LA CORRUPCIÓN EN LA HISTORIA


LA CORRUPCIÓN EN LA HISTORIA 
 Coimas, sobreprecio, dadivas, untar o engrasar, son palabras que hoy se escuchan con frecuencia y se resumen en una sola ¨corrupción¨. Para lograr un objetivo, todo es cálido para quienes no tienen escrúpulos. Dar unos pesos a un inspector para que haga la vista gorda, o un caramelo a un chico para que cumpla con una tarea hogareña, no es otra cosa que un soborno aunque lo último no lo parezca. En los tiempos que corren, día a da nos enteramos de actos de esa naturaleza. 

Aplicar en una contratación del Estado sobreprecios mayores a los aceptados por la sociedad, que al parecer admite como legal hasta un 10% pero ¨arriba de un 11% es un robo¨ como en ese sentido aseguró un funcionario público -cuyo nombre reservamos- se ha tornado algo común en nuestros días.
Ese sobreprecio no es otra cosa que una ¨coima¨ que paga el beneficiado de esa licitación. También a ese porcentaje se lo llama ¨retorno¨ y esa denominación no tiene otro objetivo que hacer más digerible la palabra y el acto ilícito. De todos modo, no nos vamos a detener en lo que pasa actualmente, eso se lo dejamos en manos de quienes se dedican a la investigación periodística. Sin embargo vale destacar que esa forma de sacar ventajas no es nuevo.
En efecto, en tiempos pasados numerosas fortunas se hicieron contrabandeando distintos artículos o realizando negocios con los gobiernos de turno. Algunos nombres que llegaron hasta nuestros días no escaparon de esa tentación.
 Los hubo y varios. Algunos como el caso de John Parihs Robertson, fundador junto a su hermano William de la colonia escosesa de Monte Grande quien cuenta en un libro donde volcó sus memorias, como hizo para embarcar en 1818 un cargamento de carne salada, en momentos que estaba prohibido hacerlo; mientras que Carlos D´Amico relata las maniobras realizadas en perjuicio del Ferrocarril del Oeste. En cambio Álvaro Barros nos habla de un comerciante inescrupuloso que quiso convertir en ladrón a un pobre gaucho, al que le encargó que lo proveyera de cueros que le pago a bajo precio, aunque luego comprobó que eran de su propia marca.
Otra forma de soborno fue la ¨yapa¨ impuesta por los pulperos en la campaña bonaerense con el propósito de retener la clientela. Esta gratificación inexistente en el comercio actual, en la década del 50 aún se aplicaba. De esa metodología empleada para lograr determinados objetivos no, escapó ni el mismísimo don Juan Manuel de Rosas que la puso en practica, pero por una causa mas noble: lograr la paz con Santa Fe, donde envió 25.000 cabezas de ganado, tal como lo había pactado con el brigadier Estanislao López y también lograr la amistad de los aborígenes mediante la entrega de yeguas y otros elementos para la subsistencia de los mismos.
 Por otro lado, por el anecdotario ¨Las Beldades de mi Tiempo¨ de Santiago Calzadilla nos enteramos como algunos cargamentos eran aligerados en el trayecto del puerto de Buenos Aires y la aduana, por los encargados de trasladar la mercadería que llegaba en los barcos, aunque esto, en realidad se trataba de un robo.
Un robo que perjudicaba al propietario de esa mercadería, pero también, desde un tiempo inmemorial mediante pagos de coimas o sobreprecios se nos viene robando un bien de valor incalculable, como es la esperanza de vivir en un país mejor, donde las cosas se obtengan con el esfuerzo del trabajo y no mediante engaños cercanos al delito. Algo tan sencillo como eso.
UN CAJON DE VINOS PARA PASAR UN EMBARQUE 
La historia de los hermanos Robertson es bien conocida y no voy a entretenerme en ella, solamente recordaré que al igual que otros cientos de comerciantes John llegó por estas tierras luego del fracaso se la primera invasión inglesa, ocurrida en 1806. Ese revés sufrido por las tropas invasoras, no amilanó al escoses descendiente de una rica familia de Idemburgo, por lo que volvió por esta tierras en 1809. Desde entonces, este personaje de dedico a forjar su fortuna comerciando en Corrientes y Paraguay , donde frecuentó al tirano Gaspar Francia. Las rápidas ganancias pronto hicieron que convocara a su hermano William (Guillermo), con quien se unió en 1813.
