(No)Permafrost

(No)Permafrost
 ¿Cómo sentirse ante la imposibilidad de aprehender nuestro suelo? Impotentes para aproximarnos en experiencia a lo que lo constituye, si permanece congelado ininterrumpidamente… Críptica búsqueda nos propina tal evento… ¿Cuántos despojos estaremos dispuestos a permitir-nos en perínclita labor?... El crepitar de lo asentado incita a involucrar-nos en semejante tarea. 

 El semejante remover de basamento delinea la variabilidad propia del horizonte existenciario singular: la transición por sus diferentes estados (organizaciones independientes de propiedades/características de la existencia singular). El valor social del individuo se pro-pone; se anuncia ejemplarmente libre. Cual ángel “mensajero”, revela su credencial. Su palabra se enjuaga socialmente. Acto bilateral (hablante-oyente). Su motivación transformadora atenta lo crápulamente craso. Se dirige hacia un auditorio potencialmente revulsivo.
 Evidentemente, no existe simpatía universal alguna aquí; es decir, no hay una consideración de un universo en su conjunto como un único y gran organismo, en el que el todo y las partes se armonizan y simpatizan: sintiendo correspondencia la una con la otra y en correspondencia con el todo. Por el contrario, la tensión es sonora. Vibra el cotillón establecido.
 A veces, tal impulso mitigante se desenvuelve a partir del proceso angustiante: el hundimiento/derrumbamiento del ente heideggeriano ante la nada, el cual desciende al abismo de su profundidad, permitiéndose el hombre encontrar la angustia. Frente a la no-motivación de lo reglado, la palabra se dirige hacia lo constituido (denuncia el carácter efímero de lo instaurado) y afirma su posibilidad de constituir-se en-otros-seres-y-en-otras-nadas. Por eso Heidegger sostiene que al lado de la angustia se encuentra la esperanza, la cual es un estado de expectación que se encamina a una plenitud que puede colmar el supuesto vacío o crisis de la vida. También Sartre opera sobre este curso, considerando a la angustia como acontecimiento en donde se reflexiona la libertad en sí misma, como posibilidad permanente de rehacer constantemente el Yo. De esta manera, sin pretender perdernos en estudios escatológicos, lo considerable es atender al crescendo de tal movimiento, de tal reflexión y promulgación de palabra.
 Atender a tal acto, nos obligaría también a introducirnos en cierta Lebenswelt (“mundo vital”, “mundo de la vida”), efectuando la tarea de una crítica de la vida cotidiana (antropología filosófica). Decantando las consecuencias de “los suelos congelados”, “las nadas”, “las motivaciones y no-motivaciones, regladas y no-regladas”… Carlo Cattaneo comparaba a la filosofía como “una milicia”, advirtiendo que la función de la misma no consiste en especular o en contemplar sino en “aceptar todos los problemas del siglo” porque debe tender a “transformar la faz de la tierra”. Para ello, la práctica filosófica debía “estudiar al hombre en la mayor cantidad y diversidad de situaciones posibles”. No sólo considerar al ser humano solitariamente, sino asociado con otros semejantes.
 Desde aquí no podríamos dejar de sostener que tal actividad nos traería el beneficio de apreciar un movimiento existencial ingente y omnilateral. La perlesía fatigante es la enfermedad a vencer.

 Lucas R. López 
 lucasrl@hotmail.com.ar

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