Verglás

Verglás 
 Cuando se habla de comportamientos, actitudes, disposiciones, problemas, conceptos, palabras, etc.; cuando se dice que estos se habitúan en determinado modo de expresión, la índole de tal conducta produce cierta reticencia en el espectador externo-analítico (quién intenta abordar tanto sus familiaridades como las de los demás). El miedo al congelamiento absoluto, al no poder sustraerse de la afirmación, produce un examen sobre el carácter de tal costumbre. Surge la indecisión, la cual atraviesa varios órdenes relacionales, que el elegir trae aparejado: in-determinado: múltiples opciones. Una desconfianza a contemporizar; un paracetamol des-cubierto. 

 El “verglás” es una capa fina de hielo transparente que se produce cuando el agua, generalmente producto de una lluvia ligera de gotas, se congela sobre el suelo ó rocas. Podemos optar por identificar al concepto/acto im-potente (sin posibilidad de potencia alguna pero tampoco actualizado) como algo que fuera “dejado por la mitad”, in-cumpliendo su propósito de lograr cierto desarrollo (actualización in-completa/semi-actualización plena). Tal omisión de lo que el concepto/acto podría llegar a desenvolver presenta un límite, una separación con aquello a lo que potencialmente podría-haber-sido. Esta limitación puede considerarse como el verglás que se forma en los márgenes del elemento considerado, y que lo recubre de su no-existencia, lo aísla de un a-fuera, lo divorcia de su ser en el no-movimiento y en un reísmo discriminado.
 Pero el verglás debe ser estimado no como un suceso estático y único, sino como un proceso de formación y des-formación. De hecho, el verglás se forma en los meses de invierno; es aquí en donde podemos juzgar su momento de aparición y consagración de tal evento. La fina capa de hielo que solidifica y dogmatiza el concepto/acto; el invierno del concepto/acto es el momento de su congelamiento, de su im-potencia de actualización plena. Por otro lado, en el estío, directamente no encontramos tal proceso físico; hay derretimiento pleno; el concepto/acto se libera de tal cobertura opresora; la fluidez y lo crítico se permiten en desarrollo de la actualización constante. Sin embargo, ambos procesos opuestos, actúan intercalados por otro proceso que los antecede y los sucede, el cual aparece en las estaciones de otoño y primavera: el rocío.
 Se denomina “rocío” a las pequeñas gotas que se depositan en los cuerpos durante su enfriamiento nocturno en las estaciones antes mencionadas. El rocío del concepto/acto sería, entonces, el proceso en donde la cobertura suele ser menos consistente. En tal evento, depende la estación, daremos lugar a la solidificación posterior de tal capa limitadora (otoño), ó, por el contrario, a la eliminación de semejante barrera circundante (primavera).
 Por lo tanto, la condensación de lo habitual no es más que parte de un proceso al cual el sujeto se ve sometido entre el movimiento y el no-movimiento, entre el dogma y lo crítico. Muchas veces el gusto por la capacidad de prolepsis (anticipación de experiencia) que se puede adquirir permite acomodarse en tal estado; sin embargo ésta puede ser perjudicial cuando el movimiento es nulo. Las gotas de la lluvia siempre provienen desde arriba.
 La naturaleza didáctica y heurística de la analogía, y su postura hacia el parabolizar, no son puestas en duda, y por ello la adoptamos: una ilustración relacional-transitiva entre el concepto/acto habituado y el verglás procurador de consuetudinarias disposiciones. Puede forzarse una equipolencia entre ambas expresiones enunciadas, pero no es interés en este momento adentrarse en semejante cuestión. No sabemos si enunciados de magia blanca ó enunciados de nigromántica pueden favorecer tal tarea. Al fin y al cabo, no es tan hereje abrir canales a un posicionamiento latitudinario en determinadas ocasiones.
 Sí, señor.
Un pequeño resquicio puede advertirse entre mis dos incisivos centrales cuando sonrío.

 Lucas R. López 
lucasrl@hotmail.com.ar

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