 Luego del fracaso que significó para los hermanos el intento de formar en 1825 la colonia escosesa en Monte Grande, estos regresaron a su país. Allí ambos volcaron sus experiencias en sendos libros. El primero de ellos, con el titulo ¨Cartas de Paraguay¨ apareció en 1838, mientras que ¨Cartas de Sudamérica¨ del que extraemos algunos datos, se publicó en 1843.
 Ambos dejaron en sus escritos numerosos datos sobre la época que les tocó vivir y también ciertas argucias que utilizaron para hacer sus negocios.
Poco después de iniciados en el comercio, desde Hamburgo llegó para los hermanos un embarque de ¨géneros de hilo¨ por lo que encontraron con el dilema de pagar o no ¨unas tarifas ruinosas impuestas por el gobierno – que consideraban venal-para ese tipo de mercadería. Según ellos, de pagar esa tasa sufrirían una ¨pérdida ruinosa¨. Por esa razón explican que ¨Estábamos considerando las dificultades cuando se nos presentó un comerciante nativo para ofrecerse, bajo irrecusable garantía, poner toda la carga en tierra por la mitad del impuesto¨; claramente, les ofrecía evadir, aunque ese porcentaje cobrado a los escoceses terminaría en los bolsillos del contrabandista. Sin embargo, en un rasgo de honestidad, los Robertson no aceptaron la propuesta.
 De todos modos, más tarde resolvieron venderle la carga que se encontraba todavía en el barco en el que había llegad, y la que después, sería descargada en chalanas, como entonces se hacia con toda la mercadería de contrabando. Con esa transacción, queda en claro que lo que pudo parecer un gesto de honestidad, no fue otra cosa que temor, si temor a que se descubra la maniobra y perder la mercadería consignad. Sin embargo no fue así, y el contrabandista finalmente desembarco el cargamento sin ser descubierto por las autoridades gubernamentales.
Con una ganancia a menor a la esperada, finalmente los hermanos se habían desprendido de la mercadería sin preguntar que ¨haría con ellas, una vez sacada de a bordo¨, claro, pensaron que ese personaje sería descubierto por las autoridades del puerto y confiscada la mercadería, pero no fue así.
 De allí la sorpresa de John, cuando cabalgando con unos caballeros a una legua de la ciudad vio una fila de carretas cargadas, aparentemente con pasto pero que ¨en realidad llevaba una cantidad de platillas alemanas ( tela de hilo delgada) , creas (telas de hilo para sábanas) brechuelas (telas de hilo para forro), lencería y muchas manufacturas, es decir todo lo que había constituido nuestra linda carga de Palmyra. Al mirarla, no pude sentir cierto escozor de conciencia y pensar que me había hecho particeps criminis en el negociado¨.
 ¿Sentimiento de culpa? o un simple lamento porque la ganancia fue menor a la que esperaba lograr el comerciante escoses con esa carga, que finamente fue introducida de contrabando por otro personaje, del cual no aporta más datos. Por el ¨Modus Operandi¨ presumimos que no era la única vez que sacaba mercadería del puerto de ese modo. Tampoco nuestro personaje dejaría de prestarse para maniobras de es tipo para concretar sus negocios.
En efecto, cuando el director supremo Juan Martín de Pueyrredon en 1818 acosado por el alto precio del ganado vacuno resuelve prohibir la exportación de carne seca, conocida con el nombre de charqui, la medida fue cuestionada por nuestro personaje como veremos. Sobre esa prohibición de exportar ese prodcudto de gran consumo entre la población negra de Cuba escribió que ¨Esta es una cosa tan absurda para mis como la de prohibir en Inglaterra la manufactura de géneros de algodón. Pero estaba prohibido y nadie parecía pensar que era algo tan absurdo como embargo de la industria¨. Así estaban las cosas para estos comerciantes, cuando al puerto de Buenos Aires llegó un barco que debían cargarlo con ¨el producto en cuestión y devolverlo enseguida para la Habana¨. ¿Pero como podrían hacerlo? Si todos los intentos de conseguir la licencia correspondiente no prosperaron, como tampoco sus alegatos sobre el daño que surgía de esa prohibición. En cada intento de obtener el permiso las respuestas siempre fueron las mismas, entonces ¿como pudieron cumplir con ese embarque los hermanos Robertson?.Veamos, ya que lo cuentan ellos mismos.
