RESUMEN DE LA AGENCIA INFORMATIVA PELOTA DE TRAPO


No hay pan duro, para el hambre
20/05/08

Por Alfredo Grande

“El escándalo es la cara visible de la hipocresía”Aforisma implicado

(APe).- No hay nada. Puro Hambre, sin nada que asome en el horizonte ni en la cacerola para saciarlo. La pulsión, ese regodeo cultural del instinto, queda amputada. Privada del objeto no contingente que debería, al presentarse accesible, descargarla en el mundo exterior. El Puro Hambre habla de una dislocación fundante. Algo que debe ser prolongado en un mecanismo indisoluble, a saber, hambre-alimento-saciedad, es descuartizado por la carencia absoluta. El mecanismo de la satisfacción es interrumpido. Un corte a la más elemental de las biologías: la del circuito necesidad-satisfacción.
El Puro Hambre es un mecanismo perfecto de exterminio. Implica una carencia, nunca un sobrante. No hay exceso de hambrientos. Hay una planificada ausencia de alimentos. El asesinato serial se consuma por un exceso de falta, por un exceso de carencia. Sin la presencia incómoda de armas, campos de exterminio, gases venenosos, calabozos que son las mazmorras de la posmodernidad. Asesinar 18.000 niños por día en todo el mundo en una operación silenciosa. Y monocorde. Sin la estridencia de una bomba; sin los gritos desgarradores de una agonía. El Puro Hambre es una forma encubridora de solución final. Las vestiduras de los burócratas son desgarradas. El problema del hambre es reconocido en sus manifestaciones más atroces. Reconocido y desmentido. Una y otra vez, retorna en campañas de solidaridad, absolutamente menos eficaces que las simultáneas campañas de limpieza étnica y biológica. El hambre es un crimen, es tan cierto como que también sabemos quiénes son los criminales. No más de 6 mega empresas que controlan el agro negocio del planeta. Nunca tantos le debieron menos a tan pocos. ¿Serán llevadas a un tribunal internacional por crímenes de lesa humanidad en tiempos de paz? Marx había señalado que el sistema capitalista es incompatible con el uso racional de la agricultura. Racional en el sentido fundante: que los alimentos estén destinados a lograr la saciedad, no el mega lucro de las transnacionales. Pero sabemos que la realidad es apenas una ficción catastrófica. Las Naciones Unidas informa que 1.000 millones de personas viven con un dólar diario. Pienso que la información correcta es que 1.000 millones de personas mueren con un dólar por día. ¿Cuál será el estándar de la vida para las Naciones Unidas? Asistimos todavía asombrados a una planificación del exterminio sin aparato militar como protagonista principal. Como la historia del contrabando de carretillas, pasan mientras el guardia se pregunta qué será el contrabando. Una perversidad internacional se espanta de aquello que genera. Mega recitales para filantropías hipócritas. Monstruosos presupuestos para dar cuenta de inútiles campañas donde se pretende curar lo que deliberadamente no se quiso prevenir.

Tsunamis alimentarios que no convocan más que guerras contra la pobreza, tácita manera de admitir que se ha firmado una paz duradera con la riqueza.
El hambre no provoca la rebelión. El mecanismo fisiológico se anestesia en pocos días, y ya ni la sensación perdura. Lo demás es como un estado de coma que gradualmente va aumentando. A diferencia de la sed, el hambre se hace tolerable. Deja de sentirse como tal. Se clausuran los registros. Incluso puede ser difícil que el hambriento y desnutrido acepte aquello que más necesita: el alimento. El Puro Hambre ya no puede ser saciado. Nunca más.

Viditas

22/05/08

Por Miguel A. Semán

I
Ella llegó con otra vidita adentro y el miedo de que el hombre que venía de la cárcel la matara o le contagiara la muerte que ya tenía en las uñas.
-Sale a robar, se droga, se emborracha, insulta y me pega -dibujó con precisión la biografía cotidiana-. Y muy pronto me va a violar y me va a pasar la enfermedad -vaticinó el futuro.
Una noche, hace cuatro años, el mismo hombre que es todos los hombres, salió a robar y se llevó con él al hijo de nueve años de la mujer. Ella no quería, pero le pegó hasta desmayarla.
Llegaron hasta un negocio cerrado, había una claraboya, una caja y algunos billetes. Adentro también había alguien con un arma y disparó.
Murió antes de aprender el oficio del robo, dejó sin terminar el tercer grado, inconclusa su carrera de pibe. Pero nadie pagó por la vidita. No hubo notas. No hubo sentencias. No hubo crónicas ni cronistas para esta muerte. Fue sólo una muerte de barrio. Pobre y fugaz, como un romance.
El hombre estuvo unos meses preso por el robo. La propiedad cobra sus deudas. Y ahora vuelve al único lugar que conoce, a la única mujer que es todas las mujeres, embarazada de otro que también es todos los otros como él.
Con otra vidita en su cuerpo y el miedo, ella vino otro día y dijo: -Me violó.
Ahí están ahora: Ella con sus viditas atadas con un hilo y el miedo de perderlas al cruzar la calle.
“Son tan frágiles, tan poca cosa”, dice cuando mira, “que en cualquier momento se me pueden caer y a quién le importa”.
¿A quién puede importarle una vidita menos?

