POR LA FUERZA DE LA FE

POR LA FUERZA DE LA FE 
 En la vida, hay momentos que nuestras fuerzas flaquean y necesitamos de una ayuda externa que nos permitan continuarla con alegría. Esto nos suele ocurrir cuando tenemos una dolencia y entonces, creemos que ya nada de lo que hacíamos cuando sanos físicamente, podremos continuar haciéndolo. Sin embargo, en esos momentos, siempre surge una luz de esperanza que, como el faro que sirve a los navegantes nos indica el camino a seguir. En efecto, para el caminante, un dolor muscular puede impedirle llegar a la meta fijada de antemano, sin embargo, la utilización de un elemento extraño al cuerpo como lo es un báculo, posibilitará que continúe andando. 

 Por eso, el uso del bastón es frecuente entre los montañistas y quienes realizan largas caminatas. Esto se debe a que alivian a nuestras piernas, al reducir la carga que reciben nuestras rodillas, haciendo así más fácil el andar. Hay casos donde se recurre a la utilización de dos bastones, sin embargo uno, es suficiente remedio para seguir el camino sin dificultades.
 Así también en nuestra vida hay un punto de partida y un largo sendero para recorrer. Pero el sinuoso camino que tenemos enfrente, no siempre es llano y sin escollos, por lo que entonces, también necesitamos un bastón. En este caso puede ayudarlos un elemento que no es visible, pero que nos sirve de suficiente apoyo en momentos difíciles como lo es la fe Dios, en tu Dios aunque no sea el mismo que el mío.
 Entonces es cuando mi fe en Él ayuda a mi alma y alivia mis dolores. Lo descubrí cuando apenas tenía unos pocos años en una parroquia de Villa de los Industriales, donde llegaba de la mano de una abuela postiza. Entonces, el lugar me resultaba majestuoso, pero ya mayor al visitarla note que se mantenía igual que cuando asistía a misa que no lo era tanto. Claro todo se debía en una relación de tamaño entre un niño de apenas unos ocho años y la altura de las puertas e imágenes existentes.
 Mucho tiempo pasó desde entonces y si bien nunca deje de orar en silencio lo aprendido en mi niñez, ya no asistía a misa, quizás enojado por algunas cosas. Si enojado con quines me guiaron en mi niñez por el camino de la fe, pero que poco hicieron para retenerme cuando pase por momentos difíciles. Ellos que me decían de ayudar al prójimo, no me asistieron en esos momentos. Me decían de andar entre los necesitados, pero permanecían dentro de los muros protectores del templo. Si bien seguí su ejemplo, me alejé de la iglesia donde recibí la Primera Comunión hace muchos años, pero no deje de pedir a Dios por mi familia, mis amigos y la Patria.
 Sin embargo, con la reciente llegada de Francisco al Vaticano y el pedido a los sacerdotes para que salgan a la calle a mezclarse con la gente, advierto que soplan vientos de cambio. Entonces, como otros muchos confiare nuevamente en los representantes de Dios en la tierra y volveré con alegría a congregarme en la sencilla iglesia donde aprendí a orar por todos

 sciosciagerardo@gmail.com

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