RESUMEN DE LA AGENCIA INFORMATIVA PELOTA DE TRAPO


Las mejillas lloradas
11/10/07
Por Alberto Morlachetti
(APe).- El análisis de los relatos sociales como el de la propia pedagogía nos alerta sobre el uso del lenguaje como fuente de colonización, al entregarnos contenidos ideológicos hostiles a una sociedad de semejantes.

Los conquistadores no han dejado de desembarcar: Kant diría en 1775 los americanos no sienten amor, no se preocupan por nada y son perezosos. Para agregar incapaces de gobernarse, están condenados a la extinción. Los niños que dormían sobre hojas de “pindo” o “piri” y acariciados generosamente por el abatí (maíz) o por el curapepé (zapallo) los inscribieron en un tiempo sin memoria.
Los niños guaraníes sostienen los párpados en una proeza irrepetible a la hora de la comida. Isaac Sosa, un pequeño de 3 años de la comunidad mbya guaraní, falleció este fin de semana por anemia severa y desnutrición, informaron médicos del hospital de la ciudad de Jardín América en la provincia de Misiones, después de haber estado hospitalizado dos veces este año. Así de imperfecto es el ojo y la conciencia.
La madre, de 19 años y con otros dos hijos, de 1 y 6 años, dijo: “Acá necesitamos ropa, colchones, calzado y comida para los chicos” y el cacique de la aldea -tío del niño fallecido- Vicente Sosa, denunció la falta de agentes sanitarios y de ayuda. “Estamos lejos de la selva donde están nuestras medicinas naturales”. Nada más cierto. El Dr. Donato de Palma en su libro que trata sobre pediatría en los pueblos del origen, manifiesta que el niño guaraní se hallaba rodeado de un paisaje bonito “que le brindaba con largueza las maravillas de un reino edénico donde alimentos y medicamentos tan diversificados se ofrecían como un don divino”.
-I-
Son tiempos de rupturas dramáticas de fraternidad, de no proximidad, de escasas relaciones productivas de humanidad. Pero mientras las entrañas de ternura no se conmuevan como un sismo ante la pobreza de millones de argentinos, discriminados por color, por género, por edad, por no tener, se hace difícil sostener un compromiso de “amor con la hermosura”.
Los niños son niños, así en el hambre como en la guerra. Tal parece que es tiempo de separar el horror de la semilla. Alguien debe darles cobijo a estos pibes que viven -en el mejor de los casos- a mandioca y reviro o las mil y una noches de la miseria. Pero esta patria está habitada por miles de cachorros que esperan en hilera para ser despedazados. Que el Estado no cuida, aunque sean un poema largo, libre y de amor.
-II-
Históricamente la educación -como aparato ideológico del Estado- está destinada a sembrar capitalismo en serie. El surgimiento de una nueva pedagogía de la ternura ligada a movimientos de protesta por situaciones sociales no tolerables -no se puede tomar vida en vano- activa una reacción porque la alegría ha sido diferida o se ha debido guardar en la memoria y el dolor encuentra distintas formas -como la muerte- para hacerse evidente. La educación popular no puede ser otra cosa que una pedagogía de la ternura que ha comenzado a hilvanar los distintos latidos como un discurso que encarna una protesta silente, pero que apunta a almacenar nuestras mejores emociones hasta echar las campanas al viento en un toque de maitines, un toque de albas, condición humana, conciencia de dignidad.
Aquellos que ya pensaban que el hambre urge tomarlo con la izquierda -como diría Vallejos- que pedían permiso para sembrar la tierra, o para pescar o para cazar al oso melero “cuando todo era hermoso y parecía encenderse bajo el cielo imparcial”, vivían y pensaban que el principio es la igualdad, para evitar el surgimiento de las asimetrías sociales, tenían tatuada la solidaridad en sus convicciones para imponer una distribución equitativa de los recursos.
Niños y adultos guaraníes pertenecientes a una cultura “no civilizada” no tienen los sueños tapiados. Creen que Iwy Mará, la tierra sin mal, puede estar en la tierra, se puede llegar al paraíso sin pasar por el trance de la muerte. Hay que encontrarlo. Sólo hay que salir a buscarlo.
Fuente de datos:La pediatría en las Culturas Aborígenes Argentinas, Donato A. Depalma, SAP Editora (Sociedad Argentina de Pediatría)