Soho: la explotación enmascarada

21/05/08


Por Oscar Taffetani

(APe).- “Soho!” era el grito de caza con el que se lanzaban a un tiempo caballos y perros, en la Inglaterra del Medioevo. Después, Soho pasó a identificar a una barriada del gran Londres, al norte de Picadilly Street. Al principio, fue un barrio de prostitutas y negocios de sexo, de distinta índole. Luego, se convirtió en una zona residencial de edificios reciclados, habitados por artistas y profesionales.
El Soho de Nueva York, más reciente, también está poblado por artistas y profesionales. Para resignificar la palabra, las inmobiliarias inventaron la sigla SOHO (Small Office Home Office) y comercializaron locales que eran a la vez vivienda y oficina.
Ahora ya hay otros Sohos, en el mundo. En Birmingham. En Hong Kong. Y hasta en un sector del viejo Palermo, Buenos Aires. Por eso algunos empresarios vieron la oportunidad de registrar con el nombre “Soho” una marca de ropa, para consumo de las elites de la Reina del Plata.
Claro que la trastienda de la ropa “Soho” -como la de 85 marcas “de primera línea” que se comercializan en Buenos Aires- es un taller oscuro, alejado de la luz y de las vidrieras, en donde hombres y mujeres esclavizados, atados con cuerdas invisibles a las mesas de corte y las máquinas de coser, producen por paga vil esas prendas que luego se exhiben con elegancia en las vidrieras.
Debido al fetichismo de la mercancía (el concepto es de Marx), nadie piensa, al probarse una prenda Soho, que está contribuyendo al sostenimiento de la esclavitud en el mundo.
Y nadie piensa que al comprar ropa de esas afamadas marcas argentinas que han “tercerizado” la producción, está contribuyendo a que los Objetivos del Milenio fijados por la ONU se conviertan en moneda sin valor.
A la medida de la injusticia
Se ha publicado en los diarios, por estos días, que el juez federal Norberto Oyarbide sobreseyó a tres directivos de la empresa de indumentaria Soho, “acusados de contratar talleres de costura donde se empleaban inmigrantes indocumentados, en condiciones de máxima precarización laboral”.
“Los argumentos de Oyarbide -leemos en una de las crónicas- fueron que ese modo de explotación sería herencia de costumbres y pautas culturales de los pueblos originarios del Altiplano boliviano, de donde proviene la mayoría de los talleristas y costureros, y que se trata de un grupo humano que convive como un ayllu o comunidad familiar extensa, originaria de aquella región...”
Desde la época de los nazis y del Ku Klux Klan que no se escucha una argumentación tan cínica para justificar una violación de los derechos humanos.
Los nazis decían que los judíos del ghetto de Varsovia en realidad querían vivir así. Y los racistas norteamericanos decían que los negros tenían necesidades “distintas”, ligadas con su pasado tribal...
Ahora este juez argentino, Oyarbide, descubre el ayllu incaico y con una ligereza tremenda, adoptando un aire antropológico, concluye que los niños bolivianos y sus padres y sus madres, traídos con la zanahoria del cuentapropismo y la prosperidad y encerrados en verdaderos calabozos productivos, donde no se respetan los mínimos derechos laborales, son seres de otra cultura, y que deben ser respetados como tales.
A esa hipocresía, si las instituciones argentinas funcionaran, debería haberle respondido inmediatamente el Consejo de la Magistratura, un organismo creado, justamente, para corregir las distorsiones y evaluar la conducta de los funcionarios.
De modo que los trabajadores de la cooperativa La Alameda, esos obreros textiles inmigrantes e indocumentados, que cortan y cosen la ropa de las “primeras marcas” del mercado argentino, no tienen derechos. Y cuando por fin deciden apelar a la Justicia, descubren que ella (lo mismo que las camisas que cosen) ha sido hecha a la medida de los explotadores.
Más paradojas, y van...
Transcribimos pasajes de una nota publicada en Diario 7 y en La Política On Line:
“El 9 de mayo de 2006, Oyarbide fue convocado a efectuar su descargo ante la Comisión de Acusación del Consejo de la Magistratura, que investiga una posible extorsión a Luciano Garbellano, ex gerenciador del boliche nocturno Spartacus (...) En 1998, Oyarbide protagonizó un escándalo originado en una oscura relación con el joven Garbellano y la supuesta protección a una red de prostíbulos porteños (...) En los tribunales, el escándalo estalló a través de acusaciones cruzadas: Zinadinne Rachem, mozo de un restaurante, quien denunció que Oyarbide lo amenazó de muerte para impedir la circulación de un video con escenas íntimas en Spartacus...”
Curiosamente, el establecimiento nocturno en donde se grabaron videos de los clientes, presumiblemente con fines extorsivos, se llama “Spartacus”.
Si hay un nombre grabado a fuego, en la milenaria lucha de los pueblos contra la esclavitud, ése es Spartacus (o Espartaco). Así se llamó uno de los primeros periódicos libertarios de la región argentina. Así también se llamó un núcleo de artistas revolucionarios (entre ellos, el querido Ricardo Carpani) en la década del ’60.
Qué triste paradoja que hoy el nombre Spartacus esté en el centro de una oscura trama de corrupción y explotación en la Argentina del siglo XXI, en donde lo único claro e imposible de distorsionar es que hay trabajadores inmigrantes indocumentados, varones y mujeres que están sufriendo no sólo la explotación enmascarada de los c
apitalistas de la ropa y el vestido, sino la violación sistemática de sus derechos humanos.

Comentarios

Seguidores