Mons. Frassia recomienda caridad, paciencia y dulzura para corregir

Mons. Frassia recomienda caridad, paciencia y dulzura para corregir
 Jueves 11 Sep 2014 | 10:33 am
Avellaneda (Buenos Aires) (AICA): El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, compartió una reflexión por radios del conurbano bonaerense y la capital federal en la que se refirió a la corrección fraterna, un deber cristiano que consideró como ¨una de las cosas más difíciles¨ de realizar con recto equilibrio. ¨Tomemos conciencia de esto y que tengamos caridad para no ser indiferentes, para tener paciencia, dulzura y misericordia cuando tengamos que corregir a alguien¨, sugurió.

 El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, compartió una reflexión por radios del conurbano bonaerense y la capital federal en la que se refirió a la corrección fraterna, un deber cristiano que consideró como "una de las cosas más difíciles" de realizar con recto equilibrio.
 "Lo primero que hay que saber, en caso de corregir a alguien, es si realmente está en error", observó el prelado. "Cuando se habla de corrección fraterna, se trata de buscar la verdad y la objetividad sabiendo que el otro, objetivamente, está equivocado; y no que el otro está haciendo algo distinto a lo que yo pienso. Por eso no es una transferencia del corrector, sino más bien es un interés para que el que está equivocado pueda reconocer su error o su pecado, pueda convertirse y ser recuperado", profundizó.
 Monseñor Frassia reconoció, en referencia a la recomendación de Jesús que se leyó en las misas del domingo, que si no hay aceptación del que está errado, es importante buscar a otro como testigo para que, de alguna manera, se dé cuenta.
 "Hoy más que nunca es difícil ejercer la corrección fraterna, pero es muy importante saber que el otro, su acción o su error, no me son indiferentes; porque no me es indiferente esa persona que corre riesgo. Uno debe ejercer la responsabilidad y el señorío de la corrección fraterna", aseguró el obispo.
 El obispo de Avellaneda-Lanús advirtió que la Iglesia "siempre propone, no impone", y en tal sentido, invitó a buscar formas moderadas de acercarse a quien está en el error, mediante afirmaciones como «a mí me parece», o «yo percibo», o «me parece que no está bien». "Así -señaló-, uno da la posibilidad al otro de reconocer su falta y se enmiende. Pero si uno dictamina como desde un estrado, en lugar de escuchar, el otro se cierra y rechaza más la corrección".
 Monseñor Frassia invitó a pedir a Dios el don de la caridad, y recordó que cuando uno es perdonado por Dios en el sacramento de la reconciliación, y profundiza en la vida espiritual a través de los sacramentos, "no sólo es perdonado por Dios, sino que también es integrado y vuelto a ser admitido en la comunidad que había dañado".
 "Tomemos conciencia de esto y que tengamos caridad para no ser indiferentes, para tener paciencia, dulzura y misericordia cuando tengamos que corregir a alguien", sugirió.+

 Texto completo de la alocución
Caridad, paciencia, dulzura y misericordia para saber corregir 
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en el programa radial Compartiendo el Evangelio (Domingo 7 de septiembre de 2014, 23º del tiempo ordinario) 

" Jesús dijo a sus discípulos: Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano. Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo. También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos. (San Mateo 18, 15-20) 

 Hermanos, la corrección fraterna es una de las cosas más difíciles, tal es así que uno debe preguntarse por qué es importante ejercer este derecho y este deber de poder corregir a alguien. 
 Lo primero que hay que saber, en caso de corregir a alguien, es si realmente está en error porque no es que el otro haga algo distinto a mí y porque me molesta lo corrijo. Cuando se habla de corrección fraterna se trata de buscar la verdad y la objetividad sabiendo que el otro, objetivamente, está equivocado; y no que el otro está haciendo algo distinto a lo que yo pienso. Por eso no es una transferencia del corrector, sino más bien es un interés para que el que está equivocado pueda reconocer su error o su pecado, pueda convertirse y ser recuperado. 
 Si no hay aceptación de la corrección, porque hay una negación objetiva, es importante buscar a otro como testigo para que, de alguna manera, se dé cuenta que será corregido ya que la cosa es seria, importante y delicada. Son dos personas que asienten lo mismo. 
 Hay algo fundamental: uno tiene que poner la voluntad para ser corregido, ya que uno puede hablar, oir y sin embargo sigue haciendo lo mismo porque el sujeto no pone la voluntad de la corrección, de la enmienda, de la reconciliación o de la transformación de esa acción. 
 Hoy más que nunca es difícil ejercer la corrección fraterna, pero es muy importante saber que el otro, su acción o su error, no me son indiferentes; porque no me es indiferente esa persona corro el riesgo de la corrección. Si la persona me fuera indiferente diría: “si se quiere tirar al rio, que se tire”, “si se quiere destruir, que se destruya”, “si quiere hacerse mal, que se lo haga”, total como no me interesa no lo corrijo. Pero como esa persona, y cualquier persona, debe interesarnos, uno debo ejercer la responsabilidad y el señorío de la corrección fraterna. 
 La Iglesia siempre propone no impone. Hay que decir las cosas, y un modo importante de corrección puede pasar por afirmar: “a mí me parece” o “yo percibo” o “me parece que no estás bien”. Cuando uno afirma, “me parece”, “percibo”, “intuyo”, uno da la posibilidad al otro de reconocer su falta y se enmiende. Pero si uno dictamina -como desde un estrado superior- en lugar de escuchar el otro se cierra y rechaza más la corrección. 
 Pidamos tener caridad, porque la reconciliación y el cambio forman parte de la comunidad. Cuando uno vive sacramentalmente bien con Dios, también tiene que repercutir en la comunidad, son las dos realidades fundamentales ya que cuando uno es perdonado, no sólo es perdonado por Dios sino que también es integrado y vuelto a ser admitido en la comunidad que había dañado. Por eso hay una reconciliación con la comunidad, tiene doble efecto. 
 Hermanos, que podamos tomar conciencia de esto y que tengamos caridad para no ser indiferentes, para tener paciencia, dulzura y misericordia cuando tengamos que corregir a alguien 
 Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. 

 Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús

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