¨Un día, sin embargo, en que volvíamos de los muchos viajes infructuosos efectuados a la oficina del secretario de Estado (…) oí que me llamaban por mi nombre desde la otra acera de la calle. Al volverme ví a un joven que me hacia señas para entrar en un almacén a medio cerrar como lo estaban todos durante la hora de la comida y el reposo comprendida bajo el nombre de siesta. Crucé entonces la calzada y entre en el almacén. Tendido a sus anchas sobre el mostrador estaba un hombre muy afable y alegre¨. El hombre que lo llamaba, no era otro que el oficial de la Secretaria de Estado en el Departamento del Interior y que sabía lo que necesitaban esos comerciantes.
 Los detalles de ese encuentro – volcado en varias líneas del libro Cartas de Sudamérica– nos permite deducir que la práctica de pedir coimas para hacer la vista gorda, era común también en aquellos tiempos.¨Yo se de donde viene y que ha estado haciendo¨ le dijo el funcionario sin demasiados rodeos. ¨Usted ha estado en el fuerte (allí estaban entonces las oficinas del gobierno) y necesita una licencia especial para cargar tasajo. Bueno mándenos aquí una docena de botellas del mejor vino que tenga y tendrá la licencia¨ fue la oferta realizada por el inescrupuloso funcionario. La propuesta fue aceptada por Mr. Robertson, quien consideró que era muy poco lo que pedía, comparado con la ganancia que le reportaría ese embarque de tasajo que, recordemos que su salida del país estaba prohibida. Por ese motivo registra en su memoria que ¨me fui pensando cuan mucho ganaría convirtiéndome en agente del soborno y la corrupción, y convide al oficial mayor dos docenas del mejor oporto viejo, quizás convencido de que no había en Buenos Aires un guardián celoso de la moral pública¨.
El negocio fue brillante para ambos, Para el funcionario corrupto, las 24 botellas de oporto fueron suficientes para hacer posible lo que no se podía hacer por una disposición del gobierno que el representaba, mientras que para la otra parte ¨las veinticuatro botellas de vino, como la fabula, pusieron muchos huevos de oro. El se llenó de duna carga famosa. Pagamos a los productores del tasajo, que estaba por pudrirse en los galpones, unos cincuenta mil pesos plata, lo que redundó en pura ganancia para el país. Nosotros ganamos una excelente comisión …) Todas esas ventajas comerciales como vimos, se lograron vulnerando una disposición oficial, con una pocas botellas de vino.
SOBREPRECIOS Y OTRAS YERBAS
 Con mucha claridad el coronel Álvaro Barros en su libro ¨Fronteras y Territorios Federales de las Pampas del Sur¨ explica como proveedores del ejercito, a pesar que ofertaban productos a menor precio de plaza, terminaban finalmente amasando gruesas fortunas. Hijo de un coronel del mismo nombre, Álvaro Barros nació en Buenos Aires en 1827 pero se crió en Montevideo, donde su padre unitario se encontraba exilado. En Buenos Aires peleó contra Rosas después es nombrado comandante militar en Mercedes, mientras que a partir de 1881ocupacargos administrativos en el ejercito hasta su muerte, ocurrida el 13 de enero de 1892.
Es decir que conoció my bien, como era el manejo dentro de ese cuerpo armado, al que sirvió alternativamente como soldado y administrador. Por eso, al ser los datos volcados en su obra de primera mano, creemos que en cada línea escrita, a su autor no lo movía otra cosa que dar a conocer como se manejaban por entonces los dineros públicos.
Del modo que se realizaban los manejos dentro del ejercito, ese militar devenido en escritor cuenta que ¨Bajo el sistema de centralización de gobierno, el Poder Ejecutivo es administrador del rancho de la tropa y trasmite su derecho a una empresa particular que se llama proveeduría, por medio de venta hecha en remate ministerial, y esta se hace legalmente hasta con el estomago del soldado¨.
 ¨A fin de año es anunciado por los periódicos el remate oficial de las proveedurías del ejercito, marina, indios etc.etc., en los salones del Ministerio de Guerra. Los interesados entregan las propuestas en pliegos cerrados, las que abre el comisario general de guerra en presencia del Ministro o del Subsecretario, siendo aceptada la mas baja¨.
