RESUMEN DE LA AGENCIA INFORMATIVA PELOTA DE TRAPO


Extravíos

08/05/08

Por Alberto Morlachetti

(APe).- La pobreza se mensura de muchas formas. Pero en cualquiera de sus mediciones no pierde su esencial fuerza interpeladora y su intrínseca condición objetiva negadora de la dignidad. La indigencia no solo es penuria, también es un crimen.
La muerte de niños en los dos últimos meses en la provincia del Chaco pertenecientes a los pueblos Tobas, Wichís, Matacos, nos habla de que son empujados a extinguirse en un país cuyo relato tiene aliento a infortunio.
Para Rolando Núñez -Coordinador del Centro de Estudios Sociales Nelson Mandela- la situación es de verdadero desastre humanitario o genocidio étnico.
-I-
Contemporáneamente buena parte del pensamiento y de la praxis gubernamental forman una atmósfera, que se asemeja a una nube radiactiva que convierte nuestra cultura en algo irrespirable, apoyados en esa parte del país que gravita en torno de un modelo de enriquecimiento personal y de consumo que no vacila en abrirse paso a los codazos, aunque su bienestar no tarde en irse en el carruaje amarillento de las hojas.
El flaco prestigio de la palabra oficial ya no soporta el peso de las quimeras: un tren bala -erigido en medio de la pobreza- que nos llevaría a 300 km. por hora a un estadio superior de la humanidad, no deja de ser un perfecto extravío.
-II-
Pero no hay un balance que dé razón del pasado para entender cómo reaccionar en el presente. Es como si cada quién hubiera sufrido por su cuenta escribe Rossana Rossanda. Los movimientos, que dicen apuntar a una sociedad más justa, responden dividiéndose; deriva clásica de las derrotas. La indagación de las culpas respectivas va a toda máquina. El intento de poner en el centro de la discusión el qué hacer, y no el recíproco ajuste de cuentas, parece fallido, aunque tengamos el corazón intacto de urgencias. Nunca ha sido tan débil e inadecuada la representación política de los trabajadores ocupados o no, nunca tan débil las formas de resistencia a la mercantilización total de los seres vivos.

Rossanda afirma que la democracia representativa no producirá nunca una revolución, pero las formas de represión que puede producir son muchas. No saldremos sin daño los próximos años.

Comunicando por un Sueño

06/05/08

Por Oscar Taffetani

(APe).- La dirigencia política argentina (es decir, todos ésos que se tenían que ir en diciembre de 2001, pero que después se quedaron) vive atada al presente absoluto de los medios de comunicación de masas. Hasta en los chistes que inventan ponen en evidencia su debilidad. “A ése lo llaman el candidato IPC”, dice uno. “-¿Por qué?” “-¡Porque mide 1 por ciento, juá juá!” Una dirigente de la oposición critica al Gobierno con el latiguillo de que trabaja todo el tiempo “para sacarse una foto” (la foto de la concertación, la del federalismo, la del pluralismo, la de los derechos humanos, etcétera). Tiene razón esa dirigente. Sólo que ella se parece al Gobierno. Ella también trabaja, todo el tiempo, para sacarse una foto (la foto de Fiscal de la República, la foto de gran opositora, etcétera). En la calle, tenemos una percepción semejante: “lo que no está en los medios no existe”. Y por eso la gente de abajo (tal como hacen los de arriba) utiliza las cámaras de TV, se sirve de las primeras planas de los diarios y de montajes escenográficos para denunciar lo que le pasa, para jaquear a los gobiernos o para llamar la atención. Sin embargo, este hecho innegable de que vivimos inmersos en una cultura mediática, en donde los mismos medios suelen comportarse como “fines”, no alcanza a ocultar el gran déficit de la política nacional, que es la ausencia de un Proyecto integrador, de un Sueño que sea capaz de ganar la simpatía y la voluntad de las mayorías.
El INDEC ya es inimputable
Los últimos datos sobre pobreza suministrados por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos -revela una nota publicada en Crítica el pasado 23 de abril- corresponden al primer semestre de 2007. “En el calendario original de este año -leemos- figuraba el 21 de marzo como la fecha de publicación de las nuevas cifras. Sin embargo, el informe nunca se conoció y en el calendario oficial que el INDEC anuncia en Internet ya no hay fecha para la difusión de los estudios de pobreza...”

