La oración más que un pedido es una respuesta a Dios
Jueves 1 Ago 2013 | 10:17 am
Avellaneda (Buenos Aires) (AICA): El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, reflexionó acerca de la oración y de lo que significa que Jesús, el Hijo de Dios, nos enseñe a rezar el Padre Nuestro. “Tenemos la certeza de que oramos, pedimos, porque somos escuchados. Pero somos escuchados para que se haga su voluntad y no la nuestra”, afirmó el prelado. Y agregó, “perseverar en la oración no significa que van a cambiar las cosas que uno quiere que cambien. Por lo menos el Señor nos va a dar la luz para poder entender lo que racionalmente no entendemos. Se reza con el corazón y con el intelecto. Hay que tener lucidez de corazón”.
El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, reflexionó acerca de la oración y de lo que significa que Jesús, el Hijo de Dios, nos enseñe a rezar el Padre Nuestro. “Una oración extraordinaria donde cada frase está ligada a la fe”, aseveró el prelado.
Y agregó: “La oración, más que un pedido, es una respuesta nuestra a Dios. Tenemos la certeza de que oramos, pedimos, porque somos escuchados. Pero somos escuchados para que se haga su voluntad y no la nuestra. Eso es lo más importante, que se haga su voluntad”.
El obispo aseguró que la oración debe ser verdadera y no falsa. “Cuando entra en la vida, la oración es verdadera. Cuando se disocia, la oración es falsa. Yo rezo, pero tengo que hacer la voluntad de Dios. Yo rezo, pero la oración me tiene que dar fuerza para hacer la voluntad de Dios. Yo rezo, pero tiene que prevalecer SU criterio y no mi criterio”, remarcó el prelado.
Monseñor Frassia señaló que “la oración es más vital que verbal, porque en ella está nuestra vida. No se está diciendo frases o sólo palabras, como los paganos, aquellos que hablan mucho, o como los fariseos, porque no es el tema de vivir un misticismo eufórico, o vivir una cuestión casi sicológica, seudo religiosa de desahogo”.
En cambio, “la oración es pedirle y presentarle al Señor, como acción de gracias, como súplica, ese pedido que nos lleva a una acción de gracias y que también nos lleva a cumplir con la misión”, expresó el obispo.
Finalmente, monseñor Frassia concluyó diciendo que “la vida y la oración no son separadas. Se enriquecen y se asumen mutuamente. Se reza con el corazón y con el intelecto. Hay que tener lucidez de corazón. Hay que perseverar. Perseverar en la oración no significa que van a cambiar las cosas que uno quiere que cambien. Por lo menos el Señor nos va a dar la luz para poder entender lo que racionalmente no entendemos”.+
Oración: yenemos la certeza de ser escucados
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en el programa radial Compartiendo el Evangelio (XVII domingo durante el año, 28 de julio de 2013)
"Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos". El les dijo entonces: "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino; danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación". Jesús agregó: "Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: 'Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle', y desde adentro él le responde: 'No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos'. Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario. También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá. ¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente? ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan". (Lucas 11,1-13)
Este Evangelio, nos habla de la oración y de lo que significa que Jesús, el Hijo de Dios, nos enseñe a rezar el Padre Nuestro. Una oración extraordinaria donde cada frase está ligada a la fe. La oración, más que un pedido, es una respuesta nuestra a Dios.
Le respondo porque tengo fe, porque creo, porque sé que me va a escuchar, porque sé que me tiene en cuenta, porque sé que tengo que decirle cuáles son mis necesidades. Es una respuesta mía porque si yo supiera que no me va a escuchar, no le hablo; pero como sé que me va a escuchar, yo le hablo. Aunque no haga lo que yo le pida, porque una de las condiciones fundamentales del orante es hacer la voluntad de Él, no la voluntad de uno. Tenemos la certeza de que oramos, pedimos, porque somos escuchados. Pero somos escuchados para que se haga su voluntad y no la nuestra. Eso es lo más importante, que se haga su voluntad.
La oración es más vital que verbal, porque en ella está nuestra vida. Cuando uno está viviendo una situación, está dando la vida; no está diciendo frases o sólo palabras, como los paganos, aquellos que hablan mucho, o como los fariseos, porque no es el tema de vivir un misticismo eufórico, o vivir una cuestión casi sicológica, seudo religiosa de desahogo. No.
La oración es pedirle y presentarle al Señor, como acción de gracias, como súplica, ese pedido que nos lleva a una acción de gracias y que también nos lleva a cumplir con la misión.
Cuando entra en la vida, la oración es verdadera. Cuando se disocia, la oración es falsa. ¿Recuerdan aquel famoso refrán: “a Dios rogando, con el mazo dando”? Bueno, es lo mismo. Yo rezo, pero tengo que hacer la voluntad de Dios. Yo rezo, pero la oración me tiene que dar fuerza para hacer la voluntad de Dios. Yo rezo, pero tiene que prevalecer SU criterio y no mi criterio. Por eso, la oración tiene que ser verdadera y no falsa.
La vida y la oración no son separadas. Se enriquecen y se asumen mutuamente. Se reza con el corazón y con el intelecto. Hay que tener lucidez de corazón. Hay que perseverar. Perseverar en la oración no significa que van a cambiar las cosas que uno quiere que cambien. Por lo menos el Señor nos va a dar la luz para poder entender lo que racionalmente no entendemos.
Recemos, con el Padre Nuestro, para que hagamos SU voluntad, para que ÉL nos perdone, para que nosotros también perdonemos, que nos de el pan de cada día y que nos cuide para no caer en la tentación.