 ¨Al firmar el contrato el proveedor presenta una fianza por una suma considerable afecta al cumplimiento de aquél ¨, algo que nunca llegó a ocurrir, según el autor de esas líneas. Lo expuesto hasta aquí no tendría ninguna diferencia con cualquier contrato si no fuese que el oferente pierde plata.
 ¿ Pierde plata? Veamos como se llevaba a cabo este extraño negocio, ya que lo explica Barros. ¨El cumplimiento de las obligaciones del contrato, los precios establecidos, condiciones del pago, etc. ofrecen a la vista un 10 o un 20 por ciento de pérdida para el proveedor, sobre precios corrientes, sin contar sin contar el recargo de gastos hacer la entrega de los artículos ( …). Sin embargo en este ramo se han hecho fortunas muy grandes y rápidamente y esto bastaría para comprender que en estos negocios se cometen grandes fraudes, cuya ignorancia y consentimiento por parte de la administración, entraña una insuficiencia absoluta, o una disolvente inmoralidad¨.
 Entonces si perdiendo dinero, solían convertirse en millonarios comerciantes con el gobierno ¿ como lo hacían ?. Dejemos que lo explique el coronel Barro.
¨Si el comprador es el gobierno, el comerciante tiene menos deberes de consideración; el gobierno es un administrador, lo que administra no le pertenece a un individuo y pertenece a todos; si sufre una pérdida es relativamente insignificante, y sobre todo, y sobre todo debe saber muy bien lo que hace, y no es el mismo considerado cuando serlo en el particular. El comerciante vende todos sus clavos al gobierno siempre que puede y pasa su contrabando por donde no es posible, sin que su crédito padezca. En sus contratos con el gobierno le es permitido sacar ventajas que con un colega no las tendría sin que su crédito padeciera¨.
 En ese sentido, el testimonio de Álvaro Barros es más claro aun, cuando apunta que ¨El soldado en campaña tiene asignado para sus vicios y entretenimiento 25 pesos o sea un peso o sea un peso fuerte al mes. La administración de estos fondos ha sido también centralizada y se saca a remate oficial¨.
 ¨Al principio se resolvió contratar por un valor de los 25 pesos de ración de vicios: más tarde cuando la competencia trajo la baja fraudulenta en las propuestas, en lugar de aumentar la cantidad de efectos para racionar a la tropa sobre la cantidad de 25 pesos asignados, se fijó la ración en los artículos siguientes:
 1librade tabaco en rama.
1 cuadernillo de papel.
3libras de yerba.
1 pan de jabón.
 ¨El precio de cada ración bajó a 10 o 12 pesos papel, y por consiguiente el gobierno, como mayordomo, reportó un beneficio en cada ración de 8 a 10 pesos, que pertenece al soldado. El proveedor que se lleva bien con el jefe entrega estos efectos de pésima calidad y obtiene recibo superior y este recibo confeccionado con arreglo a las listas, y no al consumo verdadero, guarda un exceso considerable no entregado que se arregla y divida como las economías del rancho¨. En resumen, el resultado de esa maniobra no tenía otro propósito que alzarse con la diferencia y luego repartir los objetos sobrantes entre las partes involucradas, es decir entre los jefes y proveedores.
QUIEN ROBA A UN LADRÓN… 
 El autor al que seguimos, también nos muestra como actuaban en el partido de Azul algunos comerciantes inescrupulosos, los que no dudaban en comprar cueros sin importar la procedencia de los mismos. En ese sentido cuenta Barros que ¨un día de 1855 ó 1856 llegó a la casa de un comerciante de Azul ( territorio por donde entonces andaba Catriel ) un paisano que trabajaba de peón¨.
¨¿ Entonces andarás pobre ? le dijo el comerciante quien frente a la respuesta afirmativa del paisano, le propuso que lo abastezca de cueros¨. ¨Te pago 20 pesos por cada cuero; puedes ganarte doscientos pesos por noche, seis mil al mes setenta y dos mil al año; le hizo la cuenta para tentarlo aun más y así ponerlo a su servicio. "si trabajas bien y eres precavido, en poco tiempo eres rico¨. Esas fueron las palabras exactas para convencerlo y nosotros darnos cuenta para donde iba el tiro.
