Mons. Frassia instituyó a la primera virgen consagrada de la diócesis

Mons. Frassia instituyó a la primera virgen consagrada de la diócesis 
Martes 25 Oct 2016 | 12:33 pm
Avellaneda (Buenos Aires) (AICA): El sábado 22 de octubre, durante una misa que presidió en la catedral Nuestra Señora de la Asunción, el obispo de Avellaneda-Lanús, Mons. Rubén Oscar Frassia, instituyó en el Orden de las Vírgenes Consagradas a Silvia Elisabet Torres, primera virgen consagrada de la diócesis. Con Mons. Frassia concelebró el obispo auxiliar de Lomas de Zamora, Mons. Jorge Torres Carbonell, y varios sacerdotes de la diócesis de Avellaneda-Lanús y de otras diócesis. 

 El sábado 22 de octubre, durante una misa que presidió en la catedral Nuestra Señora de la Asunción, el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, instituyó en el Orden de las Vírgenes Consagradas a Silvia Elisabet Torres, primera virgen consagrada de la diócesis.
 Con monseñor Frassia concelebró el obispo auxiliar de Lomas de Zamora, monseñor Jorge Torres Carbonell, y varios sacerdotes de la diócesis de Avellaneda-Lanús y de otras diócesis.
 “Esto es un acto que parece nuevo para todos nosotros, en realidad para esta diócesis lo es, pero significa algo muy importante en toda la Iglesia. En los tiempos apostólicos había mujeres que se consagraban al Señor y que la Iglesia las estimaba enormemente por la consagración”. Con estas palabras comenzó su homilía monseñor Frassia”.
 “La consagración -agregó- tiene su característica propia, la virginidad; pero lo que lleva a la finalidad es seguir e identificarse con Jesucristo. Es el Señor quien llama y pone su gracia en algunas personas para que lo puedan seguir más de cerca; es una inspiración del Espíritu Santo y una gracia especial que la Iglesia tiene y ha reavivado a partir del Concilio Vaticano II, instituyendo de forma novedosa el Orden de las Vírgenes”.
 El obispo prosiguió diciendo que “para el mundo es algo que está en cuestión y puede llegar a pensar en su egoísmo, en su individualismo, en su imposibilidad y tantas otras cosas. Pero la Iglesia no tiene criterio mundano porque se mueve bajo otro criterio, el del espíritu sobrenatural. Es Dios quien hace posible lo que muchas veces para nosotros parece imposible. Es Dios quien con su gracia nos va llevando, a cada uno, en este camino para identificarnos más plenamente con Jesucristo”.
 “La virgen consagrada -explicó el prelado- tiene un aspecto muy especial de esposa, es decir de fidelidad; una fidelidad que no se hace ni se reduce a los hombres, es una fidelidad que se da a Cristo en la Iglesia. Por eso una virgen consagrada tiene que tener amor a Cristo y pasión por la Iglesia. Tiene que estar unida espiritualmente al Obispo con el que tiene que vivir una íntima comunión, sabiendo que donde está el Obispo está Cristo y está la unidad de la Iglesia”.
 “La entrega incondicional al Señor en la Iglesia -dijo más adelante el obispo de Avellaneda-, no quita ni mata la maternidad espiritual; es para amar más y no para amar menos; para ser célibe pero no solterona, porque donde está Dios está la apertura, la fidelidad, el entusiasmo y la entrega a Cristo, a la Iglesia, a los demás, a los pobres, a los más necesitados y a aquellos que quizás nadie tiene en cuenta. Ustedes tendrán que saber escrutar para ver dónde hay necesidad de que una persona consagrada pueda estar allí, presente”.
 “Hoy pedimos al Señor, y fundamentalmente a la Virgen, que sabe escuchar la voz de Dios, encarnarla en su corazón y hacerla presente con su vida. Silvia te deseo eso y que siempre tengas la valentía y la gracia de seguirlo a Cristo más de cerca, y que en las horas dulces y en las horas amargas te acuerdes que el llamado del Señor estará siempre presente en tu vida, en tu alma y en tu espíritu”, concluyó.
 El Orden de las Vírgenes Consagradas 
 Silvia Elisabet Torres, nacida en Lanús hace 49 años, es la quinta de seis hermanos, es en la actualidad ministra extraordinaria de la comunión en la parroquia Sagrado Corazón de Lanús Este y en la capilla del aeroparque Jorge Newbery.
 El rito de la consagración de vírgenes se encuentra entre los más preciosos tesoros de la liturgia romana. Jesucristo dejó en herencia a su Esposa el don sublime de la sagrada virginidad. De aquí que en los tiempos apostólicos, las vírgenes consagraban a Dios su castidad adornando el cuerpo místico de Cristo y enriqueciéndolo con admirable fecundidad. Por eso la Iglesia, desde los primeros siglos confirmaba el piadoso propósito de las vírgenes mediante una solemne oración de consagración.
 El Orden de las Vírgenes constituye una forma de vida consagrada. Las mujeres que pertenecen a este Orden son aceptadas por su obispo diocesano y están plenamente configuradas, mediante la consagración, a Cristo y a María, especialmente en el misterio de su integridad virginal.
 En virtud de ello, asumen los consejos evangélicos de castidad, obediencia y pobreza en su propio estado de vida, viviéndolos inmersas en el mundo, en plena comunión con el obispo diocesano. Las vírgenes que, formulando el propósito santo de seguir más de cerca a Cristo, son consagradas a Dios por el obispo, celebran desposorios místicos con Jesucristo y se entregan al servicio de la Iglesia.+

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