de sus denuncias e insinuaciones sobre negociados K, la dirigente de la Coalición Cívica Elisa Carrió declaró ingresos mensuales de $ 11.000, provenientes -según dijo- de sus honorarios por las clases brindadas en el Instituto Hanna Arendt (por ella creado) y donaciones de algunos diputados.


“Tampoco puedo ser una homeless”, expresó Carrió, con frivolidad digna de una señora de ésas a las que el hambre y el desamparo de los pobres urbanos le despiertan curiosidad, cuando no algo de compasión.
Después, Carrió se comparó con el ya desaparecido médico Arturo Humberto Illia, quien llegó a la presidencia de la nación con una casa y un automóvil como únicos bienes, y que al retirarse ya ni siquiera tenía el automóvil. “Hasta el pueblo le compró la casa”, dijo Carrió refiriéndose a Illia, sin que nadie supiera por qué la fundadora del ARI comparó la situación de aquel austero dirigente político con su propia situación, cuando son tantas y tan evidentes las diferencias.
Pero la pregunta que cabe hacerse es por qué Elisa Carrió, como legisladora, presentó en 2001 el proyecto 1.460 denominado FINCINI (Fondo para el Ingreso Ciudadano a la Niñez) y lo volvió a impulsar en 2004, bajo la forma de una Asignación Universal para Menores y Embarazadas que contemplaba “una escala de subsidios de 60, 80 y 100 pesos” (así se publicó en los diarios). Es decir, por qué lo hizo, si ella sabía que con esa plata a nadie le alcanza para vivir, ni menos que menos para salir de la pobreza.
Si ella, Elisa Carrió, “para no ser una homeless” necesita 11 mil pesos por mes ¿cómo piensa que puede vivir un niño o una mujer embarazada con 60, con 80 o 100 pesos?
A esa misma hipocresía nos referimos en la nota “Ideas para Diputados”, donde criticábamos el proyecto de asignación universal de 72 pesos por mes para los hijos de los desocupados. No criticamos la idea de la Asignación Universal, sino el monto ridículo propuesto, que no alcanza para sacar a un niño ni a su madre de la indigencia.
En la satanizada década argentina del ’90, el ministro de Economía Domingo Felipe Cavallo, padre de la Convertibilidad, reconoció en un reportaje que no podía vivir con menos de 10 mil pesos (pesos-dólares) por mes. Allí quedaba en evidencia el “doble estándar” de Cavallo: no aplicaba a sí mismo la regla que, como ministro, pretendía aplicar a los demás.
“Obra deseando que ese principio que rige tu acción se convierta en ley universal” escribió el filósofo y humanista Inmanuel Kant, inaugurando la denominada Ética del imperativo categórico.
Kant vivió toda su vida en Könisberg, una ciudad ya desaparecida de la Prusia oriental, que casi dos siglos después le daría al mundo otro referente de la filosofía y del humanismo: Hanna Arendt.
Pero ¿qué tienen que ver Inmanuel Kant, Hannah Arendt y aquel modesto y valiente médico de Pergamino, Arturo Illia, con esta dirigencia actual que cultiva el doble estándar y que no ama al prójimo -siguiendo el precepto cristiano- como a sí misma?
Nada tienen que ver. Felizmente, nada. Y eso nos da esperanza.

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