Al cerrar el trato le recomendó que ¨después de media noche has de venir con los cueros, los tiras sobre la pared del corralón y vienes después a la puerta y llamas despacio, entras, se cuentan, recibes tu dinero y a la otra noche, otro tanto¨. Bien clarito, lo mandaba a robar cueros.
De ese modo, nuestro negociante ya contaba con 300 cueros en su estaqueadero. Sin embargo una mañana se le presentó su capataz diciéndole que entre los cueros traídos por el ¨ héroe nocturno ¨ había uno de la marca de la casa (del comerciante). ¨Será algún novillo extraviado y en la noche Juan no ha podido ver la marca¨ dijo para minimizar el hecho. Sin embargo, días después recorriendo el estaqueadero, nota que la totalidad de los cueros tenían su marca y por ellos había pagado 20 pesos por cada vaca que le habían muerto, por lo que ¨el manso y sencillo comerciante se había vuelto una fiera¨.
La noche siguiente esperó que Juan llegara con otro cargamento de cueros para acusarlo del robo. Luego de escuchar las amenazas, el peón sin inquietarse le respondió que ¨Pues, mire patrón, yo recién caigo. Usted me mandaba a cuerear ajeno, según veo, y yo, como nunca he sido ladrón, no lo malicié y creí lo que debía creer: que usted me mandaba a cuerear lo suyo, y que trabajaba de noche porque así lo haría para no alborotar el campo, y que por eso me pagaba dos pesos más. Si usted quiere que vaya a robar a los vecinos se ha equivocado, yo no he sido ladrón, busque otro con quien entenderse para eso¨, retrucó el peón, después de escuchar a su avivado empleador.
Lo que hizo esta comerciante con el paisano, en ese entonces era común hacerlo con los indios, a quienes se los acusaba de ladrones y por atraparte, los comerciantes inescrupulosos como el del relato, terminaban comprándoles el producto de sus fechorías. Aunque estos datos fueron dados a conocer por el coronel Álvaro Barros en 1872 cuando apareció su libro, los mismos parecen de nuestros tiempos, habida cuenta que desde entonces hassta ahora nada ah cambiado.
En cuanto a Rosas y para saber como operaba frente a los indios y convencerlos de los beneficios de vacunarse contra la viruela, -un mal que hacia estragos entre ellos- tomaremos las palabras del cacique Pincen pronunciadas cuando caayó prisionero en proximidades del Malal ( La Pampa), durante la segunda campaña al desierto, en este caso realizada por Roca. Es que la vacuna descubierta por el doctor Francisco Javier Muñiz no iba a ser fácil aplicarla entre los indios, por el recelo que tenían contra los huincas, más aún, cuando para ello se les debía debia realizar un pequeño corte en el brazo. Pero de algún modo el Restaurador de las Leyes, debía realizar algo para vencer ese temor. Ocurre que esa peste no solo mataba a los indios afectado, sino que por superstición de los mismos, ellos mataban a las viejas de las tribus, por creer que eran las causantes de ese mal. Por eso se debía encontrar el modo de convencerlos, aunque para ello Rosas debiera recurrir al soborno. Así fue.
 Si bien la dádiva es otra forma de corrupción, en este caso, la entrega gratuita de algunos elementos para lograr ese objetivo no sabemos como calificarla, habida cuenta que así se logró salvar muchas vidas. El hecho lo cuenta el propio Pincen cuando en 1878 ya muerto Rosas en Southamptón cayó preso en manos de un oficial del coronel Villegas de nombre Solís. Según el temido cacique ¨ Juan Manuel era muy bueno pero muy loco; nos regalaba potrancas, pero un gringo nos debía tajear el brazo, según el era un gualicho grande contra la viruela, y algo de cierto debió ser porque no hubo más viruela por entonce¨.
EL FERROCARRIL PROVINCIAL SE VENDE O SE VENDE 
 El ferrocarril del Oeste, construido y administrado por argentinos, era la gloria los habitantes de la provincia de Buenos Aires, A lo largo de toda la línea no se hablaba ni una sola palabra en ingles, los pasajeros eran tratados con amabilidad y la puntualidad de su servicio, era una de sus mayores virtudes. Además de su tarifa ventajosa para los usuarios tenía una escuela práctica de mecánica para los hijos del país, y vastos talleres que mantenía a miles de familias y sus líneas era escuele práctica de sus jóvenes ingenieros; y sobre todo porque ¨era la administración modelo de todo ferrocarril de la republica¨ acotó Carlos Martínez en el libro ¨Buenos Aires, su Naturaleza, sus Costumbres, sus Hombres 1860-1890¨ publicado en México en 1890.