Les dijo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén
Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús
Jueves 1 Ago 2013 | 10:17 am
Avellaneda (Buenos Aires) (AICA): El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, reflexionó acerca de la oración y de lo que significa que Jesús, el Hijo de Dios, nos enseñe a rezar el Padre Nuestro. “Tenemos la certeza de que oramos, pedimos, porque somos escuchados. Pero somos escuchados para que se haga su voluntad y no la nuestra”, afirmó el prelado. Y agregó, “perseverar en la oración no significa que van a cambiar las cosas que uno quiere que cambien. Por lo menos el Señor nos va a dar la luz para poder entender lo que racionalmente no entendemos. Se reza con el corazón y con el intelecto. Hay que tener lucidez de corazón”.
El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, reflexionó acerca de la oración y de lo que significa que Jesús, el Hijo de Dios, nos enseñe a rezar el Padre Nuestro. “Una oración extraordinaria donde cada frase está ligada a la fe”, aseveró el prelado.
Y agregó: “La oración, más que un pedido, es una respuesta nuestra a Dios. Tenemos la certeza de que oramos, pedimos, porque somos escuchados. Pero somos escuchados para que se haga su voluntad y no la nuestra. Eso es lo más importante, que se haga su voluntad”.
El obispo aseguró que la oración debe ser verdadera y no falsa. “Cuando entra en la vida, la oración es verdadera. Cuando se disocia, la oración es falsa. Yo rezo, pero tengo que hacer la voluntad de Dios. Yo rezo, pero la oración me tiene que dar fuerza para hacer la voluntad de Dios. Yo rezo, pero tiene que prevalecer SU criterio y no mi criterio”, remarcó el prelado.
Monseñor Frassia señaló que “la oración es más vital que verbal, porque en ella está nuestra vida. No se está diciendo frases o sólo palabras, como los paganos, aquellos que hablan mucho, o como los fariseos, porque no es el tema de vivir un misticismo eufórico, o vivir una cuestión casi sicológica, seudo religiosa de desahogo”.
En cambio, “la oración es pedirle y presentarle al Señor, como acción de gracias, como súplica, ese pedido que nos lleva a una acción de gracias y que también nos lleva a cumplir con la misión”, expresó el obispo.
Finalmente, monseñor Frassia concluyó diciendo que “la vida y la oración no son separadas. Se enriquecen y se asumen mutuamente. Se reza con el corazón y con el intelecto. Hay que tener lucidez de corazón. Hay que perseverar. Perseverar en la oración no significa que van a cambiar las cosas que uno quiere que cambien. Por lo menos el Señor nos va a dar la luz para poder entender lo que racionalmente no entendemos”.+
Oración: yenemos la certeza de ser escucados
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en el programa radial Compartiendo el Evangelio (XVII domingo durante el año, 28 de julio de 2013)
"Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos". El les dijo entonces: "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino; danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación". Jesús agregó: "Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: 'Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle', y desde adentro él le responde: 'No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos'. Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario. También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá. ¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente? ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan". (Lucas 11,1-13)
Este Evangelio, nos habla de la oración y de lo que significa que Jesús, el Hijo de Dios, nos enseñe a rezar el Padre Nuestro. Una oración extraordinaria donde cada frase está ligada a la fe. La oración, más que un pedido, es una respuesta nuestra a Dios.
Le respondo porque tengo fe, porque creo, porque sé que me va a escuchar, porque sé que me tiene en cuenta, porque sé que tengo que decirle cuáles son mis necesidades. Es una respuesta mía porque si yo supiera que no me va a escuchar, no le hablo; pero como sé que me va a escuchar, yo le hablo. Aunque no haga lo que yo le pida, porque una de las condiciones fundamentales del orante es hacer la voluntad de Él, no la voluntad de uno. Tenemos la certeza de que oramos, pedimos, porque somos escuchados. Pero somos escuchados para que se haga su voluntad y no la nuestra. Eso es lo más importante, que se haga su voluntad.
La oración es más vital que verbal, porque en ella está nuestra vida. Cuando uno está viviendo una situación, está dando la vida; no está diciendo frases o sólo palabras, como los paganos, aquellos que hablan mucho, o como los fariseos, porque no es el tema de vivir un misticismo eufórico, o vivir una cuestión casi sicológica, seudo religiosa de desahogo. No.
La oración es pedirle y presentarle al Señor, como acción de gracias, como súplica, ese pedido que nos lleva a una acción de gracias y que también nos lleva a cumplir con la misión.
Cuando entra en la vida, la oración es verdadera. Cuando se disocia, la oración es falsa. ¿Recuerdan aquel famoso refrán: “a Dios rogando, con el mazo dando”? Bueno, es lo mismo. Yo rezo, pero tengo que hacer la voluntad de Dios. Yo rezo, pero la oración me tiene que dar fuerza para hacer la voluntad de Dios. Yo rezo, pero tiene que prevalecer SU criterio y no mi criterio. Por eso, la oración tiene que ser verdadera y no falsa.
La vida y la oración no son separadas. Se enriquecen y se asumen mutuamente. Se reza con el corazón y con el intelecto. Hay que tener lucidez de corazón. Hay que perseverar. Perseverar en la oración no significa que van a cambiar las cosas que uno quiere que cambien. Por lo menos el Señor nos va a dar la luz para poder entender lo que racionalmente no entendemos.
Recemos, con el Padre Nuestro, para que hagamos SU voluntad, para que ÉL nos perdone, para que nosotros también perdonemos, que nos de el pan de cada día y que nos cuide para no caer en la tentación.
Les dijo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén
Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús
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