La Fuerza de Pentecostés es la Fuerza del Espíritu”
Miercoles 22 May 2013 | 10:10 am
Mons. Frassia.
Avellaneda (Buenos Aires) (AICA): El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, se mostró preocupado por la creciente soledad y desentendimiento en el que se ven implicadas las personas en la actualidad, por lo que llamó a pedir la fuerza del Espíritu Santo, de modo que se vuelva a despertar “el amor por la unidad”. El obispo animó a pedir que el Espíritu Santo “nos vuelva a despertar el amor por la unidad” y que “nos dé un corazón nuevo, una lengua nueva, una capacidad nueva de comunicar”.
El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, se mostró preocupado por la creciente soledad y desentendimiento en el que se ven implicadas las personas en la actualidad, por lo que llamó a pedir la fuerza del Espíritu Santo, de modo que se vuelva a despertar “el amor por la unidad”.
Monseñor Frassia contrapuso la manifestación del Espíritu Santo en Pentecostés con la afrenta que supuso la torreo de Babel, cuando –según el relato bíblico- los hombres quisieron apartarse de Dios y construir y vivir una vida lejana de Él.
“Cuando uno se aleja de Dios pierde el equilibrio y se desorienta todo. Se torna más agresivo, más huraño –indicó-. Ciertamente Babel está presente hoy, en los tiempos históricos que nos tocan vivir. Estamos informados, pero la soledad ha aumentado en el seno de nuestra sociedad. Por eso es importante la fuerza del Espíritu, porque a pesar del progreso de la técnica y la ciencia humanas, no ha crecido la capacidad de entendernos”.
El obispo animó a pedir que el Espíritu Santo “nos vuelva a despertar el amor por la unidad” y que “nos dé un corazón nuevo, una lengua nueva, una capacidad nueva de comunicar”.
“¡Eso es lo que ha sucedido en Pentecostés! Por eso es importante que el fuego divino, un fuego de amor, sea capaz de transformar nuestro corazón, nuestras familias, nuestra sociedad y la Iglesia. Porque donde había división e indiferencia, nació la unidad, la comunión y la comprensión”, recordó.
Finalmente, pidió a los fieles darse cuenta que Pentecostés “es la definición de nuestro compromiso humano y cristiano”. “Tenemos que ser testigos de esto, no por nuestra fuerza sino por la fuerza del Resucitado. ¡Por la fuerza y la victoria de Cristo, que subiendo al Padre, y por el Padre, nos envía el Espíritu!”, concluyó.+
Monseñor Frassia contrapuso la manifestación del Espíritu Santo en Pentecostés con la afrenta que supuso la torreo de Babel, cuando –según el relato bíblico- los hombres quisieron apartarse de Dios y construir y vivir una vida lejana de Él.
“Cuando uno se aleja de Dios pierde el equilibrio y se desorienta todo. Se torna más agresivo, más huraño –indicó-. Ciertamente Babel está presente hoy, en los tiempos históricos que nos tocan vivir. Estamos informados, pero la soledad ha aumentado en el seno de nuestra sociedad. Por eso es importante la fuerza del Espíritu, porque a pesar del progreso de la técnica y la ciencia humanas, no ha crecido la capacidad de entendernos”.
El obispo animó a pedir que el Espíritu Santo “nos vuelva a despertar el amor por la unidad” y que “nos dé un corazón nuevo, una lengua nueva, una capacidad nueva de comunicar”.
“¡Eso es lo que ha sucedido en Pentecostés! Por eso es importante que el fuego divino, un fuego de amor, sea capaz de transformar nuestro corazón, nuestras familias, nuestra sociedad y la Iglesia. Porque donde había división e indiferencia, nació la unidad, la comunión y la comprensión”, recordó.
Finalmente, pidió a los fieles darse cuenta que Pentecostés “es la definición de nuestro compromiso humano y cristiano”. “Tenemos que ser testigos de esto, no por nuestra fuerza sino por la fuerza del Resucitado. ¡Por la fuerza y la victoria de Cristo, que subiendo al Padre, y por el Padre, nos envía el Espíritu!”, concluyó.+
La Fuerza de Pentecostés es la Fuerza del Espíritu
Reflexión de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en el programa radial Compartiendo el Evangelio (Solemnidad de Pentecostés, 19 de mayo de 2013)
"Al atardecer del primer día de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”. (San Juan 20, 19-23)"
Siempre contraponemos Babel a Pentecostés. Al describir a Babel vemos que se quiere construir un reino en el que los hombres alcanzarán tanto poder que ya no necesitaban hacer referencia a un Dios; y que eran tan fuertes que podían construir por sí mismos un camino que llevara al cielo, para abrir sus puertas y ocupar, usurpar, el lugar de Dios. Es así: Babel quiere construir y vivir una vida prescindiendo de Dios, alejándose de Dios.
Cuando uno se aleja de Dios pierde el equilibrio y se desorienta todo. Se torna más agresivo, más huraño. Perecería que es demasiado arduo y que se prefiere buscar el propio yo, los propios intereses, las mezquindades, los egoísmos, las corrupciones, ¡sin importar nada!, ni el bien común, ni la presencia de los otros. Se pretende vivir como patrones y no como administradores.
Ciertamente Babel está presente hoy, en los tiempos históricos que nos tocan vivir. Por eso es importante la fuerza del Espíritu, porque con el progreso de la técnica y la ciencia humanas, alcanzando el poder de dominar la fuerza de la naturaleza, de manipular los elementos de fabricar seres vivos, -¡con tantas de estas cosas que hoy están presentes!- tenemos que decir que no ha crecido la capacidad de entendernos. O quizás, paradójicamente, cada vez nos entendemos menos y cada vez nos comunicamos menos.
Estamos informados, pero la soledad ha aumentado en el seno de nuestra sociedad. Se está insinuando entre los hombres un sentido de desconfianza, de sospecha, de temor recíproco, hasta llegar a ser peligrosos los unos para los otros. Pensemos en la inseguridad actual, en la persistencia de los delitos, con cuánta impunidad se está viviendo.
Por eso es importante la Fuerza de Pentecostés y la Fuerza del Espíritu, para que nos vuelva a despertar el amor por la unidad, con el don del Espíritu de Dios; para que nos de un corazón nuevo, una lengua nueva, una capacidad nueva de comunicar. ¡Eso es lo que ha sucedido en Pentecostés! Por eso es importante que el fuego divino, un fuego de amor, sea capaz de transformar nuestro corazón, nuestras familias, nuestra sociedad y la Iglesia. Porque donde había división e indiferencia, nace la unidad, la comunión y la comprensión.
Es importante darnos cuenta que Pentecostés es la definición de nuestro compromiso humano y cristiano. Nosotros tenemos que ser testigos de esto, no por nuestra fuerza sino por la fuerza del Resucitado. ¡Por la fuerza y la victoria de Cristo, que subiendo al Padre, y por el Padre, nos envía el Espíritu!
Queridos hermanos, que vivamos la Fiesta de Pentecostés y que podamos decir: “¡ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor!”
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús
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