Sin embargo, por distintos problemas económicos que no hacen a esta investigación, el gobernador Máximo Paz mediante distintas maniobras, finalmente logró vender esa línea férrea que competía con el Ferrocarril del Sud. Para logar ese propósito, dio instrucciones al director de esa empresa que utilizara cualquier método que sirviera para desacreditar a la administración del directorio. El plan contemplaba además, el robo de mercaderías que viajaban en esa línea. Así buscaba poner de mal humor a los usuarios y productores, que finalmente, frente al caos propiciado desde el gobierno provincial, no se opondría a la enajenación del servicio.
 En realidad, Carlos Martínez era el seudónimo de Carlos D´Amico que gobernó la provincia de Buenos Aires después de Dardo Rocha y, en Buenos Aires su libro se reeditó con el titulo ¨Buenos Aires Sus Hombres y Su Política¨. En él, detalla las componendas políticas, negociados, parodias de elecciones, desprecio absoluto por el pueblo. Censura la mezquindad de una oligarquía decadente que envenena la conciencia popular, desprestigiando el sistema democrático con fraudes desvergonzados. De allí que resolvió editar el libro en México donde se encontraba exiliado, y donde, para no perder la nacionalidad argentina rechazó la oferta de su amigo el general Porfirio Díaz, que quizo nombrarlo ministro de relaciones exteriores.
De acuerdo a las líneas impresas por D´Amico¨ mucho antes de ser gobernador Paz –que lo sucedió en ese cargo- tenía el propósito de despojar a la provincia del ferrocarril provincial. En principio pensó premiar el apoyo de Roca dándolo en arendameito por cuarenta años ¨pero señala el autor que ¨ el ofrecimiento fue rechazado con altivo desprecio. Al estudiar la situación, notó el provecho que podría sacar de la venta de ese ramal ferroviario, aunque, si no mediaba una situación de vida o muerte, el pueblo de la provincia nunca consentiría esa venta.
 Por eso entendió que ¨era necesario poner al pueblo en el dilema: o se vende el ferrocarril para salvar la situación, o no se vende, y entonces el ferrocarril se pierde por ruina y el descrédito. Y empezó con la campaña de desorganización, de robos, de malos servicios, hasta que consiguió que no pagase sus gastos, ni tuviese con que servirse sus empréstitos una vía férrea que recorre el territorio más poblado y mas rico del mundo, con tal abundancia de carga y pasajeros, que nunca son demasiados los trenes para hace viajar a éstos, y los wagones no alcanzan para trasportar aquella¨.
Para lograr el descrédito de esa administración, que D´Amico calificaba como ¨modelo de todo el ferrocarril de la Republica¨, Máximo Paz, no dudo en colocar frente al directorio de la misma a un tal Tapia, que no hizo más que cumplir sus órdenes. Poco tiempo después de asumir, comenzó a desplegar todas sus artes para complacer al gobernador. Entre otras cosas, era necesario probarle al pueblo que los ferrocarriles no podían continuar en manos del Estado y entonces se inventó no pagarles a los empleados para desanimarlos y desalentarlos a corregir los abusos y contentar a los pasajeros. Sin embargo para que la población no se diera de lo que ocurría con ese personal, se mantuvo al día los salarios de quienes trabajaban en las estaciones de La Plata y Once de Septiembre y así, esa maniobra permaneció oculta por mucho tiempo.
Sin embargo, cuando por falta de ingresos no se le pago a los foguistas y maquinistas, estos se declararon en huelga y entonces estaba cumplida la primera etapa del plan para deshacerse de ese ferrocarril. Por otra parte, la conducta delictuosa del empleado superior, desmoralizó a sus subalternos por lo que ¨los diarios de la Capital Federal, por mucho tiempo daban cuanta de esas acciones bochornosas en sendos artículos titulados ¨Los grandes robos en los ferrocarriles de la provincia¨.