De modo que no sólo se incluirán las ostras y el champán (“y la vesícula biliar”, acotaría Celaya) en la insondable canasta básica, para lograr los agradables guarismos que pretende el secretario Moreno, sino que ahora, sencillamente, cuando los números sean muy pero muy desfavorables, el INDEC se los guardará, para consumo interno. Si no estuvieran en juego, en este implacable ajuste de precios que hoy padecemos, la alimentación, la salud y las posibilidades de crecer de millones de niños argentinos, nos dedicaríamos a escribir un gran relato fantástico y humorístico sobre el INDEC. Lo pintaríamos como una kafkiana oficina de buenas noticias, trabajando noche y día para obtener una sonrisa o una mueca complaciente de los gobernantes. Pero este implacable ajuste de precios, que se ensaña con los bolsillos más flacos y con los que menos tienen, debe ser denunciado. Debemos tomarle una foto cada día, sí. Y cada tanto, una panorámica. Y expresar y comunicar la visión de una Argentina que podría ser distinta, si volviera a tener un proyecto integrador, si volviera a tener un Sueño.
Aquel Plan Quinquenal
El primer gobierno de Perón fue una máquina de hacer obras públicas, de actualizar leyes de la República conservadora salida del ’80 y de integrar al país, provincia por provincia y territorio por territorio. En un fascículo de 130 páginas titulado Plan Quinquenal del Gobierno del Presidente Perón 1947-1951, se informaba a la población sobre el paquete de proyectos que el Ejecutivo estaba mandando al Parlamento. Eran 27 proyectos de ley, con títulos más que sugestivos: Ley concediendo Derechos Electorales a la Mujer; Ley de Organización de la Sanidad Pública; Ley de Arrendamientos Rurales y de Aparcería; Ley de Accionariado Obrero; Ley de Bases instituyendo el Seguro Social; Ley Nacional de la Energía; Ley de Defensa de la Riqueza Forestal; Ley de Fomento de la Industria Nacional, y así. Las últimas páginas del folleto eran mapas del territorio nacional en donde se había marcado la ubicación de las obras y el nivel de ejecución que debía alcanzarse, año por año. Construcción de Grandes Diques (31); Obras Pluviales (13); Centrales Térmicas (11); Centrales Hidroeléctricas (45); Construcciones Educacionales (37 colegios nacionales, normales y de comercio; 45 escuelas de artes y oficios y profesionales; 17 escuelas de agricultura y ganadería y profesionales, 6 edificios universitarios); Elevadores de Granos (48 de campaña, 6 terminales). Y obras viales y ferroviarias; y redes de transporte y domiciliarias de gas; y nuevos parques nacionales, todo hasta completar una verdadera puesta al día del Estado nacional con las necesidades de su pueblo. El último dibujo que figura en el fascículo es un plano del aeropuerto internacional de Ezeiza (porque se preveía, en 1946, el desarrollo que tendría la aviación comercial en la segunda mitad del siglo). Ese Plan Quinquenal del primer gobierno de Perón fue aprobado por el Parlamento y ejecutado en los años que siguieron, utilizando las generosas reservas del Tesoro y el favorable contexto internacional que había para la Argentina en la posguerra.
Inocultables contrastes

En la actualidad, nuestro país ha vuelto a tener una coyuntura internacional favorable -por la creciente demanda de alimentos, de gas y de petróleo- y también un inédito nivel de reservas monetarias. Sin embargo, el Estado nacional está muy lejos del nivel de inversión pública -en cantidad y calidad- que tuvo durante aquel primer gobierno de Perón, que por algo ha quedado en la memoria de varias generaciones como un gobierno ejemplar. Aquello, más que un éxito de la propaganda oficial, fue el resultado de un reordenamiento real del Estado nacional y de un proceso -también real- de redistribución del ingreso y de la riqueza. La distancia con el presente, entonces, es enorme. Y no hay “política de comunicación” ni eufemismo que lo pueda arreglar. Mientras tanto, el hambre y la sed de justicia -de justicia económica, sanitaria, educativa- sigue siendo la bandera, deshilachada y desleída, irrenunciable, de las mayorías argentinas.




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