Entre héroes y pobres (A 40 años de la muerte del Che)
08/10/07
Por Vicente Zito Lema
(APe).- Sobre la tierra humillada por el crimen de la pobreza, un crimen que hace añicos las mil máscaras con que la razón protege las crueles lógicas del poder. Sobre los cuerpos que reproducen el dolor, sacrificados por la necesidad de la riqueza, hasta convertir su humanidad viva en un espejo opacado de tanta humanidad muerta. Allí, junto a la mujer que agoniza, devorada por el hambre -un hambre que ahora es fiebre y es peste-, planta Ernesto Guevara el estandarte de sus palabras, y es el inicio de su gesta: tus hijos todos vivirán la aurora / juro. Guevara se nacerá a sí mismo en el dolor del otro, es un proceso de conciencia que lleva a la existencia en el dolor. Será su padre y su madre en el lenguaje absoluto de su cuerpo, cruzado por todos los cuerpos. Será un espesor de vida que legitima cada uno de sus pensamientos para la construcción de lo que está pensado pero no escrito en la realidad de la historia Guevara, tan restallante como lúcido, y como tal ejecutor de palabras que queman, signos de un cuerpo que desnuda, con su sola presencia, un pentagrama de silencios en este tiempo de esencial ambigüedad, cuya gestualidad mayor es lavarse las manos. Hay ahí un fuego que no se termina de consumir, desbordando las vestiduras formales que lo contienen, para abrir, aún hoy, un espacio de voluntad capaz de hacer frente a una quietud entronizada como única verdad posible. Se trata de una ética, fundada en la acción, que jamás aceptó traicionar su destino: subvertir el saber de la época. En un espacio de resistencia y trasgresión, Guevara levanta su atalaya para seguir el curso de un mundo que, en su imperativo agónico, deberá ser descifrado y rehecho de cuajo. ¿Cómo si no volver libre, con conciencia crítica y capacidad creadora, al hombre antiguo, momificado en estereotipos, ciego y seco por siglos de mansedumbre oscura? Guevara logra acercarse, hasta tocarlo, al hombre concreto de carne y hueso, nombrándolo como nunca en una subjetividad a devenir, en su capacidad de sujeto histórico, de hacedor necesario de su deseo. Es a ese hombre al que Guevara abraza y enriquece con su más íntimo sentimiento, el amor: “déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está movido por grandes sentimientos de amor...”. Guevara es un imagen emocionada del mundo a construir; es una dura indagación del sistema a destruir como paso previo. Y nos ofrece, finalmente, una experiencia de naturaleza estética, en tanto la verdad es la forma más acabada y peligrosa de la belleza. Su muerte, en la forma en que se dio en Bolivia, ratifica, elocuentemente ahora, que nunca puede haber historia más allá del lenguaje que la propone, la interpreta y la imagina. Porque su final fue un principio, y su imagen (el cadáver) un preciso y extraño instante de recreación de los significados, de parte de una generación que amaba asumir el escándalo del mundo. La muerte del Che consagró la nobleza, no las lógicas, que portan los sueños. Aseguró la distancia de la política, en nombre de la política. Inscribió, como sentimiento, no como reconocimiento, que se estaba en ese indescifrable tiempo de la revolución. La ética, ese sobre humano forzamiento de la realidad común y oscura de los hombres, necesitaba reinar sin atenuantes, con sus cuotas de belleza y locura implacables. Y en aquel lienzo infinito, latinoamericano, de una edad no muy lejana, se pudo amar tanto al campesino de Bolivia, indiferente a la tragedia, condenado a la pobreza en el núcleo extremo y deshumanizante de la pobreza, como al héroe que ofrendaba su vida creyendo lapidariamente en principios universales. Palabras para Guevara, tantos años después, con el sueño convertido en pesadilla. Palabras para Guevara, cuando vamos enterándonos con dolor, día a día, que nadie es eterno, ni siquiera él. Palabras para Guevara, en un escenario donde se repite hasta el hartazgo que la utopía se agotó, la era de los grandes relatos existe sólo en algún lugar que está detrás de las espaldas de la humanidad, y que la esperanza de cambiar el mundo duerme bajo el pesado manto del fracaso. Un tiempo patético de tan pragmático, groseramente injusto de tan capitalista y para colmo de males, de una vulgaridad que lo torna canallesco. Frente a un tiempo así, paradójicamente, ¿cómo no esforzarnos para superar esa pátina sombría que el espíritu de la época insiste en colocar sobre los asuntos humanos, y levantar los ojos hacia lo que fue y seguir imaginando lo que podrá ser...? Palabras para Guevara, que nos ayuden a pensarlo, fuera de las modas que lo desguazan e instalarlo legítimo, otra vez, frente a un viaje de miles y miles de kilómetros, viaje que, como bien se sabe siempre se inicia dando un paso.

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