De todos modos, esas maniobras recién se conocieron cuando el gobernador Paz se aleó del cargo porque ¨nadie se hubiera animado, temeroso se su venganza convencido como estaba todo el mundo que el gobernador se complacía con esos escándalos, y que el era el gran encubridor¨. Fue así que, sobre el final de su mandato se supo como se robaba granos en la estación Boca del Riachuelo, mientras que el resto de los hechos delictivos fueron confesados en escritos firmados por Tapia.
A la estación Boca del Riachuelo llegaba el grano para ser embarcado con destino a distintos puertos y allí tres empleados principales de la estación ¨agujeraban los sacos de maíz y trigo para que se desparramara su contenido; ellos enseguida recogían lo derramado¨. Así se quedaban con el veinte por ciento de toda la carga que pasaba por la estación.
 De nada sirvieron las quejas, que durante tres años realizaron los dueños de la mercadería y los cargadores. Poro la cosa cambió cuando dieron cuenta que ¨puesto que la estación estaba en territorio nacional, era juez competente para entender en el asunto de lo criminal. Lo denunciaron y el hecho fue descubierto en todos sus detalles. Pero al investigar el juez ese desfalco descubrió también que ¨ los tres empleados inducían a los dependientes a que robasen efectos a sus a sus patrones, y se los compraban; y para pagarles les jugaban el precio a la taba, y se lo ganaban. De manera que los empleados de Paz, no sólo robaban al Estado, sino que formaban una sociedad para robar a los particulares y estafar a los ladrones¨. Cualquier semejanza con hechos recientes, es pura coincidencia.
Veamos algunas cosas más sobre como operó este personaje para llevar al descrédito a ese ferrocarril, siguiendo su propia confesión escrita de puño y letra, recordando lo que hizo luego de que Máximo Paz dejó el cargo de gobernador. En ella, el referido Tapia admitía que ¨había dado sobre-sueldos a los empleados, violando la ley de presupuesto¨.
¨ Que había comprado sin licitación, violando la ley orgánica¨
¨ Que había alterado la ley de presupuesto, creando empleos, y nombrando empleados a su capricho ¨.
¨ Que había llevado a su casa los cubiertos de plata de la empresa¨
 ¨ Que se había llevado a su casa los muebles de la empresa para uso particular¨
 Del sumario levantado enseguida, Carlos Martínez o mejor D´Amico apunta que ¨entre otros hechos se probó el siguiente: que el director Paz había creado, violando la ley de presupuesto, un empleo encargado de comprar lo que debía adquirirse por licitación, y que las carísimas compras se habían hecho por medio de ese empleado¨. Como se ve, esta es la formula apropiada para el desmantelamiento de cualquier empresa estatal o privada.
Ese accionar delictivo, no podía tener otro resultado que la enajenación del ramal ferroviario, cuya venta, Máximo Paz, había planificado desde su llegada al gobierno provincial, como lo aseguró D´Amico. Salvo dos ramales ¨el orgullo de los porteños¨ fue adjudicado en 1890 a un sindicato de compañías inglesas que ofreció 40 millones de pesos oro. Los ferrocarriles de la provincia pasaron a llamarse New Western Railway Of Buenos Aires ¨.
¨De todos modos a los 60 días de su enajenación la provincia de Buenos Aires se había quedado sin un kilómetro de vía y por algún extraño motivo, también sin un peso de su venta. De esa manera se frustró finalmente una política ferroviaria con sentido comercial, que durante diez años había llevado adelante el Estado. De los primeros hechos relatados pasaron más de cien años. De la venta del Provincial nos acercamos al centenario, pero parecen actuales, ya que todos ellos tiene la una matriz común: la corrupción que en todas sus formas daña a la sociedad.

BIBLIOGRAFIA 
¨ Cartas de Sudamérica ¨ por John y Wiliam Parish Robetson 
¨ Las Beldades de mi Tiempo ¨ por Santiago Calzadilla 
 ¨ Buenos Aires Desde 70 Años Atrás ¨ por José A. Wilde 
¨ Nuestro Tiempo, Historia Contemporánea desde Roca a Menem 
¨ Un Tren Entre las Basuras ¨ por Luis O. Cortese en Historias de la Ciudad N*9 . 
 Rosas y sus Relaciones con los Indios ¨ por Jorge Oscar Sulé

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